martes, 24 de septiembre de 2013

Hablemos del tabú de la menstruación



La menstruación es un tabú. Aceptémoslo. No es algo de lo que se hable públicamente y, sobre todo, es algo que hay que ocultar. Estoy menstruando, pero por favor, que nadie se dé cuenta. Todo esto empieza en casa, continúa en la escuela, en los medios de comunicación y en la sociedad en general. Para empezar, tu madre nunca te habló abiertamente de su menstruación. Sabes algo de tampones y compresas, pero poco más. Luego un día, de repente, tienes las bragas manchadas de sangre. Se lo dices a tu madre entre asustada y avergonzada, sin saber muy bien cómo va a reaccionar. Ella te dice: “Ya eres una mujer”. Y te da una compresa.
Tú, por supuesto, no le dices nada a nadie. Hay que ocultarlo, así que mejor no ponerse faldas ni pantalones cortos, no ponerse ropa blanca y nada de ir a la piscina o a la playa. Si te encuentras más cansada o falta de energía, lo ocultas, que nadie se entere. ¿La mujer débil? ¡No! Yo soy una mujer fuerte, tengo que levantarme y demostrárselo al mundo. Ningún niño ni hombre cercano puede enterarse de que estoy menstruando. Puede que hasta crean que la menstruación es un líquido azul, tal y como muestran alegremente en los anuncios de televisión.
{Imagen de Güatafoc}
La actitud que tomamos las mujeres ante la menstruación nos está haciendo mucho daño, porque no estamos permitiendo a nuestro cuerpo descansar, no estamos respetando las necesidades cíclicas, sino que las intentamos ocultar y tapar para, una vez más, encajar en esta sociedad lineal donde hay que mostrarse “perfecta”. La ginecóloga Miriam Al Adib Mendiri lo explica muy bien en un artículo que ha publicado en su blog “Mujer al día en ginecología”. Aquí abajo pego un extracto del artículo que me ha parecido muy interesante por ser muy realista y que habla de la actitud que mostramos las mujeres ante la menstruación:


-El modelo de mujer “en-mi-cuerpo-todo-sigue-igual-nadie-me-nota-nada“: se centra en no aceptar los cambios normales y que, además, nadie me note nada (o sea, empezamos mal: se centra más en “el otro” que en una misma).
Así por ejemplo, para vendernos esas compresas súpermegachulis esos tampones megaideales nos imponen esa imagen de mujer que está superguay con esa ocultación casi obsesiva de su menstruación, y no me refiero tanto a ocultar el sangrado en sí, sino que consiguen ocultar que probablemente puedan necesitar otras cosas, como por ejemplo un poco de más descanso o de calma durante la regla, estas mujeres cara a la galería conservan las mismas ganas de hacer las mismas cosas que seguramente a la mayoría les apetecería hacer en otro momento. Algunas de ellas, en esos anuncios, hasta llegan a tener unas ganas locas de bailar toda la noche embutida en un minitrapo blanco (=vestido?) en plan restriegue con el musculitos de turno, y ya sabéis como acaba el anuncio, no? “conseguido! el chico está coladito por mis huesos y además ni ha notado mi menstruación” (o sea: mujer objeto, y encima negando sus no-ganas para tanto “bailoteo”. Aunque para gustos los colores, a la mayoría de las mujeres no les apetece bailar toda una noche el día que le baja la regla y menos embutida en un minitrapo. A esta mujer falta decirle: “guau! apúntate un pin, nadie ha notado que tienes la regla!”. Son miles de anuncios publicitarios que transmiten este tipo de mensajes, por no hablar de la cantidad de anuncios que nos dan a entender que la menstruación es algo tan desagradable y maloliente que hay que “camuflar” con esos superolores de las compresas o toallitas perfumadas.
-El modelo de mujer “superwoman-yo-puedo-igual-que-ellos” que entra en la rueda de la competitividad, que literalmente llega a igualarse a los hombres a costa de renunciar a su particular fisiología femenina también ha hecho mucho daño. Insisto, las mujeres tenemos que contar con nuestra particularidad cíclica (y sobra añadir que aquellas que nos convertimos en madres además pasamos por muchos otros cambios en el embarazo, parto y puerperio). Deberíamos vivir más conectadas con nuestros procesos naturales aceptando la normalidad de los mismos, pero claro, la sociedad de la competitividad nos lo pone muy complicado. He frecuentado conversaciones entre mujeres en plan “concurso”: a ver quien ha conseguido aguantar más tiempo trabajando estando embarazada o a ver quien se ha incorporado antes al trabajo, como si fuera un logro haber pasado un embarazo haciendo todo lo mismo que fuera del mismo, como si no hubiera pasado nada. En nuestro país hemos llegado a ver a una ministra haciendo gala de ir “embarazadísima” a ver a las tropas españolas donde ya sabéis y otra (del partido contrario) apenas terminado de parir se reincorporaba a su trabajo, ohh!! qué responsables con su “misión”, y lo peor, es que estas acciones se entienden como buen ejemplo a seguir, la cultura del deber y el trabajo (en términos de producción y competitividad) tal y como la concebimos en nuestra sociedad no acompaña para nada a las mujeres. Hace que existan dos bandos: las “flojas” (que no logran poner a raya sus procesos naturales) y las “superwoman” (que consiguen poner a raya su condición femenina y disimularlo todo). Y qué me decís de algunas mujeres del mundo de la moda rápidamente vuelven a las pasarelas para “demostrar” que sus cuerpos siguen igual de perfectos. Evidentemente el embarazo si va bien es un proceso natural, no estamos enfermas, se puede hacer más o menos lo que sueles hacer antes, pero de ahí a pasar al otro extremo de “a ver cuanto que aguanto haciendo ciertas cosas que no cumplen con los cuidados básicos de una embarazada” hay un largo trecho. En mi caso, confieso, lo he vivido en mi trabajo (solamente en mi primer embarazo, aprendí la lección para el resto) esa presión (de la que ni yo misma era consciente) de tener que aguantar haciendo guardias de 24 horas, todas las demás lo hacían, yo no podía ser menos, claro (ahora me parece absurdo)… Ciertos trabajos como por ejemplo trasnochar haciendo guardias de 24 horas no son los ideales, y no hace falta ser ginecóloga para entenderlo así, basta con un poco de sentido común. Sin embargo parece que en ciertos contextos está bien valorado y bien visto este tipo de acciones que no nos ayudan nada a las mujeres.
No se trata ni de considerarnos enfermas y que no nos pueda ni rozar el aire, pero tampoco irnos al otro extremo de “luchar” contra lo que nos pide nuestro cuerpo. Es más sencillo: comprender y aceptar que en cada momento necesitamos cosas distintas, esto no es bueno ni malo, hay que entenderlo como normal y ya está, y no sentirnos mal por tener menos ganas de trabajar el día que baja la regla, ni sentirnos melindrosas por estar con nauseas en el embarazo ni considerarnos enfermas por ello ni mucho menos.
El lenguaje: el lenguaje coloquial está cargado de frases hechas que no nos deja muy bien paradas. Por todos es conocido las formas a las que denominamos a la menstruación: con eufemismos “esos días”, o directamente con menciones patologizantes “ponerse mala”. Me impresiona como las mujeres histerectomizadas explican la cirugía que les han hecho así: “me vaciaron todo” (una frase muy mutilante, no?). Cuando una mujer está pasando una etapa en la que se siente más irritable si tiene más de 45 enseguida se le dice con su toque despectivo: “es que estás menopausica”. Y ya si nos metemos en la esfera sexual son alucinantes los términos despectivos del lenguaje para referirse a la sexualidad femenina, de eso se puede hacer una larga lista…
{Imagen de www.menstrupedia.com}

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