Por ANRed
Noly Trujillo (55 años) y Marina Quintero (56 años) son las primeras trans reconocidas en el país como víctimas de la violencia estatal por su identidad de género durante la dictadura, algo inédito en América Latina. Por Luciana Caminos / Agencia Presentes. Noly Trujillo (55 años) y Marina Quintero (56 años) son dos mujeres trans sobrevivientes. […]
Noly Trujillo (55 años) y Marina Quintero (56 años) son las primeras trans reconocidas en el país como víctimas de la violencia estatal por su identidad de género durante la dictadura, algo inédito en América Latina. Por Luciana Caminos / Agencia Presentes.
Noly Trujillo (55 años) y Marina Quintero (56 años) son dos mujeres trans sobrevivientes. Cualquier mujer trans que hoy tenga más de 40 años en Argentina es una sobreviviente. Pero además ellas también atravesaron a la dictadura. Forman parte del colectivo de 25 mujeres trans que accedieron a la reparación histórica de la provincia de Santa Fe, que incluye una pensión económica vitalicia. Es la primera vez que se reconoce a personas trans como víctimas de la violencia estatal por su identidad de género durante la dictadura en la Argentina. Es una medida inédita en América Latina.
Marina es la encargada de la biblioteca de la Casa LGBT de Santa Fe. Le encanta leer y entre sus planes está armar el archivo de la memoria trans provincial. Noly es empleada municipal desde hace varios años. Y fue trabajadora sexual durante 30 años. Cuatro constantes se repiten en las vidas de ambas: el encierro y la discriminación, pero también la lucha y los sueños.
“Un médico le dijo a mi papá que me encerrara”
“Desde los 9 años viví con mis tías porque mi mamá había fallecido. A los 11 apareció mi padre y me encerró en un albergue de menores. Él era amigo de un juez que lo mandó para que me vea un médico del hospital psiquiátrico Mira y López. En la historia clínica escribió ‘puto-homosexual’ y le dijo a mi papá que tenía que estar encerrada porque ‘no cabía en la sociedad’. Era 1971”, cuenta Marina.
A los 18 Marina salió del albergue de menores. Recuerda que su primer evento social fue el cumpleaños de Marcela Corraza, una trans histórica de la ciudad de Santa Fe. “Ahí conocí a un montón de amigas trans, con las que vivíamos cayendo presas. Donde nos veían nos levantaban. La única salida que teníamos era ser trabajadoras sexuales. No podíamos estudiar ni trabajar, porque todo el mundo se nos burlaba. Muchas de esas amigas ya no están”, afirma.
“Nos pegaban, nos tiraban agua fría y sobre todo había mucha tortura psicológica”
Noly tuvo otra suerte familiar. Es la menor de cuatro hermanas. Hija de un papá ferroviario y de una mamá ama de casa. “En mi familia esperaban el varoncito. Desde que tengo uso de razón me sentí la cuarta hermana. Siempre me sentí mujer, pero mi familia no me aceptaba así. Era ‘El noly’, pero tuve mucho amor. Era el dulce de leche de mi mamá y mis hermanas me cuidaban mucho”.
Cuenta que pasó por todo lo que pasa una niña trans: “Lloraba en la cama todo el día cuando me cortaban el pelo porque quería ser como mis hermanas. Me ponía contenta cuando me decían nena cada vez que iba al almacén”.
“Yo en la adolescencia me quería morir porque no me crecían los pechos. Me sentía inmovilizada, no conocía a personas del colectivo. Sólo iba a la escuela. Dejé el coro de la iglesia, el club y empezaron las burlas. La adolescencia empezó a ser dura”, dice Noly. A los 15 se mudó de barrio y conoce a unos amigos gays de la hermana: “Empecé a salir y llegó mi primer caída presa por averiguación de antecedentes. Estaba en transición, tenía el pelo largo y eso alcanzaba para detenernos. Hasta ese momento había vivido en una burbuja y esas caídas fueron muy bruscas. Nos pegaban, nos tiraban agua fría y sobre todo había mucha tortura psicológica. Una vez me hicieron desnudar y me obligaron a sacarme la bombacha y la iban pateando entre los policías. Lo sentía como una paliza. Era normal que no te traten como un ser humano. Andar en las oscuridad por las calles interiores, por las vías, tirarnos debajo de los autos, para escondernos. Naturalizabas vivir así. Con el tiempo hasta extrañaba estar presa. El acto de la reparación nos hizo acordar todas estas cosas que teníamos escondidas. Contar nuestra historia nos hizo bien”.
Mientras para el resto de la sociedad argentina la dictadura (militar) terminó en 1983, para ellas siguió hasta 2010 porque el código contravencional de la provincia seguía vigente. “Nos llevaban a los calabozos, nos desnudaban, nos golpeaban. Ni me quiero acordar de esa época, contarte una es poco. Nos vejaban e hicimos cualquier cosa para sobrevivir. En 2009, nos empezamos a reunir con otras compañeras, impulsadas por Flavia del Roso (médica) y Mabel Busaniche (coordinadora de la Multisectorial de la Mujer). Nos empezamos a reunir con las chicas de AMMAR de Rosario y creamos la agrupación Mujeres y Travestis (AMYT), desde dónde se empezó a trabajar por la derogación de los códigos contravencionales. En 2010 lo logramos”.
El recuerdo de Lohana y las luchas por el cupo
Un día que Noly cayó detenida en Buenos Aires conoció a la activista trans Lohana Berkins. “Dormimos en el mismo calabozo y tiempo después me invitó a su cumpleaños. Nunca había militado ni me había puesto a pensar en nuestro derechos. Pero me vine con su voz adentro. Era mágica y pese a que era abolicionista respetaba que yo estuviese a favor del trabajo sexual”, cuenta.
“Yo tenía muy arraigado el discurso de la religión. Pensaba a que a los 33 me iba a morir. Veía que mis compañeras se morían y también empezás a naturalizar la muerte. Y de pronto empecé a vivir situaciones que no pensé que viviría: la unión civil, el matrimonio igualitario, la derogación de código de faltas y la ley de identidad de género”, cuenta Noly.
En el acto de reparación histórica que se hizo el 10 de diciembre de 2018, Marina y Noly recordaron a las compañeras que ya no están: Olga Murillo, Coty Olmos, Carla Suárez, Valeria Rodríguez, Valeria Merlo, “La Botanga”, “La Ruselot”. “La reparación histórica llegó tarde pero ellas están en nuestro corazones”, dice Marina. Y Noly agrega: “Quedamos las sobrevivientes y estamos desgastadas. Lo de la reparación es maravilloso porque en el tiempo que nos queda vamos a estar tranquilas sin necesidad de hacer sacrificios. Ahora viene el tiempo del descanso, de la paz y el disfrute y creo que todas coincidimos en lo mismo. Queremos descansar pero no vamos a poder desprendernos del activismo, vamos a pedir por el cupo. Mi último deseo es que salga el cupo laboral trans. No quiero que las chicas jóvenes pasen por lo que yo pasé”.
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