Rosa Cobo
Universidad de A Coruña
La charla se estructura en dos partes, la primera dedicada a caracterizar la globalización neoliberal, la segunda a describir y valorar su impacto sobre las mujeres del tercer y del primer mundo.
I.
-- La izquierda y el feminismo, como pensamientos críticos, niegan la realidad y aspiran a transformarla. Para ello comienzan por redefinirla, proponiendo conceptos nuevos, a veces complejos o de difícil aceptación; así ocurrió con las nociones marxianas de plusvalía y alineación. Conceptuar la realidad es politizarla, hacerla visible de otra manera. Pues bien, a la hora de redefinir el neoliberalismo en términos que subrayen la necesidad de transformar la realidad (necesidad objetiva, por sus propias contradicciones, y subjetiva, porque se hace insoportable), cabe hablar de un genocidio económico.
En efecto, las políticas neoliberales están provocando, especialmente en el tercer mundo, un genocidio. El término está asociado a dictaduras que intencionalmente hacen desaparecer a grupos humanos. En este caso, la intención quizá no sea directa, pero el efecto resulta equivalente. Tal genocidio se proyecta especialmente sobre las mujeres. El Nobel de Economía Amartya Sen constata empíricamente: “faltan cien millones de mujeres”: el menor acceso a los recursos de alimentación, sanidad y educación, especialmente en ciertas zonas de Asia y África, da lugar a este desequilibrio en las tasas de mortalidad. Pero el empobrecimiento que deriva de las políticas neoliberales conduce, en general, a una esperanza de vida más baja, también por ejemplo en la Inglaterra de Margareth Thatcher y John Major.
La lógica del neoliberalismo resulta excluyente: aumenta la desigualdad social, se abre un abismo entre el primer y el tercer mundo y, en cada uno de ellos, se reproduce ese abismo diferenciador: de manera que las elites de cada uno generan la pobreza que las circunda. Las políticas económicas neoliberales tienen efectos perversos para diversas zonas del planeta y para ciertos colectivos sociales, en el sentido de que excluyen a quienes no tienen acceso a los recursos informacionales y empobrecen a los que no poseen la cultura necesaria para integrarse en el nuevo y polarizado mercado laboral.
-- La globalización supone el más amplio y profundo proceso de transformación social desde la revolución industrial. Cabe destacar algunas de las transformaciones: la crisis de la familia patriarcal y el surgimiento de nuevos modelos familiares, la sustitución de la ética del trabajo por una anestesiante ética del consumo, la flexibilización del mercado de trabajo y la pérdida de derechos sociales (cuando apenas se habían consolidado en algunos países del mundo desarrollado), el debilitamiento de la política frente a los poderes financieros (Fondo Monetario Internacional, Organización Mundial de Comercio, etc.), la precarización de la ciudadanía, el reforzamiento del individuo como consumidor o la posición dominante de las nuevas tecnologías en nuestras sociedades. Estos diversos cambios no son meros fenómenos aislados; pueden ser identificados como partes de un vertiginoso proceso que está cambiando de diversas formas no sólo el tejido social global, sino también nuestro imaginario colectivo.
El telón de fondo de estos fenómenos sociales es la crisis de un modelo de sociedad, el de bienestar, que se había gestado tras la segunda guerra mundial. Se manifiesta tal crisis en la quiebra del pacto social firmado entre la derecha económica y la izquierda sindical y política que garantizaba el papel del Estado en la redistribución económica; en el derrumbe del pacto patriarcal por el que se consagraba al varón como proveedor único del salario familiar y se asignaba a las mujeres el papel de amas de casa sin salario; en el fin de un proyecto único de emancipación dirigido por un sujeto político único -el proletariado-, como agente de transformación social; en la guerra declarada a la igualdad como núcleo central de ese proyecto político. Pues, en efecto, las fuentes ideológicas que alimentan esta práctica neoliberal intentan clausurar el principio ético y político central sobre el que se ha edificado la modernidad: la noción de igualdad, que incluye la dotación de medios públicos para procurar el equilibrio de las condiciones sociales y de vida de los ciudadanos; este principio de igualdad es presentado por el neoliberalismo como un valor obsoleto y disfuncional, que entorpece el crecimiento económico.
-- En el origen de la globalización se encuentran las tecnologías informacionales. El sociólogo Manuel Castells señala que el capitalismo en los años setenta y ochenta las utilizó eficazmente para inducir un salto espectacular en las fuerzas productivas y el crecimiento económico: la posibilidad de invertir “en tiempo real” permitió acumular capital de forma exponencial, manipular las decisiones políticas y decidir sobre el destino de los Estados. La globalización hoy es un proceso que pretende hacer del planeta un espacio único y sin fronteras para el dinero, las mercancías y los servicios. La idea clave de la globalización es la libertad de movimiento de capitales sin ningún tipo de restricción, así como la libertad de movimiento de mercancías, sobre todo para los países del primer mundo.
Pero esas tecnologías informacionales, con internet a la cabeza, no han servido sólo para el desarrollo del neoliberalismo, sino también, por ejemplo, para la articulación política internacional de los movimientos críticos con este modelo económico. La idea de fondo es que la globalización tiene su cara positiva y su cruz perversa. La dimensión perversa de este proceso es el imperio de lo económico por encima de consideraciones éticas y políticas. La dimensión positiva reside en las facilidades que abre a individuos y comunidades a efectos de comunicación intercultural.
La idea de construir una comunidad moral global va tomando cuerpo, y las tecnologías informacionales pueden ser una herramienta esencial en este proceso. La intensificación de la comunicación entre personas, países y continentes hubiese podido desembocar en el interculturalismo, en la posibilidad de que nuestras creencias, opiniones, conductas y prácticas culturales pudiesen contrastarse interculturalmente. Sin embargo, la mundialización del neoliberalismo tiene una insólita capacidad para uniformar costumbres e imponer modas globales por encima de tradiciones y culturas. Este poder de uniformización a través del mercado global está provocando fuertes movimientos sociales y políticos reactivos que se agarran a su identidad cultural –en muchos casos a los aspectos más fundamentalistas de esas culturas- como única forma de sustraerse a la estandarización cultural que impone el consumo capitalista.
II.
Las investigaciones sobre globalización están marcadas por lo que Isabella Baker denomina un ‘silencio conceptual’: “se niegan a reconocer explícita o implícitamente que la reestructuración global se produce en un terreno marcado por el género”. Y, sin embargo, los efectos de la globalización neoliberal sobre la vida de las mujeres son tan significativos como para que la feminización de la pobreza o la segregación genérica del mercado laboral se traduzcan en cifras imposibles de obviar, a pesar de que los Informes de Desarrollo Humano de Naciones Unidas ya no segreguen por género sus tasas. La pobreza, la supervivencia, la exclusión y el trabajo gratuito se están feminizando cada vez más.
-- Las mujeres no acceden al mercado con los mismos recursos y la misma movilidad que los varones, y por ello no pueden competir en igualdad de condiciones. Su acceso se ve muy condicionado por lo que la economista feminista Ingrid Palmer denomina ‘el impuesto reproductivo’ que se genera en el ámbito doméstico. El trabajo no pagado que realizan las mujeres en el hogar consagra al varón como proveedor económico universal de la familia y a las mujeres como cuidadoras familiares y domésticas. Este trabajo gratuito es un serio obstáculo a efectos de la integración de las mujeres en el mercado laboral. El “impuesto reproductivo” tiene raíces muy profundas: en la familia, los varones controlan y explotan el amor de las mujeres; los actuales renacimientos de pautas morales tradicionales tienen la función objetiva de fortalecer esa asignación a la mujer del papel social vinculado al cuidado doméstico.
Uno de los efectos más rotundos de los programas de ajuste estructural es el crecimiento del trabajo gratuito de las mujeres en el hogar. En general, hay que señalar que los recortes en el gasto social tienen como efecto el incremento del trabajo gratuito que realizan las mujeres en el marco familiar, mientras que las políticas que aumentan el gasto público reducen el trabajo gratuito de las mujeres, fundamentalmente porque el Estado se hace cargo de tareas reproductivas o porque el empresariado asume algunas cargas, como las bajas por maternidad. Los recortes de las ayudas sociales por parte del Estado hacen que aquellas funciones de las que el Estado abdica (salud o nutrición, entre otras) vuelven a recaer invariablemente en la familia y nuevamente son asumidos por las mujeres, del mismo modo que antes de que se aplicasen políticas sociales. Las políticas neoliberales afectan más negativamente a las mujeres de los países en desarrollo; este hecho está relacionado con el grado de desarrollo de los derechos sociales, de las democracias y de la formación cultural de cada sociedad.
-- La globalización económica está haciendo crecer el empleo y el trabajo de las mujeres. Los nuevos sistemas de producción flexible, consistentes en un cambio rápido de una línea de producción, que producen para el momento y apenas mantienen existencias mínimas de productos, requieren un nuevo perfil de trabajador. Deben ser personas flexibles, capaces de adaptarse a cambios rápidos, a los que se puede despedir fácilmente, que estén dispuestos a trabajar en horas irregulares, etc. Este segmento del mercado laboral se está convirtiendo en mano de obra heterogénea, flexible y temporal, trabajadores sin puestos fijos, mal pagados, con empleo a tiempo parcial, trabajadores a domicilio, trabajadores subcontratados por pequeñas empresas semi-informales que se encargarán de partes descentralizadas de los sectores dominantes, etc. La entrada de considerables contingentes de mujeres al mercado global de trabajo en unas condiciones de sobreexplotación difíciles de imaginar en el mundo desarrollado es una de las condiciones de posibilidad de aplicación de las políticas neoliberales.
Manuel Castells señala que la globalización es un proceso que está intensificando cada vez más la segregación del mercado laboral entre dos clases de trabajadores: los autoprogramables y los genéricos. La diferencia clave es la educación, aunque advierte que no hay que confundir educación con cualificación profesional: “quien posee educación, en el entorno organizativo apropiado, puede reprogramarse hacia las tareas en cambio constante del proceso de producción. Por el contrario, el trabajador genérico es asignado a una tarea determinada, sin capacidad de reprogramación, que no presupone la incorporación de información y conocimiento más allá de la capacidad de recibir y ejecutar señales”. Entre los trabajadores autoprogramables, la mayoría son varones y entre los genéricos la mayoría son mujeres. El mercado mundial de trabajo muestra una creciente diferenciación entre una capa de trabajadores mayoritariamente varones altamente cualificados con ingresos altos y una ‘periferia’ creciente excesivamente representada por mujeres e inmigrantes con empleos no permanentes, subcontratados, bajo condiciones laborales precarias y con ingresos bajos e inestables.
En definitiva, en casi todas las regiones del mundo la participación de las mujeres en el mercado aumentó, pero las condiciones bajo las cuales se insertan las mujeres en ese mercado son desfavorables. La importancia numérica de mujeres en las maquilas o zonas francas vinculadas al vestido y al montaje electrónico significa que hay sectores económicos ocupados mayoritariamente por mujeres.
III.
Hay que señalar que la globalización de las políticas neoliberales para las mujeres significa mucho más trabajo gratuito y mucho más trabajo mal pagado; además, la lógica excluyente implícita en el neoliberalismo ha empobrecido más a los pobres, que en su mayoría son mujeres. Todos los datos avalan empíricamente la idea largamente sostenida por el feminismo de la feminización de la pobreza. En este contexto de ganadores y perdedores, las mujeres no se encuentran entre los ganadores, porque su inserción en la nueva economía se está realizando en un terreno marcado por la desigualdad de género.
Ahora bien, ningún sistema de dominación es perfecto, ni todos los procesos son controlables. El trabajo remunerado, por ejemplo, presumiblemente reforzará la autonomía de las mujeres frente a quienes eran los tradicionales proveedores económicos de la familia. En definitiva, el siglo XX es, ante todo, el siglo de la revolución de las mujeres: una revolución peculiar por su forma, pero también por su extensión y profundidad.
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Resumen del debate
En el debate se plantearon, fundamentalmente, dos cuestiones: en qué medida subsisten diferencias entre las políticas de izquierda y derecha a la hora de abordar los retos de la globalización, y cómo combinar las exigencias del feminismo y del diálogo intercultural.
-- Por lo que se refiere a la primera de las cuestiones, es cierto que la globalización reduce los márgenes de acción de los gobiernos. Pero lo cierto es que los Estados pueden resistirse a las presiones del capital financiero; la posibilidad efectiva de hacerlo depende de la influencia que en cada Estado conserven los distintos movimientos sociales. Por ello, la política de izquierda se distingue no sólo por sus decisiones en materia social, las que tradicionalmente daban cuerpo al pacto social del Estado del bienestar, sino por dar voz a los colectivos más desfavorecidos; es una diferencia que se plasma no sólo en decisiones de política económica, sino en el ámbito del fortalecimiento democrático. Sólo de ese modo cabrá restaurar las bases del pacto social, que, aún respetando el mercado como forma básica de la asignación económica, asume la necesidad de la intervención pública, a cargo del Estado, para redistribuir el producto social de forma justa.
-- En cuanto a las posibilidades de un feminismo global que se enfrente a las diversas formas en las que las culturas del mundo valoran la posición de las mujeres, hay que comenzar apreciando que también las mujeres del tercer mundo, con su incorporación al mercado laboral, adquieren valor para sí y para el conjunto de la sociedad, también para los hombres. Ello se aprecia especialmente en el caso de las inmigrantes, que asumen las pautas de conducta del país de acogida y, en ocasiones, lideran el propio proceso migratorio, siendo ellas las que se anticipan en el viaje en busca de trabajo y arrastran a su familia en régimen de reagrupación. En los países en los que esa valorización de la mujer se ha consolidado, la llegada de colectivos menos emancipados fuerza a un diálogo complejo. Es necesaria la movilización de cada grupo social concreto: dicho en términos de Marx, cada grupo debe salvarse a sí mismo. Pero la solidaridad entre las mujeres, consideradas como un colectivo único con características comunes de opresión, permite confiar en la agregación de intereses; la postmodernidad, que asume acríticamente la disgregación cultural, actúa en este sentido como una rémora.
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