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jueves, 14 de abril de 2016

Sociedades matriarcales según la profesora Anna Boyé

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...En Juchitán las mujeres tienen su espacio: el comercio, la organización de las fiestas y “velas” (fiestas populares), la casa y la calle. Los hombres el suyo: el campo y la pesca, la política y la cantina. Y destaca la existencia de una economía de subsistencia en la que el hombre aporta la materia prima y la mujer se ocupa de comercializar los productos en el mercado. Se trata de una economía en la que el prestigio se basa en la reciprocidad y la confianza entre mujeres.

Son ellas las que organizan los sistemas de tandas o créditos, para conseguir dinero, joyas y trajes de
artesanía. “Nos dedicamos al comercio como una forma de afirmarnos ante la vida, para sentirnos
productivas, útiles y creativas. Y para que te respeten por lo que eres capaz de dar”, explica Marina.
“Por eso aquí la mujer se cuida mucho, es orgullosa y ha creado una orden social de seguridad. Y la
base de su fuerza está en el desarrollo de las estructuras matriarcales que todavía persisten”.

Rogelia Martínez, luchadora social, me acompañó siempre en mi busqueda por conocer. Ella me
explicaba, me presentaba a sus amigas y establecía vínculos de ayuda. Con ella me sentía
comprendida, ayudada y fortalecida ante cualquier situación. Rogelia me hablaba de la figura de la
madre como fuerza que educa el espíritu de las mujeres, que las hace fuertes y nobles, valientes y
trabajadoras. Y de la importancia social que tiene en el conocimiento de los valores que nos
acompañan siempre.

En Juchitán, las mujeres apadrinaban niños pobres de las montañas, éstos no perdían a sus familias
de origen, sino que compartían con “otra mamá” sus vidas, Una nueva madre que les daba casa,
comida y educación. Otra vez esta figura generosa de la madre que da vigor social.

Veo necesario analizar el término matriarcado. Cito primero al diccionario de la Real Academia
Española: “Es una organización social, tradicionalmente atribuida a algunos pueblos primitivos, en
que el mando residía en las mujeres. Predominio o fuerte ascendiente femenino en una sociedad o
grupo”.

Ahora el diccionario de Etnología y Antropología de Pierre Bonte y Michael Izard: “Los términos
patriarcado y matriarcado no son simétricos en principio más que léxicamente: el `matriarcado´
designa una organización social basada en la filiación matrilineal y no en el poder de las mujeres.
Pero se convierten poco a poco en semánticamente comparables, adquiriendo ´matriarcado´ el
sentido a la vez de ´derecho materno´, concepción de la maternidad considerada como apta para
fundar un estatuto (desarrollada por Bachofen), y de dominio de las mujeres, noción que remite a
una teoría del poder que les concede un papel institucional similar al que los hombres tienen en la
organización patriarcal”.

La palabra matriarca deriva de la palabra latina mater (madre), y de la palabra griega arché que
tiene varios significados: poder, dominio, origen, comienzo. Por este motivo matriarcado tiene
diferentes traducciones: “al comienzo estaba la madre”, “proveniente de la madre”, “principio
materno”, “dominio de la madre”.

Estructura de la sociedad matriarcal

El matriarcado en general se basa en una cultura de economía agraria. Los campos y la casa son
propiedad del clan y son administrados por la madre como jefa del clan. Es la administradora de
todas las propiedades del clan, la casa comunitaria y las tierras, así como de los ingresos procedentes
del trabajo de todos los miembros del grupo. Procura el bienestar del grupo del que es responsable.
El clan es matrilineal: Los hijos están emparentados con la madre y llevan sus apellidos. Las
propiedades se heredan de madres a hijas. En el caso de los mosuo, el hermano mayor ayuda a
educar a los hijos de la hermana y es el delegado del clan hacia el exterior.

Allí el hombre tiene que ejercer dos roles diferentes. El de tío en el clan propio, donde es respetado
por todos y se ocupa de la educación de los sobrinos, y el de padre en la familia de la mujer a la que
ama, donde no es libre de hacer lo que quiere. El hombre habita siempre en el clan de la madre, no
posee casa propia. En el caso de la etnia bijagó la mujer escoge al hombre cuando llega a la
pubertad, y es ella, la que toma la iniciativa en todas las decisiones. El día que se cansa de su marido
le dice que se vaya, y se quedará con la casa, la tierra y los hijos.

En un matriarcado el clan es matrilocal: Sus descendientes viven con la madre en la casa del clan. La
madre organiza el trabajo de todo el grupo. Tiene poder de aconsejar, no tiene el poder de ordenar.

Su consejo es aceptado de una manera natural y voluntaria, no tienen ningún mando coercitivo. Se
basa en el respeto a las necesidades familiares y el respeto a cada miembro del grupo. Son
sociedades familiares de consenso.

Las jefas o las reinas no pueden ordenar tributos. Sus cargos son honoríficos. La mujer es la
sacerdota o realiza las ceremonias en veneración a los antepasados, cree en la reencarnación. La
muerte no es ningún final, sino un estado de transición hacia el mundo de los espíritus y de la luz.

Es común la adoración y el respeto hacia las fuerzas de la naturaleza: la tierra, el agua, los ríos, los
animales. Los “mosuo” del Lago Lugu, rinden homenaje a la diosa Gamu de la montaña, que les
protege. El cosmos es femenino. Esta creencia se manifiesta en la realización de fiestas estacionales
que vuelven cíclicamente. Están relacionadas con la siembra, el crecimiento y la cosecha, después
con los mercados.

En los matriarcados que he visitado el hombre es una figura querida y respetada. Ellos parecen
felices de contar con ellas en las cuestiones difíciles de organización social, gestión y decisión. Y ellas que no les dejan pasar hambre, que les aconsejan; ellas, contentas de compartir su vida con hombres
que las ayudan en las tareas, que las reconocen en sus funciones, en su sabiduría y que corresponden
a su amor.

En el caso de Juchitán se vive un matriarcado y un patriarcado a la vez. Expongo algunos datos
relacionados con este aspecto matriarcal. Juchitán de Zaragoza es una sociedad agraria
caracterizada por la celebración cíclica de fiestas relacionadas con la cosecha. Fiestas populares
donde la generosidad y la reciprocidad tiene la función social de nivelar diferencias económicas e
impedir la jerarquía, que estaría ligada al ejercicio del poder. De las comerciantes más ricas se
espera mayor colaboración. De esta forma se establece una red de ayuda mutua y apoyo. Estas
“velas” (fiestas populares) están relacinadas con costumbres animistas zapotecas, que adoraban
animales y plantas. De ahí la “vela lagarto”, “vela ciruelo”... Las Velas permiten que se realice una
constante redistribución de la riqueza.

En Juchitán la herencia se determina por linea materna y paterna. La herencia depende del sexo: la
hija hereda los bienes de la madre (joyas de oro y vestidos de artesanía) y el hijo los bienes del padre.
La casa es un lugar común que sea “la casa de mi mamá”, incluso cuando los títulos de propiedad
están a nombre del padre. Generalmente se deja en herencia, muy matriarcalmente, a la hija menor.
¿Cómo es posible que en un país tan patriarcal como México subsista una sociedad donde el
comercio y los negocios estén en manos de las mujeres, en una región geográfica y económicamente
clave en el comercio mundiales? En Juchitán las mujeres se identifican como mujeres y la figura de la
madre es el centro de la sociedad. Ella es la impulsora de los valores económicos que dinamizan la
comunidad. De los valores sociales y espirituales que inculca en cada hija. Su fuerza y capacidad de
decisión es respetada por todos. La cultura de esta pequeña ciudad está centrada en ella.

Juchitán conoce más de dos sexos. No es sólo que la bisexualidad esté muy difundida, sino que esta
sociedad ofrece otros roles sexuales: el muxe y la marimacha. Pero nada es rígido en Juchitán, ni se
ajusta a un molde fijo. El muxe (hombres homosexuales o travestis) puede estar casado y tener hijos
porque su amante es un hombre. La marimacha (mujeres que se identifican con hombres y quieren a
otras mujeres) puede adoptar un rol masculino, pero hay marimachas femeninas.

En Juchitán es una cuestión de honor el admitir la orientación erótica y darse a conocer. Una
marginación o exclusión social no sería posible porque en la ciudad no existe separación entre lo
público y lo privado. Las redes socio-económicas de los lazos familiares, y entre vecinos y amigos,
son vínculos demasiado estrechos para pasar inadvertida cualquier tendencia sexual. La marimacha
es considerada como lesbiana, la otra mujer es catalogada como bisexual (puede vivir con un
hombre o como una marimacha). En Juchitán se acepta que la naturaleza hace algunos “así” y a otros
de “otro modo”.

Subido por Cecy Méndez Bejarano

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