Luz, una joven trans acusada de homicidio sin ninguna prueba en su contra. En una habitación del Hotel Gondolin, donde cumple prisión domiciliaria, recibió la visita de Higui, lesbiana criminalizada por defenderse de una violación correctiva. La justicia patriarcal interrumpió sus vidas y las criminalizó. Agradecidas por el acompañamiento de tanta gente que las defiende nos cuentan sus historias y sueños por cumplir.
Luz: Una víctima de la justicia transodiante
Luz Aimeé Díaz es una joven trans de 22 años que pasó ocho meses presa. Está acusada por «privación de la libertad con robo a tentativa de homicidio triplemente agravado.» Ahora se encuentra con prisión domiciliaria. No hay ninguna prueba en su contra, solo la acusan por haber estado en el lugar donde se cometió un crimen. Otra historia más que refleja cómo la justicia estigmatiza y persigue al colectivo travestis trans.
Luz ejerce el trabajo sexual desde los 13 años. En 2017 con 20 años se despidió de su Salta natal, viajó a Buenos Aires donde comenzó a estudiar en el Bachillerato Popular Trans Mocha Celis y se instaló en el Hotel Gondolin del barrio de Villa Crespo. Como muchas travestis y trans vivió situaciones de extrema violencia: fue atacada en tres oportunidades distintas mientras trabajaba y en cada uno de esos momentos estuvo en riesgo su vida. Perdió la visión de un ojo en su totalidad, solo ve parcialmente del derecho y sufre de cataratas. Todos esos ataques de transodio quedaron impunes.
“El viernes 23 de junio de 2018 estaba trabajando por la calle Godoy Cruz en Palermo, se me acercaron dos chicos y me pidieron un servicio sexual en un departamento, fui confiada. En ningún momento vi a nadie en ese lugar, sólo estaban estos dos tipos. Terminé mi trabajo, me fui y no los vi más. El 19 de agosto a las dos de la mañana, estaba en la esquina de Oro y Godoy Cruz, trabajando, bajaron cuatro policías de la Federal de una camioneta cualquiera y me preguntaron mis datos”, cuenta Luz desde una de las habitaciones del Gondolin.
“Me revisaron y me dijeron que estaba denunciada, me subieron a la trafic, me hacían preguntas incoherentes, me decían ‘¿cuánto me cobras un servicio?’, me verdugueaban, me dijeron que tenían un video donde yo estaba entrando a un domicilio, me dijeron la calle y me acordé de ese día que había estado con esos dos tipos. Los policías me preguntaron qué pasó ese día y les digo si yo supiera que pasó algo no estaría caminando por acá tan cerca. Y ahí me cuentan que estaba denunciada por ser cómplice de un intento de homicidio, robo agravado y privación de la libertad. Le dije a los policías que yo solo les hice un servicio a esos tipos, pero no los conocía, ni tampoco sabía que eran chorros y que me estaban culpando sin tener pruebas. Y ahí ya me llevaron presa.»
Luz estuvo en un departamento donde minutos antes, esos dos sujetos habían atacado brutalmente al hombre que vivía allí, dejándolo maniatado e inconsciente en una habitación. Cinco días después, una hermana encontró la casa revuelta y al hombre tirado en el piso, aún atado de manos amordazado e inconsciente. La fiscalía nunca investigó ni identificó a los dos hombres, solo acusó a Luz sin pruebas. Una muestra más de cómo la justicia patriarcal, criminaliza a las travestis y trans de bajos recursos que sobreviven con el trabajo sexual, desconociendo las violencias que atraviesan. La expectativa de vida de las travestis y trans como Luz, expuestas a situaciones de vulnerabilidad extrema y exclusión social, no supera los 40 años. De tener que cumplir una larga condena por el delito que se la acusa su salud se agravaría aún más.
Durante ocho meses la Justicia se negó a aceptar su discapacidad en la visión y a otorgarle el beneficio de esperar el juicio en libertad, tal como le corresponde por el inciso C del artículo 32 de la ley ejecución de la pena privativa de la libertad (ley 24.660) que ordena otorgar el beneficio en caso de que la permanencia en la cárcel de la persona discapacitada sea inadecuada por su condición y/o reciba un trato indigno, inhumano o cruel. Y eso le pasó a Luz: durante el tiempo que pasó en la cárcel su estado de salud empeoró, y además padeció la violencia del Sistema Penitenciario Bonaerense, que es especialmente cruel con las travestis y trans. Recién en abril del año pasado gracias al trabajo incansable de su abogada defensora Luciana Sánchez, con la asesoría jurídica de Lara Bertolini, consiguieron que Luz espere el juicio con prisión domiciliaria.
El 20 de febrero comenzará el juicio de Luz que tendrá lugar en el Tribunal Oral en los Criminal y Correccional Nro. 8 de Capital Federal. Luz no está sola, la contienen sus compañerxs del Bachillerato Popular Trans Mocha Celis, del Hotel Gondolin y amigxs que integran la Campaña “Absolución para Luz”, que día a día difunden su historia para que ella pueda recuperar su vida y su libertad.
Higui: Por sobrevivir a una violación en manada, la justicia la castiga
Ser lesbiana, chonga, pobre, con un cuerpo no hegemónico y vivir en un barrio donde hay hombres que quieren violarte o matarte o las dos cosas juntas, en ese mismo orden, pero antes de eso te queman la casa, te roban y te apuñalan. Violencias. Una cadena infinita de opresiones.
“Cuando esos tipos me atacaron me defendí porque sentía que cada vez eran más fuertes los golpes y dije acá me matan. Sentí mucho miedo, quería sobrevivir y reaccioné. Estoy acostumbrada a reaccionar a las acciones violentas contra mí o mis seres queridos, desde los 9 años cuando la defendí a mi mamá de un tipo. Ese día dije nunca más voy a dejar que me lastimen a mí, a mi familia o a mis amigues”, recuerda Analía Eva de Jesús, conocida como Higui.
Higui vivía en el barrio Lomas de Mariló que pertenece a Bella Vista, partido de San Miguel, cuando sucedieron los hechos que relata. Durante años, un grupo de hombres de ese lugar la acosó y persiguió y tuvo que mudarse, cada tanto volvía a visitar a su familia y amigxs. Tuvo que escapar para sobrevivir, como lo hizo a los 15 años cuando se fue de su casa porque su cuerpo ya no podía resistir más las violaciones de su padrastro. Los ataques lesbofóbicos de los hombres que la hostigaban nunca pararon, Higui recuerda: “El barrio para mí era como una jungla, siempre tratando de sobrevivir, a Lomas de Mariló fui a vivir a los 21 años, le cuidaba la casa a la Tati, mi hermana. Siempre nos molestaban, era una tortura. Cuando estaba con una novia en la parada esperando el colectivo me tiraban piedras, me decían ‘andate de acá, lesbiana de mierda, ya te dijimos que te vayas, que hacés acá’.
El domingo 16 de octubre de 2016 Higui fue de visita al barrio. Ese día, los mismos tipos la golpearon e intentaron violarla. «Te voy a hacer sentir mujer, forra lesbiana» le dijo Cristian Rubén Espósito. Defenderse o ser violada, esas eran las alternativas que tenía Higui. Optó por la primera, se defendió con su herramienta de jardinera y terminó matando a uno de los agresores. Sobrevivió al ataque y terminó presa. La Justicia la castigó por sobrevivir, por defenderse de lo que se llama una violación correctiva, un castigo para disciplinar su condición de lesbiana, y ahora está acusada de homicidio. La causa presenta irregularidades en la investigación, no se investigó la ropa y los golpes que recibió Higui ni se tuvo en cuenta su relato de los hechos.
“Si yo no hacía nada me mataban, cuando los cruzaba a esos tipos por el barrio me decían ‘te vamos a llevar para el campo’ y por eso me tuve que ir, aunque no quería porque estaban mis sobrinos y temía por ellos. Cuando me prendieron fuego la casa, cuando me dieron tres punzadas en la espalda, mi mamá decía que haga la denuncia, pero no la hicimos porque si ellos se enteraban que nosotras los denunciamos me iban a ir a buscar y no solo a mí, sino, también a mis hermanas, a mi mamá. Era muy jodido vivir ahí. Volví por mis sobrinos porque estaba muy triste no sabía qué hacer, cómo seguir. Cada vez me amenazaban más, esto ya venía desde hace mucho tiempo. Y creo que nosotras también tenemos derecho a defendernos, ellos nos prenden fuego, nos violan, nos torturan y tenemos derecho a defendernos.”
Cuando Gabriela Conder y Eduardo Soarez – abogadxs integrantxs de la Asociación Gremial de Abogadas y Abogados – asumieron la defensa de Higui, el fiscal a cargo estaba por cerrar la causa que solo tenía declaraciones de familiares y de amigos de Cristian Espósito que estuvieron cuando sucedieron los hechos. Rápidamente Conder consiguió sumar testimonios de personas que vivían en el barrio, que conocían lo que había pasado y sabían del constante hostigamiento que sufría Higui de parte de esos hombres.
Después de pasar siete meses en la cárcel, en junio de 2017 la Cámara de Apelaciones de San Martín, le concedió a Higui la excarcelación extraordinaria. Ahora espera en libertad el juicio oral que será en agosto sin fecha confirmada aún. Higui al igual que Luz está acompañada, su caso se convirtió en un emblema de lucha en las calles.
Criminalizadas por la justicia patriarcal
“Cuando veo tanta gente pidiendo por mi absolución me siento segura, pero también me da vergüenza. Nunca me imaginé todo esto. Porque si yo hubiese hecho algo, me hago cargo pero así, aguantándome todo lo de la Justicia… porque hay mucha gente de mi pueblo que no me conocía y ahora con esto todos me conocen. Y por esto que pasó. Me da vergüenza”, dice Luz Aimé Díaz. Higui la abraza y sonríe. Ninguna conocía la historia de la otra pero celebran ese encuentro porque tienen una causa en común, las hermana la lucha contra la Justicia que las criminalizó.
“Las chicas trans travestis son como mis hermanas. Yo tengo a mi hermana travesti y sé cómo las trató siempre la policía en la calle, como las golpean y les hacen cosas. Mi hermana tuvo que trabajar en la calle porque nadie le daba una oportunidad y así todo fue difícil para ella, como para Luz. Por eso aguanten las travestis, yo las banco siempre. Y Luz ya es mi amiga, la quiero. Y estamos en la misma”, afirma Higui y sueña con el día después, si la Justicia no la condena solo por defenderse: “Cuando termine todo esto y consiga definitivamente la libertad, me gustaría poner un merendero en mi barrio. Quiero ver a los pibes con una comidita piola y caliente en las pancitas. Quiero darles un refugio para charlar, atenderlos. Abrirle las puertas a sus madres para que los comprendan. Yo no quiero que los chicos de mi barrio terminen drogándose o prostituyéndose. No quiero más eso para los pibes y las pibas. Quiero empezar al menos por mi barrio. Hay que enseñarles cómo defenderse en la calle de la policía, que conozcan sus derechos”.
Yo me siento más sabia. Como que ahora entiendo más las cosas. Más allá de la libertad que me dieron las pibas, me dieron una re sabiduría. Se me abrió la cabeza. Antes era muy inocente, ahora ya no. Ojalá a Luz y a mí nos dejen cumplir nuestros sueños, porque todas tenemos derechos a tener sueños y cumplirlos, nosotras también”.
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