Andrew Leber y Charlotte Lysa
Merip.org
Traducido del inglés por Sinfo Fernández. |
El cambio parece estar en marcha para las ciudadanas de Arabia Saudí, o eso es lo que parecen sugerir gran número de comentarios sobre los eventos de los últimos años. Ha habido unas elecciones en las que las mujeres han podido votar por vez primera, un primer concierto público en el que la directora era una mujer, y muy pronto (si todo marcha según los planes), las mujeres saudíes podrán conducir por vez primera por las calles de Riad y alguna que otra ciudad del reino. Todos estos hechos han conseguido formar parte de los titulares informativos.
Los gobernantes de las monarquías árabes del Golfo, incluida Arabia Saudí, parecen ser muy conscientes del poder de atención de los “primeros” históricos, en los que el poder de efectuar cambios parece derivarse de la mano que firma el último decreto. El pasado septiembre, el ministro del interior saudí advirtió a las activistas para que se abstuvieran de comentar con la prensa cualquier papel que pudieran haber tenido en el punto final de la prohibición de conducir, tan decididos como están a conseguir que las narrativas de los medios sobre un reino en proceso de cambio se refieran a los “monarcas modernizadores”, como a menudo trata de presentarse al príncipe heredero Muhammad bin Salman.
Como señalaba la académica saudí Hala al-Dosari en una entrevista sobre el anuncio de las mujeres conduciendo: “A fin de conseguir una alianza con las potencias internacionales, [el gobierno saudí] precisa normalizar ciertas cuestiones, pero no demasiado, no hasta el punto de transformar la estructura que les permite gobernar” [1]. Así pues, mientras parece estar cada vez más en boga en el Golfo una versión del “feminismo estatal”, los gobernantes de Arabia Saudí parecen no estar dispuestos a compartir el escenario con las activistas saudíes que hicieron que la cuestión fuera una fuente de bochorno para el gobierno saudí a lo largo de los años: Manal al-Sharif, Lujain Hazlul, Maysa al-Amudi e Iman al-Nafyan, quienes se han fotografiado conduciendo en repetidas ocasiones desde 2011, así como Aisha al-Mana y Fawzia al-Bakr, que se unieron a otras 45 mujeres que fueron conduciendo por el centro de Riad allá por 1990.
Hay razones suficientes para que las activistas sigan presionando, con independencia del último decreto. A pesar de sus riquezas, Arabia Saudí aparece junto al resto de las monarquías árabes del Golfo –Omán, Bahréin, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos- en el tercio inferior de la encuesta sobre las diferencias de género [Gender Gap] del Foro Económico Mundial, con “leyes tutoriales” restrictivas que limitan el derecho de las ciudadanas a la libertad de movimiento, divorcio y custodia de los hijos [2]. Las mujeres constituyen sólo alrededor de la tercera parte de la fuerza de trabajo ciudadana en Arabia Saudí, siendo cada vez más escasa su presencia en puestos de alto rango, en reflejo de la situación en Omán y Qatar [3]. Al mismo tiempo, se ha citado la limitada movilidad de las mujeres y la ausencia total de programas de educación física en los colegios como elementos contribuyentes a las altas tasas de obesidad, diabetes e hipertensión entre las mujeres saudíes en relación con los hombres, a pesar de que la brecha en la educación de hombres y mujeres parece estar desapareciendo [4].
Yendo más allá de la controlada narrativa de cambio constante y medido, las periodistas y académicas pueden trabajar para hacer justicia con las luchas diarias de las mujeres saudíes y sus iguales en todo el Golfo a fin de asegurar nuevas oportunidades para ellas mismas y sus conciudadanas. Como señalaba al-Dosari al describir las frustraciones por el lento ritmo de los progresos en los derechos de la mujer en la región: “Es importante no pensar que todo depende de lo que una persona dice o no dice, hace o no hace. El trabajo de cada persona es una pieza del rompecabezas” [5].
Al intentar reconstruir el rompecabezas del activismo de las mujeres y los movimientos sociales en Arabia Saudí, las experiencias en otros lugares de las monarquías del Golfo Árabe podrían aportar algunas ideas. Tal es la filosofía rectora de WEORITU, una organización kuwaití que recorrió los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) para filmar más de 130 entrevistas a mujeres, tratando de crear conocimientos compartidos de los avances de la mujer en la región [6]. A pesar de los valiosos estudios de caso en cada país, como The Most Masculine State, de Madawi al-Rasheed, y A Society of Young Women, de Amélie Le Renards, el escueto trabajo comparativo existente ha tratado de aprovechar las variaciones entre los países del CCG para generar ideas sobre los aspectos de género del cambio político y social.
Desde luego, es justo preguntarse si la trayectoria histórica de cualquier país es bastante cercana a la de otro, por no hablar de Arabia Saudí, para poder hacer comparaciones convincentes. Esraa al-Amiri, una activista por la igualdad de género y abogada kuwaití, se sentía escéptica ante el intento de trasplantar las “lecciones aprendidas” de Kuwait: “Sobre todo, tenemos que tratar de conectar con las activistas de fuera del Golfo”, dijo. “Los países del Golfo [que no sean Kuwait] no tienen sociedades civiles en el mismo grado” [7]. Sin embargo, teniendo en cuenta los potenciales factores distorsionadores, es difícil pensar en un conjunto de casos bien conectados en términos de economía política, sistemas políticos y cultura, de los que pudieran derivarse “verdades transferibles” sobre políticas contenciosas y cambio político.
Con esto en mente, el examen de las luchas de la mujer para conseguir el derecho al voto en Kuwait, y los esfuerzos en curso para promover el futbol femenino en Qatar, proporcionan estudios de caso útiles y detallados. No pueden predecir el curso futuro del cambio en Arabia Saudí, pero ilustran la necesidad de un compromiso político y activismo social continuados para asegurar los avances, así como las limitaciones de los esfuerzos dirigidos por el Estado para rehacer aspectos aislados de las sociedades del Golfo, que fracasan al no tener en cuenta la compleja red de regulaciones sociales que sustentan las actuales divisiones de género.
Cambio político en Kuwait
Una década antes de que las mujeres saudíes consiguieran el derecho al voto y a presentarse en las elecciones a los consejos municipales del reino (relativamente inoperantes), las mujeres kuwaitíes consiguieron titulares por todo el mundo cuando la Asamblea Nacional electa del país aprobó una ley que garantizaba el sufragio femenino. Aunque la existencia de un parlamento electo y poderoso contrasta de forma aguda con el cerrado sistema político saudí, la interacción de la sociedad civil local y el escrutinio internacional –junto con la decepción que siguió a la inicial victoria- sugiere paralelos importantes con los desarrollos actuales en Arabia Saudí.
Décadas de movilización de los grupos de mujeres y aliados venían presionando desde hacía mucho tiempo a la monarquía kuwaití para que ampliara los derechos políticos, trabajando con el parlamento electo cuando ello era posible. Incluso antes de que la destacada activista Nuria al-Saddani empezara a solicitar mayores derechos políticos en la década de 1970, las mujeres kuwaitíes se organizaron para presionar por una mayor participación política y social a través de organizaciones como la Sociedad para el Desarrollo de las Mujeres Árabes (AWDS, por sus siglas en inglés) –posteriormente disuelta por el gobierno por su ruidosa campaña- y la Organización Social y Cultural de las Mujeres (WCSS, por sus siglas en inglés). Aunque se afirma que el gobierno kuwaití y organizaciones paralelas de mujeres islamistas habían cooptado y marginado a estas organizaciones a mediados de la década de 1990, la ocupación iraquí de Kuwait en 1990-1991 preparó el camino de un impulso sostenido de las mujeres para asegurar su derecho al voto.
Durante la ocupación, las activistas con buenas conexiones presionaron en el extranjero a los gobiernos para que intervinieran en nombre de su país, y organizaron protestas y redes de recursos comunitarios. Tras su retorno del exilio, el entonces emir Jaber al-Ahmad al-Sabah reconoció públicamente el “papel supremo y brillante asumido por las mujeres” durante la ocupación, incluso el conservador príncipe heredero Saad señaló que el papel patriótico de las mujeres kuwaitíes “las faculta indudablemente para ejercer un papel mayor… en el Kuwait del futuro” [8]. Como señaló una vez la futura directora de la WCSS Lulwa al-Mulla, las mujeres kuwaitíes confiaron en estos discursos para conseguir que la familia reinante respondiera de sus promesas: “En el discurso del emir ante la ONU y en la conferencia de Yeda, se dijo que las mujeres kuwaitíes deberían asumir su justo lugar en el Kuwait liberado… Confiamos en el artículo 29 de la constitución [que garantiza la igualdad] y en los discursos del emir. ¡Su Alteza dijo que las mujeres deberían tomar sus derechos políticos en el Kuwait liberado!” [9].
A partir de ese momento, el camino para conseguir el sufragio de la mujer en Kuwait fue toda una dialéctica de maniobras entre los grupos de mujeres y aliados en los grupos políticos liberales y los miembros del parlamento, para quienes que las mujeres consiguieran el derecho al voto era a la vez un objetivo ideológico y una potencial fuente de ventajas en las elecciones. La organización política por sí sola parecía no ser suficiente para forzar la cuestión, pero tampoco se podía contar con la familia real para anular rápidamente a los bloques de voto conservador en el parlamento como medio para alentar la legitimidad internacional. Lo más destacable es que el emir Jaber garantizó el derecho de las mujeres al voto en medio de una serie de decretos unilaterales tras disolver el parlamento y convocar nuevas elecciones en 1999, confiando en que algunos de los parlamentarios de la oposición que habían retornado aceptaran esa apropiación del poder mientras fuera al servicio de objetivos “liberales”. Sin embargo, con una oposición decidida y una familia reinante que no estaba dispuesta a gastar mucho capital político en el tema (receloso de contrariar a los conservadores leales y a los parlamentarios islamistas), la moción fracasó por tan sólo dos votos.
La cuestión fue tomada de nuevo en consideración en 2004, esta vez apoyada por un primer ministro de la realeza dispuesto a poner todo de su parte para conseguir la votación a través de la Asamblea Nacional kuwaití y del jeque (y futuro emir) Sabah al-Jaber al-Sabah, que sustituyó a su primo segundo, que estaba enfermo, el jeque Saad. Al haber actuado desde hacía mucho tiempo como ministro de asuntos exteriores, el jeque Sabah promovió enormemente el perfil de Kuwait a nivel internacional, donde le fue constantemente recordado el rechazo al sufragio femenino en conferencias internacionales y en las interacciones con EE. UU., una potencia extranjera clave.
Pero aunque los derechos de la mujer en el Golfo, fueran “el regalo de reyes, no de parlamentos”, como la científica política Eleanor Doumato bromeaba en una ocasión, las activistas kuwaitíes ayudaron a mantener la presión sobre la familia reinante kuwaití a fin de conseguir su “regalo”. Rola Dashti, una de las primeras parlamentarias kuwaitíes, recordaba una reunión con el entonces jeque Sabah durante los primeros años de la década de 2000, para discutir sobre las presiones internacionales que Kuwait soportaba con motivo del sufragio de la mujer. “Recuerdo que el emir –entonces primer ministro- me decía ‘Con todos tus esfuerzos, ¿sabes lo que nos están diciendo? ¡Que Kuwait no es un país democrático!’. Por eso le dije: ‘Muy bien, Alteza, concédanos nuestros derechos ¡y no volverá a oír eso de nuevo!” [10].
Finalmente, la Asamblea Nacional concedió el derecho al voto de la mujer en mayo de 2005; el portavoz del parlamento confió a los diplomáticos estadounidenses que el resultado se debió a que el jeque Jaber “estaba decidido a conseguir lo que quería”, pasando por alto todo lo relativo a sobornos políticos y financieros a varios parlamentarios [11], que sin duda se produjo. Sin embargo, desde entonces ha transcurrido una década llena de frustración ante la lentitud del cambio. Cumplido el objetivo unificador de asegurar el derecho al voto, nuevas organizaciones conservadoras de mujeres dejaron de identificarse como “grupos de mujeres”, sintiéndose algunas resentidas de haber quedado excluidas de la narrativa de la resistencia. Aroub al-Rifa’i –una de esas mujeres de la organización de tendencia islamista Bayadir al-Salam, que había unido fuerzas con las activistas liberales- apuntaba a problemas estructurales en la política kuwaití que impedían la acción en una amplia gama de cuestiones. “Es necesario restringir los poderes del emir e incrementar los poderes de los ministros, y es necesario que haya partidos políticos y que estos elijan al primer ministro” [12].
El parlamento es ahora una fuente de preocupación y el centro de las ambiciones políticas de las mujeres kuwaitíes. Aunque las evidencias sugieren que las mujeres votarán por las mujeres –Safaa al-Hashem recogió la proporción más alta de los votos de las mujeres en la última ronda electoral para su distrito-, se sigue creyendo que únicamente la existencia de cuotas fomentaría una representación más amplia de las mujeres en el parlamento. La única mujer del parlamento en la Asamblea Nacional en estos momentos, Safaa, no está a la altura de las cuatro mujeres elegidas en 2009. Aunque la presencia de estas cuatro mujeres y sus sucesoras influyó sin duda para cambiar las políticas de Kuwait que habían perjudicado a las mujeres –Rania Maktabi documenta los cambios resultantes en la capacidad de las mujeres para acceder a los pagos de la seguridad social, pasaportes y viviendas públicas-, el progreso ha sido lento respecto a que las mujeres puedan conceder derechos de ciudadanía a sus esposos no kuwaitíes y a los hijos resultantes, y en otras cuestiones sobre violencia y abusos a nivel doméstico [13].
Parece que la necesidad de impulsar el cambio desde abajo, o de defenderse contra los retrocesos, es constante. La renuencia de los grupos tribales e islamistas a que se presenten candidatas a las elecciones y la aparente incapacidad de las agrupaciones políticas liberales a aceptar mujeres en sus estructuras de gobierno internas (o incluso a participar en debates electorales en los últimos años) no ayudan nada. Las facciones conservadoras en la Asamblea Nacional se han apropiado incluso del lenguaje de los “derechos de la mujer” para presionar por una edad de jubilación aún más baja para las mujeres, incentivando que las ciudadanas renuncien a carreras largas y provechosas a cambio de la generosidad estatal. Alanud Alsharej y otras han lanzado la campaña Abolish 153 para intentar eliminar sentencias extremadamente leves para los autores de “crímenes de honor”; a pesar de atraer la atención internacional de los defensores de los derechos humanos y presionar a los miembros del parlamento con las evidencias de los sondeos sobre la oposición de los ciudadanos al código legal existente, la respuesta oficial del gobierno va ganando fuerza lentamente.
La experiencia de Kuwait sugiere un camino largo y frustrante para el empoderamiento de la mujer en Arabia Saudí, más frustrante aún por el hecho de que hay pocos canales para cualquier disidencia organizada, a diferencia de la esfera pública relativamente abierta de Kuwait. Por ejemplo, pocos días después del anuncio del inminente derecho a conducir de la mujer en Arabia Saudí, habían empezado ya a aparecer en Twitter una serie de memes que se burlaban de la tontería de la proposición, algo que jugó sin duda un papel en el rápido anuncio del reino de que cualquiera que se burlara de un “decreto real” tendría que enfrentarse pronto a una abultada multa. Queda asimismo por ver si el derecho a conducir se concede como algo excepcional para impulsar la posición del reino en el exterior, o sirve para impulsar nuevas reformas en el futuro. Incluso bajo el mandato “liberalizador” de Muhammad bin Salman, varias mujeres designadas para el Consejo (Asesor) de la Shura del reino presentaron su renuncia al creer que estaban sirviendo poco más que de figuras decorativas y que sus propuestas para mejorar el estatus de las mujeres en Arabia Saudí estaban cayendo en oídos sordos [14].
¿Arrancando desde arriba?
El deporte femenino es otro caso en el que detrás de los grandes titulares hay un largo proceso de éxitos parciales y frecuentes reveses. Arabia Saudí obtuvo mucha cobertura cuando cedió ante la presión internacional y envió a sus primeras atletas a las Olimpiadas de Verano en 2012, junto con Brunei y Qatar. Las atletas Wojdan Shaherkani (en yudo) y Sarah Attar (en atletismo) no se clasificaron para los juegos, pero participaron en función a una invitación especial del COI en eventos que atrajeron la atención masiva de los medios. Sin embargo, sólo con estos desarrollos bien poco pudo hacerse al volver a casa para cambiar las actitudes frente a la participación femenina en el deporte. Cuatro años después, las atletas saudíes que participaron en las Olimpiadas de Río contaban aún con muy escaso apoyo institucional y algunas incluso carecían de instalaciones deportivas adecuadas en su país. Recientes iniciativas para aumentar la participación de las mujeres en los deportes y actividades físicas están siendo especialmente oportunas.
En el vecino Qatar, donde prevalecen normas sociales y doctrinas religiosas similares, los esfuerzos para incluir a las mujeres en el deporte tienen un historial más largo. A pesar de las diferencias importantes entre los dos países, las experiencias de Qatar para promover la participación de las atletas arrojan luz sobre los complejos cambios que Arabia Saudí tendrá que enfrentar incluso en una “revolución organizada desde arriba” para fomentar la participación de la mujer en el deporte.
Desde el cambio de milenio, y especialmente tras recibir en 2010 los derechos para albergar la Copa Mundial de la FIFA de 2022, ha habido varias iniciativas oficiales para incrementar el número de mujeres en Qatar (y, específicamente, de las mujeres qataríes, dado el número de expatriadas presentes en el país) que participan activamente en deportes competitivos y organizados. El Comité Deportivo de la Mujer en Qatar (QWSC, por sus siglas en inglés) se estableció formalmente en 2001 mediante un decreto real con el objetivo de fomentar la participación de la mujer en el deporte y mejorar su rendimiento. En 2006, cuando Doha albergó los Juegos Asiáticos, la golfista Shuruq al-Suwaidi, se convirtió en la primera mujer que representaba al país en un importante evento deportivo. Cuando Qatar estaba bajo fuertes presiones internacionales para que enviara a sus primeras atletas a las Olimpiadas de Verano en Londres de 2012, eligieron a una mujer, la tiradora Bahiya al-Hamad, como abanderada del país para expresar su verdadero interés en promover a las atletas. En vez de enviar las dos solicitadas por los organizadores, Qatar envió a cuatro, todas ellas admitidas más bien a partir de un estatus de comodín en vez de conseguir su admisión mediante el juego competitivo.
Sin embargo, las iniciativas verticalistas de arriba hacia abajo no pueden proporcionar por sí solas una rápida solución para todos los factores que impiden que las mujeres qataríes participen en el deporte. Por ejemplo, el equipo femenino de baloncesto de Qatar se retiró de los Juegos Asiáticos en 2014 no por falta de apoyos de su país sino debido a una prohibición de la organización de los Juegos que impedía llevar el hiyab. A pesar de las crecientes oportunidades formales, siguen vigentes estrictas normas sociales, al igual que la “brecha de oportunidades” para que hombres y mujeres participen en el deporte y en la actividad física. Este es especialmente el caso en los deportes competitivos o profesionales, que presuponen un cierto grado de exposición desde edad temprana. Según Susan Dun, una de las principales estrategias facilitadas por el Estado para conseguir una mayor participación femenina en el deporte, es vincular la actividad física de las mujeres a la participación en deportes de élite promoviendo a las deportistas en los medios locales. Sin embargo, como señala Dun, hay aún familias qataríes que consideran muy negativamente que sus familiares femeninas muestren su rostro en los medios [15]. Este tipo de actitudes pueden ayudar a explicar por qué aunque el futbol se ha venido jugando en Qatar desde la década de 1940, y el QWSC se fundó en 2001, no fue sino hasta 2010 (el año en que Qatar presentó su candidatura para celebrar la Copa del Mundo) cuando se formó por vez primera un equipo nacional femenino.
Las propias experiencias de las mujeres como jugadoras de fútbol en Qatar desde la formación del equipo nacional son un ejemplo de los potenciales límites de las políticas de arriba a abajo para mejorar los derechos de la mujer en la región del CCG. A pesar de los esfuerzos del gobierno qatarí para fomentar el deporte femenino, jugadoras y entrenadoras indican que sigue siendo difícil su reclutamiento. Hay realmente interés por jugar entre las mujeres jóvenes, pero Qatar sigue siendo una sociedad conservadora donde dicho cambio se enfrenta a las ideas tradicionales respecto al papel definido de una mujer en la sociedad. Si bien las iniciativas gubernamentales pueden romper las barreras logísticas y proporcionar las infraestructuras que el deporte necesita, no ofrecen soluciones rápidas ante la resistencia de estructuras sociales reificadas por otros aspectos de la política gubernamental, como las leyes que ayudan a mantener una autoridad patriarcal suprema dentro de las familias.
Para las aspirantes a jugadoras de fútbol, esto plantea un obstáculo para su participación activa, jugar al fútbol en público difícilmente puede hacerse de forma anónima o secreta. Para muchas mujeres del Golfo interesadas en practicar deportes competitivos, su lucha no es necesariamente por el derecho a jugar en un equipo nacional, ni siquiera en algún tipo de liga profesional, sino más bien por el derecho a participar. “Las niñas quieren jugar al fútbol. De eso se trata. No de ‘Oh, quiero hacer carrera con esto’. Quiero decir, si yo fuera un chico, habría ido a por todas porque el fútbol es una de mis grandes pasiones. Pero eso nunca sucederá”, dijo una jugadora de fútbol qatarí el año pasado [16].
En lugar de abstenerse de jugar, las mujeres crean espacios privados para jugar fuera del escrutinio público, como el alquiler de campos cerrados a los hombres en las instalaciones universitarias. Cuando las estudiantes que quieren jugar al fútbol competitivo deciden formar sus propios equipos, una prioridad para mantener el entorno “libre de hombres” es jugar puertas adentro. Los equipos de baloncesto femeninos de la Ciudad de la Educación juegan frente a una audiencia mixta masculina y femenina, por ello resulta difícil encontrar jugadoras qataríes. Otra táctica es mantener la actividad dentro de las instalaciones universitarias, un espacio en el que las familias confían. Al maniobrar con las normas sociales y las expectativas de género dentro de ese “espacio seguro”, las jugadoras crean oportunidades en las que las mujeres pueden ser futbolistas y donde pueden desafiarse las ideas tradicionales sobre los deportes como algo inherentemente masculino.
Para algunos, se trata de una solución pragmática, una alternativa socialmente aceptable a la de no jugar en absoluto, aunque, para otros, es algo independiente de las creencias personales que tienen que ver con la modestia cultural o religiosa. En la Ciudad de la Educación en Doha, un amplio recinto consistente en una serie de instituciones que incluyen seis campus satélites para destacadas universidades estadounidenses, las estudiantes han organizado su propia liga de fútbol. En contraste con la Universidad Pública de Qatar, la Ciudad de la Educación no está segregada por géneros y la lengua de la enseñanza es el inglés. Este entorno atrae (como admiten varias instituciones) sólo a una determinada parte de la población, incluidos los hijos de quienes llevan mucho tiempo expatriados y de los estudiantes estadounidenses que estudian en el extranjero. Las estudiantes qataríes proceden normalmente de un entorno descrito como “abierto” o más liberal a nivel social. En Qatar, que tiene una pequeña población nativa bastante conservadora, unida por densos vínculos tribales y familiares, puede ser bastante difícil romper con las normas sociales, aunque la familia más inmediata tenga una actitud diferente. Por ejemplo, un viaje mixto de servicio a Brasil de varios jóvenes qataríes patrocinado por Vodafone fue rápidamente descartado por la compañía ante la reacción de las redes sociales respecto a las mujeres que viajaban sin compañía familiar y que no usaban un" atuendo adecuado” [17].
A pesar de estos retos, los cambios sutiles que hacen que haya más espacios físicos para el atletismo femenino en la región son muy prometedores. Por ejemplo, en Arabia Saudí, se han ido ampliando de forma discreta las licencias de instalaciones deportivas para las mujeres tras el nombramiento de la princesa Rima bint Bandar al-Saud como vicepresidenta para asuntos de la mujer en la Autoridad General para el Deporte de Arabia Saudí. La princesa es una firme defensora de la ampliación de los derechos de la mujer en el reino. En estos momentos, la Autoridad Deportiva ha anunciado que los estadios de fútbol, que hasta la celebración del Día Nacional en 2017 estaban exclusivamente reservados a los hombres, iban a renovarse para incluir sectores para las familias en los que las mujeres pudieran acceder regularmente. Hasta hace bien poco, todas las instalaciones deportivas del gobierno sólo permitían la entrada de hombres, prohibiendo que las familias, las mujeres y las chicas jóvenes participaran en el atletismo ni siquiera como espectadoras. Algunos gimnasios para mujeres conocidos por operar con licencias irregulares o sin licencia alguna, han iniciado el proceso de registrarse formalmente, a la vez que nuevos gimnasios e incluso cadenas de productos de atletismo están apareciendo a un ritmo impresionante, y llenándose aún más rápidamente. Como señalaba un gerente de un gimnasio: “La ampliación de licencias ha hecho que los gimnasios afloren por todas partes; es lo más a la hora de hacer negocios. Porque es un mercado virgen y todo el mundo quiere comerse un trozo del pastel” [18].
Si bien es posible que estos esfuerzos no sean tan valiosos como competir en las Olimpiadas, el trabajo de personas apasionadas para ayudar a crear y mantener espacios de participación futura sientan las bases para avances que van más allá de una mera empresa de relaciones públicas. Como dijo una jugadora: “Es parte del cambio. Es un despertar. Son las raíces del futuro. Es como plantar una semilla en un jardín que no vas a poder ver. No va a ser fácil, y no será nuestra generación la que lo vea” [19].
Discusión
Los medios de comunicación podrían informar de una “primera” ocasión o destacar un video viral sobre el estatus de las mujeres saudíes, como ocurrió con la ráfaga de artículos sobre el provocativo video del director saudí Majed Al-Esa “Hawajis” (Preocupaciones) que se burlaba de la prohibición de conducir [20] . Pero sólo unos pocos medios, como Bloomberg y sus reporteros en la región, logran trasmitir la historia del cambio social más allá de una simple narrativa de “modernización” a lo largo del tiempo. Con cada informe sobre “la primera mujer saudí que hace X” y cada tratado sobre cómo los derechos de las mujeres del Golfo evolucionaron o avanzaron en una época o lugar específicos, perdemos una oportunidad de entender cómo las dinámicas de la política y sociedades de la región se unen, según los casos, para ampliar las oportunidades para las mujeres o para someterlas a nuevas restricciones, por no hablar de las enormes barreras a que se enfrentan muchas trabajadoras expatriadas en la región.
Los movimientos de la mujer pueden ser más eficaces a la hora de impulsar el cambio social cuando se centran en objetivos concretos que ofrecen un amplio atractivo, como asegurar las infraestructuras deportivas o sencillamente ejercitarse juntas en Arabia Saudí, y cuando luchan abiertamente para aplastar el patriarcado per se. Del mismo modo, como sugiere la experiencia de Arub al-Rifai y otras mujeres conservadoras del movimiento por el sufragio kuwaití, comprender las motivaciones y percepciones de las mujeres del Golfo más allá de un círculo limitado de activistas liberales puede aportar un relato más rico del papel que juegan una amplia variedad de mujeres del Golfo a la hora de transformar o mantener esas sociedades. Es hora ya de ir más allá de la narrativa de que las mujeres “tradicionales” carecen de capacidad para actuar o incluso de la mínima voluntad para moldear el mundo a su alrededor. Parece que no fueran a llegar nunca argumentos mejores y explicaciones más sólidas sobre el cambiante estatus de la mujer en Arabia Saudí y en los países del Golfo en un sentido más amplio.
Notas
[1] Sigal Samuel, “A Saudi Woman's ‘Mixed Feelings’ About Winning the Right to Drive,” The Atlantic, September 27, 2017.
[2] World Economic Forum, Gender Gap Report, 2016 Rankings.
[3] Sultanate of Oman, 2017 Statistical Yearbook; Qatar Labor Force Survey, Q3 (July-Sept 2017).
[4] Mashael K. Alshaikh, Filippos T. Filippidis, Hussain A. Al-Omar, Salman Rawaf, Azeem Majeed and Abdul-Majeed Salmasi, “The ticking time bomb in lifestyle-related diseases among women in the Gulf Cooperation Council countries; review of systematic reviews,” BMC Public Health, June 2017.
[5] Author interview, January 11, 2017.
[6] WEORITU, “Women from the Middle East (GCC) unite to say: نحن قادرات WE CAN DO IT. ” Available: https://www.youtube.com/watch?v=91vmDnDl4Oc.
[7] Author interview, February 11, 2017.
[8] Both quoted in “Kuwait,” World Report 1992, Human Rights Watch, 1992.
[9] Author interview, Kuwait City, January 3, 2017.
[10] Author interview, Kuwait City, December 26, 2016.
[11] Embassy Kuwait, “Assembly Speaker Surprised by Vote on Women's Rights; Restates Kuwaiti Support For Itg.” Wikileaks Cable: 05KUWAIT2173_a. May 22, 2005.
[12] Author interview, Kuwait City, December 28, 2016.
[13] Rania Maktabi, “Female Citizenship and Family Law in Kuwait and Qatar: Globalization and Pressures for Reform in Two Rentier States,” Nidaba, 1 (2016).
[14] “Departure of four women from Shura who asked to be excused – one left in place,” Okaz, December 4, 2016. [en lengua árabe]
[15] Susan Dun, "Role Models in the Media and Women’s Sport Participation in Qatar," Nidaba 1 (2016).
[16] Author interview, Doha, November 14, 2016. [17] Elysia Windrum, “Qataris’ Amazon Adventure to Continue After Vodafone Withdraws Support,” Doha News, August 18, 2014.
[17] Elysia Windrum, “Qataris’ Amazon Adventure to Continue After Vodafone Withdraws Support,” Doha News , August 18, 2014.
[18] Author interview, Riyadh, October 24, 2017.
[19] Author interview, Doha, November 14, 2016.
[20] Majed Al-Esa, “Hawajis.” En: https://www.youtube.com/watch?v=1rUn2j1hLOo
Andrew Leber está cursando estudios de doctorado en la Universidad de Harvard.
Charlotte Lysa está cursando estudios de doctorado en el Departamento de Estudios sobre Culturas y Lenguas Orientales de la Universidad de Oslo.
Fuente: http://www.merip.org/mero/mero011118
Para tener más información sobre la página y nosotrxs, nos puedes escribir al mail: ecofeminismo.bolivia@gmail.com
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