Vanessa Dourado
Virginia Bolten
“No sé si soy feminista. Sí sé que soy anticapitalista y antipatriarcal.”
Myriam Gorban
Pensar el feminismo en el siglo XXI implica pensar también en modelos alternativos a los vigentes. La lucha reivindicatoria y por derechos, si no se encuentra acompañada de una fuerte crítica a las formas de organización social de manera amplia, corre el riesgo de transformase en una forma más de legitimización del sistema que es la raíz de la mayoría de las muchas opresiones que sufren las mujeres –todas ellas–.
En medio a tantos feminismos y llevando en cuenta la potencia del movimiento en la construcción de muchas subjetividades, cabe poner en discusión –o por lo menos pensar–dos puntos: ¿el feminismo será posible bajo un modelo neoliberal? Y, ¿habrá feminismo en tierra arrasada?
Pensando el feminismo como forma radical de defensa de la vida, estos dos ejes son cruciales para la construcción de un mundo verdaderamente feminista. Un mundo donde habitemos todes sin reproducir la explotación –ni de los seres humanos hacia los seres humanos, ni de los seres humanos hacia la naturaleza de la cual somos parte–, el ecocídio, el genocidio, el fascismo y la mercantilización de la vida.
El avance del neoliberalismo y de la barbarie ambiental afecta primeramente, y más fuertemente, a los sectores vulnerables. Y si pensamos –desde un lugar de feministas latinoamericanas– el cuerpo como territorio, estos dos factores parecen obvios. Todavía aún hay una grieta que lleva los feminismos a sectorizar las luchas y termina por dejar para tras las estrategias de construcción del mundo que queremos.
Aunque avance el movimiento organizado de mujeres, pensar interseccionalidad es una tarea urgente. Sin este elemento, es posible que la ardua construcción de las luchas termine sirviendo a la creación de formas más sofisticadas de opresión. Las opresiones del siglo XXI guardan un fuerte componente fascista que tiende a profundizar el racismo, el caos ambiental, el colonialismo, la xenofobia, el punitivismo y el individualismo propio del modelo “sálvense quienes puedan”.
No basta ser mujer, hay que luchar por otra forma de existir en el mundo y por un mundo libre de opresiones. La construcción de la “mujer empoderada” acompañada de una narrativa de igualdad de derechos sin una crítica anticapitalista, valida lugares de construcción de un feminismo liberal, incluso con el protagonismo de mujeres en espacios de poder institucionalizado.
Son muchas las iniciativas desde las grandes corporaciones a la inserción de mujeres como protagonistas en lo que es el avance del “espíritu emprendedor”, una apuesta que utiliza el reclamo por la igualdad de oportunidades en una forma impulsar a la liberalización de la economía. Una nítida estrategia de direccionar la importante lucha de las mujeres para la validación del modelo depredador que está llevando el mundo a una crisis civilizatoria. Un ejemplo concreto desde hecho es la creación del W20, una red compuesta por mujeres que tiene por objetivo influir en la agenda de los grupos de toma de decisión del G20. La organización del G20 orgullosamente difunde que sus trabajos tienen una “perspectiva de género”.
Seguramente, las mujeres que están luchando en las calles de todo el mundo no quieren depredación con perspectiva de género, tampoco bancan una feminización de los modos de dominación contemporáneos.
Fuente: http://virginiabolten.
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