jueves, 9 de julio de 2015

Muchas gracias Rosita (Luxemburgo)


Por Cristián Opaso

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Tuve que leerlo un par de veces, para repasar -y tratar de recordar-las palabras que tanto alivio y esperanza me trajeron. Que trajeron además esa lucidez que resuena en nuestras entrañas cuando inequívocamente nos encontramos con algo profundo en común, cuando de verdad nos común-icamos.
Repasaba yo una antología española de la mundialmente conocida revolucionaria de origen polaco que aportara a los procesos revolucionarios de varios países europeos (El Pensamiento de Rosa Luxemburg, Antología de María José Aubet, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1983). Lo hacía con la dificultad que tengo en navegar zonas teóricas y en encontrarle sentido a las disertaciones dialécticas sobre como cambiar el mundo. Rastros perseguía, pistas, que me permitiesen comprender porqué la inmortalidad de esta luchadora, organizadora y periodista, y porqué fue perseguida y asesinada, nada menos que por otros que también decían querer cambiar el mundo.
Hasta que encontré dos citas que no me esperaba, y que me hicieron tremendo sentido. No daban quizás respuesta cabal al porqué de su inmortalidad y a la violencia que se ejerció sobre ella, pero me conmovieron y deseé compartirlas. No corresponden a sus conocidos ensayos de la Acumulación del Capital y el Imperialismo, ni a aquel Sobre la Guerra y el Militarismo (bueno es recordar que fue precisamente su oposición a la primera Guerra Mundial lo que provocó una fuerte diferenciación con otras fuerzas de izquierda), pero merecen ser conocidas por muchos. Quizás (no me extrañaría) se me acuse de contra-revolucionario, asunto que no me agradaría ya que, a pesar de todo, creo es imprescindible un cambio radical de nuestra sociedad.
La primera cita esperanzadora tiene que ver con la certeza de que las cosas mejorarán y la necesidad de superar la impaciencia, sino angustia, que nos envuelve frecuentemente al observar las tremendas injusticias, las tremendas estupideces y la tremenda falta de sentido común que nos rodean, aún más hoy, cuando apareciera como que Todo está en peligro, desde el aire que respiramos al futuro que tanto soñamos.
Decía Rosa Luxemburgo:
…La historia de estos últimos años y remontándonos al pasado, toda la historia, me ha enseñado a que no debe sobrestimarse la acción del individuo. En el fondo, lo que actúa y fuerza la decisión son las grandes fuerzas invisibles, las fuerzas plutónicas de las profundidades y, finalmente, todo vuelve a su sitio, por decirlo de alguna manera “por sí mismo”….”
¿Qué les parece? No es que Rosita menosprecie la necesidad de la acción en el mundo, sino más bien parece plantear el ser un poco más humilde frente a los acontecimientos y al universo, actuando en las ocasiones y los lugares en que uno de verdad pueda hacerlo. Y claro, Rosa Luxemburgo escribía estas palabras desde la cárcel, en una carta que mandara a Luise Kautsky el 15 de abril de 1917 desde la prisión alemana de Wronke, adonde permaneció encarcelada desde Julio de 1916 a noviembre de 1918. En aquella carta, aclaraba lo que decía:“…¡No interpretes mal lo que te digo! No estoy preconizando ningún tipo de optimismo fatalista y cómodo, destinado a enmascarar su propia impotencia y que detesto….¡No, no! En todo momento estoy en mi puesto y, cuando la posibilidad me sea ofrecida, me apresuraré a tocar con mis diez dedos el teclado del piano del mundo, ¡qué estrépito! Pero como, no por mi culpa, sino por circunstancias exteriores, he sido “despedida” de la historia mundial, me río un rato, estoy contenta cuando todo funciona, incluso sin mí, y estoy convencida firmemente de que todo irá bien. La historia sabe siempre mejor que nadie como arreglárselas, cuando parece muchas veces que se ha metido en un impasse sin la menor esperanza de salida.”
¡Que alivio! Que alegría y que tranquilidad puede uno permitirse sabiendo que en realidad las cosas posiblemente llegarán a buen puerto, a pesar de todo. Que lo que mueve los acontecimientos no son sólo las coyunturas políticas y económicas que salen en los periódicos y las pantallas de televisión, ni sólo las movilizaciones que incendian las ciudades y carreteras, ni los paros de los casi inexistentes sindicatos, ni los reclamos de los muchos más en paro laboral (o sea desempleados). Qué hay otras fuerzas, misteriosas, profundas, que actúan. Tiene que ver también, pienso yo, con el hecho de que quizás no son tan importantes ni imprescindibles los aportes que tan interesantes e inteligentes me parecen cuando me miro el ombligo.
¡Que alivio!
En otra carta escrita en prisión, esta una misiva escrita el 23 de junio de 1917 y dirigida a Hans Diefenbach, Rosita cuenta lo que se le cruzó por la mente (y el corazón) luego de escuchar atentamente el canto de un pajarito que acompañaba a las presas desde las murallas de la prisión.
“…Hoy este pequeño canto delicado sobre el muro, que apenas duró medio minuto, ¡llenó mi pecho de una dulzura y una ternura inmensas! Inmediatamente lamenté todo el mal que hubiera podido hacer a los humanos, toda la dureza de mis sentimientos o pensamientos que hubiera podido tener. Decidí, una vez más, ser buena, sencillamente buena, a cualquier precio: es mejor que “tener razón” o que llevar la cuenta exacta de cada pequeña vejación.”
O sea, ser bueno ¿A cualquier precio? ¿Aunque otro diga tener la razón, sin tenerla? ¿Sin tener que siempre responder o entender las vejaciones del injusto sistema? Cómo, ¿es que un revolucionario/a puede ser bueno/a? ¿Puede ser tierno/a?
¡Ser bueno/a: a cualquier precio! ¡La Historia sabrá como arreglárselas!
Lo dice Rosita. No lo olvidaremos. ¡Gracias Rosa Luxemburgo!

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