En la España ilustrada de finales del XVIII y principios del XIX vivió una mujer que no sólo acumuló una larga lista de títulos nobiliarios sino que fue también una importante mecenas de las artes. Su relación con Francisco de Goya fue muy importante para el desarrollo artístico y profesional del pintor. Fue ella quien encargó obras tan famosas como El Aquelarre. Su palacio de El Capricho fue uno de los legados artísticos más importantes de la España del XIX. No sólo destaca por su belleza sino también por haber sido la cuna del mecenazgo artístico de la condesa - duquesa de Benavente.
La noble muchacha
María Josefa de la Soledad Alfonso-Pimentel y Téllez-Girón nació en Madrid el 28 de noviembre de 1752. Fue la única hija de Francisco de Borja Alfonso-Pimentel Vigil de Quiñones y de María Faustina Téllez-Girón. Su padre era conde-duque de Benavente, título que heredaría María Josefa, y su madre era hija del duque de Osuna.
Tras la muerte de su padre en 1763 y después de haber perdido a sus hermanos, María Josefa quedó como la única heredera del título nobiliario de la familia. Título que no sería el único pues sobre su persona recayeron por herencia los de la casa de Pimentel, Zúñiga o Béjar entre otros.
A la larga lista de títulos nobiliarios heredados por María Josefa se unió en de duquesa de Osuna al casarse con su primo Pedro Alcántara Téllez-Girón y Pachecho en 1771.
La madre abnegada
La condesa-duquesa de Benavente fue una mujer deseosa de convertirse en madre. A pesar de que tuvo muchos embarazos, la pérdida de algunos de sus pequeños ya fuera por abortos espontáneos o por fallecimientos prematuros fue muy sentida por María Josefa. A diferencia de otras damas de su mismo rango, la condesa-duquesa no dudó en estar siempre que pudiera cerca de sus hijos y supervisar su educación personalmente.
La mecenas admirada
Después de algún traslado esporádico por razones de trabajo de su esposo, María Josefa vivió junto a su marido el duque de Osuna en una casa en la Cuesta de la Vega. Ya fuera por encontrarse cercana al Palacio Real o simplemente por su exquisitez en la decoración y su perfección como anfitriona, la condesa-duquesa pronto convirtió su hogar en un punto ineludible de reunión de la sociedad madrileña en el que se encontraban tanto personas de la alta aristocracia como intelectuales y artistas.
Y es que María Josefa era una amante de la cultura que gustaba de rodearse de pintores y literatos como Goya o Moratín a los que protegió y promocionó en la corte siempre que pudo.
En el año 1783 decidió construir a las afueras de la capital un palacio decorado por sus amados pintores y que albergaría una amplísima biblioteca. Mi capricho fue el nombre escogido por la condesa-duquesa para aquel hermoso lugar rodeado de jardines adornados de templetes y plantas exóticas.
Palacio El Capricho |
La esposa fiel
En 1798 el rey Carlos IV nombró a su marido embajador en Viena, un cargo que su esposa aceptó con fiel resignación acompañándolo junto a sus cinco hijos. Dos años después deberían volver a España desde París donde estuvieron largo tiempo esperando poder atravesar la frontera, por causa de una enfermedad del duque de Osuna quien fallecería en 1807.
Durante los siguientes veintisiete años, la condesa - duquesa de Benavente vivió dedicada a sus artistas, al mecenazgo y a la supervisión del futuro de sus hijos.
El 5 de octubre de 1835, María Josefa fallecía en su casa de la Cuesta de la Vega. Los retratos que Goya le hizo a ella y a su familia así como todas las obras que encargó al gran pintor para su palacio El capricho son su mayor legado.
Si quieres leer sobre ella
Capricho, Almudena de Arteaga
Género: Novela histórica
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Género: Novela histórica
Por Sandra Ferrer
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