Por Julio C. Gambina
La realidad es que la vieja política conservadora frenó transitoriamente el impulso de lo nuevo gestado por una nueva generación de lucha por los derechos humanos en sentido integral
El pasado 8 de agosto una institución retrógrada e innecesaria como el Senado Nacional frenó la media sanción relativa a la despenalización del aborto, a contramano de la abrumadora legitimación social del debate militado por millones de personas, especialmente mujeres jóvenes. Se dice que fue la influencia de la Iglesia y la cultura hegemónica conservadora del interior, más precisamente en el norte empobrecido, quienes desplegaron una fortísima iniciativa política de corte conservador desde la aprobación del proyecto en Diputados. La marea verde con su lucha actual, que recoge la larga tradición de la brega por el aborto seguro y gratuito, tiene el mérito de instalar las bases subjetivas para una futura sanción que identifique a la legislación con el sentimiento de avanzada de la sociedad argentina.
La realidad es que la vieja política conservadora frenó transitoriamente el impulso de lo nuevo gestado por una nueva generación de lucha por los derechos humanos en sentido integral, muy destacadamente los relativos a la igualdad de género, a la diversidad sexual y al goce, como muy bien señaló Pino Solanas en su intervención en el Senado. Por eso, el dato relevante, sin embargo, remite a lo nuevo que emerge en las niñas, adolescentes y jóvenes activistas militantes de la vieja causa por el derecho al aborto seguro y gratuito sustentado desde una convicción histórica por mujeres, abuelas y bisabuelas. La posta de la militancia histórica es asumida en esta coyuntura por millones de jóvenes que alimentan la gestación de un nuevo tiempo, como ayer y como siempre, arrasando con la vieja y conservadora cultura del rechazo a la superación.
La economía también a contramano
En materia económica ocurre algo similar. En diciembre del 2015 asumió el gobierno de la Argentina una propuesta con un programa de derecha que transita a contramano de los nuevos rumbos del capitalismo mundial, claramente identificado con las políticas de Trump o del Brexit; de recreación del proteccionismo nacionalista en defensa de la hegemonía imperialista histórica de Inglaterra y EEUU. Esa política nacional emanada desde la hegemonía impone la guerra comercial en curso, desde EEUU contra China o Europa y el resto del mundo, lo que incluye la reciente suba de los aranceles a Turquía y la consecuente devaluación de la moneda turca, la que arrastra otros procesos similares en el mundo, caso de la modificación cambiaria en la Argentina con un dólar rozando los 30 pesos por unidad.
No se trata de defender la política estadounidense, británica o del nacionalismo de derecha y conservador en el mundo, sino de interpretar las contradicciones de la situación mundial y en ese marco definir un rumbo propio para alejar lo más posible al país de los efectos desastrosos para la sociedad por la inserción internacional subordinada. Por eso preocupa que la economía argentina marche a contramano de las orientaciones sustentadas desde la hegemonía, sobre todo si no existe una lógica social y política mayoritaria en contra del capitalismo. Cuando en el mundo se fortalece el dólar por imperio de la política económica proteccionista estadounidense, aumento de las tasas de interés mediante, más allá de cualquier impacto a largo plazo, en el país (que no emite dólares) no se cuidan los escasos dólares o divisas que ingresan. En rigor, ocurre todo lo contrario y se generan condiciones para la salida (fuga) de esos recursos escasos. En lugar de cuidar las escasas divisas conseguidas, se facilita la salida y así se construye la llamada “restricción externa” de la economía local.
Remito a la libre y acrecentada importación, en simultáneo con bajas de precios internacionales de productos de exportación, caso de la soja, sumado a maniobras especulativas que demorando ventas externas demandan mayores devaluaciones en favor de la rentabilidad de grandes productores y exportadores del complejo sojero del agro-negocio. Pero también la libre circulación de capitales, sea por pagos de intereses acrecentados con nueva deuda pública, remesas de utilidades al exterior o déficit por turismo internacional. Es más, esa salida de dólares solo es posible por el ingreso de fondos especulativos o mayor deuda externa. A contramano de la tendencia hegemónica, en lugar de generar condiciones de funcionamiento local para limitar la restricción externa, se la fomenta. De ese modo solo queda el ajuste sobre los ingresos de la mayoría de la sociedad. Ese es el resultado del rumbo económico del Gobierno Macri en el tramo final de su gestión con vencimiento en diciembre del 2019.
La inflación y la recesión son manifestaciones del ajuste que empobrece a la mayoría de la sociedad y renueva el descontento, anima la protesta social y crea condiciones de posibilidad para transitar nuevos rumbos de construcción de iniciativa política popular para un nuevo tiempo de construcción social.
Avanzar con lo nuevo
La marea verde entusiasma, por la masividad y la juventud incluida, señalando posibles subjetividades que afecten al conjunto de la cotidianeidad, entre ellas las relaciones económicas. Estas convalidan el capitalismo local, que para funcionar necesita recrear los mecanismos de transferencia de riqueza producto del trabajo social a una minoría asentada en el poder y la dominación. El problema a resolver es cómo otorgarle centralidad a la disputa por la apropiación social del producto del trabajo, en tanto sustento de la vida cotidiana, hoy apropiada por núcleos reducidos de poder hegemónico a costo de insuficiencias e insatisfacciones de la mayoría de la sociedad.
El ejemplo de la lucha feminista por décadas y los cambios en la cultura de la sociedad, más allá de los traspiés legislativos, nos dan señales por donde sustentar con convicciones el trabajo de organización y lucha para confrontar con la estrategia actual en el gobierno y el poder. Pero cuidado que siempre se puede recaer en otra ilusión de un capitalismo posible, autónomo y soberano. Otras relaciones económicas supone un rumbo contra y más allá del capitalismo. No es imposible si se sostienen convicciones y formas adecuadas de lucha, tal como se abrieron camino movimientos, entre los que destaca ahora el feminismo, o el ecologismo, como aporte a una lucha civilizatoria contra el patriarcado y el capitalismo como modelo productivo depredador de la naturaleza y la vida. En la Argentina, la lucha del movimiento obrero tiene antecedentes para inspirar a nuevas generaciones para una perspectiva de emancipación social.
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