Bárbara Blomberg era una joven perteneciente a la burguesía alemana cuya vida tranquila iba a dar un giro cuando tenía 19 años. No sólo conoció a Carlos V, el hombre más poderoso de la Europa del Renacimiento, sino que se convirtió en su última pasión.
Una burguesa encandila al emperador
Hija de un burgués alemán, Bárbara Blomberg vivía en la tranquila ciudad bávara de Ratisbona. Su vida transcurría como la de todas las damas de su clase: asistía a clases de canto y se cultivaba en distintas artes. Su futuro iba a ser a buen seguro hacer un buen casamiento con un comerciante o mercader que ayudaría en los negocios de su padre. Pero la visita de Carlos V a Ratisbona para celebrar la Dieta con los principes alemanes cambiaría radicalmente su destino.
Ella tenía entonces 19 años. El emperador contaba 46 años de edad y llevaba viudo siete años. La pérdida de su amada esposa, la Emperatriz Isabel, había sumido al poderoso emperador en una tristeza que sólo una joven risueña como Bárbara consiguió paliar. A su pérdida personal se unía una difícil situación en el corazón del Imperio donde la Reforma se estaba haciendo fuerte y la Liga de Smalkalden amenazaba con hacerse con el poder. Bárbara supuso un soplo de aire fresco para el viejo y enfermo emperador.
Madre del héroe de Lepanto
Un año después de su primer encuentro, Bárbara daba a luz a un hijo bastardo. No era el primero que tenía el emperador fuera de su matrimonio, pero sí que fue, quizás, el más destacado. Este hijo que con sólo 15 meses fue arrebatado a su madre sería el gran héroe de la batalla de Lepanto, Don Juan de Austria.
Un marido para la amante
Tres años más tarde, sola, alejada de su hijo, Bárbara se casaba con Jerónimo Píramo Kegel, quien había sido nombrado tutor del pequeño bastardo, conocido entonces como Jeromín. Carlos V devolvió el favor de encubrir sus amoríos con Bárbara nombrando a Jerónimo comisario de la corte de María de Hungría en Bruselas, donde fijaron su residencia.
Carlos V se alejaba así de su última amante y se preparaba para el fin de su reinado. En 1555 anunciaba su abdicación y emprendía su último viaje hacia España donde esperaría la muerte entre los muros del Monasterio de Yuste, tres años después.
Huyendo de la clausura
En 1569, Bárbaba quedaba viuda y al cargo de su hijo Conrado. A partir de ese momento empezó a vivir una vida relajada y excesivamente libertina. Vigilada de cerca por el Duque de Alba, éste aconsejó a su hijo, entonces gobernador de los Paises Bajos, que era necesario alejar a su madre de Bruselas. Era perjudicial para su buena reputación.
A Don Juan no le tembló el pulso para embarcar a su madre con toda suerte de engaños en dirección a España, donde sería conocida con el apelativo de “Madama”. El 3 de mayo de 1577 desembarcaba en Laredo. Pero su destino estaba fijado cerca de Valladolid, en el convento castellano de Santa María la Real. Bárbara tuvo que soportar la clausura hasta que la muerte de su propio hijo un año después, significó su liberación.
Acompañada de Conrado y otros miembros de su familia se instaló en casa de Juan de Escobeda, quien fuera secretario personal de su hijo. Pero sus últimos años los pasó en Ambrosero, donde descansó de una vida a la cual seguramente no estaba destinada.
Bárbaba moría el 18 de diciembre de 1597. Sus restos mortales fueron enterrados en el Monasterio de Montehano.
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La pasión última de Carlos V, María Teresa Álvarez
Por amor al emperador, Almudena de Arteaga
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Por -Sandra Ferrer
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