RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

miércoles, 17 de julio de 2019

Epidemia de violaciones en los colleges




Azahara Palomeque
Ctxt

Una de cada cuatro estudiantes sufre agresiones sexuales durante el grado. El mensaje que se trasmite desde las universidades es que violar a una persona es punible de la misma forma que lo es copiar en un examen



Emma Sulkowicz, alumna de la Universidad de Columbia, protagonizó una de las performances más mediáticas para denunciar su presunta violación llevando a todas partes el colchón donde en teoría se produjo el acto.
 
 
“El ático de las violaciones” –así llaman en la prestigiosa Universidad de Swarthmore, en Pensilvania, al cuarto donde presuntamente se han llevado a cabo impunemente estos crímenes durante años. Se trata del último escándalo al respecto que ha visto la luz en Estados Unidos, un país atravesado por una crisis endémica de agresiones sexuales que afecta directamente a una de cada cuatro estudiantes de grado, según datos de la Asociación Americana de Universidades y del Departamento de Justicia. En el caso de Swarthmore, las protestas de buena parte del alumnado han surgido tras hacerse públicos unos documentos pertenecientes a una de sus fraternidades, las famosas asociaciones masculinas de estudiantes conocidas por sus fiestas y escándalos sexuales. Las notas contenían comentarios de sus miembros en los que alardeaban de poseer burundanga y hacían referencias explícitas a actos de violación. El controvertido ático pertenece a una casa en la que el grupo se reunía para realizar sus actividades. Actualmente existen 305 casos abiertos por violencia sexual en las universidades de todo el país, según The Chronicle of Higher Education.
Las fraternidades, los atletas y la cultura de la violación
No es extraño encontrarse en los medios estadounidenses con noticias que informan de violaciones ocurridas en terreno universitario. De hecho, la cultura de la violación está tan arraigada en la vida estudiantil del país americano que incluso las sobrecogedoras cifras que se manejan en cuanto a crímenes perpetrados representan una nimiedad si se comparan con el 80% de los casos de violencia sexual que no se reportan, según un estudio del Departamento de Justicia. Violar, que en el contexto educativo ha sido estudiado como un acto de socialización masculina y preparación para la vida adulta, conforma el sustrato de un entramado de poder en el que participan las masivas donaciones de antiguos alumnos, el prestigio que aportan a los centros las fraternidades y los diferentes deportes de élite, así como la legislación que obliga a las universidades a investigar estos hechos a cambio de recibir financiación pública. A la hora de analizar el fenómeno, no existe una sola respuesta sino, más bien, un conglomerado de factores que lo posibilitan y lo explican a medias. Lo que sí está claro es la magnitud del problema, como ya demostrara en su día la reconocida antropóloga Peggy Reeves Sanday en su libro Fraternity Gang Rape, en el que examina las violaciones grupales ocurridas en las fraternidades.
La obra de Sanday, que recoge investigaciones que indican cifras similares de agresiones sexuales a las de hoy desde los años setenta, enfatiza el privilegio de estos colectivos masculinos, los “frat boys”, junto al que detentan los atletas, lo cual los vuelve más proclives a la violencia de género. Ambos grupos operan con relativa independencia dentro del conglomerado universitario gracias a la afiliación a sus respectivas organizaciones, cuya influencia y presupuestos abultados suelen actuar como barrera protectora. Sin embargo, como se ha podido comprobar en casos recientes, en la era del #metoo existe cada vez mayor presión –mediática y por parte de la comunidad estudiantil– por desmontar esta intricada urdimbre que encubre o normaliza los hechos. Sólo hace falta examinar los casos más polémicos. En 2015, Brock Turner, miembro del equipo de natación y alumno de la llamada Ivy League del oeste, la universidad de Stanford, violó a una chica inconsciente junto a un contenedor de basura. La condena, seis meses de cárcel de los cuales sólo cumplió tres por no tener antecedentes penales, fue considerada insuficiente para una ciudadanía cada vez más sensibilizada con la discriminación de género y el abuso sexual. Si bien la presión popular no consiguió que se modificara la sentencia, la fotografía y el nombre de Turner se propagaron como la pólvora en las redes y el caso llegó a suscitar la compasión del mismísimo Joe Biden, antiguo vicepresidente durante las dos legislaturas de Obama y ahora candidato a las primarias con el Partido Demócrata, quien calificó a la víctima de “guerrera”. Meses más tarde se hizo público que el juez encargado de condenar a Turner, Aaron Persky, fue depuesto de su cargo en el condado de Santa Clara por votación popular.
El ejemplo de Turner es uno de tantos en la cadena imparable de violaciones que, en muchos casos, quedan impunes pero que, cuando no lo hacen, revelan, más que un hecho aislado, la red de intereses que envuelve a sus perpetradores. La lista es larga: en 2018, el presidente de una fraternidad de la Universidad de Baylor, Jacob Anderson, fue juzgado por haber violado a una compañera tras haberla drogado, aunque en su caso la sentencia lo eximió de encarcelación y, en su lugar, le impuso el pago de una multa de 400 dólares. La condena fue más dura para tres ex jugadores de fútbol americano de la Universidad de Vanderbilt, condenados por haber violado a una alumna inconsciente a varios años de privación de libertad en sendos juicios celebrados entre los años 2016 y 2018. También era atleta Jameis Winston, el reputado quarterback de la Universidad Estatal de Florida que fue acusado de violación en 2013 por una compañera del mismo centro. Winston, ganador del premio Heisman al mejor jugador en la categoría de fútbol americano universitario, estrella de su equipo y de este deporte a nivel nacional, nunca fue juzgado, ya que el caso terminó con un acuerdo en el cual la víctima y su abogado recibieron 950.000 dólares con la condición de retirar los cargos. La suma provino directamente de la Universidad, a la que la alumna había demandado por obstruir presuntamente la investigación de la agresión con el propósito de que Winston pudiera seguir jugando.
Lisa Wade, profesora de sociología en Occidental College, ha estudiado a fondo la cultura sexual que prevalece en las universidades de todo el país. En un artículo publicado en The Conversation, Wade explora el papel que juega el estatus de ciertos alumnos a la hora de dominar la escena sexual, entre los que destacan los atletas. Si bien estos suelen ser los más codiciados –junto a los frat boys– por muchas de sus compañeras, son también los más protegidos a nivel administrativo en caso de que cometan algún delito grave como una agresión sexual. Tras su visita a 24 instituciones diferentes, varias entrevistas y la lectura atenta de testimonios escritos, Wade concluyó que los atletas suelen tender a justificar los abusos sexuales, se identifican con modelos de hipermasculinidad y confiesan actos de agresión sexual más frecuentemente que otros estudiantes. La autora no menciona, no obstante, una industria deportiva que cada año mueve miles de millones no sólo en torno a los partidos, sino en forma de un capital simbólico que determina el número de matriculaciones, de cuyos precios abusivos depende en muchos casos la supervivencia de los centros. En el caso de las fraternidades, se produce un fenómeno análogo: como asevera Caitlin Flanagan en su extenso análisis para The Atlantic, una vez graduados, los miembros de estas asociaciones tienden a ser generosos con sus respectivas universidades, dado el sentido de pertenencia que desarrollan para con la institución gracias a la comunidad de “hermanos” de la que son parte.
Además del poder que representan las sustanciosas donaciones, las fraternidades cuentan con sus propias casas en los campus, y estos espacios son prácticamente los únicos donde se celebran fiestas en las que se sirve alcohol en un país cuya edad legal para beber está marcada en 21 años, lo que condiciona sobremanera la vida social de una comunidad universitaria incapaz de acudir a bares u otros lugares de ocio. Por otra parte, las fraternidades constituyen motivo de adhesión y fidelidad institucional y ofrecen una oportunidad única para hacer contactos que serán clave en la vida profesional de sus miembros. Los ingredientes de ese poder casi ilimitado son relevantes para comprender una falta de supervisión de las actividades que se realizan en sus sedes y “áticos”, incluidas las violaciones, que Sanday ya identificó como un componente esencial en la construcción de vínculos entre sus miembros. Según la antropóloga, cuando estos hechos se producen de manera grupal, ayudan a establecer una complicidad entre los agresores que, de otra manera, sufrirían una intensa rivalidad en su preparación para el mercado laboral. La violación actúa así como el ritual que sella una hermandad en la que la mujer sólo sirve como objeto, normalmente para disfrazar un acto fundamentalmente homoerótico de experiencia heterosexual. La gravedad de estos ataques sobrepasa a la víctima en cuanto que está integrada en un tejido social que fomenta modelos de masculinidad violenta y los perpetúa más allá de la vida estudiantil. Si, como demuestran multitud de estudios, estas prácticas comienzan en el instituto y prosiguen más allá de la graduación, se entenderán ahora las declaraciones de un presidente, Donald Trump, que presumió de lo fácil que es disponer del cuerpo femenino cuando el hombre es “una estrella”.
El título IX: un sistema paralelo de justicia
Susan Sorenson es profesora de la Universidad de Pensilvania y directora del Centro Ortner en Violencia y Abuso. En una entrevista personal niega en redondo el hecho de que la edad legal para beber juegue a favor del poder de las fraternidades y, ante la siguiente pregunta, asegura la inutilidad de prohibir estas asociaciones para evitar casos de violación, pues sus miembros “encontrarían otra forma de organizarse”. Estas hipotéticas soluciones parecen poco efectivas a una investigadora que destaca, en nuestra conversación, el rol de las universidades en la prevención, control y gestión de los casos de agresión sexual. Sorenson se refiere al cumplimiento del título IX de la Constitución, que prohíbe la discriminación de género en instituciones educativas. Bajo esta ley, las universidades que reciben fondos federales están obligadas a documentar, informar y tomar medidas frente a casos de abuso o agresión sexual a riesgo de perder dichos fondos o enfrentarse a serias sanciones. A lo largo del tiempo, los requisitos que las universidades deben cumplir en relación al título IX se han ido modificando y multiplicando hasta representar, en la era Obama, el mayor nivel de escrutinio con respecto a épocas anteriores, todo lo cual ha contribuido a crear un sistema paralelo a la vía legal para juzgar los casos de violación pues, aunque el mandato federal proviene de la Oficina por los Derechos Civiles, dependiente del Departamento de Educación, son las propias universidades las encargadas de implementar una normativa para proteger a las víctimas. Sorenson se muestra en contra de disminuir la presión a que están sometidas las universidades a la hora de regular estos crímenes, ya que las afectadas siempre pueden recurrir a los tribunales. A su juicio, “disponer de un sistema en la universidad para ser consciente de lo que ocurrió y responder a ello puede ser beneficioso para los estudiantes”. Ésta suele ser la opinión de grupos de activistas feministas y asociaciones de víctimas, mientras que algunos representantes de fraternidades han propuesto que las universidades sólo puedan evaluar los hechos una vez que estos hayan sido debidamente procesados por la vía judicial. 
El debate sigue abierto. La administración de una justicia meramente burocrática por parte de los centros educativos podría interpretarse como un arma de doble filo. Por una parte, las universidades son capaces de proteger a la víctima con el objetivo de que ésta pueda continuar sus estudios mediante, por ejemplo, la imposición de sanciones al presunto agresor como impedirle visitar el colegio mayor de la primera; por otra parte, al no contar con los medios ni la capacidad legal para examinar lo que a todas luces constituye un delito, a menudo se cometen errores graves que son resultado de estos juicios internos liderados por personal administrativo. Abby Jackson, en un artículo para Business Insider, comenta el caso de un acusado de violación que salió indemne del escrutinio administrativo pero resultó ser, en realidad, culpable, una vez que el asunto fue llevado a los tribunales. La periodista señala además que “las universidades imponen castigos leves por incidentes atroces”, en referencia a las violaciones. Así, entre las sanciones más comunes se encuentran la apertura de un expediente disciplinario, horas de asesoramiento psicológico, voluntariado forzado, escribir una reflexión sobre lo ocurrido o, en menor medida, la expulsión del centro. El mensaje que se trasmite desde las universidades es que violar a una persona es punible de la misma forma que lo es copiar en un examen. 
Los detractores de las investigaciones internas que resultan del cumplimiento del título IX también apuntan a otro fenómeno: el hecho de que, desde la era Obama, las universidades pueden juzgar a un acusado basándose en un número ínfimo de pruebas. Esto, según han indicado multitud de colectivos –incluyendo a profesores de Harvard y la Universidad de Pensilvania– violaría los derechos de los presuntos agresores a un juicio justo, además de su presunción de inocencia. Esta postura parece ser la adoptada por la administración de Trump que, desde la llegada al Departamento de Educación de la Secretaria Betsy DeVos ha emprendido una campaña legal para proteger a los acusados de agresión sexual, relajando las normas que afectan a cómo las universidades investigan los hechos. Algunas medidas como requerir mayores pruebas para determinar la culpabilidad de los supuestos violadores o enfocarse en sucesos ocurridos dentro del campus –y no fuera pero que también afectan a estudiantes– son las propuestas más recientes. Aunque el objetivo último sea proteger al agresor, algunos medios como The Economist han celebrado los cambios y hay hasta quien considera, como Jackson, que restringir el rol de las universidades en estos casos haría un favor a ambas partes implicadas. Finalmente, es necesario considerar la maraña de intereses –económicos, pero también de prestigio– que están en juego en estos procedimientos internos donde la universidad es, al fin y al cabo, juez y parte. Son frecuentes las situaciones en que es la misma administración la que disuade a la víctima de denunciar al violador, esconde información o la falsifica para mantener su reputación intacta o evitar suprimir el flujo pecuniario  –sonada fue la condena a la Universidad de Eastern Michigan, que ocultó la agresión sexual y el asesinato de la estudiante Laura Dickinson en diciembre de 2006 hasta que hubo pasado el plazo para darse de baja como alumno con la consecuente devolución de la matrícula. 
Un problema sin solución inmediata
El ático de las violaciones fue cerrado temporalmente; sin embargo, la epidemia de violaciones masivas no muestra visos de erradicarse. Las varias décadas de cifras similares a lo largo de múltiples presidencias apuntan a un fenómeno que está asentado en los cimientos mismos de un país del que Sanday afirmó ser uno de los más propensos a que se den este tipo de crímenes. Lo que sí ha mudado, no obstante, es su tratamiento, la percepción de la desigualdad de género y el grado de visibilidad que ahora mismo ostenta la injusticia social gracias al activismo, las redes sociales y un hartazgo colectivo que está actuando como terapia de choque hasta en las mentes más conservadoras. Cada caso que sale a la luz genera protestas generalizadas que, aunque no compensan los que se desconocen, sirven para movilizar conciencias. Las propias afectadas se han convertido, en ocasiones, en voces públicas de gran impacto: Emma Sulkowicz, alumna de la Universidad de Columbia, protagonizó una de las performances más mediáticas para denunciar su presunta violación llevando a todas partes el colchón donde en teoría se produjo el acto; las entrevistadas para del documental The Hunting Ground no dudaron en ponerse frente a las cámaras para narrar las agresiones sexuales sufridas y su experiencia como expertas en la defensa del título IX; recientemente, la víctima de Broke Turner ha anunciado que sacará un libro en septiembre contando lo vivido. Sólo queda esperar que los esfuerzos por suprimir unos modelos dañinos de masculinidad tan arraigados, por desarticular la tupida maraña de intereses que los envuelve, den sus frutos muy pronto.    
Azahara Palomeque es escritora, periodista y poeta. Exiliada de la crisis, ha vivido en Lisboa, São Paulo, y Austin, TX. Es doctora en Estudios Culturales por la Universidad de Princeton. Para Ctxt disecciona la actualidad yanqui desde Philadelphia. Su voz es la del desarraigo y la protesta. 


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martes, 16 de julio de 2019

“No existe el síndrome de alienación parental ni las denuncias falsas”

El mito del SAP (Síndrome de alienación parental)


Mertxe Arratibel
www.andra.eu

Entrevista a Auxiliadora Díaz Magistrada especializada en violencia

El síndrome de alienación parental –supuesta manipulación de las criaturas contra el padre por parte de la madre- o las denuncias falsas (un 0,01%) “no existen”, ha dicho la jueza experta en violencia machista, formadora en el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y magistrada de un juzgado especializado de Las Palmas Auxiliadora Díaz. Se refería a que no son inconvenientes de la justicia en relación a la violencia machista. Lo que sí es un problema, a su parecer, es que, del 100% de casos, un 78% no se denuncie.Díaz ha inaugurado hoy en Bilbao las ponencias del curso ‘Justicia en Clave Feminista’ organizado dentro de los Cursos de Verano de la UPV.
La magistrada ha explicado por qué la justicia se rige por modelos patriarcales que no favorecen a las víctimas de la violencia de género y lo ha hecho a partir de casos concretos.
En primer lugar, ha definido la violencia de género como superioridad estructural de los hombres sobre las mujeres, que se mantiene porque no se reconoce la jerarquía de poder, como sí ocurre en la relación persona empleadora/persona empleada.
Consecuencia lógica de esa idea es que “el Derecho tiene género masculino”. El Código Penal español “fue elaborado por hombres en una sociedad de hombres en 1995 y no concuerda con la realidad de hoy”. Se muestra, por tanto, partidaria de una revisión profunda de su articulado, ya que “el Derecho es poder e impone conductas”.
Hasta 1963, un marido que matase a su mujer sorprendida en adulterio sólo se exponía a una pena de destierro
Como muestra de este sexismo ha apuntado que, hasta 1963, un marido que matase a su mujer sorprendida en adulterio sólo se exponía al destierro, mientras que si era ella quien se tomaba la justicia por su mano se la acusaba de asesinato con pena de prisión.

Violencia simbólica

El sexismo propio del sistema judicial viene derivado de los estereotipos que asignan unos modos de ser, sentir y pensar a los hombres, y otros a las mujeres, y que determinan las mentalidades. Estos estereotipos, ha recordado esta especialista, se alimentan diariamente a través de la violencia simbólica que ejercen los medios de comunicación y otras industrias culturales –el cine, la música, la literatura etc.- y lo peor de todo es que sirven para  “legitimar el uso de la violencia contra las que no cumplen la normatividad sexual”.
Como ejemplo de este tratamiento sexista y denigratorio de las mujeres, ha traído a colación el caso de Diana Quer, a quien se mostraba en top y pantalón corto, en una imagen que sugería frivolidad, mientras que a su madre se la presentaba como una persona perversa, “una mala madre”.
Mientras tanto, el padre aparecía como “el bueno” y sólo al final pudimos ver la imagen del asesino, ‘el Chicle’, cuando ya se había juzgado a la víctima (y a su madre). Este proceder se puede extender a otros muchos casos y “por eso juzgamos por anticipado y no creemos a las víctimas”, entiende Díaz. No es de extrañar, por tanto, que este sea también el principal temor de estas mujeres.“Piensan que no les creerá la Policía y que no se las creerá en los juzgados”.

“Jolgorio y risas” en la sentencia de Pamplona

El sexismo en la administración de justicia se advierte también en los “sesgos innecesarios al valorar un asunto”. La sentencia de ‘la Manada’ de Pamplona, por ejemplo, hacía referencia a“jolgorio y risas”. En otras resoluciones se habla de violaciones deseadas por la víctima (1999), se acusa a la víctima de provocar (la célebre de la minifalda, 1989), se dice que llamar zorra a una mujer no es un insulto porque puede referirse a la astucia de este animal (2011), se pregunta a la víctima si cerró las piernas (juzgado especializado en violencia, 2016), se absuelve a un jefe que llamó “chochitos” a sus empleadas (2017) o se hace lo propio con un hombre que abusó de una niña por la imposibilidad de probar que ésta opusiese resistencia (2017).
“La escucha es imprescindibles y hay que dedicarles tiempo” a las denunciantes

Víctimas con “características propias”

Para Auxiliadora Díaz, tratar estos casos con criterio requiere especialización en género, saber cómo surgen y se perpetúan los estereotipos, algo que muchas agentes del proceso judicial creen no necesitar. Y es que, puntualiza, los casos de violencia machista los sufren “víctimas con características propias”.
Entre las competencias que considera imprescindibles para quienes atienden estos casos, destaca una: la escucha. “Hay que dedicarles tiempo” a las denunciantes. Espacio para que se expresen y para descubrir si existe maltrato habitual, porque no es esperable que cuenten toda una historia de violencia si se las apremia y “lo íntimo no es lo primero que sale”.
No sin ironía, ha instado a especializarse en Derecho Mercantil y “dedicarse a hacer números” a quienes no estén en esa disposición y subrayó que para estos casos no se trata tanto de poseer conocimientos jurídicos como de “tener sensibilidad”.
Una de las características del funcionamiento de los juzgados especializados en violencia es el crecimiento de los juicios rápidos, en los que se aborda el último episodio de agresión, lo que muchas veces contribuye a que se pase por alto la violencia habitual. “Yo no dejo que el maltrato habitual se transforme en un juicio rápido”, ha apuntado, si bien matiza que “hay que ver si la víctima tiene capacidad de aguantar todo el procedimiento”. Sólo si no es así, considera que “es mejor cerrar el caso para que, al menos, haya una condena”.
Para las ocasiones en que se detecta maltrato habitual ve necesario “asistir a las víctimas con carácter previo a la denuncia” y recomienda “encarecidamente” solicitar diligencias al Instituto de Medicina Legal para que lo verifique.

Recurrir al Convenio de Estambul

Una de las críticas que suele recibir la Ley Integral de Violencia de Género aprobada en el Estado español en 2004 es que limite su acción a las parejas y ex parejas de la víctima. Para Díaz, hay alternativa y es el Convenio de Estambul. Esta normativa extiende el espectro a otras formas de violencia contra las mujeres como la mutilación sexual –de la que ha dicho que hay “muchos casos” en el País Vasco-, el acoso sexual, los matrimonios forzosos o la violencia sexual.
Recurrir al Convenio de Estambul puede ser automático y no necesita de ningún trámite previo como a veces se sugiere. “Es directamente aplicable, ya que está en vigor en España desde 2014” , aclara. Es más, asegura que se puede exigir responsabilidad a los Estados si se ignoran sus recomendaciones.
Con la puesta en práctica de ese convenio tienen que ver medidas que Díaz considera que se deberían adoptar para hacer más eficaz el tratamiento judicial de la violencia de género:
  • Políticas públicas para visibilizar otras formas de violencia.
  • Reforma del Código Penal.
  • Gente formada en los juzgados de violencia de género más allá de “un curso de tres horas” y adiestrar también al resto personas que intervienen en el proceso judicial.
  • Políticas públicas para visibilizar las formas de violencia establecidas en el Convenio de Estambul y adoptar protocolos específicos, por ejemplo, contra la mutilación genital.
  • Contabilizar los casos (“es fundamental”).
“Me encantaría que las víctimas no tuvieran que denunciar y que la violencia fuera un delito público”
Y… ya puesta a expresar deseos ha confesado que le “encantaría” que se eliminara del Código Penal la necesidad de denunciar estos casos y que la violencia machista “fuera un delito público como otro cualquiera”.

Considerar violencia la indirecta sobre la infancia

Por último, defiende fervientemente que se considere violencia la exposición infantil a la violencia de género, aunque ésta no se ejerza de forma directa sobre las criaturas. Que esto se tenga en cuenta actualmente se lo debemos a Angeles González Carreño, que pagó por ello el precio de la vida de su hija de 7 años.
Según ha relatado la magistrada, esta mujer denunció 50 veces a su ex marido que amenazaba con matar a la niña y de todas esas denuncias sólo derivó una orden de alejamiento. La mujer recurrió a la vía civil para conseguir la custodia, renunciando al derecho a la vivienda común. Un juez levantó la orden de alejamiento al entender que entorpecía el régimen de visitas. Como el marido no colaboraba al mantenimiento económico de la niña, ella solicitó la atribución del domicilio familiar. El mismo día que consiguió este derecho, él mató a la pequeña y se suicidó.
La madre apeló al CEDAW, comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer, y gracias a esto “no hace falta que haya violencia expresa contra los niños y niñas para entender que son víctimas directas”. En esas circunstancias, aboga por “suspender provisionalmente” la patria potestad y las visitas paternas, ya que, a su entender, el llamado “síndrome de alienación parental” no es más que “otro artilugio para desprestigiar a las mujeres”.


Foto: Auxiliadora Díaz, a la derecha, en el momento en que es presentada por Katixa Etxebarria.

Fuente: http://andra.eus/no-existen-ni-sindrome-de-alienacion-parental-ni-denuncias-falsas/




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Histeria xenofóbica en Panamá


Por Olmedo Beluche


La campaña es contra el migrante trabajador y pobre, y expresamente defienden la inmigración empresarial (“vienen a invertir”), e indirectamente de europeos blancos, contra la que no se dice nada, pese a un aumento significativo de españoles que llegan a Panamá.

Una gran ola xenofóbica se ha levantado en Panamá. Cuando parecían pasados los conflictos por la masiva  llegada de venezolanos,  porque el flujo migratorio de ese país ha disminuido notablemente desde que se impuso la visa hace 2 años, la diputada del Partido Revolucionario Democrático (PRD), y primera vicepresidenta de la Asamblea Legislativa, Zulay Rodríguez Lu, ha vuelto a levantar la xenofobia con más bríos por medio de un anteproyecto de ley draconiano contra los migrantes pobres.
Una campaña plagada de mentiras
Para justificar las propuestas de endurecimiento de la legislación migratoria se ha lanzado una campaña masiva por los medios formales y alternativos para crear un ambiente propicio cimentado de falacias y mentiras descaradas. La campaña se sustenta en afirmaciones como que los inmigrantes, sobre todo venezolanos, ofenden a los nacionales, nos irrespetan y desprecian nuestras leyes. A lo que se suma el mito de que “nos quitan los puestos de trabajo” y que el creciente número de delitos es producido por extranjeros.
La diputada Rodríguez, en una entrevista en un canal televisivo internacional, llegó a afirmar que en Panamá había 1 millón de extranjeros, pero los mismos medios xenófobos estiman, sin confirmación oficial, la reciente ola migratoria en unas 140 mil personas, lo que apenas representaría el 3,5% del total de la población del país. Es poca gente, pero sirve para distraer a los incautos respecto a los verdaderos responsables que permanecen intocables de las disparidades sociales. Así que los migrantes pobres se han convertido en chivos expiatorios.
El “enemigo” son los migrantes pobres
Parece que Panamá se ha vuelto una sucursal de los Estados Unidos de Donald Trump, o  de la Alemania de Hitler, en la que los migrantes de los países hermanos deben andar con temor, ya que a diario se producen incidentes.
La diputada Rodríguez Lu, quien es descendiente de inmigrantes chinos por la vía materna, y los grupos organizados de xenófobos que la apoyan, se han ocupado de focalizar la campaña contra el migrante trabajador y pobre, y expresamente defienden la inmigración empresarial (“vienen a invertir”), e indirectamente de europeos blancos, contra la que no se dice nada, pese a un aumento significativo de españoles que llegan a Panamá.
Una ley draconiana
El anteproyecto de ley consta de 17 artículos que reforman la legislación vigente y la hacen muy difícil de cumplir para el migrante trabajador. En el artículo 1 deja claro el interés de ciertos grupos de abogados que, en los últimos diez años, han combatido el programa denominado “Crisol de Razas” porque les quitó el negocio de tramitar los papeles de residencia y los permisos laborales para extranjeros, ya que se ha estado realizando de manera casi gratuita directamente por las autoridades de migración. Se obliga en ese artículo a la regularización “a través de abogado idóneo”.
El artículo 2 crea el Servicio Nacional de Migración y lo adscribe al Ministerio de Seguridad Pública. El art. 4 crea la llamada Unidad Migratoria de Acción de Campo (UMAC) como una especie de corporación cuasi policial que vigile el cumplimiento de la legislación por los migrantes y persiga a los migrantes que no cumplan con las normas.
En 6 meses, desde la entrada en vigencia de la nueva ley el migrante deberá entregar: “comprobante de domicilio”, que consiste en contrato de arrendamiento o factura de servicio público; permiso de trabajo; comprobante legal de su fuente de ingreso no menor al salario mínimo;  Paz y Salvo nacional de rentas; inscripción como asegurado en el sistema de la Caja de Seguro Social que compruebe pago mínimo de 6 cuotas (mensuales). Todo lo cual debe actualizarse anualmente (Art. 5).
Quien conoce las difíciles condiciones de vida y trabajo de un migrante sabe que conseguir el cúmulo de requisitos que se pretenden pedir es casi imposible. Muchos son superexplotados por los empresarios, no reciben el salario mínimo legal, o sufren la inestabilidad laboral siendo constantemente despedidos y recontratados, o directamente los patrones les roban sus cuotas del seguro social.
Así que es fácil vaticinar que la nueva legislación conseguirá lo contrario del fin que se propone expresamente, la regularización de los inmigrantes, los cuales en su mayoría cumplen con los actuales requisitos y están inscritos por la vía del programa Crisol de Razas. A menos que el objetivo oculto de la ley sea justamente que no puedan cumplir con la nueva normativa para justificar su expulsión, piensan algunos.
El incumplimiento involuntario de estos requisitos, que además deben tramitarse con abogado de por medio y sus “honorarios”, y quien no posea la documentación actualizada, acarrea una multa de 500 dólares (Art. 8). Y otros 500 dólares para el nacional o extranjero que se haya hecho responsable por el migrante que incumpla la legislación, incluida la inhabilitación (¿de funciones públicas?) hasta que pague (Art. 7). Lo cual dificultará que nacionales decidan respaldar a algún migrante.
El Artículo 9 sanciona al migrante que practique “directa o indirectamente el ejercicio de una profesión liberal reservada según la Constitución Política, para los nacionales panameños”.
La apelación al patrioterismo mientras se entrega el país a intereses imperialistas
El Artículo 13 llega al paroxismo xenofóbico cuando en su acápite 7 dice: “Aquellos extranjeros que manifiesten públicamente ofensa e insultos hacia la nacionalidad panameña”, los equiparan con quienes delincan y no cumplan la legislación, “… serán deportados inmediatamente del territorio nacional”.
¿Qué se entiende por “ofensa o insulto”? Entramos al terreno de las subjetividades, pues la queja más usual que se escucha es de los venezolanos que reclaman atención correcta y eficiente en almacenes y lugares de atención al público. Queja que compartimos muchos nacionales, dada una cultura de la grosería por parte de algunas personas. ¿Un migrante no podrá quejarse jamás de algo que no le satisfaga?
El Artículo 14 establece que “el extranjero que haya sido deportado no podrá ingresar al país en un lapso de diez a quince años”. Sin mediar consideración, reconsideración, ni apelación alguna, ni siquiera que tenga familiares en la República de Panamá.
Ningún artículo del anteproyecto de ley de la diputada Zulay Rodríguez va contra los intereses de grandes capitalistas extranjeros que controlan un alto porcentaje de nuestra economía y someten al saqueo nuestros recursos.
No hay que olvidar que fue un gobierno del partido de la diputada Rodríguez el que desnacionalizó las empresas públicas y las entrego a empresas transnacionales. La electricidad y la telefonía nacionalizadas por Omar Torrijos en los 70, fueron privatizadas por el partido que fundó, irónicamente. Por supuesto, contra esos empresarios extranjeros no va el anteproyecto xenofóbico, sino contra los migrantes de la clase trabajadora.
La xenofobia en Panamá es de vieja data
En el pasado nuestro país ha sufrido otras oleadas xenofóbicas. Un año después de que Estados Unidos nos separara de Colombia para construir el canal controlado por el Pentágono, se emitía la Ley 6 de 1904, que impedía el ingreso al país de “norteafricanos, turcos y orientales o asiáticos”. Es probable que los antecesores de la diputada Rodríguez Lu fueran víctimas de aquella ola xenofóbica. Ironías de la historia.
El diputado Pablo Arosemena, el xenófobo de entonces, intentaba impedir la entrada de chinos principalmente, a la vez que intentaba promover la llegada de europeos blancos para lograr un “cruzamiento” que “cambiaría las condiciones físicas del pueblo del porvenir” (Pizzurno, P. Memorias e imaginarios de identidad y raza en Panamá. Siglos XIX y XX. Colección Ricardo Miró. Premio Ensayo 2010).
En los años siguientes las víctimas de la ola xenofóbica pasaron a ser los negros antillanos de habla inglesa que se quedaron a vivir en el Istmo después de terminada la construcción del Canal de Panamá. En los años 20, 30 y 40 se organizaron diversos movimientos que buscaban la expulsión de los migrantes antillanos. El Movimiento de Acción Comunal y la posterior Doctrina Panameñista, elaborada por el ex presidente Arnulfo Arias llevaron esa política racista y xenofóbica al máximo, aunque fracasaron.
La Constitución Política de 1941 declaró a los negros de habla inglesa y a los chinos como “razas indeseables”. A los chinos principalmente se les expropiaron negocios y se les prohibió el comercio al detal. Las deportaciones de antillanos no se realizaron porque Arias fue depuesto por los norteamericanos que controlaban el país por sus simpatías hacia Hitler (no por racista, que no es lo mismo).
La izquierda y el movimiento popular deben tomar posición frente al problema
Frente a la ola xenofóbica, con ribetes facistoides, semejante a la que recorre Europa y Estados Unidos, la izquierda y las organizaciones populares deben elaborar una respuesta unitaria y contundente. Al igual que en otros países, en Panamá muchos trabajadores han sido manipulados para convencerles de que sus enemigos son sus hermanos de clase de origen extranjero.
Hay que corregir la falsificación ideológica que pretende convertir la xenofobia contra humildes trabajadores como si se tratara igual que la lucha por la soberanía contra Estados Unidos en la Zona del Canal. Por el contrario, los políticos que aúpan la actual histeria xenófoba son los que promueven la entrega del país al capital transnacional.

Panamá, 16 de julio de 2018.
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México: Congreso de Yucatán desvergonzado


Por Cristóbal León Campos

Otra vez los tiempos del oscurantismo cubren los cielos para dar paso al flagelo desgarrado de la vergüenza…
No sorprende pero sí indigna, nuevamente el Congreso de Yucatán votó en contra del matrimonio igualitario, la mayoría de los diputados yucatecos mantiene su postura de negar los derechos humanos para responder de la manera más cínica a intereses particulares de grupos ultraconservadores, mismos grupos que disfrutan de la prostitución pues la consumen y fomentan en los bares y negocios de los cuales son dueños, la pedofilia sacerdotal con la cual se persignan todos los domingos, la violación sistemática de los derechos humanos por la violencia que arroja a miles de seres humanos a la pobreza extrema, la trata de mujeres y de infantes, el tráfico de drogas, la corrupción del poder, la opresión de la mujer, el trabajo infantil evidente en las calles de la ciudad de Mérida, la sobre-explotación de los trabajadores y trabajadoras demostrándolo con su silencio cómplice sobre cada uno de estos temas. Con total desvergüenza dicen cual rosario que sus actos están encaminados a respetar el orden y los valores morales, valores que justifican la desigualdad entre hombres y mujeres establecida desde la época colonial y sostenida por la hegemonía católica liberal-conservadora que además controla la economía estatal, la exclusión de la diversidad en materia legal es sinónimo de verdadero rostro de las cúpulas más altas de la segregación clasista de nuestra sociedad. El mensaje es claro; es tiempo de construir una sociedad justa, igualitaria, equitativa y verdaderamente democrática con la participación de todos y todas los oprimidos y marginados. 
Las leyes morales suelen ser cárceles más punitivas que las mismas penitencias físicas, ¿Quién puede decir cómo se debe ser? ¿Por qué el ser humano debe regirse por moldes y esquemas prefigurados? ¿Acaso no es la libertad nuestro primer derecho? Hay en el prejuicio algo más que sólo tradición, es tan grande su peso, que repercute en todos los ámbitos de la vida, la sociedad tiene muy marcada las pautas que dicta, resulta inaudito para muchos concebir otras formas de ser, de pensar y de sentir fuera de los moldes rígidos que desde siglos arrastramos, admitir y valorar el derecho que cada uno tiene es una tarea de todos, escapa de la imparcialidad o la indiferencia, evadir los reclamos sociales agudiza la injusticia. La regulación punitiva acompaña a la tradición, aquella que promete castigos para quien no se rija por ella, el miedo condiciona y controla. El derecho a lo diverso es humano, no hay humanidad sin diversidad. 
La libertad es connatural al ser humano, la lógica de las leyes no siempre ha respondido a lo largo de la historia humana a este hecho, muy al contrario, puede observarse como mediante el dominio y el control del Estado, las leyes regulan y condicionan las relaciones sociales según los intereses y valores de la clase en el poder, hoy en Yucatán nuevamente a quedado claro que la burguesía doble moral no quiere el ejercicio de la libertad mediante las leyes, pero olvidan que la libertad no es ni será jamás un ámbito legal de manera formal y único, la libertad es esencia humana, no es un abigarrado corpus legaloide, la libertad es espíritu y no pudor vulgar que encubre lo oscuro de los deseos reprimidos de quien pretende obligar a la diversidad a ser según lo que conviene a la hegemonía putrefacta del sistema que nos rige. Querer encajar en moldes homogéneos lo que es heterogéneo de origen es una contradicción que niega la belleza de la esencia humana. 
Nuevamente el ejercicio de la política basada en el provecho personal y no en la búsqueda del bienestar social, los diputados que votaron en contra no pretenden formar colectividad, quieren mantener el egoísmo individualista para usar la fragmentación humana como estrategia de control. Otra vez los tiempos del oscurantismo cubren los cielos para dar paso al flagelo desgarrado de la vergüenza, el Congreso de Yucatán cree haberse revestido de indulgencia plenaria (quizás consigan la que otorgan los padres pedófilos), pero en realidad únicamente se han puesto el manto de la ignominia forjando su lugar en la Averno, junto a los grandes traidores de la historia en la mera Judeca, como lo destinara Dante Alighieri en su magnífica obra la Divida Comedia. La traición radica en la negación efectuada para que la ley reconozca a todos como sujetos de derecho, negar el matrimonio igualitario es solo una forma expresiva de la discriminación tatuada en la piel envejecida de una sociedad que se transformó hace mucho y que hoy sus leyes no alcanzan a comprender ni a representar: los tiempos nuevos traerán consigo nuevas constituyentes. 

 * Cristóbal León Campos. Integrante del Colectivo Disyuntivas

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lunes, 15 de julio de 2019

El arzobispo de Burgos pide a las víctimas de violación «defender la castidad» hasta la muerte


Por Laura Cornejo, Jesús Bastante / El diario

En la causa para beatificar a la burgalesa Marta Obregón, violada y asesinada en 1992, Fidel Herráez destaca «la grandeza de la castidad» y cómo la joven «resiste y lucha hasta morir asesinada»

El arzobispo de Burgos, Fidel Herráez Vegas, defiende que las víctimas de violación se resistan hasta la muerte. Así lo hace ver en una carta que se publicó el 22 de enero de 2017 en la web del Arzobispado, en la web del Opus Dei, en el Diario de Burgos y en una revista eclesiástica, y que forma parte de la causa para beatificar a Marta Obregón, una joven asesinada en 1992 por Pedro Luis Gallego, conocido como el ‘violador del ascensor’. Esta misiva forma parte de la documentación que se ha hecho llegar al Vaticano el pasado mes de febrero, ahora que el proceso afronta la conocida como ‘etapa romana’.
Gallego es un depredador sexual que sembró el terror en Valladolid en el verano del 92. No sólo asesinó a Obregón, también a la joven vallisoletana Leticia Lebrato, violada y apuñalada. Fue condenado por 18 violaciones y dos asesinatos. La doctrina Parot lo dejó en libertad en 2013 y fue detenido de nuevo en 2017. Había cambiado su modus operandi: raptaba a las víctimas en las inmediaciones del Hospital La Paz, en Madrid, las trasladaba a su casa de Segovia y las violaba. Después, las devolvía al lugar de origen sin que ellas hubiesen podido verle la cara. La Fiscalía pide para él 96 años de prisión.
El 21 de enero de 1992 raptó a Marta Obregón cuando accedió al portal de su casa en Burgos, la trasladó en coche hasta un descampado, la violó y la asesinó a puñaladas.
«Marta también es un estímulo para vivir todas las virtudes cristianas que ella fue descubriendo: la alegría, el servicio, la entrega… Pero, en especial, la grandeza de la castidad, como se hace visible cuando resiste y lucha hasta morir asesinada por defenderla. Una virtud hoy poco valorada, que nos ayuda a orientar el amor y la entrega hacia su plenitud y belleza más singular», dice el arzobispo en su carta. Su afirmación choca frontalmente con la que hizo la fiscala del caso de ‘la manada’, que advertía de que «no se puede exigir a las víctimas actitudes peligrosamente heroicas»
La joven burgalesa, asesinada cuando tenía 22 años, formaba parte del Camino Neocatecumenal, y su beatificación sería la primera para este grupo católico ultraconservador. La familia está vinculada al Opus Dei.
El proceso para hacer beata a Marta Obregón comenzó en 2011, de la mano del arzobispo anterior a Herráez. El pasado mes de febrero, acabó la etapa diocesana y el sacerdote postulador, Saturnino López Santidrián, entregó al canciller de la Congregación para las Causas de los Santos, monseñor Giacomo Pappalardo, unos 800 folios con que se intenta probar que la joven fue víctima de martirio. El caso aborda ahora la etapa romana con una nueva postuladora. El material aportado consta de tres partes: escritos jurídicos, prueba documental y prueba testimonial.

Un libro y petición de donativos

El Arzobispado dice en su web que «va a ser preciso afrontar desembolsos significativos inevitables, inherentes a los trámites que conlleva la causa» en esta nueva fase. Así, solicita donaciones en una cuenta bancaria que facilita. Los ingresos pueden hacerse también a través de Paypal. Cada fin de mes, el Arzobispado trata estos datos «con absoluta transparencia» y realiza una actualización de donativos. Desde enero hasta mayo, la causa de Marta ha reunido 961 euros.
El postulador Santiago López publicó el año pasado el libro Marta Obregón. «Hágase». Yo pertenezco a mi amado, un libro que vende la editorial Montecarmelo, de Burgos, dirigida por la orden de los Carmelitas Descalzos. Cuesta 14 euros. En una reseña, Nicolás Jove de la Barreda, miembro del Comité de Bioética, doctor en Ciencias Biológicas y catedrático de Genética, dice: «Por un lado, el rostro de su cadáver era una cara de paz. Paz existente en quién ha sido asesinada por defender su castidad, habiendo recibido muchos golpes, así como catorce puñaladas. Paz que sólo cuadra con haber tenido una muerte santa, perdonando a su asesino.»
En una breve biografía que López Santidrián publica en la web del Arzobispado, relata que según el informe del forense, Marta Obregón tenía «diversas erosiones y hematomas, fuertes presiones con las manos en el cuello y, sobre todo, 14 heridas de arma blanca en la parte izquierda del pecho, una de ellas en el centro del corazón» y que tanto el informe como la sentencia dicen que fue por «intentar evadir la agresión». El sacerdote añade que «el imputado del crimen había sido juzgado ya en cuatro ocasiones por abusos y violaciones, pero sin llegar al homicidio, al ceder sus víctimas a sus pretensiones». Para él, la joven asesinada «dejó un hermoso ejemplo, tanto en su vida agradecida al amor y misericordia de Dios, como en el testimonio de su valerosa muerte por defender la virtud».
También en esa web, en uno de los muchos apartados sobre la ‘Causa de Marta’ llegan a comparar un hematoma que tenía en la cara con «el rostro de Jesús»: «Sorprendía su semblante plácido y sereno, después de la violenta forma en que le quitaron la vida. En su dulce semblante, se apreciaba un moratón en el mismo lado y semejante al del rostro de Jesús en la Sábana Santa», hacen constar.
El arzobispo de Burgos, Fidel Herráez es uno de los obispos más alejados de las reformas de Francisco en España. Fue el ‘delfín’ del todopoderoso cardenal Rouco Varela, y estaba llamado a ser su sucesor hasta que en 2014 el Papa prefirió nombrar a Carlos Osoro para el arzobispado de Madrid.
La diócesis de Burgos fue el premio de consolación de un prelado que no superó haber sido relegado del premio que merecía (Madrid) y que, desde entonces, ha capitaneado las críticas al Papa desde España. Siempre a la sombra de Rouco Varela fue su obispo auxiliar durante dos décadas-, Herráez lidera el grupo de prelados más abiertamente contrarios a una Iglesia abierta al mundo.
En apenas unos días, el 28 de julio, Fidel Herráez cumplirá 75 años, y presentará su renuncia al Papa, que seguramente se la acepte casi de inmediato. Antes, ha querido sentar cátedra con el caso de Marta Obregón.
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La Conferencia Episcopal instruye a las nuevas monjas contra la «radicalización del feminismo»

Por Danilo Albín / Público
Un curso religioso abordará la «ideología de género» y su «influencia» en la vida cristiana. La Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid, que subvenciona «proyectos educativos» de distintas confesiones, figura como colaboradora.





La batalla de los obispos españoles contra el movimiento feminista no tiene vacaciones. Desde este domingo y hasta el próximo día 21, el Seminario Diocesano de Ávila acogerá la XIX edición del Curso de Teología de la Vida Consagrada, dirigido a monjas en formación o ya egresadas. En la agenda de conferencias figura ese asunto que tanto preocupa la Conferencia Episcopal: “La ideología de género y su influencia en la teología y la vida cristiana”, a cargo de la teóloga Margarita Martín Ludeña.
La disertación forma parte del programa de actividades organizado por la Cátedra de Teología de la Vida Consagrada de la Universidad San Dámaso en colaboración con la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada. En el folleto de este curso figura también la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.
Fuentes del Ejecutivo señalaron a Público que “la Comunidad de Madrid concede anualmente, desde 1995, unas subvenciones a las principales confesionesreligiosas para que puedan desarrollar proyectos educativos”. “Se trata de subvenciones que se conceden a entidades como el Arzobispado de Madrid, el Consejo Evangélico de Madrid, la Unión de Comunidades Islámicas de España y la Comunidad Judía de Madrid”. En esa línea, consideraron que la inclusión del logo de la Consejería de Educación en el folleto del curso se debe a que la Conferencia Episcopal “lo enmarca dentro de los proyectos educativos usados con esos fines”.

«Relativismo postmoderno»

“Movidos por la solicitud pastoral de la Iglesia, como Madre y Maestra, venimos proponiendo cada año un Curso de Teología de la Vida Consagrada para religiosas en formación (abarcando un período amplio que va desde el noviciado hasta los diez primeros años de profesión perpetua), y que se desarrolla en la hermosa ciudad de Ávila”, dicen los organizadores en el programa del curso, que también abordará “el drama de la pedofilia” desde la perspectiva de sus “aspectos pastorales y canónicos”. El precio de la matrícula es de 70 euros, aunque también hay una opción de pensión completa en habitación individual por 332 euros y en habitación doble por 609 euros.
Quienes hayan pagado la inscripción podrán asistir a las distintas asignaturas y conferencia, incluyendo la dedicada a la “ideología de género”. Si bien en el folleto de la Conferencia Episcopal Española no se dan más detalles sobre su contenido, Público ha podido comprobar que la responsable de esta conferencia elaboró una tesis doctoral en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra –perteneciente al Opus Dei– que aborda precisamente este asunto.
La tesis, titulada “La ideología de género y su influencia en la Teología y en el Ecumenismo”, fue presentada en la Universidad de Navarra el 18 de mayo de 2010. Actualmente, el Depósito Académico Digital de ese centro de estudios ofrece un documento de 92 páginas que es presentado como un extracto de aquel trabajo.
A lo largo de la tesis, Martín defiende que “en el origen de la nueva ideología hay, junto a una radicalización del movimiento feminista, una revisión de las fuentes del pensamiento occidental, que propicie su apertura a las nuevas ideas”. “Esto afecta sobremanera a las categorías metafísicas griegas y a las raíces cristianas de nuestra civilización. Las primeras serán reemplazadas por formas afines al relativismo postmoderno”, describe.
Sostiene que “el feminismo de género rechazará principalmente la Paternidad de Dios y la masculinidad de Jesucristo” e incluso “acusará a tales creencias de perpetuar un sistema de clases de tipo patriarcal”. Advierte en tal sentido que “las dimensiones antropológica y moral de la nueva ideología serán los detonantes que conmocionarán tanto la vida de muchas de las Iglesias y comunidades cristianas, como las instituciones ecuménicas”. “En unas y otras, la presión por hacer prevalecer los postulados ideológicos ha llevado a crisis sin precedentes, que han afectado a la unidad, en mayor o menor grado”, apunta.

“Presiones ideológicas”

En su trabajo, la teóloga sostiene que “la imagen revelada de Dios Uno y Trino no ha quedado al margen de las presiones ideológicas para re-pensar a Dios de acuerdo con los parámetros feministas”. “Y, tras la imagen de Dios, conceptos como Iglesia, ministerio ordenado o persona humana, han quedado también alterados”, afirma, remarcando que esto ha tenido “un impacto demoledor” tanto “para la unidad de las propias Iglesias y comunidades cristianas” como “para el progreso de los diálogos ecuménicos mantenidos a nivel bilateral o multilateral”.
“En el feminismo de género lo más común ha sido el rechazo de la Iglesia”
Allí remarca que “parte del movimiento feminista ha manifestado a menudo ideas abiertamente anticristianas, e incluso ha abogado por el fin de las Iglesias tradicionales”. “En otras ocasiones, su postura ha sido sumamente crítica hacia el magisterio y la jerarquía de la Iglesia católica, presuponiendo o alentando algún tipo de escisión entre los llamados católicos ‘de base’, por un lado, y la jerarquía y quienes permanecen unidos a ella por otro”. De hecho, subraya que “en el feminismo de género lo más común ha sido el rechazo de la Iglesia, consecuencia lógica del rechazo del mismo Cristo”.
En tal sentido, sostiene que “entre los argumentos que esgrime el feminismo de género para justificar su posicionamiento anticristiano, el principal procede de concebir la religión como un invento humano, y las religiones monoteístas como un invento masculino para oprimir a las mujeres”. “Por esta razón –continúa–, dichas religiones constituyen uno de los objetivos primordiales de deconstrucción, acusadas de perpetuar el sistema de clases”.
La encargada de la conferencia que recibirán las nuevas monjas indica que “en los casos en que alguna confesión religiosa ha cuestionado las pretensiones de la nueva ideología, ésta ha respondido con escasa consideración”. En ese contexto, asegura que aquellos “cristianos católicos, evangélicos u ortodoxos, así como otras tradiciones religiosas que han opuesto objeciones a los dictámenes de la agenda feminista, han recibido el calificativo de fundamentalistas”. De todo eso se hablará en el curso.



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