Melisenda recibió el reino de Jerusalén de su padre, el rey Balduino II. No sólo luchó por controlar ella el poder cuando gobernó al lado de su marido, sino que luchó contra su propio hijo por mantener en su sién la corona. Melisenda, mujer de carácter, controladora y poderosa, no dudó en usar la fuerza y el terror para conseguir sus objetivos.
Heredera de los Santos Lugares
Melisenda era la mayor de las cuatro hijas del rey Balduino II de Jerusalén y Morfia de Melitene. Estaba destinada a gobernar los Santos Lugares, tarea para la que su propio padre la instruyó y preparó. A pesar de ser una mujer capacitada para ser reina, necesitaba a un rey a su lado que protegiera su posición dominante. Así, Balduino envió a sus hombres a Francia en busca de un noble digno de ser rey. El elegido fue Fulco V de Anjou, un hombre de más de cuarenta años hijo del conde de Anjou y de Bertrada de Montfort, famosa por su adulterio con el rey de Francia Felipe I.
Encuentros y desencuentros con su marido
Cuando se casaron, Melisenda era una joven de veintitrés años, esbelta y guapa; Fulco era un hombre mayor, de baja estatura y con un carácter intestable. En 1130 nacía su primer hijo, el futuro Balduino III.
Nada más obtener la corona tras la muerte de Balduino II en 1131, Fulco se esmeró para reducir el poder de su mujer excluyéndola de las actividades de gobierno, a pesar de haber recibido el reino como gobernantes conjuntos.
Fulco no sólo relegó a su esposa, de la que, al fin y al cabo había recibido el poder, sino que la denigró a causa de unos celos infundados. La estrecha relación entre Melisenda y su primo Hugo le Puiset, conde de Jaffa, fue la excusa para que Fulco la acusara de adulterio. El rey no se conformó con eso sino que el conde sufrió un intento de asesinato.
Melisenda reaccionó creando una situación de amenazas y terror entre los seguidores de Fulco y contra su propio marido. Este miedo hizo que Fulco rectificara e hiciera concesiones a la reina en materia política como permitirle ser miembro del consejo. A partir de ese momento, Fulco vería como su poder se iba reduciendo en favor de su esposa y sus partidarios.
Un año después, sin embargo, en 1136, Fulco y Melisenda se reconciliaban y tenían a su segundo hijo, Amalarico. Cuando en 1143 moría Fulco en un accidente de caza, Melisenda lloró sinceramente la muerte de su marido.
Encuentros y desencuentros con su hijo
Durante dos años Melisenda reinó en solitario en Jerusalén como regente de su hijo. Pero en 1145 Balduino llegaba a la mayoría de edad y debía ser coronado rey. El joven rey sin corona aguantó su situación hasta 1152 cuando pidió al patriarca Fulco de Jerusalén que el coronase como único rey legítimo. La negativa de Fulco llevó a Balduino a hacerse coronar en secreto, algó que provocó la ira de su madre.
Antes de provocar una guerra civil entre las facciones de madre e hijo, se tomó una deción salomónica. Balduino III gobernaría en los territorios del norte y Melisenda controlaría Judea, Samaría y Jerusalén. La situación de tensa paz no aguantó demasiado porque Balduino invadió los reinos de su madre. Melisenda huía con su segundo hijo Amalarico. Sólo la mediación de la Iglesia evitó un desastre mayor. Balduino III aceptó que Melisenta gobernara Nablús de por vida a cambio de un juramento de paz perpetua.
La reina no se resignó a vivir recluida el resto de sus días. Aunque aceptó el statu quo, hasta el momento de su muerte en 1161, Melisenda mantuvo una importante influencia en la corte y el gobierno del reino de Jerusalén.
Si quieres leer sobre ella
Miradas medievales, más allá del hombre y de la mujer, María Luisa Bueno Domínguez
Género: Ensayo
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Por Sandra Ferrer
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