jueves, 26 de julio de 2018

La sombra de Sociedad Civil Catalana


Por Jesús Gellida

El nombre de SCC es una burla a la realidad ya que la entidad no es una representación de la sociedad civil catalana real, e intenta esconder una perversa vinculación con la larga y oscura sombra de la ultraderecha.
La asociación unionista, Sociedad Civil Catalana (SCC), nació desde los despachos –en nombre de una imaginaría mayoría silenciosa– para hacer frente al independentismo y poner fin al proceso soberanista. La estrategia ha sido la de impulsar una entidad “transversal no nacionalista” como movimiento popular para hacer de contrapeso a la Asamblea Nacional Catalana (ANC). Lejos de su objetivo, la entidad tiene muchos claroscuros sobre su gestación y financiación, así como por sus apoyos económicos, políticos y mediáticos vinculados al statu quo y, finalmente, por su acreditada conexión con la extrema derecha.
SCC nace el 23 de abril de 2014 para aglutinar el sentimiento unionista en Cataluña después de varios intentos fallidos. Su hoja de ruta es clara, contrarrestar el movimiento independentista movilizando el españolismo y reconectándolo con la sociedad del país. En su manifiesto fundacional, SCC, argumenta que “en el siglo XXI tenemos que ser capaces de resolver los problemas mediante el diálogo”. Es mezquino que hablé de diálogo quien ha apoyado la estrategia represiva y de no negociación del Estado, quien no condenó la violencia policial del 1 de octubre y quien tilda de trama “golpista y criminal” el proceso soberanista.
La asociación es una organización privada –organizada de forma piramidal–, que dispone de enormes recursos económicos y que cuenta, también, con socios de la órbita del PP, de C’s y, incluso, del PSC. A través de una compleja trama de microcolectivos, SCC ha creado un entramado para recibir financiación, mayoritariamente, a través de aportaciones privadas anónimas. Curiosamente la entidad pasó de unas supuestas “tensiones económicas” en sus inicios a disponer de un gran potencial económico. En este sentido, varias noticias –recopiladas en un cuidadoso trabajo de investigación del fotoperiodista Jordi Borràs (1) –, señalan que parte de la financiación provendría de empresas del Íbex-35 con una supuesta mediación del anterior Gobierno español del PP. Así mismo, gracias a sus vínculos con el poder político y a los trapicheos del PP, SCC recibió el premio Ciudadano Europeo de 2014; hecho que levantó numerosas críticas y quejas por su vinculación ultraderechista.

Ni transversal, ni no nacionalista
Desde sus inicios, SCC, bebe de las teorías del catalanismo hispánico, desde donde se interpela a sectores afines a la tradición catalanista, como el PSC y la antigua Unión o, también, a Federalistas de Izquierdas, para intentar desplazar la reivindicación nacional hacia el unionismo. Unas teorías utilizadas por la extrema derecha catalana como correa de transmisión de sus ideas totalitarias. En este sentido, SCC utiliza una dialéctica discursiva positivista que se ejemplifica con lemas como el de “Recuperamos la cordura, recuperamos la señera”, haciendo uso de conceptos como el no-nacionalismo o el constitucionalismo, y reivindicando valores democráticos para esconder el mensaje ultrapatriótico nacional-español que es el que, estratégicamente, quiere difundir. Un mensaje que sirve como polo de atracción perfecto para una parte de la ultraderecha que, al estilo del Frente Nacional en Francia, ha sabido reinventarse lejos de la simbología y la estética clásica de la extrema derecha.
Una entidad que agrupa y fomenta el nacionalismo español, y que intenta hacer creer que tanto en Cataluña como el Estado español la realidad del españolismo se puede desvincular de la ultraderecha. En este sentido, hay que recordar que el españolismo militante se compone, principalmente, de sectores sociales provenientes de la derecha y de la extrema derecha. Esta situación hace preocupante la relación de sectores del PSC con la entidad. Un peso de los socialistas que, desde la fundación de SCC, se ha intentado sobredimensionar para crear un relato de una supuesta transversalidad de la entidad. En la actualidad, el ejemplo más paradigmático de esta presencia socialista en la organización es el caso del ministro de Exteriores, Josep Borrell, que se presta –en todo tipo de actos– para avalar las tesis de la asociación españolista. No obstante, esta relevancia socialista no es decisión de las bases sino que viene teledirigida desde sectores concretos de la cúpula del partido. Estos sectores vinculados a SCC, presuntamente progresistas, algunos provenientes –incluso– del PSUC y del PCC, toleran, esconden o justifican la existencia de los vínculos con la ultra derecha. Su complicidad sólo se entiende desde la óptica de que para mantener España unida lo tienen que hacer del brazo de la extrema derecha.

La conexión con la ultraderecha
SCC no es una entidad de extrema derecha, pero la gestación de la plataforma españolista fue impulsada y codirigida por organizaciones y miembros de la extrema derecha. Dentro del organigrama inicial de SCC aparecen como entidades impulsoras la ultraderechista Somatemps y como socios fundadores acreditados personajes con una larga militancia nazi-fascista. En este sentido, el fotoperiodista Jordi Borràs destapó escándalos mayúsculos como el de las graves amenazas del primer presidente de la asociación –bajo perfiles falsos en las redes sociales–, contra independentistas catalanes, y que supusieron su dimisión. Por cuestión de imagen SCC intenta disimular y minimizar una clara conexión que va desde sus fundadores a los asistentes a sus actos, pasando por la organización conjunta de movilizaciones y acontecimientos.
Así mismo, en las manifestaciones convocadas por SCC y en sus actos se pueden ver a la plana mayor del PP catalán, de Ciudadanos, de la ultraconservadora Vox, de la xenófoba PxC, de grupúsculos de ultraderecha –como el MSR o DN–, de representantes de la Fundación Nacional Francisco Franco –que con dinero público elogia la figura del dictador– y, incluso, del PSC, con Miquel Iceta al frente de algunas de estas movilizaciones. Desde el 2014 la asociación ha convocado toda una serie de manifestaciones en favor de la unidad de España que han sacado del ostracismo la reivindicación nacional-española antes liderada sólo por los grupúsculos de extrema derecha. En este sentido, las cifras, según la Guardia Urbana, oscilan entre las 7.000 personas en Tarragona el 11 de septiembre de 2014, las 38.000 del 12 de octubre en Barcelona del mismo año o las 350.000 que llenaron el centro de Barcelona el 8 de octubre de 2017 –en el punto más álgido del proceso soberanista–. En todas estas manifestaciones se ha visto numerosa simbología ultra, donde abundaban los símbolos nazis-fascistas, y dónde, también, han habido agresiones con total impunidad y enfrentamientos con los cuerpos policiales; unos hechos en total contraposición a las pacíficas movilizaciones del independentismo.
En definitiva, el nombre de SCC es una burla a la realidad, tal y como lo calificaba David Bassa cuando era presidente del Grupo de Periodistas Ramon Barnils, ya que la entidad no es una representación de la sociedad civil catalana real, e intenta esconder una perversa vinculación con la larga y oscura sombra de la ultraderecha.
Nota:
(1) Borràs, J. (2015). “Desmuntant Societat Civil Catalana”
Jesús Gellida, politólogo e investigador social


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