sábado, 29 de noviembre de 2008

Mujeres, ciudad y ecología

Hortensia Fernández Medrano


Desde tiempos inmemoriales, se nos ha encomendado a las mujeres el papel de cuidadoras por razones pretendidamente naturales (lo que se ha llamado el destino biológico de las mujeres). El feminismo socialista y racionalista de la igualdad desmontó hace tiempo este mecanismo perverso y rechazó una mayor proximidad de las mujeres con la naturaleza como una maniobra del pensamiento patriarcal para mantenernos dentro del ámbito doméstico y alejadas de lo público y de la cultura.
Sin embargo, también han sido el feminismo posterior de la diferencia y el ecofeminismo los que nos han hecho valorar las actividades tradicionalmente realizadas por las mujeres, eso que hemos llamado la sostenibilidad de la vida humana haciendo alusión a la dimensión ecológica del término ya que sin ella la vida humana no es posible.

Valoración y análisis del cuidado de la vida

Cuidar la vida significa hacer que la vida continúe, pero también es imprescindible para la conservación de la especie humana. Cuidar la vida incluye tareas rutinarias y repetitivas como cocinar, limpiar, cargar, recoger, tareas que exigen mirar y esperar cómo permanecer disponible pero también incluye relaciones afectivas y sociales que posibilitan crear comunidad y proteger a las personas de la posible hostilidad que las puede afectar, sobre todo a las más pobres y desvalidas. Estas atenciones son las que permiten que los niños y niñas se hagan adultos y lleguen a ser obreros, campesinos, jueces o maestros satisfaciendo sus necesidades en la época profesionalmente activa pero también acogiéndolos en la vejez.
Por otro lado es el lugar en el que en el día a día se buscan soluciones para proteger a los más débiles cuando fallan las instituciones como es el caso de una sociedad atenazada por el paro y la explotación, pero también donde se buscan soluciones para proteger la vida en situaciones límite como son las catástrofes o las guerras, y el lugar donde comienza la reconstrucción gestionando la escasez y la esperanza. Así pues tanto en la vida diaria como en la adversidad y la catástrofe, las tareas de las mujeres constituyen una tarea civilizadora, como dicen las feministas italianas de la Librería de Milán, ya que sin ellas no habría civilización humana. (1)

Desde el pensamiento feminista no solo valoramos estas actividades sino que las queremos colocar en el centro de la organización social como las funciones humanas más importantes ya que de ellas depende la vida humana. Valoramos la vida humana y a quienes se han ocupado de su mantenimiento, esto es a las mujeres que realizan y han realizado a lo largo del tiempo y del planeta la función de cuidar la especie humana como amas de casa, madres ,esposas, hijas o hermanas ,siempre ligadas a lo imprescindible y a lo necesario, allí donde está la base de la auténtica economía, es decir ,la gestión de la casa o ámbito doméstico, como su nombre derivado del griego oikos,que quiere decir casa, lo demuestra.
Para analizar este tipo de actividad o tarea realizada por la mayoría de las mujeres hemos recuperado el concepto de labor de la pensadora del siglo XX, Hanna ARENDT (2) cuando reflexiona sobre las características de la vida humana activa. Según ella, podemos distinguir entre el trabajo propiamente dicho que tendría que ver con la producción de algo (bienes o servicios) no relacionado con lo biológico y la labor, que consiste en atender las necesidades vitales producidas en el proceso biológico del cuerpo humano (crecimiento, metabolismo y decadencia). Ambos conceptos labor y trabajo pueden relacionarse con las respectivas tareas que hombres y mujeres vienen haciendo desde los inicios de la humanidad: el trabajo doméstico y de cuidado realizado fundamentalmente por las mujeres y que consiste en dar y cuidar de la vida en todas sus etapas y el trabajo remunerado para la fabricación y distribución de productos que podría relacionarse con lo que ella llama trabajo y que habría sido realizado fundamentalmente por los hombres. Nos interesa particularmente la noción de labor que consistiría en atender las necesidades biológicas producidas en el proceso biológico del cuerpo humano con la que define el tipo de trabajo necesario para el mantenimiento de la vida humana, trabajo ignorado o infravalorado y que tradicionalmente ha sido hecho por las mujeres. Es un tipo de actividad no productiva y muchas veces repetitiva como limpiar, lavar, buscar agua y leña, recolectar, cocinar… pero también cuidar y criar niños, mayores o enfermos y absolutamente necesaria para la supervivencia de la especie humana.

La relación entre humanidad y naturaleza

Pero además cuando hablamos de la sostenibilidad de la vida humana, queremos poner en evidencia el nexo existente entre humanidad y naturaleza relación ignorada en nuestro sistema patriarcal que ha vivido siempre de espaldas al reconocimiento de la existencia de un cuerpo y de sus necesidades, ya que el pensamiento occidental ha estado dominado por el rechazo de la labor que ha sido vista como una esclavitud de la necesidad, rechazo que nos ha sido legado desde la Antigüedad hasta el punto de no considerarse humanas aquellas actividades relacionadas con las necesidades del cuerpo y que pueden ser compartidas con otros animales.

Es decir, no se ha tenido en cuenta como trabajo mas que el trabajo mercantil ya que estamos en una sociedad patriarcal donde solo se valoran la cultura y los valores masculinos que al ser dominantes aparecen como universales y se ignora todo lo demás como son las actividades realizadas tradicionalmente por las mujeres a lo largo de la historia y del mundo, y que el pensamiento feminista hace visible al dar valor al trabajo humano más ligado a las necesidades humanas como es el cuidado de la vida.

El pensamiento feminista, al ocuparse del cuidado de la vida humana se ocupa del aspecto más natural del trabajo humano es decir se reconoce el “sucio secreto de la corporeidad” que diría Ynestra King (3) según el cual la humanidad surge de la naturaleza no humana.

El pensamiento occidental está muy influenciado por una construcción racionalista y dualista de la relación entre naturaleza y humanidad en la cual lo que es auténticamente humano se define contra lo que se toma por natural y el mantenimiento de esta dicotomía y su polarización se realiza por el rechazo y negación de lo que une a los humanos con lo animal y natural como son por ejemplo el cuerpo, la sexualidad, la reproducción y los sentimientos, que son identificados como femeninos, mientras que los rasgos que se toman como característicos del género humano y donde radican sus virtudes especiales son aquellos tales como racionalidad, libertad, etc. y que son tradicionalmente entendidos como masculinos. Por lo tanto la humanidad se define tanto en oposición a la naturaleza como a lo femenino.

Como consecuencia, reconocer el aspecto natural del trabajo humano a través del reconocimiento del trabajo de cuidado de la vida realizado fundamentalmente por las mujeres es desvelar el aspecto natural de la humanidad y por lo tanto romper la estructura dicotómica y jerárquica de la dualidad. 

No se trata pues, de tomar partido por una u otra categoría de la relación sino de reconceptualizar cada una de ellas. No comprender la naturaleza de esta relación nos llevaría a pensar que las mujeres tenemos afinidades específicas con todo lo natural y caer en el esencialismo de la mística reaccionaria del cuidado o todo lo contrario, a pensar que hemos de rechazar todo sentimiento para liberarnos de nuestro destino, lo que nos lleva a la descorporeización y deshumanización de las personas.

Reconocer y valorar el trabajo de cuidado de la vida realizado fundamentalmente por las mujeres nos lleva por lo tanto a considerar a las mujeres como mediadoras entre humanidad y naturaleza lo cual nos proporciona puntos de partida nuevos para el pensamiento desde los cuales las relaciones de los seres humanos con la naturaleza pueden hacerse visibles y a partir de cuyo reconocimiento podemos iniciar otro tipo de pensamiento más liberador e integrado en la naturaleza de la que nos hemos apartado, al considerarnos fuera de ella.
El análisis y caracterización de este tipo de trabajo de cuidado nos devuelve el aspecto natural de la humanidad permitiéndonos unir el discurso ecologista con el discurso feminista.

Podemos decir que el sistema patriarcal en su afán de superar el reino de la necesidad para alcanzar el reino de la libertad ha despreciado el trabajo de las mujeres por estar continuamente sometido a su construcción y destrucción del mismo modo que los ciclos biogeoquímicos de los elementos de la naturaleza en que esta es continuamente transformada. El trabajo de alimentar y cuidar la vida, parir, cuidar niños, enfermos y ancianos pero también cocinar, limpiar, etc. forma ciclos repetitivos y monótonos como los ciclos naturales y este es el punto clave de encuentro entre el discurso ecologista y el discurso feminista en el que presentamos a las mujeres como el puente entre naturaleza y humanidad gracias a la realización de un trabajo ejercido durante siglos, ignorado, desvalorizado y objeto de apropiación gratuita lo mismo que la naturaleza por el sistema patriarcal.

La ciudad y los desplazamientos

Como pudimos analizar en un taller dedicado a la Movilidad dentro de las Jornadas Feministas del 2006, el esquema androcéntrico está presente en toda la sociedad y en sus instituciones. Las encuestas sobre Movilidad realizadas desde el Área de Movilidad del Ayuntamiento de Barcelona en el año 2004 (4) en las que se analizaba separadamente el comportamiento de hombres y mujeres a la hora de desplazarse por la ciudad de Barcelona son una prueba de ello.
En ellas, cuando se habla de movilidad obligada solo se tienen en cuenta los desplazamientos debidos al trabajo remunerado o estudio y de los cuales un 29% correspondería a los hombres y un 20,4% a las mujeres mientras que según las mismas encuestas, las mujeres realizarían un 36% de la movilidad no obligada frente a un 27,1% correspondiente a los hombres. Con ello se enmascara la realidad y se invisibiliza una vez más a las mujeres y a las tareas realizadas por estas para atender las necesidades del núcleo familiar  la mayoría obligatorias ya que se trata  de hacer compras y gestiones, acompañar niños o mayores, hacer visitas a familiares o amigos actividades que son ocultadas en las encuestas y por lo tanto no existen. Vemos pues que la propia sociedad y sus instituciones obedecen a esquemas patriarcales al no tener en cuenta todo aquello que no tiene que ver con el trabajo de mercado y al ignorar todo lo necesario para atender las necesidades de las personas o trabajo de sostenimiento de la vida.

Se trata pues de una encuesta realizada desde una mirada masculina según la cual solo se considera trabajo al trabajo remunerado y se ignora todo lo demás.
Por otro lado, cuando se analizan los resultados del uso del transporte público y privado por hombres y mujeres, observamos que son las mujeres las principales usuarias de los transportes públicos (un 43,9% de las mujeres frente a un 31,6% de los hombres en el caso de Barcelona mientras que sólo un 16,9% de las mujeres utiliza el transporte privado frente al 36% de los hombres). Los desplazamientos a pie también dan una ventaja a las mujeres: un 39,2% frente 32,3% de los hombres.

Es decir que cuando las mujeres valoramos con nuestra conducta el transporte público defendemos también las necesidades de accesibilidad de la mayoría de las personas y no sólo el de la mayoría de las mujeres, y cuando cuestionamos con nuestra actitud el uso del transporte privado, también estamos denunciando un modelo urbanístico difuso basado en la movilidad creciente que separa funciones y crea distancias en vez de aproximarlas. Es decir un modelo insostenible, desde el punto de vista ecológico y antidemocrático y excluyente desde el punto de vista social porque margina a las personas sin coche privado y carnet de conducir como son los mayores, los discapacitados, los niños y la mayoría de las mujeres.

Pero además este modelo es androcéntrico porque solo tiene en cuenta los desplazamientos de un varón en edad laboral ni muy joven ni muy viejo que se desplaza en automóvil privado para llegar al trabajo-empleo, que no tiene necesidades materiales ni afectivas, que no tiene que comprar para satisfacer las necesidades suyas propias o del núcleo familiar al que pertenece y que no tiene que ocuparse en general de todas aquellas actividades necesarias para que la vida continúe.
Vemos que los modelos imitativos del modelo masculino no resuelven el problema de la opresión de las mujeres porque se nos asimila al Homo economicus de una manera subordinada cuando se pretende hacernos iguales a los hombres mediante nuestra incorporación al trabajo mercantil o al analizarnos según pautas masculinas de movilidad, pero no se resuelve el problema del cuidado de la vida. Este, lejos de resolverse, se hace recaer sobre las mujeres en penosas e interminables dobles jornadas o bien se transfiere a otras mujeres inmigrantes que abandonan el cuidado de sus familiares más próximos para venir a atender nuestras necesidades dando lugar a una globalización del trabajo de cuidado que produce desatención y abandono de niños y mayores en los países de origen y explotación, cansancio y enfermedad en las mujeres en general.

El sistema económico capitalista exige personas limpias, aseadas, educadas y bien alimentadas que se desplazan al trabajo todos los días, pero no valora ni remunera a quienes realizan esta actividad de limpieza, aseo, alimentación y educación en el ámbito privado y que corresponde a la actividad realizada por miles de mujeres anónimas que permanecen en la sombra limpiando, comprando, lavando, planchando o cocinando y en general cuidando la fuerza de trabajo necesaria para la supervivencia del capitalismo.

Nos podemos preguntar qué sería de este sistema sin la aportación gratuita de miles de mujeres cuando se ocupan de mantener a las personas que constituyen el ámbito doméstico en condiciones de reproducir la fuerza de trabajo: quién se ocuparía de alimentar limpiar, lavar, cocinar, llevar al colegio o cuidar cuando están enfermos los miembros de la unidad doméstica y de cuidar cuando ya no son útiles para el sistema las personas mayores o enfermas.
El pensamiento feminista pone en cuestión el modelo económico vigente basado en el crecimiento ilimitado de los recursos naturales al valorar nuestra actividad de cuidadoras, gigantesca obra de civilización sin la cual el sistema económico no se sostiene. Los diferentes sistemas económicos invisibilizan esta tarea aunque se aprovechan y cuentan con ella al externalizar los costes sobre la salud de las mujeres. En este sentido, nuestra crítica del sistema económico actual es demoledora al poner en cuestión las bases mismas del sistema.

Para concluir, las mujeres nos relacionamos con la ciudad y en general con la sociedad de una manera diferenciada y por eso más que de ciudadanía queremos hablar de “cuidadanía” para poner el acento en la situación de dependencia y necesidad de cuidados que tenemos todas las personas en las diferentes etapas de nuestra vida y el derecho a ser cuidadas y la obligación de cuidar que tenemos todos los humanos hombres y mujeres. Tenemos un cuerpo al que atender y el destino de la humanidad esta indisolublemente unido al destino de la naturaleza ya que nuestro destino está interconectado con el de la biosfera como nos enseña la teoría Gaia, (5) según la cual formamos parte de un sistema autorregulado en el que todos los seres vivos y la base material de nuestro planeta dependemos los unos de los otros.

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS  

(1) Bosch A., Amoroso M.I.,Fernández H.: Arraigadas en la Tierra (Malabaristas de la vida), Icaria. Barcelona, 2003.
(2) Arendt H.: La condición humana. Paidós, Estado y Sociedad .Barcelona (e.o.1958).
(3) EMEF y  Ajuntament de Barcelona : Mobilitat i genere. 2004.
(4) King Y.: Curando las heridas: feminismo, ecología y el dualismo naturaleza-cultura. Ecorama. 1997.
(5) Lovelock J.: Las edades de Gaia. Tusquets, Col. Metatemas. Barcelona, 2000.

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