lunes, 21 de noviembre de 2011

Te explico sobre el Ecofeminismo


1. ¿Cómo empezó el ecofeminismo?
El feminismo mostró desde temprano que uno de los mecanismos de legitimación del patriarcado era la naturalización de la mujer. En El Segundo Sexo, Simone de Beauvoir denuncia la exclusión de las mujeres del mundo de lo público realizada a través de la conceptualización de la mujer como alteridad, como Naturaleza, por parte del hombre (varón) que se reservaba los beneficios de la civilización. El famoso “no se nace mujer, se llega a serlo” beauvoireano es una denuncia del carácter cultural, construido, de los estereotipos femeninos y, al mismo tiempo, un alegato en favor del reconocimiento del derecho de las mujeres, en tanto seres humanos portadores de un proyecto existencial, a acceder al mundo de la cultura del que fuimos injustamente excluidas.
Hacia finales de los 70, y ya plenamente en los 80, algunas corrientes del feminismo radical recuperan la antigua identificación patriarcal de Mujer y Naturaleza para darle un nuevo significado. Así pues, las primeras conexiones que encontramos entre el feminismo y la ecología que dieron origen al ecofeminismo se encuentran en las utopías literarias de las feministas de los años setenta.
“La primera voz”, fue Rachel Carson, quien, en su libro La Primavera Silenciosa, publicado en Estados Unidos en 1962, ya denunció una década antes, que los avances tecnológicos estaban precipitando una crisis ecológica. Pero no fue hasta 1974 que Françoise d'Eaubonne adoptó por primera vez el término de ecofeminismo. Lo hizo para representar el potencial que tenían las mujeres para encabezar una revolución ecológica que conllevara nuevas relaciones de género entre hombres y mujeres y una relación distinta entre los seres humanos y la naturaleza.
La primera feminista en analizar la supuesta proximidad de las mujeres a la naturaleza fue Sherry B. Ortner. En su obra señala que las mujeres han sido tradicionalmente asociadas con "algo" que todas las culturas infravaloran y que goza de menos estatus, etc... Siendo ese “algo” la naturaleza en sentido amplio. Dicha relación hace que las mujeres hayan sido, siempre y en todas las culturas, simbólicamente asociadas con la naturaleza, en oposición a los hombres que son identificados con la cultura. Este binomio ha servido para legitimar la opresión de las mujeres por parte de los hombres.
A lo largo de su obra, Sherry B. Ortner, se refiere a factores biológicos, sociales y psicológicos como elementos que contribuyen a la identificación de las mujeres con la naturaleza. La autora intenta rescatar a las mujeres de su posición de inferioridad al ser identificadas con la naturaleza por parte del patriarcado y para ello las ubica en una posición intermedia entre la naturaleza y la cultura que les permite actuar como mediadoras entre ambas. Como veremos más adelante, su análisis estaría en la línea del ecofeminismo radical. Cabe señalar muy brevemente que su obra fue muy criticada ya que consideraba como universalmente homogéneos los términos "naturaleza", "cultura", "hombre" y "mujer" y desestimaba la diversidad en la distinción entre el terreno de la cultura y el de la naturaleza que cada cultura señala. Ya se verá más ampliado en el apartado específico para las críticas al ecofeminismo.
2. ¿Qué sostiene el ecofeminismo?
Para Ivone Gebara, la Modernidad comienza con dos hechos fundamentales: la tortura de brujas y el establecimiento del método científico. En ésta época, se produce la redefinición del papel de la mujer como ama de casa subordinada a las relaciones matrimoniales y a la familia. A su vez, la naturaleza liberada pasa a ser dominada por el espíritu científico masculino. Dice Gebara “las brujas fueron no sólo consideradas símbolos del mal, sino también, de la violencia de la naturaleza capaz de provocar tempestades y enfermedades, de matar niños, por eso las mujeres revoltosas y la naturaleza en desorden precisaban ser controladas”.
En el Occidente moderno, se acentuó la separación entre naturaleza y cultura, pasando a prevalecer la última sobre la primera, imponiendo e interpretando según sus propias reglas a una naturaleza hostil y necesitada de ser dominada. De este modo, tanto los negros, los indígenas y las mujeres formaban parte de esa naturaleza y justificaban por ende ser dominados. Un claro ejemplo es el que da Hegel en sus Lecciones sobre la filosofía y la historia universal. Dice: “en la época moderna (s. XIX), las tierras del Atlántico que tenían una cultura cuando fueron descubiertas por los europeos, la perdieron al entrar en contacto con éstos. La conquista del país [América], señaló la ruina de su cultura de la cual conservamos noticias, pero se reducen a hacernos saber que se trataba de una cultura natural. […]Los indígenas, desde el desembarco de los Europeos han ido pereciendo al soplo de la actividad europea”.
No se trata de un dominio meramente bélico, político o económico sino, ante todo, de un dominio espiritual que prevalece sobre lo natural y se justifica a través de las instancias bélicas, económicas o políticas.
Volvamos a Ivonne Gebara. Para esta filósofa y religiosa, los oprimidos, las mujeres y la naturaleza estuvieron presentes en los discursos de las estrategias dominadoras de la política, la filosofía y la teología del pensamiento Occidental. El viraje que intenta introducir el ecofeminismo consiste en advertir que el destino de los oprimidos está íntimamente ligado al destino de la tierra. En este aspecto, como dice la autora, “toda apelación a la justicia social, implica una eco-justicia.”
Por el contrario, la complicidad del cristianismo colonial implica la dominación de las mujeres, de las culturas no occidentales y la explotación sin límites de los recursos naturales. Es interesante destacar la relación que se hace de la explotación de los pueblos y, por el otro, la explotación de la mujer-naturaleza. Podemos afirmar, siguiendo el pensamiento ecofeminista propuesto por esta autora, que tanto la filosofía como la metafísica se convierten, sobre todo en la modernidad, en una variante más del antropocentrismo.
En relación a la ciencia, la perspectiva ecofeminista intenta abrir la percepción para captar aspectos fundamentales de la vida que fueron excluidos desde nuestro campo cognitivo y, por lo tanto, fueron reprimidos entre nuestros saberes. En este sentido, resulta también sumamente instructivo el aporte de Foucault. Es menester abrirse hacia otras conexiones y denunciar el carácter ideológico de buena parte de la ciencia patriarcal, tal como fue el despliegue de la ciencia occidental moderna. Ya Nietzsche había aseverado que el problema no era de la ciencia en sí, sino del método científico.
Existe una necesidad de volver a enfocar el conocimiento humano revelando sus límites y mostrando hasta qué punto la historia oficial no ha incluido a los pueblos y a las mujeres. En esta visión “eco-alternativa” se introduce la afectividad y el erotismo en el proceso mismo del conocimiento. Esta introducción nos sumerge en la imposibilidad de determinar con claridad los límites entre objetividad y subjetividad. Tanto el sujeto como el objeto se van construyendo en el acto de conocer. Podemos decir que un científico apasionado se acerca bastante a la tarea del artista. Para la concepción eco feminista la razón humana pierde su fuerza en la medida en que la disociamos de sus pasiones, de la seducción, la atracción y del encantamiento que los seres que pueblan nuestro mundo ejercen sobre ella.
2.1 Argumentos básicos del ecofeminismo
Resumiendo, pues, podríamos decir que los argumentos básicos del ecofeminismo son los que se presentan a continuación. Éstos tan sólo son los más generales, pues, como veremos más adelante, hay diferentes variantes dentro del propio ecofeminismo.
En primer lugar, el ecofeminismo señala que en el orden simbólico patriarcal existen conexiones importantes entre la dominación y explotación de las mujeres y de la naturaleza, aunque dicha relación se interprete de manera distinta de acuerdo con cada enfoque ecofeminista.
En segundo lugar, el ecofeminismo denuncia la asociación que el patriarcado establece entre las mujeres y la naturaleza. Para ello argumenta que la biología de las mujeres, su cuerpo (característica que las capacita para gestar y crear vida) hace que estas estén en una posición de mayor proximidad a la naturaleza, lo que permite su identificación con ella. Los hombres, guiados por la razón, en oposición a la intuición femenina, pertenecen al mundo de la cultura. Por su capacidad para controlar y transformar la naturaleza, la cultura se considera superior a la naturaleza. Los binomios mujer-naturaleza y hombre-cultura y la superioridad de la cultura sobre la naturaleza en el patriarcado explican que las mujeres sean consideradas inferiores a los hombres.
En tercer lugar, el ecofeminismo considera que la dominación y explotación de las mujeres y la dominación y explotación de la naturaleza tienen un origen común, lo que sitúa a las mujeres en una situación privilegiada para acabar con dicha dominación.
Por último, el ecofeminismo propone que el movimiento feminista y el movimiento ecologista tienen objetivos comunes (la igualdad de derechos, la abolición de jerarquías, etc...) y deberían trabajar conjuntamente en la construcción de alternativas teóricas y prácticas, como ya se ha producido anteriormente.
3. Tipos de ecofeminismos
Aunque no nos detendremos en la definición exhaustiva de los distintos enfoques ecofeministas ni en el debate que existe entre las distintas tendencias, es necesario que hagamos una distinción entre las diferentes corrientes ecofeministas.
El ecofeminismo radical, nacido del feminismo romántico, destaca las conexiones históricas, biológicas y sociales entre la naturaleza y las mujeres y considera que la explotación y opresión de ambas es consecuencia del dominio del hombre y del orden patriarcal. Se parte de la existencia de una sociedad anterior al patriarcado que podría definirse como mayoritariamente matriarcal. En dicha sociedad la biología de la mujer y la naturaleza (entendida como la madre-tierra) eran festejadas como se puede interpretar a partir del predominio de divinidades femeninas que hacían referencia a la fertilidad y a la madre naturaleza sobre las masculinas. El patriarcado supuso la imposición de los valores masculinos y la substitución de las diosas por los dioses. La propuesta del ecofeminismo radical es la recuperación de los valores matriarcales, convirtiendo el rol insustituible de las mujeres en la preservación de la especie en un instrumento de poder para las mujeres y en un activismo ecológico propio.
Por otra parte, el ecofeminismo liberal, basado en el feminismo de la igualdad y la teoría conservacionista de la naturaleza, considera que el deterioro ambiental es el resultado de la implantación de un modelo de desarrollo economicista que no considera sus impactos negativos sobre el medio ambiente, que no utiliza adecuadamente los recursos naturales y no cuenta con una legislación al respecto. Para las ecofeministas liberales, la explotación de las mujeres es el resultado de la situación marginal en la que se les mantiene (menos oportunidades en la educación, en el trabajo, etc...) y la conexión entre mujeres y medio ambiente no tiene una base biológica. No creen que hombres y mujeres, por ser biológicamente distintos, deban tener actitudes distintas respecto a la naturaleza. Las mujeres, al igual que los hombres, insertas en el orden patriarcal, hemos desarrollado actitudes y estrategias que a menudo no son respetuosas con el medio ambiente.
Las ecofeministas que defienden esta corriente proponen reformas medioambientales en base a una mejor aplicación de la ciencia moderna acompañada de una legislación que asegure el cumplimiento de las condiciones necesarias para un desarrollo ecológicamente sostenible. Su planteamiento ecológico es fundamentalmente conservacionista. Las mujeres deben acceder al poder, a través de la igualdad de oportunidades, participando de todas las decisiones entre las que se encuentran la gestión de los recursos naturales, la preservación de un medio ambiente saludable y la defensa de la calidad de vida. Es la experiencia al actuar desde una posición marginal respecto a la toma de decisiones del poder dominante y no la maternidad, la que coloca a las mujeres en una posición privilegiada respecto a los hombres para proponer y elaborar propuestas alternativas viables respecto al medio ambiente. En este caso, el medio ambiente es una construcción social, lejana al concepto de la madre naturaleza y su defensa por parte de las mujeres se enmarca en la lucha contra todas las formas de opresión del sistema patriarcal.
Por último, el ecofeminismo socialista considera que los problemas medioambientales son intrínsecos al patriarcado y al capitalismo que justifica la explotación de la naturaleza mediante la técnica para facilitar el progreso, entendido principalmente como crecimiento económico. El capitalismo ha liberado a los hombres de la naturaleza, les ha proporcionado los medios para explotarla y controlarla para su beneficio valiéndose de la explotación de las mujeres al invisibilizar su participación histórica en la economía (tanto por su contribución a través del trabajo productivo como reproductivo). El capitalismo esta acabando con otros medios de producción como la agricultura de subsistencia, en los que hombres y mujeres participaban en condiciones de mayor igualdad; adjudicando el trabajo asalariado a los hombres y la reproducción, gratuita, devaluada e invisible, a las mujeres. Las ecofeministas socialistas proponen la construcción de una sociedad socialista que construya una nueva relación entre los géneros y una relación distinta con la naturaleza, lejos de la dominación que hace el capitalismo y que garantice una buena calidad de vida para todos y todas.
Cabe nombrar también, el ecofeminismo de la diferenciación y el feminismo ecologista, que ya serán explicados más adelante.
4. Criticas al ecofeminismo
Según sus detractores, el ecofeminismo presenta algunas dificultades al intentar explicar la realidad.
Para empezar, el ecofeminismo considera a las mujeres como una categoría única, sin distinción por clases, castas, razas, religiones, étnias, edades, etc. Todo ellos, elementos que determinada el tipo de relaciones que las mujeres establecen con los hombres y con la naturaleza. El ecofeminismo, en especial el radical y el liberal, ignoran cualquier otra opresión que pueda afectar a las mujeres a parte de la opresión de género.
Para empezar, el ecofeminismo considera a las mujeres como una categoría única, sin distinción por clases, castas, razas, religiones, étnias, edades, etc...; todos ellos elementos que determinan el tipo de relaciones que las mujeres establecen con los hombres y con la naturaleza. El ecofeminismo, en especial el radical y el liberal, ignoran cualquier otra opresión que pueda afectar a las mujeres a parte de la opresión de género.
Además, debemos destacar, que los ecofeminismos, al analizar ideológicamente y no en la práctica, la dominación de la naturaleza y de las mujeres por el patriarcado desestima los efectos reales de dicho dominio sobre la vida de las mujeres. Entre otros cabe señalar la ausencia de poder y la discriminación socio-económica y cultural a la que se ven sometidas muchas mujeres por el hecho de serlo.
A estas limitaciones conceptuales de los ecofeminismos, Bina Agarwal, refiriéndose a la experiencia de la India, añade que el discurso ecofeminista ignora la relación real que las mujeres establecen con la naturaleza, pudiendo ser esta distinta para cada mujer.
Por último, podemos acusar de esencialista a la tendencia ecofeminista que se basa en la biología de las mujeres para justificar su proximidad mayor a la naturaleza, ya que presupone la existencia de una "esencia femenina" universal que permanece a lo largo de la historia.
4.1. Ecofeminismo en el Norte y el Sur
Recordar que las mujeres constituyen más de la mitad de la población podría parecer innecesario si no observamos que, en general, los grupos de activistas ambientales no incorporan las energías femeninas. Muchos ecologistas revolucionarios pueden asistir a manifestaciones porque una mujer les ha planchado la camisa. Pero el ecofeminismo es algo más que una tendencia defensiva frente al arrollador machismo que todo lo invade.
El ecofeminismo es una convergencia entre los movimientos ecológicos, el feminismo y la espiritualidad femenina. Así define esta corriente de pensamiento la Women's Environmental Network, la red de mujeres ambientalistas. Esta organización informa y capacita a las mujeres británicas interesadas en incorporarse al movimiento ecológico sin someterse a los dictados masculinos de múltiples grupos que reproducen estilos competitivos en su práctica organizativa. Las mujeres del Norte están sometidas al consumismo que las hace desmerecedoras de una posición social sino compran la belleza estereotipada por la moda, llenan el frigorífico, condimentan los alimentos, mantienen el orden doméstico, cuidan los pequeños, mayores y enfermos. Muchas de estas, actividades no remuneradas ni compartidas en el seno familiar.
Aunque en menor medida que en el llamado “Tercer Mundo”. En los países desarrollados también ha habido movimientos ecologistas protagonizados por mujeres. En Estados Unidos Lois Marie Gibb encabezó una larga campaña para demostrar las fisuras del depósito más grande de dioxinas del mundo. La campaña de Love Canal (Nueva York) consiguió que 240 familias fueran evacuadas en 1978 y la zona fuera declarada Área Federal de Desastre. La compañía Hooker Chemicals había vendido en 1953 el vertedero al Consejo Local de Educación por un dólar a cambio de que la compañía fuera absuelta de cualquier responsabilidad futura. Ella y Rachael Carson son el símbolo de la conciencia ambiental crítica en Norteamérica.
Tampoco debemos olvidar la experiencia de las mujeres de Greenham Common, que durante años se opusieron a la base militar americana con misiles nucleares con el mismo nombre en Inglaterra.
El ecofeminismo europeo y americano, debido a su situación, sitúa la relación mujer y medio ambiente o naturaleza en un terreno meramente ideológico.
En cambio, en los países del llamado “Tercer Mundo”, las mujeres rurales pobres dependen totalmente del medio natural para asegurar su subsistencia, la de sus familias y la de sus comunidades. En este caso, la relación que estas mujeres establecen con la naturaleza sienta las bases de lo que Bina Agarwall llama “feminismo ecologista”, sobre el que ya trataremos posteriormente.
En el Sur la situación femenina es muy diferente a la del Norte. Las mujeres controlan todas las fases del ciclo alimentario. En América latina y Asia las mujeres producen más del 50% de los alimentos disponibles y en África casi el 80% además de encargarse de proveerse de agua potable y leña. A cambio disponen del 1% de la propiedad y tienen cerrado el acceso a créditos, ayudas, educación y cultura. Por este motivo diferentes movimientos ecológicos protagonizados por mujeres han dado luz al llamado ecofeminismo de los pobres. Porque, además, la pobreza cada vez tiene mas rostro de mujer.
.Las mujeres rurales de dichos países mantienen una relación muy estrecha con la naturaleza; tanto como usuarias y gestoras de los recursos naturales, como productoras de alimentos y otros bienes destinados al consumo y al mercado y como administradoras y consumidoras de bienes. Esta relación varía de una mujer a otra en función de la clase social, raza, casta, religión, etnia, etc... a la que pertenecen; todos ellos factores que determinan los efectos de la degradación ambiental sobre dichas mujeres y su capacidad de respuesta.
Son internacionalmente conocidas las iniciativas que distintos grupos de mujeres y/o mixtos, que cuentan con una participación alta de mujeres, han tomado en el campo de la protección ambiental y en la lucha por defender el derecho a la vida en condiciones dignas.
Para las ecofeministas de los llamados “países del Sur”, como Vandana Shiva en India, la explotación y destrucción de la naturaleza es intrínseca al modelo de desarrollo económico industrial dominante, que ella misma define como una imposición colonial por parte del "Primer Mundo". Esta autora, por su importancia y su trascendencia internacional, deberá tener su propio apartado.
Para oponerse a la deforestación en el Estado Indio de Uttar Pradesh nació, en los años setenta un movimiento llamado Chipko protagonizado por mujeres. En hindi `Chipko' significa abrazar. Las mujeres se abrazaban a los árboles para evitar que fueran cortados. Los aldeanos se oponían al corte comercial de los bosques vírgenes, comunales y a las restricciones de acceso que se les impusieron. El movimiento tenía sus raíces en la filosofía de Ghandi basada en la resistencia no-violenta. La campaña tuvo sus éxitos iniciales que culminaron en 1980 con el gobierno indio dando su aprobación de una moratoria de quince años a la tala de árboles de bosques del Himalaya. El movimiento inició una campaña masiva de plantación de árboles. El lema del movimiento es que los bosques cuidan el suelo, el agua y el aire puro. Este mensaje se extendió a Karnatka, Rajasthan y Orissa además de todo el mundo gracias a los escritos de Vandana Shiva.
En palabras de Gail Omvedt "las mujeres del movimiento Chipko están más próximas a la naturaleza por su papel como recolectoras de pasto para el ganado, combustible y agua; mientras que los hombres a menudo emigran a la planicie en búsqueda de trabajo u obtienen pequeños beneficios del "desarrollo". Este hecho contribuye a la comprensión del porqué las mujeres, más que los hombres, participan activamente en las reivindicaciones y movimientos ecológicos que luchan por liberar a la naturaleza de su explotación y a las mujeres de su posición de inferioridad.
En la India, sobresalen, además del mencionado movimiento Chipko, el movimiento Appiko en Kerala (de características y actividades muy parecidas a las del Chipko aunque cuenta con una participación más equilibrada de hombres y mujeres), el movimiento Narmada Bachao Andolan. Este movimiento popular mixto se opone desde hace unos años a la construcción de un sistema de presas a lo largo del río Narmada. Estas presas tienen el objetivo de convertir en tierras de regadío una parte de Gujarat, estado situado en el oeste de la India, donde supuestamente se desarrollarán grandes explotaciones de caña de azúcar. Este proyecto de "desarrollo" estaría financiado en gran parte por el Banco Mundial y conlleva la abnegación de más hectáreas de bosque y tierras fértiles que las que el proyecto pretende irrigar. Además, va a ocasionar el desplazamiento, en la mayoría de los casos sin ningún tipo de compensación económica, de miles de personas, la mayoría tribales y pobres.
4.2. ¿Por qué es necesario el ecofeminismo hoy?
Resulta indudable que la contaminación medioambiental afecta a ambos sexos en todas las edades. Pero suele reconocerse que hay grupos de mayor riesgo, por ejemplo, los niños y niñas. Algunos estudios han apuntado a que los trastornos provocados por la contaminación afectan más a las mujeres debido a una mayor proporción de tejido graso en su organismo. Las sustancias químicas tóxicas se fijan en la grasa, lo cual, sumado a la inestabilidad hormonal, explicaría que el síndrome de hipersensibilidad química múltiple (SHQM), entre otras patologías, se dé más entre la población femenina.
En el curso del año 2002, la Red Medioambiental de Mujeres, con sede en Londres, denunció que poco se dice y se hace por combatir el alarmante aumento del cáncer de mama que en los últimos cincuenta años tiene su principal causa en la exposición a xenoestrógenos, es decir, a sustancias químicamente similares a estas hormonas femeninas (pesticidas organoclorados, dioxinas de las incineradoras, resinas sintéticas y otras sustancias contenidas en productos de limpieza, envoltorios de plástico, pinturas, etc.).
La atención pública es desviada hacia los factores genéticos, que sólo explican entre el 8 y el 10% de los casos, o culpabilizan a las propias mujeres insistiendo en los estilos de vida (por ejemplo, en la falta de ejercicio físico) cuando la principal causa es totalmente ajena a la decisión individual y proviene de una alimentación y un medio ambiente tóxicos. Recordemos que las personas que no pueden adquirir alimentos de producción ecológica, por ejemplo por razones económicas (son al menos un 20% más caros que los comunes), pueden llegar a ingerir hasta cincuenta variedades de pesticidas al día. A la dificultad económica agreguemos la del acceso a los puntos de venta, dificultad particularmente notable en España, cuya producción ecológica, al no encontrar una demanda interna desarrollada, se destina en su mayor parte a la exportación a Alemania.
Si la contaminación de los alimentos, del agua y del aire constituyen supuestamente la principal causa de los cánceres de mama (y de próstata), ¿dónde está la responsabilidad individual de elegir un estilo de vida? Por éstas y otras razones, algunos grupos feministas han comenzado, cada vez más, a vincular sus reivindicaciones con las realizadas desde el ecologismo.
Un ejemplo de organización de mujeres dedicada al ecologismo es “Women's voices for the Earth”. Esta organización se define a sí misma como una organización de justicia medioambiental cuya misión consiste en ayudar a las mujeres a alcanzar las cuotas de poder que históricamente les han sido negadas y crear una sociedad ecológicamente sustentable y socialmente justa. Para ello, colaboran con campañas de diferentes asociaciones para concienciar sobre los millones de toneladas de tóxicos que contaminan el medio ambiente y en particular los cosméticos con ftalatos y las toxinas bioacumulativas (PBTs) provenientes de los pesticidas y de la incineración de PVC. Estas sustancias entran en la cadena alimentaria y ya han sido detectadas en el organismo humano. Las campañas exigen un cambio en las leyes que permita controlar la situación y una transformación del paradigma productivista ciego a las consecuencias a medio y largo plazo.
A nivel local, este movimiento de mujeres lucha contra la implantación de incineradoras y contra el uso de pesticidas, proponiendo modelos alternativos menos dañinos para la salud humana y el ecosistema.
El ecofeminismo se halla animado por una evidente actitud de crítica y sospecha hacia la ciencia y la tecnología que contrasta con la confianza todavía vigente en gran parte de la población hacia la opinión de los “expertos”. No se trata de un rechazo fanático y en bloque de la ciencia y la tecnología, sino de la fundada sospecha de que, detrás del discurso científico y de muchas innovaciones tecnológicas lanzadas al mercado, hay intereses ocultos y parciales, involucrados en relaciones de poder y contrarios al bien común.
En los noventa, la generalización de la Terapia Hormonal Sustitutoria (THS) para la menopausia trajo nuevos debates. En este caso, estudios independientes con respecto a las multinacionales farmacéuticas han señalado que el riesgo relativo de cáncer de mama aumenta entre un 35 y un 60% en las mujeres que reciben THS durante cinco años o más.
La posición feminista con respecto a los cánones de belleza en las mujeres tiene ahora nuevos motivos de crítica a la moderna prohibición de envejecer. Señalemos, por otro lado, que a pesar de todo su arsenal farmacéutico y la optimista publicidad desplegada por los laboratorios, la ciencia es todavía impotente frente a los signos de la edad.
Finalmente, cabe destacar que también las nuevas tecnologías reproductivas son objeto de fuertes críticas feministas tanto por el elevado coste en términos de salud a medio y largo plazo para la mujer sometida a estimulación ovárica como por las condiciones ideológicas, sociales y económicas en que tiene lugar su desarrollo y a los significados éticos de las mismas.
Creo que bastan estas pocas pinceladas sobre uno de los aspectos más evidentes a primera vista de la relación entre género y ecología para justificar que el feminismo la tenga en cuenta. Conocer que nuestra salud está en juego puede ser un buen comienzo para interrogarse sobre los mecanismos y el rumbo de la actual sociedad de “los expertos”.
4.3. Vandana Shiva
Vandana Shiva es una mujer comprometida con su tiempo: física teórica, pacifista, seguidora de Ghandi, premio Nóbel alternativo y premio Vida Sana 1993, ha escrito multitud de libros. Ha sido capaz de movilizar en la India 5 millones de campesinos contra la Unión General de Tarifas de Comercio (GAT) y de ponerse a la cabeza de la gran movilización en contra de la globalización del comercio en Seattle a finales de 1999. Fundadora de Navdaya un movimiento social de mujeres para proteger la diversidad y la integridad de los medios de vida, especialmente las semillas.
Ha estado en Mallorca en conferencias de la Fundació la Caixa y la Universitat de les Illes Balears (otoño de 1999). Tiene una potente capacidad para comunicarse con la gente y explicar lo que está ocurriendo: la batalla genocida por el control mundial de los alimentos y de la vida. Un poder machista que representa un estilo de vida depredador y no sostenible.
Para dicha autora, el desarrollo basado exclusivamente en el crecimiento tecnológico y económico ha cambiado la relación del hombre con la naturaleza (entendida en la cosmología india como la madre tierra) y sitúa al hombre por encima de ella, otorgándole la capacidad para controlarla y dominarla, considerando que la naturaleza es inerte y pasiva. Dice que "La ciencia que no respeta las necesidades de la naturaleza y el modelo de desarrollo que no respeta las necesidades de las personas amenaza la supervivencia”.
Vandana Shiva coincide con Carolyn Merchant en que la experiencia común de opresión de las mujeres y de la naturaleza por parte del patriarcado define la conexión entre ambas, pero Shiva establece dicha conexión a nivel ideológico y material.
Las mujeres rurales del "Tercer Mundo" obtienen de la naturaleza del 60 al 80% de los alimentos que necesitan para su subsistencia y la de sus familias. La destrucción de la naturaleza supone una amenaza para sus vidas y las de los suyos. A partir del estudio del movimiento Chipko, la autora expresa que las mujeres del "Tercer Mundo" tienen una dependencia especial de la naturaleza y a la vez un conocimiento específico sobre ella. Este conocimiento, adquirido a través de la acumulación de experiencias y su transmisión generación tras generación de mujeres, ha sido sistemáticamente marginado por la ciencia moderna y el modelo de desarrollo dominante, ambos construcciones patriarcales que excluyen a las mujeres como expertas y a otros conocimientos (más respetuosos con la naturaleza) como parte del conocimiento o la ciencia. Vandana Shiva, explora las conexiones entre el desarrollo y la destrucción ambiental que diferentes activistas, organizaciones no gubernamentales y movimientos populares a lo largo de los países del Sur también identifican y denuncian.
El trabajo de Vandana Shiva ha sido criticado, entre otras, por varias investigadoras sobre el tema como Geeta Menon, Mira Burra y Bina Agarwal, todas ellas de India, que a su vez presentan interpretaciones distintas de la relación de las mujeres con la naturaleza.
Las críticas a la autora se basan en que a partir de su análisis de la participación de las mujeres en el movimiento Chipko, hace una extensión de su interpretación a la totalidad de las mujeres del "Tercer Mundo", colocando, de este modo, a todas las mujeres de estos países bajo la misma categoría. Igual que muchas de las ecofeministas de Europa y Los Estados Unidos, dicha autora, no distingue entre mujeres de distintas clases sociales, castas, razas, etc... Por ello, es acusada de esencialista, ya que considera que todas las mujeres del "Tercer Mundo" tienen una relación especial con la naturaleza, hecho que las distingue de las mujeres de los países desarrollados.
Por otra parte, Bina Agarwal critica su trabajo porque no analiza con detalle cómo se han producido, en la misma India, los cambios conceptuales sobre la naturaleza y sobre las mujeres ni reconoce la coexistencia de interpretaciones distintas de acuerdo a cada una de las culturas y religiones que conviven en dicho país. En cierto modo, Vandana Shiva ignora que cada cultura y/o religión llena con contenidos propios la terminología; con lo que aunque el significado de las palabras se mantenga, presentan matices distintos.
Otra de sus críticas a la posición de Vandana Shiva es la atribución que dicha autora hace de la destrucción de la naturaleza y de la opresión de las mujeres al colonialismo y a la imposición de la ciencia y el desarrollo occidental, ignorando la existencia de desigualdades económicas y sociales que perpetuaron dicha destrucción y opresión con anterioridad al colonialismo. No se puede decir que la sociedad pre-colonial india era justa y ecológicamente respetuosa en su totalidad.
A pesar de todo esto, Shiva es considerada internacionalmente una eminencia en cuestión de feminismo, ecología y derechos humanos, como lo demuestra el premio Nóbel alternativo del que se hizo merecedora en 1993.

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