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domingo, 22 de enero de 2017

Carta de Silvia Federici sobre la persecución a defensoras de la Naturaleza

Silvia Federici
En los siglos XVI y XVII, en varios países de Europa, el Estado lanzó una campaña de cacería de brujas que criminalizaba un amplio conjunto de comportamientos que contrastaban con el naciente desarrollo capitalista.
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A mediados del siglo XVIII, cuando el capitalismo se estableció, derrotando a sus enemigos en el país de origen y extendiendo su dominación colonial en el extranjero, las cacerías de brujas llegaron a su fin.
Pero aunque no se quemaban más mujeres en la hoguera, las cacerías de brujas originales dejaron atrás una maquinaria incriminadora e ideológica que aseguraba que los mismos procedimientos serían utilizados contra aquellos que el estado y la clase capitalista querían destruir.
Esto es lo que ocurrió en los años cincuenta en los Estados Unidos con el macartismo, que llevó a cabo una campaña de terror contra los miembros del Partido Comunista y cualquier persona que tuviera algún contacto con ellos, retratándolos como seres malvados, enemigos de la sociedad que todos debían evitar.
Con diferentes modalidades el gobierno de Correa lanzó una nueva cacería de brujas amenazando, a través de su Ministerio del Interior, para intentar disolver Acción Ecológica, una organización internacionalmente conocida y respetada que desde hace años se organiza incansablemente en defensa de la lucha que los indígenas están haciendo en contra de las actividades destructivas de las empresas petroleras. De hecho, el ataque de Correa contra la AE proviene de su determinación de entregar a las compañías mineras y petroleras las tierras de las comunidades indígenas que ha vilipendiado repetidamente como gente atrasada que frena el progreso de la sociedad.
Este ataque ha sido especialmente dirigido contra las mujeres, ya que son las que más han estado interesadas y activas en la defensa de la tierra, el agua, los bosques, ya que saben que con su destrucción no sólo se socava el sustento de sus comunidades sino también su historia, su cultura, sus esperanzas para el futuro. Una y otra vez, las mujeres indígenas de la Amazonía han marchado a Quito y le han dicho al gobierno qué tan destructiva para sus comunidades es su política de "desarrollo" y cómo las actividades de las compañías petroleras destruyen sus medios de reproducción, obligando a los jóvenes a emigrar y exacerbando a los hombres la violencia contra las mujeres.
Pero el Presidente Correa a menudo se ha negado a recibirlas, aunque son las mujeres las que más que nadie comprenden las consecuencias de la minería y la extracción de petróleo, ya que son ellas las que tienen que cuidar a los enfermos, a trabajar más porque las aguas que se usan para beber, cocinar, bañarse están contaminadas, y las plantas, los animales y los bosques mueren a su alrededor.
Claramente, Acción Ecológica es perseguida porque se ha organizado implacablemente para movilizar a la opinión pública contra esa destrucción ecológica y social que afecta no sólo a las personas en la Amazonía, sino a las comunidades de todo el planeta.
Lo que está en juego es una nueva caza de brujas porque, como en las persecuciones del pasado, el gobierno no pudo apuntar a ningún crimen que AE haya cometido. AE sólo es culpable de haber defendido el verdadero derecho de la gente a vivir, el derecho a no ser desplazado de las tierras que se ha habitado durante siglos, y a conservar una concepción no mercenaria de lo que es la vida, la verdadera riqueza que necesitamos atesorar. Es por afirmar estos valores que las mujeres de AE -como todas las mujeres indígenas y urbanas que han tomado la misma posición en defensa de la naturaleza y la vida humana- son ahora tratadas como brujas para ser públicamente vituperadas.
El presidente Correa quiere que la gente esté ciega a las muertes por cáncer, a las muertes por desplazamiento y expropiación, a la miseria infinita que su desarrollo propuesto está infligiendo a tantas personas en Ecuador y más allá. Pero AE se ha negado a ser silenciada y seguirá luchando, afirmando su oposición a un plan económico que solo beneficia a una elite, así como su solidaridad con las comunidades indígenas y campesinas que están luchando por no dejar en herencia a sus hijos una tierra envenenada.
Aplaudimos al Ministerio de Medio Ambiente que ha reconocido lo que muchas organizaciones e individuos internacionalmente han afirmado poderosamente, en solidaridad con Acción Ecológica. Iniciativas como las que ha tomado Acción Ecológica deben ser elogiadas y no condenadas. Se ajustan al principio social más básico, que es el derecho de las personas a la autodeterminación, y son un resultado lógico de la Constitución ecuatoriana, pues si la naturaleza también tiene derechos, éstos deben extenderse a quienes los defienden.
14 de enero de 2017
Silvia Federici
Profesora Eméritca en la Universidad Hofstra y autora del Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación primitiva

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