Sor Isabel de Villena, monja clarisa del siglo XV, está considerada una de las primeras escritoras en lengua valenciana. Hija bastarda emparentada con las altas cunas de los reinos de Castilla y Aragón, sor Isabel supo escribir una vida de Cristo cercana, humana y alejada de las convenciones ortodoxas.
Orígenes bastardos
Elionor Manuel de Villena era su nombre real. Había nacido en Valencia el año 1430 de los amoríos del marqués Enrique de Villena y Vega (1384-1434) con una mujer de la que no conocemos su nombre. Su padre era un poeta perteneciente a la alta nobleza y estaba emparentado con las casas reales de Castilla y Aragón. Era nieto de Enrique de Castilla, hijo de la princesa bastarda Juana, tío de la reina María de Castilla, quien posteriormente acogería en su corte a su hija. Enrique de Villena era también descendiente de Jaime II y Pedro de Aragón.
Con tan sólo cuatro años, Elionor quedó huérfana de padre y posiblemente también de madre y fue acogida en la corte de la reina María, su prima y esposa de Alfonso el Magnánimo de Aragón en su palacio de Valencia. Su condición de bastarda de la casa real de los Trastámara no fue problema para que la reina, quien no tuvo descendencia, cuidara de la pequeña y la instruyera como si fuera una verdadera princesa. Así, la niña creció recibiendo una buena educación intelectual y religiosa.
De Leonor a Isabel
Cuando tenía 15 años, en 1445, entró voluntariamente en el convento de la Santísima Trinidad de las Clarisas de Valencia, fundado por la reina María poco tiempo antes. Cambió entonces su nombre por el de Isabel. Sor Isabel de Villena vivió una vida de profunda piedad tras los muros del convento. Recluida como monja clarisa, sor Isabel continuó su estrecha relación con la reina María, quien, en la construcción del cenobio había previsto un espacio privado dentro del convento para pasar sus horas de retiro como una religiosa más.
En 1463 fue nombrada abadesa, cargo que ejercería durante el resto de su vida con gran eficacia y responsabilidad. No sólo se preocupó de terminar las obras de aquel convento hecho construir por su prima la reina María, sino que luchó por la vuelta a la piedad y riqueza espiritual de las religiosas según las normas marcadas por Santa Clara.
Una vida de Cristo diferente
Además de su ferviente religiosidad y su vida como abadesa perpetua del convento, Isabel fue una mujer culta e inteligente que dedicó parte de su tiempo a la lectura y la escritura. Se sabe que escribió varias obras pero solamente ha llegado hasta nosotros una Vita Christi un tanto especial. Además de ser reconocida como la primera escritora de las letras valencianas por esta obra, Isabel recibió el reconocimiento de algunos escritores del momento.
La Vida de Cristo de Isabel de Villena no es sólo excepcional por estar escrita por una mujer, sino también por estar pensada para las monjas y mujeres iletradas que acudían al convento de la Santísima Trinidad. Consciente de la falta de cultura de muchas de aquellas devotas mujeres, su obra da una visión más humana y cercana de la historia sagrada. Además se centra en las mujeres que rodearon la vida de Cristo. Santa Ana, la virgen María y María Magdalena se presentan como mujeres, abuelas, madres, que viven la vida de Cristo como mujeres normales, con sentimientos humanos. Esta obra excepcional, además de poner el énfasis en estos personajes femeninos, se basó en textos apócrifos y otros alejados de la ortodoxia de los textos sagrados.
Su obra no sólo tuvo éxito entre las fieles y las hermanas del convento, sino que tuvo la aceptación de muchos hombres literatos e intelectuales. No en vano está considerada una obra indispensable del Siglo de Oro Valenciano. La Vida de Cristo de Isabel de Villena fue publicada en 1497 gracias a su sucesora, la abadesa sor Aldonça de Montsoriu.
La madre clarisa sor Isabel de Villena había muerto siete años antes víctima de una terrible epidemia de peste, a los 60 años de edad.
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