Después del anuncio de cierre de los centros educativos en varias ciudades españolas para prevenir el contagio de coronavirus, se profundiza una crisis social y de cuidados que afecta especialmente a las familias trabajadoras.
La propagación del coronavirus en Italia y España ha desatado una emergencia de los cuidados que afecta especialmente a la clase trabajadora y a las personas con trabajos más precarios. El cruce de género y clase hacer recaer las consecuencias de esta crisis en las familias trabajadoras, y, especialmente, entre las mujeres.
Si los niños no van a la escuela, ¿quién los va a cuidar? En los barrios más ricos de Madrid, como Salamanca o Pozuelo de Alarcón, esto no genera demasiados problemas. La canguro trabajará más horas (con lo poco que gana, seguro que acepta quedarse) o será la empleada del hogar interna la que, además de limpiar la casa y cocinar, tenga a su cargo a los niños. Pero ¿quién los cuidará en los hogares de los barrios populares? Cuando ambos padres trabajan, el recurso más habitual de las familias suelen ser los abuelos, pero el Virus COVID-19 afecta más letalmente a las personas mayores, por lo que las consecuencias pueden ser graves si alguno de los niños ya está contagiado.
Las autoridades han anunciado el cierre de colegios e institutos en las localidades más afectadas, pero no se han establecido licencias laborales manteniendo el salario para todas las personas que tengan menores a su cargo. Desde el gobierno han sugerido que se promueva el “teletrabajo”, pero se deja esta decisión a criterio de cada empresa. Por otra parte, la mayoría de los trabajos no se pueden trasladar al hogar. ¿Quién va a cuidar a los hijos de las trabajadoras y trabajadores de la hostelería, de los grandes almacenes, las empresas de logística, el transporte, las fábricas o la limpieza? ¿Con quién van a dejar a sus hijos las cajeras del supermercado o esas empleadas del hogar que trabajan cuidando? ¿Y cuando empiece a haber más casos de personas mayores enfermas, quién los va a cuidar?
Ante la posibilidad -cada vez más cercana- de un colapso del sistema de sanidad pública (preparada durante años por recortes, privatizaciones y la falta de contratos de personal) desde el Estado se toman medidas que terminan cargando la crisis del coronavirus en las familias, como si la salud de la mayoría de la población fuera un asunto privado que dependiera de la «responsabilidad individual».
Y esta crisis, como sabemos, afectará especialmente a las mujeres trabajadoras. Aunque la tasa de empleo femenina en el Estado español sigue estando por detrás de la media europea, ha aumentado en los últimos años, alcanzando el 61%. Es decir, que seis de cada 10 mujeres en edad de trabajar (entre los 16 y los 64 años) está ocupada, mientras que la tasa de empleo masculino alcanza un 71.5%. Esto significa que, en la mayoría de los hogares formados por dos progenitores, ambos trabajan, aunque las mujeres son mayoría entre las personas con jornada a tiempo parcial (3 de cada 4).
Este último dato es clave, porque muestra la estrecha relación que existe entre precariedad laboral y cuidados feminizados. Entre las personas asalariadas que no trabaja a tiempo completo debido a la necesidad de cuidar a otras personas (niños, enfermos, personas mayores o dependientes), el 94,74% son mujeres. Y ante la decisión de quién falta al trabajo para cuidar a los niños, la elección suele recaer en ellas, que ya tienen una jornada parcial para encargarse de estas tareas.
Si consideramos además que la tasa de pobreza en hogares con niños donde trabajan los dos progenitores es del 7%, y que la tasa de temporalidad en el empleo roza el 30%, podemos prever también las consecuencias que esta crisis puede tener para la clase trabajadora.
Si faltar al trabajo para cuidar de los niños o los enfermos no está garantizado con licencias pagas y obligatorias, y, al mismo tiempo, la crisis del coronavirus golpea la economía provocando la caída en las ganancias empresarias, los despidos masivos no se harán esperar. Esto será especialmente grave para aquellas personas que tienen los trabajos más precarios, que combinan temporalidad y parcialidad, un segmento donde el porcentaje de mujeres duplica al de los hombres. (Informe: “Mujeres en el mercado de trabajo, mujeres pensionistas y mujeres migrantes en el siglo XXI”.
A su vez, hay que considerar la situación de miles de trabajadoras del hogar y cuidadoras, en su mayoría mujeres e inmigrantes. ¿Quién garantiza su salud y que no estén expuestas al contagio, por estar cuidando a personas enfermas? ¿Quién garantiza sus derechos laborales, cuando son las más precarias entre las precarias? En su caso, además, las redes de apoyo familiares suelen faltar, porque han quedado en los países de orígen, y son muchas las que encabezan hogares monoparentales.
En los próximos días se multiplicarán los contagios y comenzarán a sentirse los efectos recesivos en la economía. Por eso, junto con licencias sin descuentos salariales para todas las personas con menores a su cargo, otra medida necesaria y urgente es la prohibición total de despidos durante el período que dure esta crisis. También hay que poner todos los recursos de la sanidad privada al servicio de la población. Se trata de una crisis de magnitud, sus ganancias no pueden estar por encima de nuestras vidas.Tenemos que exigir una serie de medidas para que las consecuencias del coronavirus y la crisis económica no las paguen la clase trabajadora, con las mujeres, las migrantes y la juventud como sus eslabones más débiles.
En Patriarcado y capitalismo (Akal, 2019), que escribimos con Cynthia Burgueño, señalamos:
“La crisis del llamado Estado de bienestar en Europa ha llevado a un emplazamiento de las cargas sociales del Estado hacia los hogares. Los capitalistas descargan las sucesivas crisis económicas sobre las familias a través de recortes y privatizaciones; el desmantelamiento de los sistemas públicos de protección y servicios sociales primordiales como la educación infantil o las residencias para personas dependientes. Esta situación, que varía entre los diferentes países, siendo en Alemania, Italia y el Estado español de las más críticas, provoca mayor pobreza en los hogares y sufrimientos para las mujeres dedicadas 24 horas a los cuidados de larga duración”. La epidemia de coronavirus ha agravado esta crisis de los cuidados, exponiendo a los sectores más vulnerables. El virus es el detonante, pero el capitalismo patriarcal es el enfermo.
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