martes, 11 de julio de 2017

La fuerza feminista crece en argentina

Por Rosaura Audi






Ante los femicidios, las mujeres encuentran unidad y fuerza en las calles.



La tragedia
Gabriela Parra, María Eugenia Lanzetti, Agustina Salinas, Laura Vázquez Proveste, Daiana García, Elizabeth Angélica Wilson, Abril Wilson, Tamara Micaela López, María Eugenia Villafañe, Lola Chomnalez, Gabriela Fassio, Noelia Akrap, Priscila Hartman, Melina Romero, Rosa del Valle Luna, Paola Acosta, Suhene Carvalhaes Muñoz, Nicole Sessarego Borquez, Serena Rodríguez, Cynthia Filippone y Micaela García.
Ellas son algunas de las más de 130 mujeres[1] asesinadas en el país desde que comenzó  2017. Es una cantidad y es una frecuencia que espantan a esa misma sociedad argentina en la cual prevalece la cultura machista en todos los ámbitos. De hecho, ante cada caso los medios de comunicación suelen indagar en la conducta de la mujer en vez de señalar al victimario.
Y aunque se va avanzando por el camino de la concientización, de la denuncia, del reclamo de justicia, no hay análisis que aborden de manera global, en toda su complejidad, los factores que inciden socialmente en el incremento de la frecuencia de los femicidios.
De acuerdo a la oficina de la mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación[2], el Registro Nacional de Femicidios de 2016 da cuenta de 254 femicidios, mientras que en 2015 fueron asesinadas por razones de género 235 mujeres y en 2014 la cifra fue de 225.
“Si en verdad nos hallamos en un brote femicida, lo cierto es que la pena perpetua (con todo lo justa se sea) no lo contiene, y si bien las marchas y manifestaciones son necesarias, positivas y útiles, su naturaleza de lucha cultural demorará su efecto en el tiempo y, en tanto, clama la razón más elemental que es indispensable hacer algo diferente para evitar nuevas muertes. Ante todas estas dudas, una sociedad en la que predominen actitudes racionales debería preguntarse muy en serio qué es lo que está sucediendo, para encarar con máxima eficacia la prevención de los femicidios”, dice en un artículo de opinión en el diario Página 12[3], en mayo pasado, el ex juez de la Corte Suprema de Justicia Eugenio Zaffaroni.
Lo que este profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires plantea es la realización de un trabajo de investigación de campo cuyos datos sean analizados por un equipo interdisciplinario que pueda acercar conclusiones sobre todos esos factores que se suman a la cultura machista y desembocan en esta realidad horrorosa. “Y a la realidad de lo que sucede en una sociedad se llega sólo por vías racionales, siguiendo técnicas con material y elementos humanos de los que disponemos en abundancia”, añade.
Esto permitiría elaborar políticas preventivas basadas en datos concretos y no en especulaciones de toda índole. No obstante, es claro que ninguna línea de acción es viable si no existe la decisión política de llevarla a cabo.
3 de junio,
la historia de una lucha que crece
La primera convocatoria del Ni Una Menos se hizo en el Museo del Libro y de la Lengua en marzo de 2015. Se trató de una Maratón de Lectura organizada por su directora, María Pía López, y un conjunto de escritoras que se conocían y tenían contacto a través de Facebook. “Como siguieron ocurriendo asesinatos realmente espantosos, a un grupo de periodistas que habían participado de la maratón, pero también a otras que se movían principalmente en Twitter, se le ocurrió iniciar una campaña llamando a una movilización Ni Una Menos para el 3 de junio de 2015. Nos llaman a nosotras, las que habíamos organizado la Maratón de Lectura, y nos preguntan: ¿Por qué no lo movemos todas juntas? Hasta ahí lo único que teníamos era una convocatoria de Facebook. Así que el primer 3 de junio confluyen dos grupos: el Maratón de Lectura y las periodistas que se movían en Twitter, que eran más bien periodistas de grandes medios”, explicó López.
“Ese primer grupo era muy heterogéneo. Llegamos juntas con muchas discusiones. Al mes hicimos un balance y empezamos a tener posiciones distintas respecto de cómo intervenir en la coyuntura, cómo ir siguiendo los casos. Nosotras teníamos una posición más de que no se puede discutir femicidios sin discutir todas las razones de la violencia, los modos en los que la violencia se entrama con la vida social, económica y política del país. Esas diferencias fueron creciendo hasta que empezamos a funcionar directamente como dos grupos separados. El grupo Ni Una Menos, que es el que yo integro, que convocó a la marcha del 3 de junio del 2016 y después al paro nacional del 19 de octubre y al internacional del 8 de marzo y luego a este 3 de junio; y el grupo Twitter, que llamó a un acto en Tribunales, diferente al nuestro”, contó la escritora.



Fotografía: NiUnaMenos.
Una marcha
que hizo temblar la tierra
Miles de mujeres se movilizaron el último 3 de junio al centro político de la Ciudad de Buenos Aires, en una marcha que transcurrió desde el Parlamento hasta la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada (de gobierno). Al mismo tiempo, otras manifestaciones se sumaban en los distintos puntos del país para unirse en un grito contra el patriarcado y los femicidios.
Pañuelos violetas, pañuelos verdes de la campaña a favor del aborto legal, carteles de diversos tamaños, proyección de videos con las fotos de algunas de las mujeres víctimas de femicidio, cantos contra el patriarcado, performances emocionantes de distintos grupos. Fue una marcha colorida, alegre por la unión y la fuerza de mujeres que luchan con un mensaje claro y una realidad que repudian.
“Ni una menos, vivas nos queremos. El Estado es responsable”, decía la consigna del encuentro marcando una clara posición ante el gobierno de Mauricio Macri y las políticas en términos de femicidios.
“Describimos la violencia patriarcal, sus mecanismos, sus vínculos con la desigualdad económica, la represión política, las lógicas del racismo, del colonialismo y la explotación no como enlace entre términos abstractos, sino encarnados en la vivencia de nuestros propios cuerpos, en las ataduras, en las huellas del dolor, en las sumisiones que nos exigen, en las tristezas del empobrecimiento. Ni Una Menos está escrito en nuestros cuerpos, nuestras demandas pueden leerse en las cicatrices que implican, ahora, en este tiempo, ser mujer, vivir como mujer. Por eso cada vez que salimos a las calles las desbordamos. Nadie habla por nosotras en las marchas, construimos discurso con nuestros cuerpos en la calle”, expresa un texto del Ni Una Menos del 12 de junio.
“Ni antes ni ahora que nuestra fuerza se consolida, aceptamos reconocernos sólo en el lugar de víctimas. Por eso, sobre todo después del último 3 de junio, la reacción machista se expresa en una fuerte operación mediática de demonización y persecución. Denuncian que nos politizamos o que somos agitadoras radicalizadas. Y sí, nos politizamos desde el principio. Pero Ni Una Menos no es una agrupación partidaria. Hace política porque construye un discurso público, una agenda de demandas y acciones callejeras, y apuesta a una fuerza feminista capaz de torcer el rumbo asesino del patriarcado”, agrega.
El documento, publicado en Facebook, afirma que “durante estos dos años, el grito Ni Una Menosprofundizó su sentido de denuncia a la violencia patriarcal y a la complicidad y responsabilidad del Estado por acción y por omisión frente a la amenaza constante a nuestra integridad, a nuestras vidas. Hoy liberaron a Higui, que el Poder Judicial machista detuvo por defenderse de una violación masiva y correctiva. La sacamos entre todas, en esta trama que seguimos construyendo”.
Analía de Jesús, conocida como Higui, obtuvo la libertad extraordinaria a la espera del juicio en el que se la acusa de homicidio. Higui se defendió mientras era víctima de un ataque de diez hombres que querían “corregirla” de su lesbianismo y le dio una puñalada a uno de los agresores, quien luego murió. El hecho sucedió el 16 de octubre de 2016. La metieron presa el 8 de noviembre de 2016 y fue puesta en libertad el 12 de junio de 2017.
El rol
de los medios de comunicación
Más allá de la campaña mediática que denuncia el grupo Ni Una Menos, hay un accionar cotidiano que se expande en los periodistas y en los medios de comunicación: la estigmatización de las mujeres asesinadas.
Hay artículos enteros que indagan en la forma de vestirse, en el comportamiento, en el consumo o no de drogas o alcohol de las víctimas. No se habla de defensa de las mujeres sino de resistencia de la víctima a una violación. Y los victimarios aparecen sindicados, habitualmente, como enfermos y no como asesinos.
En esa misma línea se observaron en los últimos días reportes periodísticos  que dan lugar al victimario o a la familia del atacante. Uno de los casos fue el del femicida Fernando Farré, quien fue entrevistado por dos medios después de haber sido condenado a prisión perpetua por asesinar a su esposa, Claudia Schaefer, de 74 puñaladas. En tanto, en el caso de Higui, un medio de comunicación entrevistó a los familiares del agresor muerto el día en el que ella salió en libertad.
Estos comportamientos, que se alejan de la responsabilidad social que debería perseguir el periodismo, van construyendo en el imaginario a una mujer que de alguna manera abrió la posibilidad a ese “destino fatal” o, para citar un argentinismo, “se la buscó”.

Rosaura Audi es periodista. Forma parte de la asociación Comunicadores de la Argentina – COMUNA y del consejo de redacción de Pueblos-Revista de Información y Debate.
 Artículo elaborado para Pueblos en el marco del proyecto “Tendiendo Puentes desde Extremadura para la construcción de una ciudadanía global en defensa de los DDHH y de las mujeres”, financiado por la Agencia Extremeña de Cooperación para el Desarrollo (AEXCID).

NOTAS:
[1] Hasta el 2 de junio se habían registrado 133 femicidios.
[3] Zaffaroni, E. Raúl (18/05/2017): “Femicidio”, Página 12. Ver en www.pagina12.com.ar/38399-femicidio.

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