Por N&A
Actualmente, el feminismo se manifiesta a través de diversas tendencias políticas en nuestras sociedades. Algunas de ellas se complementan entre sí; otras, a pesar de compartir ciertos análisis e incluso acciones en las luchas contra los patriarcados, conforman contradicciones insuperables mediante la conciliación. El feminismo neoliberal es, por ejemplo, irreconciliable con el feminismo libertario, pues a pesar de que comparten visiones acerca del machismo —fundamentalmente de las relaciones interpersonales y en la noción de construcción histórica y social de los géneros—, en el terreno político consolidan modos que se enfrentan. Un ejemplo práctico de tal conflicto es la agresión física que propinó una carabinera a María Paz Cajas, de 34 años, acaecida el día jueves 26 de mayo de 2016, durante el estado de sitio que el gobierno de Bachelet organizó contra todo aquel que pareciera estudiante. Producto de un golpe en la vagina que le diera una carabinera, María Paz sufrió una hemorragia que la autoridad médica del Hospital San Juan de Dios, diagnosticó como un síntoma de aborto. Cinco semanas de embarazo tenía María Paz, lo cual ignoraba. Mientras la golpeaban brutalmente, tal como se constata en el vídeo, gritaba desesperadamente: “Soy mamá”. Esto poco le importó a la fuerza policial que la llevó detenida mientras se le esfumaba entre las piernas la vida de otro hijo arrebatado por las FFEE, personificadas en Tiare Vergara, la carabinera asesina1.
Con tal reciente y doloroso ejemplo no queremos decir que la carabinera era feminista, de ninguna manera. —Aunque tampoco nos sorprendería que de aquí a un tiempo se levanten supuestas feministas con la tenida verde olivo—. Sin embargo, son las feministas burguesas quienes fomentan la incorporación de mujeres en las filas policiales, del ejército, los parlamentos y los puestos ejecutivos de las empresas y corporaciones. De este modo, en vez de fortalecer el movimiento de las mujeres, agudizan las diferencias de clase y género, pues mediante la promoción de la inserción de féminas en los puestos de poder, dividen el movimiento de las mujeres por su liberación, a su vez que incentivan la idea de que una mujer puede ser agredida brutalmente y el asunto no pasará a mayores ni será digno de cuestionamiento, siempre y cuando la agresión la ejecute otra mujer.
El feminismo estatista no es nuevo. Según Silvia Federici, se creó en los años 70 del siglo pasado y se caracteriza por concebir a la mujer en competición con el hombre, arropándose en el concepto de “igualdad de oportunidades” para arribar a los espacios del capital o del ejército. Aquello, enfatiza Federici, no es feminismo, sino un aprovechamiento de la lucha de las mujeres por su autonomía2. Para la autora de «Calibán y La Bruja», es importante criticar la conformación de este ‘no-feminismo’ funcional a los intereses de la clase capitalista mundial, promocionado y dirigido por agencias internacionales de la burguesía. «Las feministas harían bien en tener en cuenta —advierte— que las iniciativas de las Naciones Unidas en favor de las mujeres han coincidido con los ataques más devastadores contra ellas en todo el planeta, y que la responsabilidad de los mismos recae sobre las agencias miembro de las Naciones Unidas: el Banco Mundial, el FMI, la OIT y, por encima de todo, el Consejo de Seguridad de la ONU»3.
Frente a la represión con base a las necesidades del desarrollo del capitalismo, Silvia Federici considera vital una «movilización feminista contra la intervención estatal en nuestra vida cotidiana al igual que frente a la política internacional. Las feministas también debemos organizarnos contra la brutalidad policial, el reforzamiento del aparato militar y, sobre todo, contra la guerra. Nuestro primer y más importante paso debe ser oponernos al reclutamiento de mujeres en los ejércitos, hecho tristemente aceptado con el apoyo de algunas feministas en nombre de la igualdad y la emancipación de las mujeres»4. En este sentido, agrega que «La imagen de la mujer uniformada, conquistando la igualdad con los hombres mediante el derecho a matar, es la imagen de lo que la globalización puede ofrecernos: el derecho a sobrevivir a expensas de otras mujeres y de sus hijos, cuyos países y recursos necesita explotar el capital corporativo»5.
Tal proceso de apropiación del feminismo por parte de agencias del poder también se ejerce en la región chilena. Desde organizaciones internacionales de la burguesía se destinan cuantiosos recursos con tal de domesticar los incipientes núcleos feministas que poco a poco han ido conformando un interesante movimiento que no sólo cuestiona las relaciones patriarcales, sino que el principio de jerarquía, el capitalismo, el racismo, la trans y lesbofobia. En la región chilena, el feminismo neoliberal es representado en agencias como OCAC6 y el Sernam, que con sus agendas infladas con millonarias sumas procedentes del saqueo y la destrucción del planeta, pretenden dirigir las luchas de las mujeres elaborando programas que sitúan en la administración estatal y empresarial, a activistas comúnmente catalogadas en la jerga institucional como “líderes”. Así, buscan restar capacidad de movilización del movimiento de las mujeres de las clases populares y, al mismo tiempo, dirigir las luchas contra el machismo por canales acordes a los intereses dominantes. En efecto, el feminismo burgués y sus mecanismos constituyen una especie de “parlamentarismo” en el movimiento de las mujeres.
En resumen, el feminismo burgués cumple básicamente dos funciones: La primera es reforzar las estructuras de dominación del patriarcado moderno, tales como los parlamentos, los gobiernos, los ejércitos, las policías y los salones ejecutivos de las empresas capitalistas. La segunda es dividir al movimiento de las mujeres por su emancipación entre unas que obedecen y otras que dirigen desde las alturas, fortaleciendo de este modo la Nueva División Internacional del Trabajo (NDIT), a la vez que contaminan las luchas mediante la ideología dominante. El feminismo burgués es el subvencionismo, la importancia del acceder a escaños del poder constituido por sobre y contra el fortalecimiento de los movimientos de las oprimidas. Es la feminización de la derrota, es el feminismo que se caracteriza por distanciarnos estructuralmente de la abolición del patriarcado y la sociedad separada. En síntesis, el feminismo burgués es el no-feminismo, pues aboga por reformar el patriarcado en clave capitalista en vez de abolir el poder masculino y la mercantilización de la existencia.
Frente al capitalismo, el Estado y el patriarcado, antepongamos el feminismo anarquista que, sin abandonar la importancia de las luchas contra el machismo en todos los ámbitos de la vida en sociedad, fortalezca las organizaciones clasistas, autónomas, anarcosindicalistas y comunitarias, que propicien movimientos antagónicos y que al mismo tiempo cimienten las bases de una sociedad organizada en comunismo anarquista.
N&A
2- Entrevista en “El critic”, 13 de mayo 2016
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