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domingo, 29 de noviembre de 2015

El Ecofeminismo ha vuelto


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Julia Weingärtner

El Ecofeminismo ha vuelto. No es que desapareciera durante los últimos años, pues siempre ha estado ahí con su voz crítica, si no que últimamente es común que en foros, charlas y presentaciones sobre el tema se vuelvan a llenar las salas. ¿A qué se debe este nuevo auge? ¿Se debe en parte al aumento de la preocupación social por los temas ambientales?  Varias pueden ser las razones, pero lo cierto es que el Ecofeminismo sigue avanzando para ofrecer respuestas válidas y convincentes a muchas de las problemáticas actuales que son parte de la crisis.

El Ecofeminismo a lo largo de la historia

El Ecofeminismo, tal como lo conocemos hoy día, nace en Francia a principios de la década de 1970. La socióloga François D’eabuonne utiliza por primera vez este término para criticar la modernidad desde dos disciplinas, el feminismo y el ecologismo, analizando la conexión ideológica existente entre la explotación de la Naturaleza y la explotación de las mujeres. 

Surge entonces una nueva corriente que se expande a todo el mundo, desarrollándose sobre todo en el mundo anglosajón. No es casualidad que el Ecofeminismo surja en una década marcada por la guerra de Vietnam, el conflicto árabe-israelí y la crisis del petróleo, si no que es, al igual que el movimiento por la paz o el ecologismo social, una respuesta a las preocupantes circunstancias sociopolíticas del momento. El Ecofeminismo nace como respuesta a las intervenciones violentas y a la vez destructoras, que se caracterizan por estar lideradas y ser ejecutadas en su gran mayoría por representantes masculinos.

En la década de 1980 una nueva corriente ecofeminista, de corte esencialista, se abre paso desde el Sur, con Vandana Shiva como su portavoz más conocida. Las mujeres del pueblo Chipko del Himalaya indio llaman la atención con su protesta no violenta contra empresas multinacionales que pretenden destruir sus bosques sagrados en busca de madera y recursos naturales. Estas mujeres, abrazadas a sus árboles y cuyas fotos han dado la vuelta al mundo, planta cara al modelo de desarrollo occidental. Un modelo que ha ido penetrando en los países del Sur, reestructurando las economías y destruyendo formas de vida tradicionales únicas y la naturaleza autóctona. 

En estos años, el asunto político que más preocupa a la población mundial es la carrera armamentista librada entre Estados Unidos y la antigua URRSS que genera un ambiente apocalíptico. Finalmente, con la catástrofe de Chernóbil, muchas personas se terminarían dando cuenta de que las preocupaciones sobre la posible destrucción del planeta con tecnología nuclear no era cuestión baladí. La crítica a la ciencia moderna y las tecnologías violentas utilizadas por el aparato patriarcal son los temas centrales del Ecofeminismo en estos años. Se crean “escuelas ecofeministas” en muchos lugares, con núcleos en Inglaterra, Estados Unidos, en India y también en Alemania alrededor de intelectuales como Maria Mies o Veronika Berholdt-Thomsen.

Con los años, el Ecofeminismo se ha ido desarrollando a partir de las diferentes maneras de entender y dar respuesta a cada contexto social, cultural e histórico. Dada la riqueza de experiencias que componen el proyecto ecofeminista, hoy podemos decir que existen diversos Ecofeminismos y que no necesariamente tienen que estar de acuerdo todos y cada uno de sus aspectos. Cierto es que esta riqueza de aportaciones y el desarrollo de las diferentes corrientes no ha hecho si no fortalecer los discursos del Ecofeminismo.

Un poco de teoría ecofeminista

Como se puede deducir de este brevísimo repaso histórico, el Ecofeminismo se hace escuchar fuertemente en las situaciones más críticas asociadas a la supervivencia de las poblaciones humanas. Dicho esto, no sorprende que el Ecofeminismo sea una herramienta muy potente para entender las causas de las diferentes crisis, ya sean geopolíticas, socioeconómicas o ambientales. Más allá, el Ecofeminismo es una teoría aplicable, que propone soluciones concretas a los modelos que nos han llevado ya varias veces en la historia al borde del abismo. Cabe entonces preguntarse cómo son estos modelos.

Hoy día, el Ecofeminismo experimenta un nuevo impulso, de nuevo en un momento en el que el mundo se ve sumergido en una crisis profunda. Si miramos más allá de los mercados financieros, nos damos cuenta que no sólo es una, si no que son varias las crisis. La crisis económica, la ecológica, la energética o la alimentaria, que ponen en peligro las formas de vida y su diversidad, y que justamente son causadas por nuestro modelo socioeconómico occidental insostenible e injusto que se sustenta sobre valores patriarcales.
Este modelo tiene sus raíces en el siglo XVII y XVIII, con el surgimiento de las ciencias modernas, que prometen un mundo nuevo, feliz y confortable, en el que la riqueza iba a ser provechosa para todo el mundo e iba a ser distribuida de manera democrática. Es entonces cuando se adapta la complejidad social por medio de la división de la realidad en pares dicotómicos, opuestos y jerarquizados. Es decir, se establece una lógica que opone, por ejemplo, la Cultura frente a la Naturaleza, al Hombre frente a la Mujer, la razón frente a la emoción, lo público frente a lo privado, el trabajo productivo frente al trabajo reproductivo. Al mismo tiempo, a la parte izquierda se le van a asignar valores positivos y socialmente sobreestimados, mientras que a la otra parte se le resta valor quedando subordinados al par opuesto. De forma no casual, la parte que va a adquirir más valor es la que hasta hoy en día seguimos asociando las características masculinas.

En esta forma de entender el mundo, la naturaleza, asociada con la mujer, queda definida como un caos amenazador que tiene que ser controlado por el hombre y su ciencia. De esta manera, el patriarcado legitima la opresión de las mujeres y la naturaleza, despreciando lo inmanente, lo que sustenta la vida, y apreciando lo artificial, lo que destruye la vida.
Esta base filosófica de pares opuestos es la misma que ha sustentado al capitalismo, un sistema económico que en muchos sentidos infravalora el mantenimiento de la vida, no aprecia los ecosistemas y mina la dignidad humana, dejándose orientar por la lógica del crecimiento ilimitado que saquea los recursos naturales hasta agotarlos.

Como resultado, el centro de la sociedad occidental lo constituye el varón y todo lo que va asociado a la esfera masculina: los mercados, el trabajo remunerado, la producción, el control, la tecnología, etc., mientras que todo lo asociado con la esfera femenina (la naturaleza, el trabajo no remunerado, el cuidado de la vida, la solidaridad, la emoción etc.) se queda en segundo plano, es invisibilizado e infravalorado de manera continua. Las políticas estatales y el quehacer económico se rigen desde hace siglos por la mirada masculina, actuando dentro de esta lógica androcéntrica y patriarcal.
El Ecofeminismo cuestiona esta forma demoledora de ejercer el poder. Es consciente de que este sistema dominador nos ha llevado a una crisis ecológica, económica, energética y de cuidados y propone un cambio radical, es decir, de raíz.

Propuestas para un cambio profundo y eco-feminista

Las propuestas de cambio desde los Ecofeminismos son tan diversas y coloridas como sus representantes, y siempre se actualizan con nuevas ideas desde alianzas con otros proyectos políticos, ecológicos o feministas. Tienen en común que trabajan para liberarnos de un modelo de desarrollo que lleva a la destrucción y la desigualdad.

El proyecto ecofeminista plantea alternativas teniendo como objetivo la mejora de las condiciones de vida, principalmente la de las mujeres y las personas empobrecidas. Propone cambiar las gafas a través de las que vemos el mundo. Para ello, tendremos que apartar los mercados y la esfera masculina de nuestros centros de atención y sustituirlos, poniendo el cuidado de la vida en el centro de nuestros análisis y nuestras acciones. A partir de ahí se trata de redefinir los conceptos que hasta ahora asociamos a una lógica androcéntrica. Habrá que replantearse lo que entendemos por riqueza no asociada a la acumulación de capital, por calidad de vida si no se mide a través del PIB, por trabajo incluyendo también los trabajos no remunerados, etc. 

Para poder asegurar una sociedad sostenible y justa, nos toca deshacernos del modelo masculino, que se basa en la destrucción y la dominación, para poder garantizar en el futuro una vida que merece la pena ser vivida. Hay que revalorar los aspectos femeninos que hasta ahora han sido desvalorados e invisibilizados. Para ello, a todas y todos nos toca involucrarnos de manera corresponsable en el cuidado y el mantenimiento de la vida, sea a nivel personal, local o global.

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