Ecofeminismo: La respuesta feminista a los problemas ambientales
El pensamiento feminista y las preocupaciones ecologistas tuvieron su más grande encuentro en los años setenta, al analizar desde perspectivas confluyentes el problema de la superpoblación mundial. En 1974, la escritora y feminista francesa Françoise d’Eaubonne acuñó por primera vez el término ecofeminismo para referirse a la intersección entre estos dos movimientos y el pacifismo. Ésta ha seguido desde entonces distintas tendencias, teniendo todas en común la añadidura de la perspectiva de género a las gestas por un medio ambiente sano. El ecofeminismo se ha caracterizado por perseguir la reivindicación del Derecho al Medio Ambiente Sano desde una perspectiva que identifica a las mujeres como un grupo vulnerado con respecto al ejercicio de este derecho.
El término ecofeminismo se extendió por el mundo en el marco de numerosas protestas en contra de la destrucción del medio ambiente, llevadas a cabo como respuesta ante distintos desastres. En marzo de 1980 se llevó a cabo una de las primeras y más grandes manifestaciones de este movimiento; durante la Conferencia Mujeres y Vida en la Tierra, sobre el ecofeminismo en la época, se analizaron sus diversos postulados con respecto a la militarización y la globalización. “Pensamos que la devastación de la Tierra y de los seres que la pueblan por obra de las huestes empresariales y la amenaza de la aniquilación nuclear por obra de las huestes militares son preocupaciones feministas. Son manifestaciones de la misma mentalidad masculinista que pretendía negarnos el derecho a nuestro cuerpo y a nuestra sexualidad y que se apoya en múltiples sistemas de dominación y de poder estatal para imponerse”, fue uno los postulados de Ynestra King, organizadora de la Conferencia.
Las teorías ecofeministas se han desarrollado bajo la premisa de que las demandas feministas y las ecologistas pueden llegar a ser coincidentes en cuanto a que luchan contra dos formas similares de opresión. Situación que no implica que todas las mujeres sean ecologistas ni que el ecologismo tenga por sí mismo una perspectiva de género. El ecofeminismo no concibe a las mujeres como inherentemente ligadas a la naturaleza por razones biológicas. Es decir, no establece una relación directa entre el sexo y la comprensión de los problemas ambientales. Sin embargo, sí propone una conexión directa entre la proximidad con la ecología y los roles de género asignados. La diferencia es sustancial para el ecofeminismo. Mientras que la primera proposición se trata de un axioma que se pretende derrocar, la segunda representa uno de los ejes centrales de las teorías ecofeministas.
Una de los primeros criterios que la humanidad utilizó para dividirse a sí misma en grupos tenía base en el sexo biológico. A partir de una distinción evidente, que se realiza a través del reconocimiento de datos corporales genitales, nos hemos clasificado como machos o hembras de una especie. Esta clasificación alude a funciones potenciales de reproducción específicas y no prevé la existencia de otras condiciones, tales como la intersexualidad. A partir del sexo biológico, de manera diferenciada, las sociedades han asignado a las personas un conjunto de características sociales, culturales, políticas, psicológicas, jurídicas y económicas.
El género es entendido como este grupo de características que, según la experta mexicana en estudios de género Marta Lamas, funcionan tanto como un “filtro cultural con el que interpretamos al mundo” tanto como “una especie de armadura con la que constreñimos nuestra vida”. Las diferencias derivadas de éste se manifiestan mediante los papeles que cada persona desempeña en la sociedad: reproductivo, productivo y de gestión comunitaria. Cada sociedad asigna a cada género (masculino o femenino) distintas tareas, obligaciones y cualidades. Así como, de manera frecuente, asigna relaciones de poder, subordinación o dominación. Las características sexuales, datos biológicos evidentes, se abstraen y llevan a otros ámbitos de la sociedad, la política, las religiones y las cotidianidades.
El ecofeminismo plantea que la atribución de características tales como la fortaleza, la sensibilidad y la inteligencia, entre otras, a uno u otro sexo no es un proceso natural e inevitable. Por el contrario, se plantea que es un producto social que ha ocurrido de manera subjetiva a lo largo de la historia. La naturaleza sería entonces más próxima a las mujeres debido a la asignación de roles en la gestión de los recursos, así como el cuidado de las plantas y los animales, y no por un factor biológico. Dicha cercanía provocaría también que los problemas que afecten a la naturaleza serían entendidos en mayor grado por las personas del género femenino.
Ecología y feminismo en los países en vías de desarrollo
Según Alicia Puleo, directora de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid, “estamos asistiendo el comienzo del fin de la Naturaleza. Ya no resulta fácil a los medios de comunicación disimular, como hasta ahora, la conexión existente entre diversas catástrofes naturales que no son sino manifestaciones de un cambio climático global de consecuencias insospechadas”. En contraste, el ecologismo ha visto su avance mermado por distintos obstáculos políticos y económicos. Su progreso se ha dado con mayor fuerza en los países en vías de desarrollo, en donde también se ha encontrado con el impulso del feminismo. Para Puleo, el encuentro de estos dos pensamientos críticos es tan inevitable como su desarrollo. “Sólo la ignorancia o la adopción de una actitud tecno-entusiasta ciega puede hoy en día hacer que miremos hacia otro lado cuando los signos de peligro son tan claros”, ha comentado la investigadora en la publicación El Ecologista.
La coexistencia de ambos movimientos no se deduce de una relación innata, sino de una necesidad de diálogo entre sus argumentos. Asimismo, se trata de la confluencia de factores geográficos y socioeconómicos que han servido, al unísono, como semillero para ambos pensamientos. “Las mujeres pobres del Tercer Mundo son las primeras víctimas de la destrucción del medio natural llevada a cabo para producir objetos suntuarios que se vendan en el Primer Mundo. El nivel de vida de los países ricos no es exportable a todo el mundo”, plantea Puleo. Con particular impacto, las mujeres rurales de países africanos y asiáticos que viven en economías de subsistencia han visto su calidad de vida disminuir debido a la explotación del ambiente causada por el mercado internacional.
El ecofeminismo ofrece una respuesta ante las violaciones a los Derechos a la Salud y al Medio Ambiente Sano que las mujeres padecen de manera diferenciada. Establece un paralelismo entre la explotación indiscriminada de la naturaleza y la histórica subordinación que las mujeres han enfrentado a lo largo de la historia. El desarrollo del ecofeminismo sigue siendo un reto para los movimientos feministas y ecologistas en nuestro país. Así como la toma de acciones concretas en materia de los Derechos a la Salud y al Medio Ambiente Sano sigue siendo materia pendiente al Estado Mexicano. Las acciones que el Gobierno Federal y los movimientos tomarán con respecto a estos temas están aún por conocerse.
Por: David Alexir Ledesma Feregrino
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