miércoles, 28 de octubre de 2015

Mito, las brujas de la Edad Media; sólo eran mujeres con conocimientos

Norma Blázquez aborda en libro su aporte a la ciencia y a la transformación de las instituciones

Sabían de anatomía, botánica, sexualidad, amor y reproducción, por lo que fueron mandadas a la hoguera, dice la filósofa de la UNAM
Sus recetas para curar fueron interpretadas como poder del Diablo
El modelo muy masculino, que se consolidaba para entonces, las hizo ver como amenza
Mariana Norandi

Las brujas fueron mujeres con conocimientos específicos en alquimia, con lo que elaboraban recetas de perfumería y cosmética. Desarrollaron técnicas  de destilación, extracción y sublimación. No eran personas feas ni malas, más bien fueron estereotipadas. Circe ofreciendo una copa a Ulises, de John William Waterhouse, 1891Las brujas fueron mujeres con conocimientos específicos en alquimia, con lo que elaboraban recetas de perfumería y cosmética. Desarrollaron técnicas de destilación, extracción y sublimación. No eran personas feas ni malas, más bien fueron estereotipadas. Circe ofreciendo una copa a Ulises, de John William Waterhouse, 1891
Las brujas no eran personas malas y feas, como las ha descrito la literatura universal, sino mujeres generadoras de un conocimiento específico. En el medievo, cuando predominaba un modelo social masculino, el saber de las brujas fue considerado amenazante, por lo que fue perseguido y destruido junto con ellas en las hogueras.
En el libro El retorno de las brujas, la filósofa Norma Blázquez Graf, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), especialista en ciencia y género, explica que, aunque la población femenina no tuvo acceso a la educación superior hasta el periodo transitorio del siglo XIX al XX, siempre ha generado conocimiento. Pone de ejemplo el saber de las brujas en la Europa de los siglos XIV al XVII y lo aterriza en un mundo contemporáneo, en el que la progresiva incorporación de las mujeres a la ciencia ha modificado las estructuras de las instituciones y el proceso creativo del conocimiento. En entrevista con La Jornada, la especialista aborda el contenido de su libro y subraya la contribución de la mirada crítica e innovadora de las mujeres al quehacer científico.
Parteras, alquimistas...
–¿Quiénes eran las brujas?
–Eran parteras, alquimistas, perfumistas, nodrizas o cocineras que tenían conocimiento en campos como la anatomía, la botánica, la sexualidad, el amor o la reproducción, y que prestaban un importante servicio a la comunidad. Conocían mucho de plantas, animales y minerales, y creaban recetas para curar, lo cual fue interpretado por los grupos dominantes del medievo como un poder del Diablo.
–¿Por ese motivo fueron perseguidas y condenadas a muerte?
–Sí, pero además porque las elites eclesiásticas, políticas y económicas, que se consolidaban en aquellos tiempos, comenzaron a desarrollar un modelo social muy masculino y consideraban que el saber que las mujeres tenían, especialmente en sexualidad y reproducción, representaba una amenaza. Las brujas comenzaron a almacenar conocimiento muy importante sobre el control de la reproducción y sabían preparar diversos abortivos. Este conocimiento implicaba la posibilidad de ejercer una sexualidad más libre, lo cual ponía en riesgo la hegemonía masculina y, por ello, los hombres expropiaron su conocimiento y las aniquilaron en las hogueras. Asimismo, la mayoría de estas mujeres vivían solas, en casas en el bosque, independientes, generaban sus propios ingresos y esto provocaba mucha desconfianza.
–¿Es cierto que eran viejas y feas?
–Eso es parte del mito y de los prejuicios de aquel entonces. Había brujas bellísimas y, por otro lado, en esa época una mujer de 40 o 50 años ya era considerada vieja. Por lo tanto, esos estereotipos responden más a que eran transgresoras y no a que realmente fueran viejas y feas.
–¿Resultaría muy aventurado afirmar que las brujas fueron las primeras mujeres científicas?
–Sí, porque las mujeres han generado conocimiento desde hace mucho tiempo y porque, además, no se puede considerar científico un conocimiento hasta la institucionalización de la ciencia en el siglo XIX, cuando ya se empezó a enseñar en las universidades. Sin embargo, en ese momento las mujeres no tenían permitido estudiar en las universidades y continuaban con la tradición de ilustrarse en los conventos, en los salones de té o en sus hogares, con el padre o el esposo. Luego, de manera gradual, la mujer se fue incorporando a la educación media y superior en áreas como enseñanza, enfermería o farmacéutica. Hasta llegar a la década de los 90 del siglo pasado, en que 50 por ciento de los universitarios ya eran mujeres.
Reacomodo en el siglo XXI
–¿En qué cambia la ciencia con la incorporación de las mujeres?
–Primero cambia en número; hoy 30 por ciento de los estudiantes de ciencias son mujeres. Por eso el “retorno de las brujas”, pues todas esas mujeres que aniquilaron en la Edad Media, que conocían del aborto, de la fertilidad o de la sexualidad, se reacomodaron en el siglo XXI y hoy ocupan espacios importantes, sobre todo en las ciencias naturales y en la salud. Segundo, cambian los espacios institucionales porque antes en las universidades no había ni baños para mujeres: ahora hay presupuestos y becas para proyectos de ellas; los límites de edad para becas se han tenido que extender al tener en cuenta al ciclo reproductivo de la mujer, y se han tenido que abrir guarderías.
“Tercero, las mujeres se hicieron nuevas preguntas y rompieron con el parámetro científico masculino, en el que todo aquello que no se adaptara a dicho modelo era carente o inferior. Por ello, durante mucho tiempo se pensó que las mujeres no tenían interés por la ciencia que eran menos inteligentes o que no tenían capacidad para razonar. Con su integración a la ciencia, se ha debido tomar en cuenta la otra parte de la humanidad, lo que significó una modificaron en los puntos de partida, las metodologías, la interpretación de los resultados y las teorías para la comprensión de la realidad.
Perpectiva de género crítica
–En su libro, desde una perspectiva de género crítica, afirma que el conocimiento científico no es siempre objetivo, neutro y universal. ¿A qué obedece tal aseveración?
–Quien genera el conocimiento es una persona que tiene estereotipos y prejuicios y, por lo tanto, sus preguntas e interpretaciones científicas dependen de su género, así como de su contexto social, histórico, cultural y político.
–¿Qué lugar ocupa la intuición femenina en la generación de conocimiento de las mujeres?
–Para el conocimiento científico eso no cuenta, pero las epistemólogas feministas dicen que hay que incorporar la intuición porque sí cuenta, sobre todo en las ciencias sociales, en las que el objeto de estudio no son cuestiones materiales, sino personas.



http://www.jornada.unam.mx/2008/02/28/index.php?section=ciencias&article=a02n1cie

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