RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 27 de octubre de 2012

"Las contradicciones del feminismo" (Giulia Adinolfi, 1978)

Seguido de "Las mujeres en la sociedad de consumo forzoso"

#TITRE
Los editores de la revista de ciencias sociales y pensamiento crítico ’mientras tanto’ están subiendo a la red la colección digitalizada de la revista, con acceso libre. Una loable iniciativa: en los más de treinta años de la revista se han publicado textos de un gran interés, y muchos, por suerte o por desgracia, aún vigentes. Resulta importante esta recuperación en la red, tanto más cuando, ofreciendo formación política "gratis", la red ha servido como instrumento de ignorancia política que hacía tabla rasa del conocimiento acumulado en "anticuadas" publicaciones impresas. Como ejemplo de lo que se puede encontrar, adjunto dos artículos de la filóloga y pensadora feminista Giulia Adinolfi -una de las fundadoras de la revista- que se rescataron, junto a otros, en un (.pdf) número dedicado a su recuerdo (Crates).
** 1) Las contradicciones del feminismo
El periódico El País del miércoles 19 de septiembre de este año publicaba la fotografía de unas feministas italianas que llevaban una pancarta en la que se aconsejaba a las mujeres defenderse de los hombres concibiendo un hijo. La información acerca de la campaña de estas feministas llama una vez más la atención sobre la contradictoriedad de las reivindicaciones feministas. Y, efectivamente, una de las razones de frecuente desazón incluso entre las feministas militantes es la confusión —a menudo contradicción— que existe entre las tesis defendidas por las distintas corrientes del feminismo, que luchan unas a favor y otras en contra de los anticonceptivos, del divorcio, etc.
No podemos analizar ahora con detalle —aunque hay que hacerlo— las diferencias de planteamiento y de propuestas de los distintos «feminismos», pero sí podemos adelantar una hipótesis para explicarlas; hipótesis que un análisis ulterior tendría que confirmar, rechazar o, más probablemente, completar.
Esta hipótesis parte de una consideración que es común al feminismo: la discriminación contra la mujer y la posición subalterna que ha tenido en la historia han ido creando lo que se podría llamar una subcultura femenina que, en cuanto realidad histórica, tiene importantes diversificaciones en el espacio y en el tiempo, pero mantiene algunos rasgos constantes ligados a la condición estructuralmente subalterna de la posición social de las mujeres.
Se trata de un fenómeno común a todos los grupos sociales que han sido mantenidos, durante siglos en condiciones de opresión y explotación, como los campesinos, los negros o el mismo proletariado.
Una cultura subalterna es una realidad extremadamente compleja, y sería una simplificación ingenua valorarla sólo como instrumento de alienación y de opresión. Es evidente que, globalmente, una cultura subalterna responde en grandísima parte a las necesidades de una sociedad que tiende a mantener y a reproducir la discriminación y la opresión. En el caso de la cultura femenina, no sólo su globalidad, sino también muchos de los valores particulares en ella operantes han cumplido efectivamente esa función.
Cuando las mujeres definen su situación presente como una profunda crisis de identidad están en realidad expresando la crisis de esta cultura, de su complejo y, al mismo tiempo, coherente entramado de valores, hoy desgarrados por tantos fenómenos de la vida moderna de las mujeres. Y es bastante natural que la primera reacción del feminismo histórico haya sido el rechazo de esta tradición, de esta cultura, y la reivindicación de una igualdad no sólo de derecho, sino incluso de identidad. Esta tentación de rechazar todo lo culturalmente femenino persiste en muchas corrientes del feminismo contemporáneo que consideran la tradición y la cultura femeninas únicamente como una deformación impuesta por una cultura dominante machista, como un subproducto de ésta. La raíz de la perplejidad que divide al feminismo contemporáneo, está aquí: al rechazar su cultura tradicional, las mujeres no sólo se liberan de cadenas y tabúes, sino que en cierto modo corren también el riesgo de tirar el agua sucia del baño con el niño dentro, según el dicho alemán. En efecto, una de las características de la cultura femenina, que la diferencia de otras subculturas, es su acusado carácter opositivo frente a la cultura dominante, al menos en el mundo moderno; es, desde luego, una oposición que incluye la función de discriminar a las mujeres, oponiendo, por ejemplo, a la autoridad del hombre la obediencia de la mujer, a la iniciativa de aquel la pasividad de ésta, etc. Pero esta oposición en función de los roles sociales establecidos comporta también la adjudicación de valores contrapuestos respecto de los cuales hoy ya no nos parece que el hombre se haya quedado con la parte mejor: la violencia frente al amor, la guerra frente a la paz, etc. Por último, sólo la función discriminante puede hacer dudar del valor de «virtudes» tipificadas como femeninas, cuales el cultivo de la sensibilidad, la paciencia, la falta de agresividad competitiva, etc.
Oposición de valores hay también en otras culturas subalternas, sobre todo cuando no se trata de culturas residuales, sino de culturas de grupos sociales antagónicos al grupo dominante. La potencialidad revolucionaria del proletariado —sin duda siempre comprometida por la imposición y aceptación de valores de la clase dominante— está en los elementos opositivos, de la subcultura obrera, en su capacidad de alternativa global —esto es, también ideal (ética) y cultural— a la sociedad existente, en la afirmación de valores propios, de clase —la socialidad, la solidaridad, etc.— opuestos al individualismo posesivo y a la competitividad del mundo capitalista.
El caso de las mujeres es más complicado, ya que, como queda dicho, el carácter opositivo de los valores de su cultura no nace del antagonismo de intereses, sino que, paradójicamente, estos mismos valores opositivos les han sido impuestos por los hombres, para que aceptaran sin recriminaciones, e incluso con entusiasmo los papeles subalternos que se, les asignaban, y para que se identificaran con ellos. Aún así, a pesar de todo, la solución para las mujeres no consiste en rechazar global y particularmente el mundo de sus valores tradicionales, así como tampoco pueden asumirlo con un nuevo entusiasmo polémico: en el primer caso corren el riesgo de aceptar a cambio la tradición cultural de los que oprimen y explotan; en el segundo, el riesgo de no liberarse de la discriminación a la que aquella tradición servía y sirve.
Las mujeres tendrían que ser capaces de asumir crítica y libremente su propia tradición, de medirse con ella, de rechazar sus elementos negativos y de reivindicar, en cambio, aquellos otros que —cualquiera que haya sido su función— revelan hoy una potencialidad positiva. No tendrían que olvidar que «los valores» no son sólo la función; que han tenido: si así fuera, toda la cultura —incluidas la poesía y la ciencia— se tendrían que rechazar, porque, de un modo u otro, todos sus elementos han representado un instrumento de opresión de la mayoría de personas de alguna época.
Pero, sobre todo, no tendrían que olvidar que el carácter opositivo de su cultura, en otro tiempo complementario de la cultura machista y funcional al dominio de ésta, representa hoy, frente a la crisis de esta cultura de la competitividad y el éxito violentos, una alternativa sumamente valiosa que prefigura como objetivo común un mundo en el que mujeres y hombres se liberen de la escisión que los ha mutilado durante siglos. Sólo cuando ya no haya una escisión funcional a las relaciones de dominio entre cultura masculina y cultura femenina la mujer podrá salir de su histórica subalternidad y liberarse junto con la otra mitad de la humanidad.
Condición material de ello es que deje de haber división sexual y social del trabajo. Condición ideal es que la mujer reconozca, e imponga a los hombres, el respeto de los valores hoy universalizables que ella ha creado en su larga historia de esclavitud y que arraigan en su especificidad biológica, en su mayor intimidad con la vida y la naturaleza.
2) Las mujeres en la sociedad de consumo forzoso (notas para guión de una charla, 1971/1972)
Antes de entrar en tema una aclaración previa.
El tema que hemos elegido es un tema suficientemente vasto como para dedicarle un curso. Si quisiéramos analizar con un mínimo de rigor científico la estructura de una sociedad de consumo, sus mecanismos de funcionamiento y de desarrollo, si además quisiéramos ver todas las funciones que en esta sociedad ejerce la mujer, nos perderíamos en la complejidad y variedad de fenómenos.
Por otro lado yo no tengo los conocimientos técnicos necesarios para un análisis de este tipo.
Me ha parecido oportuno, pues, limitarme a analizar algunos puntos clave, algunos términos, algunos conceptos y finalmente dedicar atención preferente a sólo una de las funciones que en esta sociedad de consumo ejerce la mujer: la función más específica y característica, la función de compradora.
Me ha parecido oportuno no (sólo) -tachado en el original- para salir del paso, sino porque la falta de conocimiento especializado no exime de la necesidad de reflexionar sobre el mundo que nos rodea. Los problemas de este mundo nos afectan a todos y no creo legítimo delegar a los técnicos la conciencia de estos problemas. Por esto las palabras que voy a decir son fundamentalmente un estímulo a una reflexión colectiva.
Empezaré, pues, por la aclaración de uno de los términos que más frecuentemente utilizaré en el curso de esta charla: sociedad de consumo.
A pesar de ser ampliamente utilizado, este término es equívoco y ambiguo.
En rigor cualquier sociedad humana es una sociedad de consumo en la medida en que se produce para consumir. Además nosotros no vivimos en una sociedad de consumo, sino en una sociedad de consumo obligado, forzado, dirigido por el interés del capital, nosotros vivimos en una sociedad capitalista de consumo, en lo que se ha llamado también sociedad neocapitalista o de capitalismo avanzado.
En qué se diferencia una sociedad capitalista avanzada, una sociedad capitalista de consumo de una sociedad capitalista clásica.
En muchas cosas pero una de ellas es estructuralmente decisiva: en las formas de acumulación de capital.
Ustedes saben la importancia para el desarrollo del capitalismo de la acumulación del capital. Saben también que los medios para conseguir la acumulación de capital han sido varios y que esta variedad explica el carácter distinto del capitalismo inglés, francés, español o catalán.
A pesar de la variedad también es cierto que el medio más importante para el aumento del capital en las sociedades capitalistas clásicas ha sido la explotación directa —al principio brutal— del trabajo. Economistas de tendencias muy distintas han coincidido en el reconocimiento de la violencia de esta explotación en las primeras fases del desarrollo del capitalismo inglés, cuando la revolución industrial provocó la (...) en las fábricas de menores y mujeres.
En una sociedad capitalista avanzada la acumulación del capital se consigue a través de otro sistema: en vez de una explotación directa del trabajo se impone el aumento de la productividad. La misma fuerza de trabajo —la de un hombre— ahora produce mucho más. Esto provoca un aumento impresionante de la producción y sobre todo de la producción de bienes de consumo que permiten grandes beneficios y la rápida reinversión del capital. Se ha descubierto, en resumen, que es lo mismo multiplicar por dos el capital que multiplicar por dos la circulación del dinero. El aumento de la producción de bienes de consumo lleva consigo necesariamente el aumento del mercado y el aumento del nivel de vida general. La gente tiene que tener un nivel de vida más alto para comprar los bienes que se producen y permitir la reinversión del capital.
Cuáles son los inconvenientes del desarrollo descrito: se ha pasado de una sociedad en la que la inmensa mayoría de la población mantenía un nivel de vida muy bajo a una sociedad en la cual ha aumentado de forma impresionante la capacidad productiva y con ella el nivel de vida: la gente puede comprar más alimentos, más vestidos, más medicinas.
No sólo: la aceleración de la producción se manifiesta en todos los aspectos de la vida: todo va más de prisa, todo cambia a un ritmo acelerado: el paisaje, la (vida) ciudad, la mentalidad de la gente.
¿Qué hay de malo en ello?
Es evidente que el aumento de la capacidad productiva es un hecho potencialmente positivo.
Pero sólo potencialmente.
Si miramos a nuestro alrededor veremos que hoy algunas manifestaciones de esta expansión económica presentan aspectos desconcertantes y alarmantes.
Si miramos más de cerca veremos que esta expansión productiva no responde a una auténtica satisfacción de necesidades, sino que provoca un consumo caótico, absurdo, irracional.
De hecho este aumento de la producción no está dirigido por el interés de la sociedad en su conjunto sino por el interés inmediato del capital privado de sacar de la producción el máximo beneficio.
Esta es la conclusión a la que llegaremos. Pero vamos a comprobarla. Vamos a ver cómo se consume en la sociedad en que vivimos.
1. Una primera observación. La sociedad capitalista de consumo no satisface las necesidades respetando un orden racional de necesidades. Es un hecho que se puede constatar cotidianamente. Ej. De Oscar Lewis (Gente que vive en condiciones deshumanas y posee aparatos eléctricos e incluso coches. Uno de los ejemplos que más me han impresionado es el del sociólogo americano Oscar Lewis, que al estudiar el nivel de vida del subproletariado de la ciudad de México tuvo que abandonar el índice de los aparatos eléctricos y volver al mejor índice –mucho más fiel- de los cubiertos..)
La tentación de condenar la irracionalidad de una decisión personal. Cuando el fenómeno se generaliza no se puede ya ignorar: – que es más fácil comprar un coche que una casa – que todo nos empuja hacia la adquisición de un televisor, que haría falta un alto nivel de conciencia para resistir o contrarrestar esta presión. – Y finalmente que la producción no se regula sobre la base de necesidades sociales, sino sobre la base del beneficio que produce al capital privado.
Este fenómeno se da en todos los países y no sólo en los que tienen un desequilibrio en su desarrollo. Un ej.: un ciudadano americano no tiene seguro médico.
2. A veces la industria privada satisface auténticas necesidades. Sería absurdo desconocerlo.
Pero incluso en este caso lo hace caóticamente, teniendo en cuenta los intereses propios y no los intereses generales de la sociedad. Se podrían dar muchos ejemplos. De los que se habla mucho son los detergentes, los insecticidas y los medicamentos.
En general se puede decir que está creciendo la preocupación por las catastróficas consecuencias que el consumo masivo de un determinado producto provoca en la sociedad. También aquí el fabricante al poner en el mercado un producto se preocupa del beneficio privado y no del interés colectivo.
Lo que provoca estas consecuencias catastróficas no es el progreso, no es el gran desarrollo de las fuerzas productivas, sino el dominio del interés privado sobre el interés colectivo.
3. El capitalismo no respeta un orden de prioridades.
El capitalismo no respeta el interés colectivo
La tercera observación. Es cada vez más difuso el fenómeno por el cual la sociedad capitalista de consumo no satisface necesidades reales, sino que las inventa.
El consumo es hoy un consumo artificial.
La(s) consecuencia(s) de este hecho es mucho más grave de lo que su enunciación promete.
Una escritora americana afirma: "Una sociedad en la cual el consumo tiene que ser estimulado artificialmente a fin de mantener la producción es una sociedad fundada en la basura y el derroche y una sociedad así es una casa construida sobre la arena" (Doroty Sayer).
Es una frase realista y concreta, en absoluto retórica. Vivimos en la era del Derroche. La misma era del hambre. Pero vamos a ver cómo consigue la sociedad capitalista imponer consumos artificiales y nos daremos cuenta de la gravedad del hecho.
Las nuevas estrategias. Las más importantes son dos:
La obsolescencia planificada. El ideal de los hombres de negocios es la planificación de la obsolescencia: fabricar productos con una vida limitada.
Ahora bien existen tres tipos de obsolescencia:
a) obsolescencia funcional. Un producto cae en desuso cuando se pone en venta otro con funciones superiores.
Paradójicamente desde hace 20 años no hay un perfeccionamiento importante de los artefactos. No hay nada comparable con lo que ocurrió en los años 1910 cuando se comercializó el coche, con lo que ocurrió a principios de 1920 con la radio, a mitad de la década con la nevera, a finales de los años 30 con las lavadoras, a finales de los años 40 con la televisión.
b) obsolescencia de calidad. Consiste en rebajar la calidad del producto para que dure menos. Es algo que se hace intencionadamente y a gran escala. En general es peligroso y suele ir acompañada por la complicación, generalmente inútil, del artefacto, al que se añaden accesorios que disminuyen su vida. Las lavadoras complicadas tienen una vida mucho más corta que los modelos más sencillos.
c) obsolescencia de atractivo o psicológica. En qué consiste: un objeto cae en desuso ni por razones funcionales, ni por desgaste, sino simplemente porque ha pasado de moda.
El fenómeno de la moda es un fenómeno complejo. Se puede decir de todas formas que el sector de la producción en el cual la obsolescencia de atractivo tenía una larga tradición era el de la indumentaria femenina. Ahora bien, los fabricantes descubrían que la «clave de la venta moderna» como dice un técnico en motivación de venta consistía «en emular la industria de la moda femenina».
La rápida obsolescencia de la moda femenina se toma como modelo. El ideal es imponer para todos los productos la caída en desuso por la falta de atractivo.
A todos los objetos: formas, colores, dibujo de los objetos conocen hoy una labilidad de atractivo acelerada. Uno de los sectores en que el fenómeno es más acusado es la decoración de interiores, pero la tendencia es muy general y afecta a la inmensa mayoría de los objetos.
Por otra parte el sector de la producción que había servido de modelo conoció a su vez una aceleración del ritmo de obsolescencia sin precedentes. Antes un ciclo completo de la moda femenina era calculado entre 7 y 10 años. Ahora este ciclo se ha reducido y además se han introducido, dentro de la tendencia general una serie de ciclos más rápidos que afectan a detalles pero igualmente decisivos.
Un ejemplo del poder decisorio de la industria en cambio de gusto femenino fue aquel absurdo del tacón agudo, contra el cual se levantaron inútilmente asociaciones sanitarias.
Uno de los sectores que han sufrido el contagio de la industria de la moda femenina ha sido el sector de la moda masculina. El carácter conservador de la moda masculina cede rápidamente el paso a una evolución rápida del «gusto».
Una de las consecuencias importantes es el estímulo que la obsolescencia de atractivo representa para el vendedor al detalle que tiene que librarse rápidamente de restos.
A pesar de la importancia enorme que la obsolescencia planificada tiene para aumentar artificiosamente el consumo, la industria privada conoce un instrumento todavía más alarmante: este medio consiste en convertir el hecho de comprar el producto en uno de los usos del producto. El placer de comprar, el gusto por las cosas nuevas en cuanto tales, la costumbre de convertir sentimientos en objetos, la esperanza de encontrar la felicidad en las cosas se está convirtiendo en uno de los mecanismos más importantes de nuestra conducta de compradores.
Y no se puede imaginar un uso más lábil de un producto que el placer de comprarlo: una vez comprado surge otra vez el estímulo y habrá que comprar, comprar, comprar sin parar.
Creo innecesario poner mucho énfasis en la condena de un sistema que se funda en tantísima parte en el consumo forzoso, artificial e innecesario.
Es un plan de acción deliberado, e imprevisor, que está devorando sin sentido los recursos naturales y creando un auténtico caos.
Pero sobre todo —y con eso llegamos al último punto de esta parte de la exposición—, el consumo creado artificiosamente no se transforma sólo en un irracional despilfarro colectivo, sino en un importante instrumento de presión ideológica.
Se trata de un fenómeno nuevo y que no se da en ninguna otra sociedad. En cualquier sociedad clasista existen dos niveles bien separados: a la base los fenómenos económicos; en un nivel superior el conjunto de valores, ideales, conceptos etc. que se suele llamar ideología. La función de la ideología es fundamentalmente la de cubrir los intereses reales del grupo dominante en la base económica y sublimarlos para imponerlos a la colectividad.
El ejemplo del campesino castellano y de la épica medieval.
Lo nuevo en una sociedad de consumos obligados es que un fenómeno de la base económica —el consumo «privado», eso es el interés de sacar el máximo beneficio de la venta de unos determinados productos— se transforma sin mediaciones, directamente, él mismo, en instrumento de presión económica.
Se podrían dar muchos ejemplos de ello. Uno muy claro es el consumo forzoso de coches. Dejando a parte algunos grupos para los cuales el uso privado del coche representa la satisfacción de una auténtica necesidad, para la gran mayoría el uso privado del coche es un consumo forzoso. Ahora bien yo sostengo que este uso no es sólo un fenómeno económico sino un instrumento de presión económica.
En general el coche aísla, privatiza e incluso opone a los demás. Y no sólo en la carretera. Piensen en el esfuerzo económico que representa para una familia obrera la adquisición de un coche. Este esfuerzo favorece el planteamiento absolutamente privatista de la presencia social de esta familia. Este planteamiento es absolutamente coherente en el burgués con la función que él tiene en la sociedad. No lo es en cambio en el caso del obrero que por su función social tendría que imponer en cambio una solución colectiva a los problemas.
En el momento en que el proletario hace propios los planteamientos del grupo social antagónico, renuncia o corre el riesgo de renunciar a algo tan esencial a su clase como la nueva concepción de la sociedad y de las relaciones humanas de la que él y su clase es portador.
A través del consumo del coche, pues, el fabricante no impone sólo su interés privado, sino que impone también su concepción del mundo, su ideología.
El fenómeno es mucho más general y vale por razones para la adquisición de una lavadora o la de una laca, de un vestido o de un sofá.
Pero ¿cómo objetos tan inocentes como una lavadora o una laca se pueden transformar en instrumentos de presión ideológica, en objetos alienantes?
Víctor Lebow un asesor de venta, un técnico al servicio del consumo obligado, nos dará la respuesta en un artículo en que defiende sin ambages el sistema: «Nuestra economía enormemente productiva… exige que hagamos del consumo nuestro modo de vida, que convirtamos en rituales la compra y el uso de mercancías que busquemos en el consumo nuestras satisfacciones espirituales, la satisfacción de nuestro yo».
Cuando una lavadora deja de ser para nosotros una máquina cuya función es mecanizar un trabajo —el de lavar— y su adquisición se convierte en una satisfacción de nuestro yo entonces la lavadora —un objeto en sí útil— se transforma en objeto alienante.
No son pues las cosas en sí, sino el uso que hacemos de ellas lo que aliena.
La metamorfosis de los objetos de consumo en objetos alienantes es hoy confiada principalmente a la publicidad, uno de los instrumentos más eficaces del consumo obligado.
Se podría hablar mucho sobre la publicidad, sobre su presencia obsesiva, sobre el hecho, por ej., que sin darnos cuenta recibimos constantemente órdenes para nuestra conducta, sobre la influencia del lenguaje publicitario, un lenguaje imperativo o exclamativo, sin coherencia lógica etc., sobre la influencia de la comunicación a través de la imagen, su (...). Me limitaré a comentar un hecho que considero el más grave de todos: Hace sólo veinte años el mensaje publicitario era un mensaje racional: se quería como hoy persuadir al consumo de un determinado producto y se utilizaban medios racionales de persuasión.
Con la evolución de la sociedad de consumo obligado este sistema de motivación racional del consumo entró en crisis: a) porque no se compra racionalmente algo innecesario b) porque es difícil convencer racionalmente a un comprador de la superioridad de un producto cuando la producción standarizada anula las diferencias entre una marca y otra.
Después de un cierto desconcierto el mundo publicitario descubrió que existen otros medios extraordinariamente más eficaces de motivación de venta: son los impulsos emotivos subconscientes o inconscientes.
Ustedes saben que la conducta humana no responde sólo a motivaciones racionales y conscientes, sino que influyen en nuestra conducta un número importante de impulsos de los cuales no somos conscientes.
Los persuasores, los técnicos en publicidad se transformaron en los muchachos de la profundidad. Se crearon una serie de instituciones en las cuales se invirtieron millones de millones de dólares para la Investigación Motivacional: en estos institutos se buscó la colaboración de hombres de ciencias, psicólogos, psicoanalistas, sociólogos. La finalidad de todo ello fue descubrir los mecanismos psíquicos profundos que guían la conducta y explotarlos para la venta.
Se descubre así que un elemento decisivo para el consumo de un producto no es la calidad sino el envoltorio. Y más todavía el color de este envoltorio.
Se descubre así que para vender hay que (...) a los impulsos emocionales del hombre que nacen de los conflictos psíquicos profundos, de sus complejos, de sus angustias, de sus insatisfacciones, las inhibiciones. Muchos hombres tienen problemas de personalidad, de autoestimación, complejos de culpabilidad.
Para vender hay que transformar el producto sueño, en esperanza, en panacea de todos los males.
De aquí el carácter euforizante de la publicidad: si, para encarecer las ventajas de un producto aparece a veces una imagen deprimente, disfórica, ésta es brevísima y es rápidamente superada por las imágenes euforizantes. Pero la estructura de la mayoría de los anuncios ignora esta fase disfórica y cualquier elemento negativo. La ausencia de elementos negativos borra cualquier posibilidad de crítica: el mundo está bien hecho.
Si se compara la cultura publicitaria con la literatura de evasión se verá que ésta contiene una dosis de elementos negativos mucho más alta. La razón es que la literatura de evasión se presenta como evasión fantástica. La publicidad, en cambio, como es un discurso imperativo, una propuesta de comportamiento, tiene que presentarse como un discurso realista: el lector de una novela de evasión olvida su condición social y vive la del protagonista, el que recibe el mensaje publicitario no tiene que olvidar su personalidad ya que (tiene que) el mensaje es imperativo. Es la misma situación realística del mensaje publicitario que impone a éste un carácter irrealista.
Operando directamente con los estados ansiosos del hombre moderno, la publicidad consigue canalizar la insatisfacción hacia el consumo, neutralizar aquellas insatisfacciones que pudieran ser un peligro para el orden actual de la sociedad y, además, presentar una imagen idílica e irreal del mundo. Una vez por la calle los hombres volverán a encontrar causas de malestar y de angustia agravadas por la infinita distancia entre el mundo y su imagen publicitaria, pero el televisor les espera en su casa cada noche para repetir el ritual.
Finalmente la publicidad aprovecha la tensión del hombre moderno para imponerle un comportamiento conformista. También aquí nos encontramos ante una situación paradójica. Aparentemente el mensaje publicitario quiere innovar nuestra conducta, incitarnos a hacer algo –utilizar un producto- que no habíamos hecho nunca. Es relativamente pequeño el número de anuncios que nos incite a un acto tradicional.
Al mismo tiempo, para innovar nuestra conducta, se presenta la nueva actitud como la aceptación de una norma vigente como la aceptación de valores ya estables, como una forma de integrarse en orden dado, como un acto conformista.
- Ej. millones de mujeres etc.
- la protagonista del anuncio es el modelo de comportamiento incluso cuando se incita explícitamente a diferenciarnos de los demás en realidad se nos incita a tomar como modelo un representante ideal de una capa social superior a la nuestra. La insatisfacción ante el propio status en vez de llevar pues los hombres a una crítica de la sociedad se convierte a través de la publicidad en esperanza de integrarse en ella en condiciones mejores, a un escalón más alto, por el módico coste de un dentífrico o de un producto de limpieza, o al menos módico de un reloj o de un coche.
El papel de la mujer
Cuál es el papel de la mujer en este sistema que hemos descrito. Se podría contestar simplemente: la mujer norteamericana administra el 75% del presupuesto familiar. En España no existen datos, pero el porcentaje tiene que ser todavía más alto, dado el bajo nivel de vida. La mujer, pues, es la compradora por antonomasia. Basta fijarse en los anuncios televisivos y observar cómo la gran mayoría está dedicado a ella.
Pero yo creo que la cosa es algo más complicada. La mujer no es sólo la compradora porque es la que efectúa la gran mayoría de compra: la mujer actual es también la compradora ideal para una sociedad de consumo forzado, que, pues, tiene todo el interés —y en algún caso lo explicita— en no modificar la actual situación de la mujer en la sociedad, que tanto favorece al interés privado del capital. Veamos por qué.
La mujer vive hoy una situación conflictiva. Por un lado existen en la sociedad fuerzas productivas que la empujan hacia la producción: la revolución industrial ha cancelado las diferencias entre trabajo masculino y trabajo femenino.
Por otro lado otras fuerzas —las relaciones sociales hoy existentes, el interés del capital privado— la alejan de, la mantienen fuera de, la producción. La discriminación del trabajo femenino —el hecho de que se pague menos la fuerza-trabajo de la mujer— es una de las causas más directas y decisivas del hecho que hoy la mujer no entre como podría en el proceso productivo. Esta discriminación en el mercado de trabajo sirve al interés privado para ejercer una presión sobre todo el mercado de trabajo y mantiene, pues, a la mitad de la población en condición parasitaria.
Para contrarrestar las fuerzas que empujan a la mujer hacia la producción, se ejerce además sobre ella una presión ideológica muy fuerte, como nunca en la historia: se ha creado una mística de la feminidad. Finalmente se impone a la mujer que trabaja una doble actividad, que acaba por hacerle imposible el trabajo. La consecuencia de esta situación es que a pesar de las apariencias el número de mujeres en la producción es hoy en los países capitalistas avanzados menor que hace 60 años.
–- Ha disminuido el número de mujeres en la producción agrícola. –- No siempre ha aumentado —en muchos países ha disminuido— el número de mujeres en la producción industrial –- El trabajo femenino se dirige hacia los servicios: pero incluso este aumento no cubre siempre la disminución en los otros sectores.
Por último el trabajo mismo de la mujer en el hogar ha cambiado de naturaleza.
La familia era una unidad económica productiva: se hilaba, se tejía, se transformaban materias primas en vestidos, en ropa, en comida, en confituras. La mujer en su hogar producía. Ahora en cambio casi no produce: de todas las actividades productivas sólo queda la transformación de materia prima en alimentos e incluso en este campo el trabajo productivo de la mujer ha disminuido mucho. Cuál es hoy el trabajo de la mujer en el hogar; por pesado que sea, útil, insustituible este trabajo no es productivo, es un servicio.
En cambio ha aumentado considerablemente la función compradora de la mujer. El servicio de aseo, de limpieza es profundamente despreciado (se llega incluso a negarle la categoría de trabajo).
Esto hace repito que la mujer viva una situación conflictiva, el tipo de trabajo socialmente despreciado es para ella una frustración constante incluso cuando cree e incluso dice que le gusta.
Ahora bien el técnico en motivación de venta aprovecha esta, y otras frustraciones de la mujer para canalizarla hacia el consumo. Al mismo tiempo el técnico en cuestión deliberadamente tiende a mantener a la mujer en esta situación conflictiva que él explota en beneficio de la industria privada.
El estudio de 1945: «amas de casa», «mujeres de carrera», «ama de casa equilibrada». La conclusión fue que había que «educar» a las mujeres a través de la publicidad para que todas (las mujeres) pertenezcan a este grupo.
A pesar de que se le llamara «equilibrada» estas mujeres no lo son en absoluto y el técnico en motivación de ventas lo sabe. Existe en ella graves problemas de personalidad, una inseguridad profunda, una necesidad de autoestimación. Los técnicos publicitarios, que estudian estos conflictos, son hoy capaces de manipularnos con mucha eficacia.
Intentan por ejemplo dar a la mujer la ilusión de que comprando determinados productos de limpieza, aquel trabajo rutinario y monótono se transforme en su imaginación en un trabajo de experta, de especialista, que satisface su necesidad de autoestimación.
Manipulan los complejos de culpabilidad de la mujer canalizándolos hacia el consumo de harinas para postre, de leche de una determinada marca para sus hijos. Incluso artefactos que tendrían que liberarlas de tareas pesadas y en definitiva liberarlas se transforman en una nueva esclavitud: la adquisición de un producto de limpieza la empuja hacia una limpieza a fondo a veces absolutamente innecesaria. La lavadora la empuja hacia sus deberes familiares.
El chiste de Perich.
Por último la mujer es muy sensible al simbolismo de las cosas. También el hombre: ej. del coche símbolo de poder.
Es más difícil convencer a un hombre que una corbata es símbolo de status social. La mujer de clase media está en cambio acostumbrada desde antiguo a dar a los objetos —sus vestidos— un valor simbólico de status: ella que no ha podido proyectar su personalidad en la acción, en actividad, la confiaba a los objetos que la cubrían. Incluso ha sido obligada por su situación a utilizar su cuerpo como instrumento para imponerse, su belleza era su forma de imponerse, de conquistar status social, mientras sus hermanos utilizaban para lo mismo su inteligencia, su astucia, su trabajo, su dinero.
Paradójicamente esta víctima de la sociedad se transforma así en una de las más tenaces defensoras del orden existente del inmovilismo y del conformismo. Y su nuevo papel de consumidora en vez de darle auténtica libertad y independencia la confirma la fija en esta situación. No es comprando, pues, a las órdenes del interés privado que la mujer se liberará. La liberación de la mujer como la del hombre se conseguirá sólo modificando.
(Las fotos que ilustran el artículo son del archivo familiar de Giulia Adinolfi, y se han tomado de este artículo).


FUENTE ORIGINAL http://www.grupotortuga.com/Las-contradicciones-del-feminismo

viernes, 26 de octubre de 2012

SORORIDAD: Un llamado urgente a la unión entre mujeres




La alianza de las mujeres en el compromiso es tan importante como la lucha contra otros fenómenos de la opresión,  y por crear espacios en que las mujeres puedan desplegar nuevas posibilidades de vida
... Marcela Lagarde, feminista y antropóloga mexicana 

La violencia no es un fenómeno exclusivo de esta época. Por el contrario, los fenómenos de violencia (como las guerras de conquista, tortura, crímenes, persecución ideológica o religiosa, maltrato en el ámbito doméstico, el denominado bullying en escuelas o el acoso laboral) han existido a través de la historia de la humanidad, por lo que la mayoría de los seres humanos, tanto hombres como mujeres, hemos sido objeto de violencias en algún momento de nuestras vidas. 

Sin embargo, la violencia contra las mujeres debe enfocarse a través de un prisma distinto. En los últimos años, estudios realizados por expertos plantean cada vez más la existencia de un fenómeno de violencia basada por la condición de género, es decir, la violencia contra las mujeres está vinculada, desde tiempos remotos, a la desigual distribución del poder y a las relaciones asimétricas que se establecen entre varones y mujeres en la sociedad (partiendo de los mismos hogares), lo que perpetúa la desvalorización de lo femenino y, como consecuencia, su subordinación a lo masculino. 

En otras palabras, lo que la hace diferente a otras formas de agresión y coerción, es que el factor de riesgo o de vulnerabilidad es el solo hecho de ser mujer, adoptando diversas manifestaciones que incluyen lo físico, mental y sexual, y cuyas consecuencias son, además, diferentes que para la población masculina. 

La violencia contra niñas y mujeres constituye una clara forma de discriminación y una violación a los derechos humanos y las libertades fundamentales, y como tal ha sido definida en múltiples documentos. La primera declaración de Naciones Unidas que reconoce la existencia de violencia de género, fue aprobada por su Asamblea General en 1993, que define la violencia contra la mujer como: 

"Todo acto de violencia de género que resulte en, o pueda resultar en daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico de la mujer, incluyendo la amenaza de dichos actos, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, tanto en la vida pública como en la privada". 

Es decir, cualquier acto encaminado a controlar, someter y subordinar a las mujeres, es violencia. Pueden utilizarse diversos medios de presión para la dominación del sexo femenino, desde la manipulación emocional, hasta ataques físicos y sexuales, donde la fuerza de un hombre no se compara con la de una mujer (abuso de fuerza), y llegando a límites extremos como los feminicidios. 

Creer que las mujeres son inferiores y que pertenecen a los hombres, es la clave para determinar la diferencia principal entre la violencia contra las mujeres y los hombres. La violencia de género está naturalizada por una cultura de machismo y misoginia como formas de ejercer control, discriminación y poder, sin olvidar que, además, se culpa siempre a la mujer. La sociedad justifica que las mujeres seamos corregidas como un sistema de vida. Las absurdas creencias, arraigadas y retrógradas, que indican que es necesario corregir a las mujeres, que son ellas quienes deben obedecer y sujetarse a las decisiones del hombre, que por norma y convicción las mujeres deben ser sometidas, maniatadas y desvalorizadas, que hay que “educarlas” para que se porten bien y cumplan con su papel histórico, son mitos que fomentan la desigualdad y, por tanto, la violencia hacia las mujeres. 

Ante esto, cabe resaltar que todas las formas de violencia no solo dañan a una mujer, sino a todas, porque la violencia es simbólica y, por lo tanto, no podemos seguir siendo excluidas. La exclusión femenina es, y ha sido, una forma de violencia con el fin de asegurar el control de las mujeres, por lo que desde el feminismo se plantea una transformación rotunda de las mujeres. 

Todos, sin excepción, tenemos que asumir cada vez más nuestra responsabilidad con esta problemática. Es necesario adquirir un verdadero compromiso con la causa y con las mujeres, por lo que se requiere unirnos en una sola voz, principalmente, la voz de las mujeres... 

La alianza entre mujeres se está produciendo en todo el mundo, gracias a los avances tecnológicos como internet. En algunos lugares apartados del mundo hay mujeres con una computadora conectada a Internet que están tratando de efectuar el cambio social, desde diversas trincheras y con el único afán de lograr transformar la historia. Sabemos que no estamos dispuestas a tolerar más, y aunque falta mucho por hacer, el mundo está cambiando, en parte por el uso que hacemos nosotras, las mujeres, de la información y de los medios de comunicación para difundir y fortalecer los lazos entre nosotras. 


Pero, ¿qué sucede cuando en el camino que nos hemos trazado hacia una vida sin violencia, sin discriminación y por la lucha de nuestros derechos, nos topamos con las típicas renuencias, señalamientos y obstáculos que intentan paralizar el avance de quienes hemos decidido aliarnos en mente, corazón, espíritu e ideales? 

Nunca faltan actitudes y frases que son claras señales que no todos desean el mejoramiento de las mujeres. 

Diferir, sí….Minimizar, no 
Hace poco, escuché que alguien hacía una serie de señalamientos con referencia al tema de la violencia hacia las mujeres. Insidiosamente cuestionaban los objetivos que se intentan lograr en la lucha por la equidad y el reconocimiento de los derechos de las mujeres, entre ellos, el derecho a un vida libre de todas las formas de violencia y el de acceso a la justicia. Cabe mencionar que es válido diferir y tener diversos puntos de vista y opiniones que difieran de las nuestras, mas no es válido minimizar y, mucho menos, continuar preservando la naturalización y la normalización de la violencia hacia las mujeres bajo ningún contexto.

Sin embargo, resulta aún peor cuando salen de la voz de otra mujer, pues muestran claramente una absoluta falta de empatía, de solidaridad y de conciencia por entender la problemática en toda su extensión. 

Nota: Brevemente he puesto entre paréntesis una sencilla aclaración sobre cada señalamiento, pero en el transcurso de este post se intentará profundizar sobre el tema en general, así como el llamado urgente a la sororidad.

-“La discriminación siempre ha existido, tanto en hombres como en mujeres, así que todos hemos sido discriminados de alguna u otra forma, no es algo que afecte solo a las mujeres”….(Efectivamente, la discriminación se ejecuta en contra de cualquier persona o grupo vulnerable, pero en el caso de las mujeres, hay diferencias muy particulares que se explicarán a lo largo de este artículo) 

-“¿Por qué no hablar sobre la violencia que también sufren los hombres? Los discriminas al no tomarlos en cuenta, porque el trabajo que realizas solo se enfoca al tema de la violencia contra las mujeres y solo pretendes sensibilizar sobre el problema que padecen las mujeres maltratadas. Ellos también son agredidos”...(La violencia contra las mujeres nunca podrá ser comparada con la violencia ejercida contra los hombres, y más adelante se explican las razones) 

-“Las ideas feministas sobre la igualdad de sexos tienden a ser extremistas, pues los hombres y las mujeres nunca seremos IGUALES”…(Se han malentendido los conceptos de equidad e igualdad. Nadie ha dicho que la igualdad y la equidad sean lo mismo. Definitivamente, estos conceptos no se refieren a las cuestiones físicas o fisiológicas que genéticamente nos han sido otorgadas y que diferencian a un sexo de otro, el asunto de igualdad y equidad va más allá, se refieren a cuestiones de oportunidades y de derechos.)

-“Al motivar a que las mujeres conozcan y defiendan sus derechos, pones en tela de juicio los derechos que también los hombres tienen”…. (Nunca se ha insinuado o solicitado que se invaliden los derechos de los hombres, por el contrario, se desea alcanzar una cultura de equidad. La realidad indica que nos toca a las mujeres defender los nuestros para que sean reconocidos por igual y exigir que se respeten) 

-“Cuando se dice que "hay que castigar a los agresores", se escucha fuerte, ¿no sería mejor decir "aplicar las leyes"?”…(La palabra castigar no es un insulto ni una ofensa, es un reclamo, es un grito de justicia para sancionar a cualquier agresor que comete un delito al vulnerar o transgredir los derechos y libertades de una mujer. El fondo sigue siendo el mismo, aplicar las leyes significa que se castigue con todo el rigor legal,  a quien violó, mató, golpeó o secuestró. El asunto primordial es que las mujeres tengan acceso a la justicia de forma eficiente, digna, sin excepción y sin tener que someterlas a una doble victimización, lo cual es una práctica recurrente y arbitraria) 

-“Muchas mujeres que son agredidas por sus parejas deciden quedarse con ellos, a pesar de que trates de ayudarlas con información o interviniendo cuando las golpean sus maridos, y eso es problema de ellas, ¿no lo crees?”...(Para hablar de los efectos que conlleva la violencia en una relación, hay que conocer un poco sobre el problema, así como las repercusiones que una vida de maltrato y de abusos generan en una mujer, como suelen ser el síndrome de indefensión aprendida, una deficiente autoestima, entre otros. Estos efectos  resultan sumamente  preocupantes y, por consiguiente, una razón más para continuar con el trabajo de  sensibilización y visibilización sobre las causas y consecuencias que este problema genera, tanto en las mujeres como en la sociedad en general) 

-“NO todos los hombres son iguales y  si  hay maltratadores es porque las mujeres son las que permiten ser abusadas por ellos”… (Nunca se ha dicho que TODOS los hombres son maltratadores o violentos, por el contrario, hay hombres que respetan y valoran a las mujeres y es a ellos a los que siempre me refiero como “hombres conscientes”, y es precisamente a ellos, a quienes se solicita su intervención para manifestarse en contra de la violencia hacia las mujeres.) 

-“El amor y el perdón son elementos importantes en una relación, así que mientras no haya un golpe, las cosas entre una pareja pueden arreglarse dialogando”….(Es la peor aseveración que pueda hacerse con respecto a este tema, pues se basa en mitos que perpetúan la violencia contra las mujeres. El amor y el perdón son sentimientos hermosos, nadie lo niega, siempre y cuando se den en una relación sana y respetuosa. Cuando hay violencia de cualquier tipo, fomentar el amor romántico es peligroso,  y el perdón entendido como “aquí no pasó nada”, solo recicla el ciclo de violencia durante los periodos de luna de miel, recomenzando con actos más riesgosos y alarmantes para la mujer). 

Habrá quienes compartan algunas o todas las ideas expuestas anteriormente, pero hay otros que pensamos que los enunciados anteriores, son un ejemplo más de las múltiples demostraciones que cotidianamente observamos acerca de la falta de consciencia que aún hoy en día persiste hacia el tema de los derechos de las mujeres, entre ellos, el referente a una vida libre de violencia y de discriminación. 

En el fondo implican una agresión a quienes pensamos que la violencia contra las mujeres es un tema grave y específico,  y en el que toda la sociedad debe involucrarse, para lo cual, debe haber una labor de sensibilización a través de la difusión de información, con perspectiva de género, que defina, explique y alerte a la sociedad en general y que vaya dirigida tanto a mujeres como a hombres, pues la participación positiva del sexo masculino es determinante para erradicar esta lacra social. 

La apatía, la indiferencia y la indolencia son graves síntomas de inconsciencia, sin embargo, los argumentos retrógradas e insidiosos, lejos de ayudar, crean confusión, y cuando son enunciados de forma irónica por una mujer, demuestran, además, una evidente falta de sororidad.

En lo personal, respeto todas las filosofías e ideologías de los demás (como espero que las mías sean respetadas) y no pretendo que TODOS piensen como yo (pues yo tampoco estaré de acuerdo con algo que no me convence), sin embargo, hay expresiones que delatan la ignorancia de quienes así reflejan sus ideas sobre un tema vital y de gran relevancia social, con el fin de fomentar su invisibilización y de restarle importancia al problema específico de la violencia contra las mujeres. 

¿Por qué no hablo de la violencia contra los hombres? Las razones de hacer visible la violencia contra las mujeres están relacionadas, implícitamente, en cada historia, en cada noticia, en cada silencio, en cada caso que queda en la impunidad, y son tan válidas como explicar las razones de por qué tampoco hablo sobre el maltrato que cruelmente se comete contra los perros, o contra los animales de circo, o los toros de lidia o contra las vacas que sacrifican salvajemente para explotar su carne, entre otros. Esos actos también son formas de violencia contra seres vulnerables. Y no es porque carezcan de importancia, sino que al referirme exclusivamente al tema de la violencia contra las mujeres es porque adquirí un compromiso, primeramente, conmigo misma…por ser mujer, luego, por haber sido víctima de violencia, y porque durante el camino que he recorrido, he ido descubriendo que la vulnerabilidad femenina es ilimitada frente a todos los actos de violencia y abusos que se cometen día con día en contra de mujeres de todas las edades, razas y niveles socioeconómicos, desde los más sutiles hasta los más aberrantes y, además,  porque  he tenido la fortuna de encontrar a muchas otras mujeres que han depositado su confianza en esta servidora y donde la empatía es un factor primordial. 

Así, resulta imprescindible aclarar dos cosas: 

1) NINGÚN tipo de violencia es aceptable ni justificable. No es aceptable la violencia que se ejerce contra cualquier persona ni contra grupos considerados como vulnerables por su condición social, económica, ideología, preferencia sexual, edad, raza, profesión o sexo. Todas las formas de expresión de violencia que atenten contra cualquier ser vivo que habite esta Tierra (incluidos los animales “irracionales”), deben ser condenadas y castigadas (sí, vuelvo a utilizar la palabra CASTIGAR, y así será cada vez que me refiera a aquellos que cometen abusos y actos violentos en contra de otros pero, principalmente, de quien agreda de la forma que sea de una mujer). 

2) Más que aclarar que NO todos los hombres son iguales, es preferible decir que no todos los hombres son abusadores, maltratadores o violentos, ni todos tienen ideas machistas. Nunca, en ningún artículo he afirmando que TODOS LOS HOMBRES SON UNOS ABUSADORES, pero no está por demás subrayar que al hablar de machismo, misoginia, maltratadores, hombres violentos, abusivos, golpeadores y similares, NO se está generalizando ni se pretende encasillar a TODOS los hombres del mundo, sin excepción, en ese grupo. Obviamente, en el tema de los agresores, se habla de quienes son violentos, de quienes no controlan la ira y de quienes han malentendido su origen genético para aprovecharse de su papel “dominante” y que, en muchos casos, utilizan la fuerza física para controlar y someter a las mujeres. Hay muchos hombres que, aún siendo educados en una sociedad machista y bajo los estereotipos de género infundados desde la niñez -reflejados en todos los medios y entornos-, no ejercen ningún tipo de violencia. Eso queda claro. El problema está con las mayorías que malentienden y se aprovechan del papel que les ha sido asignado dentro de la sociedad, desde los orígenes de la humanidad, para abusar del mal llamado sexo débil. 

En efecto, resulta tan grave la violencia contra los hombres como la violencia que se ejerce contra las mujeres, pero… ¿por qué en la actualidad se ha hecho mayor énfasis en visibilizar la violencia contra las mujeres, así como en la urgente determinación de combatirla a través de mecanismos eficientes que garanticen la protección y la seguridad de las féminas? 

En la violencia contra la mujer, a diferencia de la violencia contra el hombre, intervienen elementos específicos que históricamente han sido aceptados y por lo tanto naturalizados. El gran número de víctimas de violencia en cualquier ámbito son mujeres y por ellos la violencia hacia las mujeres se expresa en mayor magnitud y de formas más variadas, en el hogar, en los trabajos, en las calles y en ámbitos diversos, y se expresa a través de maltratos físicos, verbales, psicológicos, o acosos laborales. Todas las mujeres hemos vivido en mayor o menor intensidad formas de violencia. Está presente en la mayoría de las sociedades, pero casi nunca es reconocida y se acepta como parte del orden establecido 

Desde mi punto de vista MUY personal, la violencia contra la mujer es manifestada hasta con un pensamiento machista típico y común de la mayoría de los hombres. Un comentario como “la mujer sólo sirve para procrear y para estar en la cocina” es una clara muestra de violencia psicológica, ya que degrada la auto estima de la mujer y la auto limita a no concebir siquiera la idea de estudiar y superarse como persona profesional. 

¿Es tan difícil que una mujer, por el simple hecho de serlo, pueda comprender la deplorable situación que gran parte de sus congéneres padecen a causa de la violencia, la discriminación, la desigualdad y el machismo? Seguramente, todas hemos padecido algún tipo de violencia en alguna ocasión por el simple hecho de ser mujeres, así que, ¿por qué plantear  señalamientos bajo una perspectiva poco favorable para el tema en sí y, sobre todo, para las mujeres en general? 

Podríamos nombrar cientos de expresiones (verbales o conductuales) donde se refleja la falta de consciencia sobre este tema específico, así como una renuencia a aceptar las causas que lo originan. Sin embargo, el problema de la violencia contra las mujeres sigue presente, como una realidad espeluznante y que parece no querer ser escuchada, a pesar de los esfuerzos que mucha gente e instituciones realizan para erradicarla. 

El primer paso: HABLAR y ESCUCHAR  
Para hablar de violencia contra las mujeres, el primer paso es HABLAR de la problemática. Nombrarla SIN tabúes, sin miedos ni frases que escondan la magnitud de esta lacra social, por el contrario, hay que hablar claro, con honestidad (lo cual debe incluir la revelación de cifras reales, implementando  mecanismos eficientes para obtenerlas) y, esencialmente,  hablar sin temor de herir susceptibilidades de nadie. Dejemos a un lado la hipocresía y los argumentos inválidos ante una realidad fehaciente, donde el dolor, la muerte y el sufrimiento son el pan de cada día para miles de mujeres, tan solo de este país. 

Cada día se buscan más espacios y formas para hacer visible este problema, pues es imprescindible abordar las implicaciones y los orígenes de la violencia de género, así como conscientizar a la sociedad en general sobre los efectos que generan los violentos contra las mujeres, muchas veces con consecuencias fatales. 

Pero para hablar, también hay que aprender a escuchar, hay que tener voluntad de abrir el pensamiento, hacer a un lado los prejuicios y las ideas arraigadas que tienden a estigmatizar, para dar espacio a la realidad, a los datos, a los conceptos y a las noticias que hablan sobre el tema. Dejemos atrás la cultura del silencio, del “no exageres, no pasa nada”, esforcémonos por eliminar los estereotipos e intentemos reeducarnos en el respeto a los derechos de los demás. No lancemos juicios sin entender la magnitud de la problemática, porque solo se crean obstáculos al pretender seguir minimizando, justificando y tolerando las agresiones manifestadas en diversas formas hacia un sector tan vulnerado como son las mujeres. 

Por eso, es necesario que hablemos, pero también que escuchemos y aceptemos que la violencia contra las mujeres es un problema grave y extendido, cuyo su origen es determinado, principalmente, por la desigualdad de los sexos (sexismo), que incluye factores de misoginia y machismo histórico y que han rodeado a las mujeres desde su nacimiento, haciendo naturales, normales e invisibles todo tipo de agresiones que terminan, cada día más, con miles de mujeres asesinadas alrededor del planeta. 

Hay que insistir, la violencia contra las mujeres es un fenómeno que está arrasando con más de la mitad de la población mundial, caracterizada por la persistencia, la extensión, la saña y la cultura que la rodea y que la hace natural a través de la discriminación, los estereotipos y el machismo. Jamás podrá ser comparada con la que se ejerce contra otros sectores. Se precisa entenderla por separado y manejarla de forma específica. 

Desigualdad, factor determinante 
La desigualdad de géneros es una realidad vivida desde los inicios de la humanidad y es la causa principal de la violencia contra las mujeres. Sin necesidad de profundizar mucho ni volverse expertos en el tema, acudamos a la memoria, a la historia misma y, con absoluta objetividad, evaluemos la posición desventajada que las mujeres han ocupado en cada época y sociedad, recordemos que la sumisión y la dependencia hacia el hombre nos han sido enseñadas y transmitidas de formas diversas, desde las primeras generaciones. 

Recordemos el camino que muchas mujeres, desde siglos atrás, han tenido que recorrer para hacer valer sus derechos y alcanzar una utópica igualdad; leamos textos y periódicos, para darnos cuenta del lugar que la mujer ha ocupado en la sociedad. No hay necesidad de investigar detalladamente, ni de analizar con esmero el trabajo que varios organismos y asociaciones especializados realizan día con día para concientizar a la sociedad de la situación que las mujeres padecen en términos generales, de la forma en que son discriminadas, violentadas, abusadas y hasta asesinadas. 

No hay que adentrarse mucho, solo superficialmente: al ver un anuncio publicitario en la televisión, donde la imagen de la mujer es cosificada constantemente; al caminar por la calle y observar cómo la mayoría de los hombres, sin importar su edad, condición social, económica o cultural, se toman el atrevimiento de acosar, lanzar miradas lascivas y abordar con “piropos” a indefensas mujeres, de la edad que sea, que salen a cumplir con sus actividades. En el trabajo ¿las condiciones son iguales?; poniendo un poco de atención a las expresiones sexistas que se dicen tan irresponsablemente y que salen de la boca de individuos (e individuas) machistas como: “Ya sabes cómo obtuvo el ascenso” (siempre refiriéndose a una connotación sexual); “Algo  le hizo al marido para que la dejara” (las mujeres siempre tienen la culpa de lo que ellos hagan); “Bueno, él es hombre, pero una mujer debe ser decente” (emplean el eterno e infalible estereotipo de que si una mujer se comporta como un hombre, entonces no vale la pena); “Cuida bien a tu marido para que no te quedes sola” (como si estar “sola” o mejor dicho, sin un sujeto al lado, fuera lo peor que podría sucederle a una mujer); “¿Para qué trabajas si tu marido te da todo lo que él puede?, mejor dedícate a tus hijos” (reduciendo el trabajo, los sueños y las capacidades de una mujer a las labores domésticas y maternales); “¿Para qué te complicas la vida con un divorcio, mejor aguántate por tus hijos. Total, él es hombre y ellos así son” (justificando la infidelidad masculina y fomentando la indignidad de la mujer)…. 

¿Cuántas veces no nos topamos con una demostración de las frases y comportamientos como los ejemplificados anteriormente?, ¿Cuántas veces, una sola mujer, enfrenta varios tipos de agresiones en 24 horas? No importa si la mujer está en su casa, en la calle o viendo la TV, siempre hay formas de agredir, desde la sutileza de una imagen que denigra a una mujer y que puede pasar desapercibida, hasta las formas más aberrantes y salvajes que pudiéramos imaginar? 

Lori Heise, Directora del Instituto Pacífico para la Salud de la Mujer, elaboró una definición alternativa que, como principales elementos destaca la fuerza y la coerción, en la que la violencia es 


“Cualquier acto de fuerza física o verbal, coerción o la privación que amenaza la vida, dirigida a una mujer o niña, que causa daño físico o psicológico, la humillación o la privación arbitraria de la libertad y que perpetúa la subordinación de la mujer”

El escollo principal para dimensionar y conocer más a fondo el problema es que las mujeres agredidas y asesi­nadas son sistemáticamente “invisibilizadas”. La invisibilidad de este problema es constante, pues gran parte de la sociedad, incluidos medios y autoridades, no se atreven a hablar del tema y, mucho menos, a involucrarse efectivamente para solucionarlo. 

Si seguimos así, fracasaremos como sociedad, y esto se refleja, principalmente, en los miles de asesinatos femeninos al año, así como en los miles de casos de violencia conocidos y un número indefinido de mujeres que la padecen y que no denuncia por motivos diversos. 

Violencia en la pareja: 
Como hemos dicho, la violencia contra las mujeres está relacionada con la desigualdad, el abuso y ejercicio del poder, de las relaciones históricamente asimétricas y eso también ocurre dentro de los hogares. Por ejemplo, las mujeres, por ser físicamente menos fuertes que los hombres, constituyen una presa más fácil. Los abusos y asesinatos contra las mujeres tienen muchas veces un componente sexual, lo que no ocurre en el caso de los hombres. Y en los casos de violencia doméstica, el hombre se aprovecha de su fuerza física para agredir a su pareja en un plano de desigualdad. 

.No obstante, la victimización femenina que se produce en el hogar, permanece oculta, invisibilizada tras la cortina de la vida privada, de la intimidad familiar, bajo el supuesto de no admitir la intromisión de ajenos. Esta forma de violencia afecta a la sociedad en general, y debe intervenir el Estado a través de sus leyes y mecanismos, para castigar a los hijos, maridos, amantes, hermanos, papás, o de quien abuse de su masculinidad para someter a las mujeres de su entorno. 



La violencia contra las mujeres en la relación de pareja es una violencia de género con todas las implicaciones que de ello se deriva. Violencia de género sistemática que abrumadoramente es iniciada por el hombre e infringida sobre la mujer. No se trata de una violencia aleatoria, aislada ni justificada y, aunque se han planteado muchas teorías para explicarla, la desigualdad genérica es la clave de cualquiera de las formas que asume el maltrato contra la mujer. 


Por eso, aunque son diversos los modelos que explican la violencia, el que mayor influencia tiene es aquel que afirma que la violencia posee un componente social, como son los estereotipos o roles de género, entendidos como guiones de conducta que sirven para limitar los comportamientos diarios tanto de hombres como de mujeres 

Tradicionalmente se han asociado unos estereotipos a los varones y otros a las mujeres. Así, se consideraba que todo ser humano nacido varón tenía que ser valeroso, inteligente, fuerte y ganar mucho dinero para mantener a su familia. Del mismo modo, toda mujer debía ser bella, débil, inocente y tener como objetivo vital el casarse y tener hijos. 

Si analizamos el proceso del maltrato o de violencia contra la mujer en una relación de pareja, podemos decir que sucede del siguiente modo: 

Ella inicia una relación con un hombre violento que ha interiorizado el rol e identidad masculina tradicional y que puede interpretar el deseo de controlar a su pareja es un signo de amor. La violencia entonces se inicia en el noviazgo y puede continuar en el matrimonio; lo que espera el hombre es ser cuidado y atendido, y la mujer siente obligación a cuidarle. A medida que la relación avanza, el hombre quiere la total sumisión de la mujer y para conseguirlo intenta aislarla de toda relación social, desvaloriza a su familia y a ella mediante toda clase de humillaciones. 

NO ESPERAR EL PRIMER GOLPE, POR ESO ES NECESARIO RECONOCER TODOS LOS TIPOS DE VIOLENCIA. 
Cuando en una pareja no hay diálogo, no hay comunicación, no existe el respeto y, por el contrario, hay signos de agresión, por muy sutiles que sean, entonces se habla de violencia. Recordemos que la violencia no solo es un golpe, por lo tanto, no hay que esperar a que eso suceda. 

Hay cosas que simplemente no deben existir en las relaciones de pareja. Son señales que nos alertan… Una de ellas es, por ejemplo, que tu novio te haga llorar. Ya sea por una mirada hiriente, por una palabra que te devalúe como persona, un comentario inadecuado frente a tus amigos o familia, infidelidades. Los celos, las actitudes de crítica, los reproches, las prohibiciones, o las amenazas, se van haciendo fuertes y notorias. Esto ya es sinónimo de una relación enferma y, la mayoría de las veces, pasa desapercibido. Y son imperceptibles porque están disfrazados de encanto y de amor romántico. 

Entonces ¿hay que esperar un golpe para darnos cuenta que la relación es dañina? NO!!! Date cuenta… antes de un golpe todo está claro desde tiempo atrás. No esperes el primer golpe para alejarte. 

Por lo general, un golpe, jalón o empujón, delatan una serie de maltratos previos, de orden emocional y psicológico, lo que significa que en esa relación hay antecedentes de violencia y abusos desde tiempo atrás. 

La violencia del hombre hacia la mujer no se reduce a la idea de agresión física. Es el uso sistemático de la agresión física y psicológica para intimidad, sojuzgar y controlar a otro ser humano. Ese carácter coercitivo y sistemático de la violencia supone que se ejerce un poder sobre el otro. 

Se incluye aquí el maltrato emocional y verbal: comentarios degradantes e insultos, comentarios sobre la falta de atractivo, la inferioridad y la incompetencia, la crítica y desaprobación continua, la humillación, las amenazas de emplear la violencia física o incluso de muerte dirigidas contra la mujer o contra los hijos, la destrucción de objetos de valor sentimental para la mujer, el maltrato a los animales ... Todos ellos se configuran asimismo como elementos que predicen de manera contundente la posibilidad de una inevitable violencia física directa. 

Lo anterior permite diferenciar el tipo de conducta agresiva del hombre hacia la mujer frente a las agresiones que se producen en sentido contrario. También incorpora formas de abuso emocional o psicológico, porque estas conductas implican estrategias de coerción sobre el comportamiento de la mujer. Y, finalmente, se refiere a un patrón de conducta que se desenvuelve a lo largo del tiempo, dentro de una relación que se extiende y empeora a través de la convivencia. 

La violencia siempre se incrementa, si hoy permitimos un insulto o un jalón, más tarde será una golpiza que no podremos detener (y mucho menos podremos defendernos), llevándonos a una espiral interminable de agresiones que acabarán con nuestra dignidad e integridad emocional, o como sucede en muchos casos, con el final de nuestras vidas. Por eso, es importante que las mujeres se informen sobre los tipos de violencia que existen (desde la etapa de noviazgo), y aprendan a identificar las señales, que muchas veces se encubren bajo el nombre del “amor”, y nunca jamás esperar la primera agresión física. 


No son válidas las justificaciones o las negaciones, es importante mantenerse alertas para reconocer las señales que nos avisan que estamos ante el peligro de una relación destructiva. 

Una vez que la violencia se ha hecho presente a través de palabras, celos enfermizos, controles, prohibiciones, amenazas o similares, las mujeres no deben esperar a que haya un diálogo con el agresor para solucionar su problema, ni tampoco esperar un cambio del agresor, a pesar de las promesas que él haga, porque difícilmente sucederá. Lo aconsejable es romper con el ciclo de violencia que la mayoría de las veces se instala como una forma de convivencia, llevándonos a consecuencias fatales. Cuando hay violencia de cualquier tipo, hay que romper el ciclo a partir de las primeras señales. 

Cuando hay violencia, no se soluciona con un diálogo, hay que tomar medidas. La violencia de género deja secuelas en las mujeres que la sufren: ansiedad, angustia, estrés crónico, mareos, alteraciones gastrointestinales, problemas urinarios, depresión y baja autoestima. De ahí la importancia de los servicios e instituciones que colaboran para que las víctimas puedan recuperarse y reintegrarse con normalidad en la sociedad. 

Debemos hablar y denunciar ante a los organismos especializados o ante familiares, amigas, padres, hermanos, compañeros de trabajo. Debemos sacar a la luz todo lo que nos incomode y nos haga sospechar que somos víctimas de algún tipo de violencia… seguramente, alguien nos dirá: sal de ahí lo más rápido que puedas, antes de que sea demasiado tarde. 

CASTIGAR a los agresores es una señal de justicia 
¿Qué significa o qué implicaciones tiene cuando se menciona que los agresores deben ser sancionados y castigados por los abusos que, finalmente, son delitos y que cometen contra las mujeres?. La pregunta la pongo a consideración, sin olvidar que cuando se menciona la palabra CASTIGO o alguno sus sinónimos, se refiere a la acción de la justicia por parte de las autoridades, la de las leyes establecidas en códigos y tratados, con todas sus implicaciones y con todos los mecanismos a su disposición con el fin de sancionar, corregir o penalizar a quien comete un delito. 

Según el diccionario RAE, CASTIGAR significa “Ejecutar algún castigo en un culpado. Corregir con rigor a quien ha errado”. 


¿Es fuerte exigir castigo para un asesino?, ¿es un ofensa para la sociedad o un grito de justicia para quienes han sido víctimas de cualquier tipo de agresiones?, ¿Acaso se debería implorar por el perdón para quien golpea, viola, asesina, mutila, secuestra o desvaloriza a una mujer?, ¿No es un derecho de todos y de todas tener acceso a la justicia y, por lo tanto, exigir el reparo del daño y el castigo para quien viola las leyes?...¿o debemos seguir ignorando y marginando a las víctimas? 

¿En verdad las mujeres que han sufrido cualquier tipo de violencia por parte de sus agresores deben usar términos dulces y cariñosos para exigir ante la ley, como uno de sus derechos fundamentales, la sanción, el castigo o la aplicación de las leyes con todo su peso y rigor?. ¿No es mejor hablar con los términos adecuados?. 

EXIGIR JUSTICIA, o CASTIGO PARA LOS AGRESORES….no son, de ninguna manera y bajo ninguna circunstancia, palabras ofensivas ni denigrantes, son palabras adecuadas que deben usarse sin temor, pues haber vivido bajo el yugo de insultos, golpes, malos tratos o violaciones no se comparan con la simpe expresión de: “Exijo justicia para que el agresor sea castigado”. 
Y para que las mujeres accedan a la justicia, es necesario que las autoridades realicen su trabajo. 

También es necesario hablar de educación y de valores, pero se debe comenzar por inculcárselos a los machos que agreden mujeres y castigarlos severamente cuando sea necesario. No olvidemos que un feminicidio es el último eslabón de una cadena de ofensas, que implica abusos verbales y físicos; además de la violación, tortura, esclavitud sexual, abuso sexual infantil, incestuoso o extra-familiar; golpizas físicas y emocionales y mutilaciones. ¿No deberían ser castigados por la ley quienes cometen ese tipo de atrocidades? 

Es importante que los varones sean conscientes que sentir celos extremos, controlar, insultar, amenazar o incluso pegar a su pareja no es en modo alguno señal de que se la quiera más ni una manera saludable o ética de establecer relaciones afectivas. 

Igualmente es necesario que las mujeres sean conscientes de que el maltrato no es tolerable en una relación de pareja, aunque haya problemas o conflictos que resolver. Es sumamente arriesgado creer que el maltratador es violento debido a que está pasando una mala racha y que va a cambiar porque está arrepentido. Son muchos los maltratadores que vuelven a ser violentos, y cada vez lo son de forma más peligrosa, llegando incluso a asesinar a su pareja. 

En síntesis, la violencia se produce en una sociedad desigual y se funda en la creencia de que las mujeres valen menos que los hombres, y ése es un tema que, además de ser preocupante, nos debe llevar a la reflexión….a una reflexión urgente y con ánimo de erradicar los abusos, la discriminación, la violencia y los feminicidios. Por lo tanto...


Este es un llamado a la SORORIDAD,  un pacto entre mujeres. 



En los últimos años, organismos internacionales, de la sociedad civil, activistas y defensores de los derechos humanos, han realizado un llamamiento a mujeres, hombres y a la sociedad en general para comprometernos en un pacto dirigido a transformar el mundo y a modificar radicalmente los lazos que nos unen que conlleven a la erradicación de lo que no queremos y a trabajar para lograr cambios positivos, donde los derechos humanos de todos, sean respetados y reconocidos por igual. 


Igualdad, paz, libertad, solidaridad y justicia son 5 valores que deben estar presentes en todo ser humano. Constituyen un derecho y debemos exigir que sean reconocidos sin excepción. Las mujeres, en todas las épocas de la historia, se han esforzado por conseguir que esos derechos sean plenamente reconocidos y para lograrlo han sumado fuerzas, uniéndose de formas diversas. Así nació el movimiento del FEMINISMO. 

El feminismo, muchas veces satanizado por algunos sectores, en términos generales se refiere a la toma de conciencia de las mujeres como grupo, que surge de la opresión, dominación, y explotación de que han sido y son objeto por parte del colectivo de varones en el seno del patriarcado, lo cual las mueve a la acción para la liberación de su sexo con todas las transformaciones que la sociedad requiera.   

Desde el feminismo se ha creado la concepción de igualdad entre mujeres y hombres, cuyos lineamientos van más allá de lo que muchos creen, pero que principalmente plantea ir a la raíz de aquello que nos coloca en desventaja, que nos daña, que lesiona una forma digna de vida. Proclama la condición humana de las mujeres. Esta humanidad no es reconocida en muchas partes del mundo o se reconoce parcialmente o sólo si está en función del desarrollo de otras personas o para producir una mejor ciudadanía. 

Entonces, ¿qué es sororidad? 
La palabra sororidad se deriva de la hermandad entre mujeres. Al percibirse como iguales, pueden aliarse, compartir y, sobre todo, cambiar su realidad debido a que todas, de diversas maneras, hemos experimentado la opresión. 

La sororidad está basada en una relación de amistad, pues en las amigas las mujeres encontramos a una mujer de la cual aprendemos y a la que también podemos enseñar, es decir, a una persona a quien se acompaña y con quien se construye. 

Habla también de que en esta relación, unas son el espejo de las otras, lo que permite a las mujeres reconocerse “a través de la mirada y la escucha, de la crítica y el afecto, de la creación, de la experiencia” de otras mujeres. Por ello, afirma que en la sororidad se encuentra la posibilidad de eliminar la idea de enemistad histórica entre mujeres. 

Sororidad se refiere a una nueva experiencia práctica, intelectual y política, entre mujeres y que pretende materializarse en acciones específicas.  De esta forma, el feminismo propone que este concepto vaya más allá de la solidaridad. La diferencia radica en que la solidaridad tiene que ver con un intercambio que mantiene las condiciones como están; mientras que la sororidad, tiene implícita la modificación de las relaciones entre mujeres. 

En resumidas cuentas, la sororidad se traduce en hermandad, confianza, fidelidad, apoyo y reconocimiento entre mujeres para construir un mundo diferente; percatarse que desde tiempos antiguos hay mujeres que trabajan para lograr relaciones sociales favorables para ellas y para nosotras, recordando siempre que todas somos diversas y diferentes. 

La sororidad es posible, siempre y cuando mantengamos lazos fuertes y convicciones firmes para cambiar la realidad que hemos vivido por siglos. 

Luchar por la erradicación de estereotipos, de la discriminación y de la violencia, requiere de la participación de todas y de todos, principalmente de nosotras… las mujeres. 

Juntar esfuerzos y vencer obstáculos, crear redes que nos permitan acercarnos de forma física o virtual para asegurarnos de que, a pesar de las distancias, de las ideologías, de los idiomas y de cualquier otra barrera, nos mantenemos unidas, alertas y dispuestas a levantar la voz cada vez que una mujer de cualquier rincón del mundo sea abusada, violentada, maltratada o vulnerada en cualquiera de sus derechos. 

No es una guerra entre sexos
No se trata de organizar una guerra entre sexos, ni mucho menos entre nosotras mismas, más bien es una lucha por crear consciencia social a partir de la opresión femenina que históricamente hemos padecido como género. La sororidad se basa en una serie de características indispensables, como la empatía, la solidaridad, la constancia, la búsqueda de información que permitan establecer una serie de mecanismos que a la postre, podrían producir otras alianzas, no para pelear contra el sexo masculino, sino para unir esfuerzos, crear lazos de comunicación e implementar nuevas reglas y estructuras sociales que sirvan para romper con los roles históricamente asignados y que tanto daño han causado. 

MUJERES, hoy deseo invitarlas a la reflexión. Comencemos a mentalizarnos como un grupo, tomemos el concepto de sororidad como estandarte, y usémosla como parte de nuestro vocabulario, practicándola en nuestras acciones diarias. 

Siempre subrayaremos, enfatizaremos e insistiremos acerca de la importancia y la urgencia de concientizarnos sobre la espeluznante y grave realidad que miles de mujeres padecen a causa de la violencia en todas sus manifestaciones, porque la violencia contra las mujeres es universal en tiempo y espacio...en el tiempo porque ha estado (y sigue estando presente), encabezando las causas de defunción en las mujeres, y en el espacio porque se infiltra en todas las sociedades, cualquiera que sea su grado de desarrollo. 

OTROS CONCEPTOS FUNDAMENTALES PARA LAS MUJERES: 
Empatía 
La empatía es el esfuerzo que realizamos para reconocer y comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado. 

Empoderamiento 
Es un proceso por medio del cual las mujeres transitan de cualquier situación de opresión, desigualdad, discriminación, explotación o exclusión a un estadio de conciencia, autodeterminación y autonomía, el cual se manifiesta en el ejercicio del poder democrático que emana del goce pleno de sus derechos y libertades. 

El empoderamiento implica: 
La toma de conciencia sobre su subordinación y la toma de confianza en sí mismas. 
La autonomía para decidir sobre sus vidas. 
La movilización para identificar sus intereses y transformas sus relaciones, estructuras e instituciones que les limitan y perpetúan su situación de subordinación. 


Ha de quedar muy claro, que esta manera de empoderamiento, no conlleva la dominación de los otros, sino la adquisición de recursos, conciencia y habilidades para acabar con la situación injusta que vivimos las mujeres en todo el mundo, y formar parte de la sociedad como ciudadanas de pleno derecho, en igualdad real de condiciones. 

Perspectiva de género 
Es una visión científica, analítica y política sobre las mujeres y los hombres. Se propone eliminar las causas de la opresión de género como la desigualdad, la injusticia y la jerarquización de las personas basada en el género. Promueve la igualdad entre los géneros a través de la equidad, el adelanto y el bienestar de las mujeres; contribuye a construir una sociedad en donde las mujeres y los hombres tengan el mismo valor, la igualdad de derechos y oportunidades para acceder a los recursos económicos y a la representación política y social en los ámbitos de toma de decisiones. 

La “perspectiva de género” implica: 

a) reconocer las relaciones de poder que se dan entre los géneros, en general favorables a los varones como grupo social y discriminatorio para las mujeres; 
b) que dichas relaciones han sido constituidas social e históricamente y son constitutivas de las personas; 
c) que las mismas atraviesan todo el entramado social y se articulan con otras relaciones sociales, como las de clase, etnia, edad, preferencia sexual y religión. 

La mirada de género no está supeditada a que la adopten las mujeres ni está dirigida exclusivamente a ellas.  Una perspectiva de género desde la educación abarca varios ámbitos, desde el diseño de libros de texto y programas no sexistas hasta desarrollo de políticas de igualdad de trato y oportunidades entre maestros y maestras. Así como en el ámbito laboral es importante suprimir la discriminación que afecta a la población femenina, en el terreno educativo es crucial eliminar las representaciones, imágenes y discursos que reafirman los estereotipos de género. 

Lo más importante es que una perspectiva de género impacta a mujeres y a hombres, y beneficia al conjunto de la sociedad, al levantar obstáculos y discriminaciones, al establecer condiciones más equitativas para la participación de la mitad de la sociedad y al relevar a los hombres de muchos supuestos de género que son también implican un peso para los varones. 

Equidad e igualdad 
El concepto de igualdad de género parte de idea de que todas y todos somos iguales en todos los aspectos: políticos, económicos, sociales, educativos, y que por ende, tenemos los mismos derechos. El problema aquí es que se parte del hecho de que todas y todos tenemos las mismas oportunidades, hecho que no es cierto porque éstas dependen del contexto social, económico, étnico, político y cultural de cada persona. 

Por igualdad de género se entiende una situación en la que mujeres y hombres tienen las mismas posibilidades, u oportunidades en la vida, de acceder a recursos y bienes valiosos desde el punto de vista social, y de controlarlos. El objetivo no es tanto que mujeres y hombres sean iguales, sino conseguir que unos y otros tengan las mismas oportunidades en la vida. 

La equidad de género trata de empatar las oportunidades existentes para que sean accesibles de manera justa para ambos géneros. 

COLOFÓN: 
En lo personal, no espero justificar ante nadie el trabajo que intento realizar diariamente, y que solo es una pequeña contribución a una gran causa representada por una legendaria e interminable lucha: dignificar el papel de las mujeres en una sociedad machista. 

Así, mi labor se traduce en cooperar para hacer visibles todos los tipos de abusos, violencia, malos tratos y discriminación que, por siglos, las mujeres hemos venido aceptando como “naturales”, tanto en ámbitos públicos, pero principalmente dentro del hogar. 

Cuento con una larga experiencia personal que adquirí al vivir en carne propia los abusos y controles que caracterizan a la violencia emocional, psicológica y económica. Desde mi humilde trinchera, mi convicción y mi voluntad participativa hacia esta causa me han llevado a escribir en dos blogs, crear una página web con enlaces de ayuda, escribir y publicar un libro, constituir una asociación civil enfocada a brindar ayuda y alertar a las MUJERES, difundir y compartir información a través de talleres y folletos con el fin de sensibilizar a mujeres de todas las edades y planear pláticas dirigidas a mujeres sin acceso a computadora. Además, como parte de un proceso de capacitación y superación personal, actualmente tomo un curso en un programa de formación permanente como Mediadora Social en Prevención de Malos Tratos y Violencia de Género, con la idea de ofrecer un servicio efectivo a las mujeres que lo requieran a través de la Asociación, entre otras cosas. 

Mi compromiso, como el de muchas otras personas, consiste en crear consciencia y sensibilización acerca de la grave problemática de la violencia contra las mujeres, y nunca podrá ser comparado con la ardua labor que han realizado y continúan efectuado miles de activistas y defensoras de los derechos de las mujeres. Gracias al esfuerzo que ellos han desarrollado a través de los años, así como a la valentía de mujeres que cada vez más se atreven a hablar, hoy en día la violencia contra la mujer se ha reconocido como un problema a escala mundial y como un grave obstáculo para el desarrollo y la paz. 


MUJER: 

Las cifras de la violencia contra las mujeres son escalofriantes. Cada año más mujeres mueren en todo el mundo, principalmente a manos de  sus parejas o ex-parejas. Esta violencia incluye vejaciones, violaciones, estrangulamientos, disparos con arma de fuego, puñaladas, golpes, etc. 

Para acabar con el problema de violencia que sufren las mujeres hacen falta muchas cosas: un cambio de cultura, de educación, trabajo institucional, políticas públicas, propaganda en pro de los derechos de las mujeres, entre otros esfuerzos más; pero para empezar, es necesario que las mujeres nos unamos en una sola voz, que nuestro estandarte sea una bandera de empatía, solidaridad y consciencia sobre la situación que las mujeres, en general, hemos vivido y seguimos padeciendo en todos los rincones del mundo. 

No deja de ser importante la educación constante a las mujeres para que estén conscientes de su dignidad y valor individual y sepan que hay leyes en las que pueden ampararse en caso de que sus derechos se vean violentados. 

Las mujeres, víctimas o no de violencia, debemos unirnos en un frente común y luchar por acabar con esta lacra social que afecta a miles y miles de mujeres de este país y de otras fronteras. Aliarnos desde el corazón para hacer valer nuestros derechos, para defender nuestra dignidad y avanzar juntas hacia un horizonte de equidad social. 


Fuentes: