Por Beatriz García
La película ‘El proxeneta’, que ha dirigido la cineasta y activista Mabel Lozano sobre el negocio de la trata en España a partir de dos años de conversaciones con un ex proxeneta condenado por explotar a 1.700 mujeres, se estrenara el próximo otoño. Con ella hemos desmontado el mito de ‘Pretty Woman’ y hablado sobre la veintena de dueños de macroburdeles españoles que sin saber tan siquiera leer mantienen esclavizadas a miles de mujeres sin ningún amparo legal.
Nevaba en la Ciudad de los Muchachos cuando la directora y actriz Mabel Lozano y su equipo rodaban en el abandonado orfanato la niñez de Miguel El Músico. El ex proxeneta que pasó tres años en la cárceldespués de haber explotado a más de 1.700 mujeres –“ni medio día por mujer, esa fue su condena”, acota Mabel– se interpreta a sí mismo en la película que saldrá en cines el próximo otoño y que nace a partir de dos años de conversaciones entre la cineasta, El Músico, y un libro, ‘El proxeneta’, donde revela a través de Mabel los entresijos de la trata de mujeres en nuestro país, que hoy en día sigue sin una legislación más allá de ordenanzas laxas para barrer de las calles la esclavitud que se vive en los clubes. Esto es España, dicen que el primer mundo.
“Pensaba que los proxenetas eran colombianos, nigerianos o rumanos, pero nunca imaginé que una veintena de hombres españoles analfabetos captaban a las mujeres en sus países de origen para que trabajasen en los clubes. Son listos, son malos, son avispados y no saben leer. Cuando el libro iba a salir le advertí a Miguel que tuviese cuidado y me respondió: “Tranquila, aún tengo algo de margen antes de que alguien se lo lea”, cuenta Mabel, que lleva más de 12 años trabajando como activista por los derechos de las mujeres explotadas por la trata y ha recogido sus historias en dos documentales.
Cuando esta aventura empezó El Músico había salido de prisión y era confidente de la Policía, y José Nieto Barroso, inspector jefe de la UCRIT, lo puso en contacto con Mabel porque el ex proxeneta necesitaba hablar con ella. “No duerme, sus demonios no le dejan vivir. Y se acuerda de Lucía y de María, de tantas mujeres que murieron de sobredosis o se suicidaron, que llevaron a la carretera para que las recogiera una ambulancia. Pero yo no quería escucharle, quería saber cómo eran ellos”, cuenta.
El efecto ‘taekwondo’
Si los vicios son el termómetro de una sociedad, en las épocas de bonanza económica la prostitución se dispara. A principios de los años 90, las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla llenaron de optimismo y ganas de juerga a España, pero los prostíbulos estaban vacíos. Los macarras o ‘maridos’ de las antiguas trabajadoras sexuales españolas tuvieron que ‘reciclarse’ ante la falta de mujeres patrias y viendo cómo llegaban primero las dominicanas y luego las brasileñas y colombianas a nuestro país, traídas por las mafias, así que se les ocurrió importarlas ellos mismos. Sí, las mujeres se convirtieron en producto que “caduca” a los tres años de usarlas en un burdel. “Esos mafiosos analfabetos se adelantan a la Policía y a las leyes. Viajaban a los países de origen, donde hay un índice de corrupción y pobreza alto, y las captaban amparándose en la falta de legislación. Cuando el Gobierno del país, como ocurrió en Colombia, impone visas para salir, ellos eligen otro país, y lo mismo ocurrió en Paraguay. Y ahora las están trayendo sus propias madres, que fueron explotadas cuando empezó la trata y nunca pudieron salir”, asegura.
Tan perspicaces eran (y son) este grupo de proxenetas y tan seguros de ellos mismos, que a veces incluso tienen salidas, dice Mabel, dignas de una película de Berlanga: “Una vez Miguel me contó deshuevado de la risa que iban tan sobrados que se les ocurrió crear un equipo nacional de taekwondo en Colombia para traerse a las mujeres, e incluso un mafioso hizo los uniformes. He visto fotos de la llegada al aeropuerto y la que más suerte tuvo fue la que consiguió que la extraditasen”.
“Hay que romper el tópico de la libre voluntariedad, porque si una persona no tiene qué darle de comer a sus hijos o es toxicómana no es libre para nada” -Mabel Lozano, autora de ‘El Proxeneta’.
Nadie se levanta una mañana y decide ser ‘puta’, dice El Músico en el libro. Y a él, que había sufrido abusos de niño y empezó a trabajar a los 14 años, no le importaba nada a excepción del negocio, hasta que se enamoró de Michel, una joven de 19 años a la que trajo para ser explotada y, sin proponérselo, las prostitutas se convirtieron en personas. Con una historia de pobreza y extorsión a sus espaldas, manipuladas, cuenta Mabel, para que les entreguen sus vidas y su dinero, es círculo que nunca acaba. “No cualquiera puede ser proxeneta, son grandes manipuladores. He entrevistado a algunas mujeres que no sienten haber sido explotadas porque aceptaron entrar en la prostitución y dan su dinero ‘voluntariamente’, pero no se habla de las palizas y coacciones. Ser proxeneta en nuestro país sale baratísimo”.
¿Mujeres de vida ‘alegre’?
Las mujeres captadas por la trata de blanca contraen una deuda con los proxenetas que deberán devolver trabajando en el burdel, además de pagar ‘la diaria’, un impuesto de alrededor de unos setenta euros al día por emplearse en el club. “Actualmente hay más mujeres en los prostíbulos que clientes porque les interesa que sigan pagando la diaria, y eso hace que trabajen menos y la deuda siga creciendo.
Me lo contaba El Músico, decía: Mabel, ¿tú por qué crees que las mujeres que ejercen en un club de provincias no se van? Si no fueran víctimas de la trata se marcharían pero el negocio está en que son de tu propiedad y han contraído una deuda perenne”. Y de conseguir saldar su deuda, muchas continúan trabajando para ganar algo de dinero propio, durmiendo hacinadas en las mismas habitaciones donde trabajan, sin pasaporte, y habiendo de comprar sus propios preservativos y lencería, en una eterna rueda de precariedad y abusos.
Mientras que a los proxenetas se les llama “empresarios del sexo”, a las putas se las sigue llamando putas, y muchas veces la ironía radica en que los mismos medios que publican noticias sobre la trata tienen a estos macroprostíbulos como anunciantes. Y así nació también ANELA (Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne), cuyos representantes afirman luchar por la legalización de la prostitución, apostilla la autora, no para mejorar la situación laboral de sus trabajadoras-esclavas, sino porque en la cola del paro no encontrarían mujeres dispuestas a ejercer y tendrían vía libre para traerlas del extranjero. No obstante, recalca: “No estamos hablando de que alguien libremente decida ser prostituta, pero la mayoría lo hacen en condiciones de violencia y desigualdad. Hay que romper el tópico de la libre voluntariedad porque si una persona no tiene qué darle de comer a sus hijos o es toxicómana, no es libre; pero nos es más fácil pensar en el mito de ‘Pretty Woman’ o las estudiantes que llevan bolsos de Chanel. Nunca he conocido a una mujer ‘de vida alegre’”, resume, y critica la imagen que ha dado el cine de las prostitutas como princesas o personajes cómicos de sitcom.
En España no existe todavía una ley integral contra la trata, y las iniciativas que se han llevado a cabo, como la reciente ordenanza propuesta por el Partido Socialista de Madrid para acabar con la prostitución y la explotación sexual, sancionan a los clientes y proxenetas que consumen o explotan a las mujeres en la calle, no en los clubes. “Vivimos en un país globalizado y no se trata de poner fronteras, sino de crear leyes que impidan que en nuestro país haya esclavos y que no sean punitivas con las mujeres. El PSOE es el único partido que incluye el abolicionismo en su programa, pero si te limitas a sacarlas de las calles metes a estas mujeres en guetos y quedan más a merced de las mafias”.
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