Por Arturo Alejandro Muñoz
Cuando sus argumentos y neuronas no logran vencer, algunos hombres recurren a la más infame de las expresiones que puede alcanzar el uso de la fuerza aplicada contra una mujer: la violación.
¡¡Salve, mujer… el que te desea y no puede tenerte, te saluda!!… algo así podría sonar el fraseo a viva voz pronunciado por esos nuevos grupos de hombres que culpan a la sociedad -y a las propias mujeres- por carecer de oportunidades para tener sexo. Son los llamados “inceles”, palabreja derivada de una sigla estadounidense (the incels) que proviene de las palabras involuntary celibacy… celibato involuntario, leído en castellano.
Parece ser una reacción contra el avance del feminismo, aunque bastante destemplada al responsabilizar a las redes sociales –junto con los cambios sociales- como culpables de que muchas mujeres eviten la actividad sexual con varones. En honor a la verdad, lo que perturba a esos hombres que forman parte del fenómeno “inceles’ es el no estar ya a cargo del quehacer social, pues hoy las mujeres se han empoderado y comparten el escenario.
En su lucha por la igualdad de derechos, la mujer ha logrado que la rueda de la Historia no se detuviese. Rodó con lentitud, es cierto, pero los avances han sido sólidos, aunque siempre insuficientes, pues lucharon (y siguen haciéndolo) contra esa creencia bárbara y enfermiza que poseen algunos varones que aseguran, de manera torpe, que la fuerza (la fuerza física) es la que determina cuál género debe ser el principal, el mandante, el privilegiado.
En algunos casos –muchos en realidad- cuando sus argumentos y neuronas no logran vencer, algunos hombres recurren a la más infame de las expresiones que puede alcanzar el uso de la fuerza aplicada contra una mujer: la violación. “Aquí mando yo, y tú, mujer, estás para satisfacer mis necesidades y deseos”. Ocurre incluso dentro del mismo matrimonio.
Hay ciertas ideologías de última hora que prometen a esos hombres recuperar el status y la salvaguarda del poder que históricamente han tenido sobre las féminas. Un poder basado en la fuerza bruta, no en la inteligencia. El machismo se ha alimentado a destajo de ese erróneo precepto, avivado también por algunas mujeres que desean ver en sus hijos varones la solidez que el mentado machismo parece exigir.
“Segregación de colegios responde a ritmos de aprendizaje de las mujeres en relación a los hombres”, eso declaró Fernando Peña, Seremi de Educación (UDI) en la región del Bio-Bio. Increíble, pero cierto. Un machismo galopante de un seremi que con su lamentable frase se ganó el repudio nacional, justo el mismo día en que se producían masivas manifestaciones en el país por una educación no sexista. Hasta el momento de escribir esta nota, nadie en el gobierno ha declarado estar en desacuerdo con esa opinión, y tampoco el ministro de Educación salió al paso cuestionando al seremi.
En realidad, sobre estos delicados asuntos, poco y nada se puede espera del actual ministro Gerardo Varela, ya que a sus lamentables dichos expresados en oportunidades anteriores respecto de otros temas, ahora se despachó un comentario tanto o más inaceptable que el del seremi, pues al referirse a los abusos sexuales que acusan cientos de mujeres –ocurridos en algunas universidades y colegios- intentó bajarle el perfil a esas acciones calificando a los abusos como “pequeñas humillaciones”.
Por cierto, la ministra de la Mujer, Isabel Plá, salió de inmediato al ruedo contestándole a Varela su torpe comentario: “Las humillaciones no son ni pequeñas ni grandes, son humillaciones y todas lesionan la dignidad la dignidad de las personas, así que no comparto la expresión porque no pueden haber dimensiones de la humillación”.
Uno se obliga a pensar que el ministro Varela y el seremi Peña bien podrían formar parte activa del grupo de los ‘inceles’… o quizás la mayoría de los varones que conforman la directivas de las tiendas derechistas son miembros de la cofradía machista ya señalada. Tal vez en absoluto es así, pero la duda salta a la vista con sólo leer los comentarios explicitados por algunas autoridades del oficialismo en temas que hoy son de gran interés público.
Las mujeres han decidido darle configuración sólida a sus planteamientos de igualdad de género, junto con derribar el machismo y dejar establecido que, entre otras cuestiones, ellas son dueñas absolutas de sus propios cuerpos. Con estos argumentos y con las movilizaciones masivas, amén de las tomas de facultades universitarias, el feminismo está provocando una verdadera rebelión cultural contra el patriarcado, y también le ha desordenado la agenda al gobierno.
A tal grado ha sido ello que la vocera de la presidencia, Cecilia Pérez, ha tenido que enfrentar las cámaras y la prensa en general hablando de cualquier cosa, argumentando lo ininteligible, defendiendo ‘caballos cojos’, pero convencida que lo importante es hablar, lenguajear y manifestar incluso contradictorios comentarios, pero jamás callar.
En mayo de 1968, los jóvenes parisinos pusieron de pie a París. En mayo del 2018 las mujeres les han abierto los ojos a los chilenos. Allá fue la revolución de mayo contra el antiguo régimen imperial y conservador francés… acá es la rebelión cultural y libertaria contra el patriarcado, la lucha por la igualdad de género y el rompimiento de las cadenas que han atado a las mujeres desde los tiempos bíblicos. Imposible no apoyar esas demandas con entusiasmo, participación y alegría.
Esos grupúsculos de hombres mínimos –los ‘iceles’– por mucho poder ocasional y temporal que puedan poseer, tienen perdida la batalla. La rueda de la Historia no se detiene ni se detendrá, sigue girando (y ahora con mayor velocidad) empujada por la fuerza mancomunada de millones de mujeres, pues como bien expresó la gran activista norteamericana, Angela Davis, “cuando las mujeres se sublevan significa que el mundo entero se alza con ellas”.
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