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jueves, 15 de marzo de 2018

Jodi Dean: “Las mujeres están a la vanguardia de la nueva política de la clase trabajadora”

Por Maximillian Alvarez
Dean aboga por el feminismo socialista antirracista, que “busca derrocar las estructuras de opresión de las mujeres”, y coloca a la mujer en la cima de la nueva política de las clases obreras. “Lo vemos en las iniciativas de trabajadoras de hoteles, trabajadoras domésticas, de restaurantes, profesoras y enfermeras. Todas estas luchas son hoy en día frentes de la lucha de clases”.

Jodi Dean (1962) es filósofa, profesora de Ciencia Política en Nueva York y miembro del Comité Nacional de Planificación del Paro Internacional de Mujeres. Dean aboga por el feminismo socialista antirracista, que “busca derrocar las estructuras de opresión de las mujeres”, y coloca a la mujer en la cima de la nueva política de las clases obreras. “Lo vemos en las iniciativas de trabajadoras de hoteles, trabajadoras domésticas, de restaurantes, profesoras y enfermeras. Todas estas luchas son hoy en día frentes de la lucha de clases”.
Hay un movimiento político que impulsa el Paro Internacional del 8M. ¿Cómo son las mujeres que lo integran?
Son fieras, están movilizadas y están radicalmente en contra de dejar que el feminismo blanco liberal corporativo de las celebridades y del Partido Demócrata dirija el movimiento. El Paro Internacional de Mujeres en Estados Unidos está en una posición interesante. De un lado, el Día Internacional de la Mujer es un gran asunto en todo el mundo. Hay preparativos importantes en Argentina y en Reino Unido, por ejemplo, asambleas masivas y mítines previos. Y esto es parte de una larga tradición. El Día de la Mujer incluso tuvo un papel en la Revolución Rusa. China Mieville lo cuenta en su fantástico libro Octubre. Ayudó a encender la Revolución de febrero. Estados Unidos ha sido un triste caso aislado de la falta de celebración del 8M. Visto desde una perspectiva internacional, solo estamos poniéndonos al día. Por otra parte, hay algo específico y emocionante sobre la forma en la que el Paro Internacional de Mujeres ha tomado forma en Estados Unidos: el componente de oposición a Trump el año pasado, y las manifestaciones del 20 y 21 de enero de este año, donde vimos a mujeres protestando a una escala que no habíamos visto en el movimiento desde hace mucho tiempo. Las mujeres están molestas. Hartas. Y se han sentido inspiradas por las campañas #MeToo (#YoTambién), #UsToo (#NosotrasTambién) y #TimesUp (#SeAcabóelTiempo). Para muchas mujeres esta es la primera vez que participan en manifestaciones masivas, la primera vez que protestan. No es un paso fácil: se están moviendo para entenderse a sí mismas, para entender la política como algo nuevo. En las protestas del 20 de enero, vimos muchísimos esfuerzos para impulsar a las mujeres en las campañas electorales y una sensación de que los problemas profundos de Estados Unidos –el racismo y el supremacismo blanco, el militarismo y el imperialismo, la violencia contra las mujeres y las minorías sexuales, la hostilidad hacia los inmigrantes, el sistema carcelario y la agresividad policial, el rechazo a lidiar con el cambio climático y, por supuesto, la siempre creciente desigualdad económica– no se resolverán a través de unas elecciones. El trabajo de Black Lives Matter, el movimiento Standing Rock Sioux, las organizaciones radicales feministas, y los esfuerzos de muchos otros luchadores hicieron que esto fuese posible. Como el año pasado, una meta clave del paro de este año es construir y dar voz a un feminismo para el 99 por ciento. Este es un feminismo que rehúsa dejar que el éxito de una mujer blanca y rica menoscabe las condiciones reales de vida de la mayoría de mujeres. En efecto, son todos elementos de una sola lucha en contra del patriarcado capitalista y racista, y a favor de una sociedad para la mayoría.
¿Sería equivocado o ingenuo decir que, en lo que respecta al futuro de la izquierda, las mujeres están en el asiento del conductor?
¡Sería correcto, sí! Ahora, esta es la parte compleja: ¿significa esto que los hombres de izquierda están finalmente reconociendo el trabajo que las mujeres de la izquierda más combativa han hecho durante años? Una forma de aproximarnos a esta cuestión es considerar qué ha cambiado. Un análisis materialista señalaría los cambios concretos en la composición de la fuerza de trabajo, en la educación universitaria, etcétera, y esto nos llevaría a la manera en la que un gran número de mujeres a través del trabajo remunerado han generado condiciones en las que su liderazgo es necesario para la supervivencia. Desde este ángulo, parecería que los cambios en las circunstancias económicas y educativas de las mujeres nos han puesto en una posición de mayor oportunidad y capacidad para el liderazgo. Las mujeres están tomando la delantera en tantos sectores del movimiento. Estamos llenando un vacío.
¿Diría que la izquierda actualmente tiene más potencial del que muchos, incluida la gente de izquierda, se dan cuenta?
¡Sí, sí, sí! Tenemos que ver la “rebelión trumpiana” como una reacción. En efecto, esta marca una reacción al poder de izquierdas, pero, para ser honesta, podríamos caer en un optimismo infundado. En realidad la derecha sí reacciona al poder de izquierda. De hecho, ¡la derecha percibe a la izquierda con más poder de lo que la izquierda se percibe a sí misma! Podemos decir que la “rebelión trumpiana” es una reacción a un conjunto de desarrollos diferentes y combinados. Sí, están las fuerzas de la desigualdad extrema y el fracaso de la izquierda en mantener una visión despierta, extendida y clara del socialismo, junto a una decadencia en las percepciones del hombre blanco sobre sus oportunidades de vida, esto es, la menor probabilidad de que sus vidas sean mejores que las vidas de sus padres y la sensación de que Hollywood y las élites demócratas se están burlando de ellos. Entonces sí, la izquierda tiene más potencial y más capacidad de la que nos damos cuenta, y debemos entender “darse cuenta” como “reconocer” y como “hacer posible”. Nuestra capacidad tiene que ser realizada en la práctica, esto es, a través de la organización, que es exactamente lo que intenta el Paro Internacional de Mujeres.
Cuando Nancy Fraser –intelectual feminista e integrantes del Comité Nacional de Planificación del Paro– advierte de que, en la estela de la crisis estructural del neoliberalismo, el feminismo podría emerger radicalmente transformado, como un movimiento social pero también como “un significante vacío del bien”, ¿qué piensa? 
Mi primera reacción sería decir que fue el feminismo de Hillary Clinton el que funcionaba como un “significante vacío del bien”, que era el feminismo blanco, mainstream, liberal, capitalista y carcelario del “neoliberalismo progresista” (el término adecuado que propone Fraser) que circula sin esfuerzo a través de la cultura popular como un marcador débil de lo “progre”. Funciona ideológicamente como un refuerzo del capitalismo, da a la brutalidad capitalista un rostro de mujer. Tenemos entonces el feminismo de Lena Dunham, el feminismo de Katy Perry, y la reducción de la lucha política al desarrollo personal. Pero ¡no me gustaría asociar la Huelga Internacional de Mujeres con este tipo de feminismo! Parte del asunto es la utilidad de un concepto como el de “significante vacío”. No creo que nos diga demasiado. En el caso del feminismo, los diferentes usos de “feminismo” no apuntan a la vacuidad de “feminista” como significante. “Feminismo” siempre significa una política enfocada a mejorar la vida de las mujeres. El significante no está vacío. Al contrario, la posiciones políticas necesarias para llevarlo a cabo son discutidas, divergentes, en conflicto unas con otras. Puesto en los términos de la vieja escuela de los Woman Studies de los años 80: hay diferentes feminismos, feminismo liberal, feminismo radical, feminismo socialista, etcétera. El feminismo del Paro Internacional de Mujeres para el 99 por ciento es un feminismo socialista y antirracista. En vez de pensar que el feminismo puede ser reducido al énfasis liberal sobre la meritocracia y la igualdad de oportunidades, el feminismo socialista antirracista busca derrocar las estructuras de opresión de las mujeres –supremacismo blanco, capitalismo, heteropatriarcado, el estado imperalista y carcelario–. Reconoce que forman parte de una misma estructura y que las posturas políticas que movilizan son frentes diferentes de una lucha común.
 Mi segunda reacción me lleva a pensar por qué es el feminismo precisamente el que está a la vanguardia de la política contemporánea. La respuesta involucra la renovada atención sobre la teoría feminista de la reproducción social, como desarrollan los trabajos de Silvia Federici, Mariarosa Della Costa, Selma James, Maria Mies, entre otras. Tithi Bhattacharya tiene un excelente nuevo volumen editado de trabajos en este área, y la revista Viewpoint publicó un número dedicado a la reproducción social hace algo más de un año. El colectivo activista del Reino Unido Plan-C ha hecho de la reproducción social un punto central de su organización. Las feministas canadienses también han estado trabajado en esta temática hace tiempo. La reproducción se está volviendo incluso una fuerza para colectivos en pequeñas ciudades y comunidades rurales. Por ejemplo, la Asamblea de Mujeres de Ginebra ha colocado la reproducción social en el centro de la organización de nuestro paro y de nuestro trabajo político. La misma Fraser ha escrito un par de excelentes artículos sobre la actual crisis de la reproducción social. Como yo lo veo, la reproducción social es el área más emocionante de trabajo teórico y práctico tanto para feministas como para socialistas.
¿Es entonces la reproducción social la que estructura el movimiento que sostiene el Paro Internacional de Mujeres?
Un paro de mujeres pone al frente el trabajo invisible que ha sostenido el sistema y que está siendo atacado. Nos hace a todos concienciarnos de cuánto trabajo es requerido solamente para sobrevivir y cómo los capitalistas hacen cualquier cosa para despojarnos de todo –vida social, tiempo con amigos y familia, salud, ocio, un futuro–. La plataforma del paro reclama servicios sociales plenos, lo que significa hacer frente a las necesidades sociales y asegurar los medios de vida. Este reclamo surge de un análisis de la reproducción social.
¿Qué significa –o qué debería significar– la solidaridad aquí? ¿Podemos llamarlasolidaridad de clase o es algo más?
La huelga está construyendo solidaridad de clase a través del feminismo. En este punto recuerdo la perspectiva de Claudia Jones sobre la triple opresión de la mujer negra –como negra, mujer y trabajadora–. Es el análisis de la triple opresión el que nos permite ver cómo trabajadores diferentes están conectados, cómo el sistema capitalista despliega racismo y patriarcado para dividir a la clase trabajadora, controla los salarios, otorga a algunos trabajadores pequeñas ventajas sobre otros (el hombre que viene a casa donde está su esposa, la mujer blanca que puede mandar a la mujer negra que limpia su hogar). La organización de un feminismo antirracista y socialista demuestra que este truco es un medio de opresión y explotación, que no es un sustituto para la igualdad verdadera. Bajo el capitalismo, la lucha de clases permea cada aspecto de nuestras vidas. Cuando el dinero compra la libertad, cuando el dinero es necesario para el ejercicio de la libertad o los derechos de uno, solamente son los ricos los que son libres.
Las mujeres están a la vanguardia de la nueva política de la clase trabajadora, que es la política que se desenvuelve de manera transversal al campo social, desde los espacios de trabajo y vecindarios hasta las prisiones y gasoductos. Lo vemos en las iniciativas de trabajadoras de hoteles, trabajadoras domésticas, de restaurantes, profesoras y enfermeras. Lo vemos en la lucha contra el estado carcelario. Lo vemos en las campañas por la justicia ambiental. Todas estas luchas son hoy en día frentes de la lucha de clases. La burguesía, la clase dominante, el uno por ciento no tiene que juntarse en las calles. Las corporaciones son dueñas del sistema político. Los ricos no protestan; sino que compran a los políticos que necesitan (pregúntenle a Charles Koch y Rebekah Mercer). Bajo el capitalismo, la solidaridad no es automática. Los trabajadores tienen que mantenerse juntos, tienen que apoyarse unos a otros para continuar unidos incluso de cara a las dificultades reales materiales de la huelga. Y las huelgas dependen de las familias y comunidades de trabajadores también –los trabajadores necesitan ver que otros también los ven como si lucharan en el bando de los buenos–. La solidaridad, entonces, es la unidad en la lucha –mantenerse juntos y cuidarse las espaldas–. Significa no dejar que los capitalistas, con sus ideologías de individualismo y competencia, nos dividan.
La Huelga Internacional de Mujeres representa una posición política de izquierdas amplia, de múltiples tendencias, que reconoce las diversas formas y espacios de trabajo y la naturaleza entrelazada de la opresión. Apunta a hacer visible el trabajo de las mujeres, se opone a las variadas y profundas formas de violencia que atraviesan nuestra sociedad, y ejerce presión hacia la reorganización de la sociedad para que “el libre desarrollo de cada uno sea la condición para el libre desarrollo de todos”.
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Traducción de I. M. Calderón.
Esta entrevista es un resumen de la publicada originalmente por The Baffler el 28 de febrero de 2018.





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