Santa Gema Galgani fue la primera mujer en ser elevada a los altares en el siglo XX. Tras una vida plagada de desgracias familiares y con una salud deplorable, Santa Gema se aferró a la fe de tal modo que dio su vida por Cristo. Tuvo experiencias místicas, aseguraba hablar con su ángel de la guarda y sufrió en su propia piel el dolor de los estigmas. Y a pesar de que su débil salud fue el principal obstáculo para entrar en una orden religiosa ella no dejó de vivir una vida de piedad y renuncia a todo lo mundano. Tratado por algunos de histérica, otros con indiferencias y muchos con incredulidad, entre ellos su propia familia y su confesor, cuatro años después de su muerte, se inició el proceso de beatificación que culminó con su canonización en 1940.
Gema Galgani nació el 12 de marzo de 1878 en la ciudad italiana de Camigliano en el seno de una familia modesta. Su padre, Emilio Galgani, era boticario y su madre, Aurelia Morelli era una ama de casa abnegada y dedicada a su familia e hijos. Gema tuvo una infancia normal, acudía a la escuela y jugaba con otros niños de su edad. Pero la felicidad en su vida desapareció cuando murió su madre en 1886, cuando Gema tenía poco más de siete años. En 1894 perdía a su hermano y en 1897 a su padre. Con dieciocho años, huérfana y en la ruina económica, Gema se tuvo que enfrentar a su nueva realidad.
A las desgracias familiares se unió una serie de enfermedades que la dejaron muy debilitada. Mientras los médicos intentaban curar sus dolencias, Gema se encomendó a varios santos a los que rezó con profunda devoción y quienes, según ella, consiguieron sanarla de manera milagrosa. Aun así, Gema quedó tan debilitada que, a pesar de haber pedido su ingreso en varios monasterios, se le fue denegada la vida religiosa a causa de su mala salud.
Gema Galgani siempre, desde pequeña, había sido una mujer piadosa, pero todas aquellas pruebas la llevaron a profundizar mucho más en su vida espiritual. Fue entonces cuando empezó a tener experiencias místicas. Gema aseguraba hablar con su ángel de la guarda, con Jesús y María. Pero su misticismo llegó a un punto culminante cuando el 8 de junio de 1899 empezó a experimentar los estigmas de Cristo. Aquello conmocionó a los habitantes de Luca, a donde se había trasladado a vivir hacía tiempo. Ni los médicos encontraron una razón aparente ni sus conocidos pudieron descubrir si aquellas heridas se las provocaba ella misma o eran fruto de su fe. Incluso su propio confesor llegó a dudar de la sinceridad de la joven. Gema escondía sus heridas con guantes para no alterar el orden público, pues las gentes la acusaban de farsante e histérica.
Gema Galgani tenía veinticinco años cuando volvió a enfermar gravemente. Esta vez no hubo ninguna intercesión divina y falleció, probablemente de tuberculosis, el 11 de abril de 1903. Gema Galgani fue enterrada en el santuario de los pasionistas de Luca, una de las congregaciones en la que mayor consuelo espiritual había encontrado en vida.
Cuatro años después de su desaparición, se iniciaba el proceso de beatificación que culminó el 14 de mayo de 1933 de manos del papa Pío XI. Pío XII la canonizaba en 1940 convirtiéndose en la primera santa del siglo XX.
Santa Gema es una de las mujeres más veneradas de la iglesia católica. Hasta su tumba se acercan cada año miles de peregrinos mientras que farmacéuticos y estudiantes piden su intercesión diariamente.
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