Inés de Suárez pasó a la historia no sólo por ser una de las fundadoras de Santiago de Chile junto al conquistador Pedro Valdivia, sino por haber protagonizado uno de los actos más crueles de la batalla por los territorios americanos. Ante la lucha encarnizada con los pueblos indígenas que ocupaban la actual Chile, Inés de Suárez no dudó en decapitar a sus siete caciques presos para atemorizar y amedrentar al enemigo. Inés mantuvo una relación extramatrimonial y escandalosa en aquella época piadosa con Valdivia pero terminó sus días como la devota esposa de Rodrigo de Quiroga y realizando obras de caridad.
La costurera
Inés de Suarez nació en la ciudad extremeña de Plasencia en el año 1507 donde fue criada por su madre y su abuelo, un artesano ebanista, dado que su padre hacía tiempo que sufría una dolencia estomacal que lo mantenía postrado. De su período infantil poco se conoce de ella, salvo que aprendió de su madre el oficio de costurera.
En 1526, sin haber cumplido los veinte años, Inés se casaba por primera vez con Juan de Málaga, un aventurero enfrascado en la conquista de América. Al poco tiempo de haber contraído matrimonio, su esposo partió rumbó al nuevo continente donde permaneció casi diez años. Mientras tanto, Inés tuvo que esperar pacientemente hasta que en 1537 consiguió una licencia real para viajar a América en busca de su marido. Lo que encontró Inés fue la triste noticia de su fallecimiento en la Batalla de las Salinas, un conflicto que enfrentó a los conquistadores Pizarro y Almagro por la ciudad de Cuzco.
La amante
La joven se encontró entonces viuda, en una tierra desconocida y con unas tierras en Cuzco recibidas como compensación al fallecimiento de su esposo. Fue en su nuevo hogar donde Inés conocería a Pedro de Valdivia, un aventurero como su marido con el que entabló una relación tan estrecha que terminaron convirtiéndose en amantes, mientras la esposa de Valdivia, Marina Ortiz de Gaete, esperaba pacientemente en el otro lado del océano como Inés hiciera unos años antes.
Cuando a finales del año 1539 Pedro de Valdivia inició su expedición a Chile, Inés no dudó en acompañarlo previa autorización del explorador Francisco Pizarro. Inés viajaría como sirvienta de Pedro para no escandalizar a la iglesia. Desde el primer momento Inés se ganó el respeto y la estima de los miembros de la expedición.
La conquistadora
La principal ocupación de Inés durante las refriegas y enfrentamientos con los caciques locales fue la de asistir a los heridos y a las tropas. Pero Inés no se quedó en la retaguardia sino que decidió intervenir cuando la situación parecía desesperada. La joven planteó a los conquistadores españoles decapitar a los siete caciques que habían conseguido capturar y lanzar sus cabezas a los enemigos para amedrentar sus ánimos. A pesar de que los hombres al mando se negaron pensando que podrían utilizarlos como moneda de cambio, ella no lo dudó y ejecutó su plan con sus propias manos. La terrible decisión tuvo el efecto deseado.
Inés y Pedro de Valdivia mantuvieron una relación que se alargó más de diez años. Aun así, ni la iglesia ni el virrey aceptaron aquella situación y obligaron a Pedro a traer a su esposa y a casar a su amante con algún hombre de su confianza.
La esposa devota
El elegido fue Rodrigo de Quiroga, uno de sus mejores capitanes, con el que terminaría sus días.
La vida de Inés, quien no pudo tener hijos, se tornó entonces en una existencia tranquila dedicada a las obras de piedad. Las más destacadas fueron su contribución a la construcción del templo de la Merced y la ermita de Montserrat en Santiago de Chile, ciudad en la que murió en el año 1580.
Si quieres leer sobre ella
Por Sandra Ferrer
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