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martes, 22 de septiembre de 2015

La reina imposible, Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel (1691-1750)


Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel fue la esposa de un aspirante a rey que salió derrotado de la sangrienta guerra de Sucesión al trono español. Rival de Felipe de Anjou, futuro Felipe V, el archiduque Carlos se encontraba en plena pugna por los territorios hispanos cuando se pactó su matrimonio con una dama de la familia imperial. Una mujer hermosa e inteligente que demostró sus buenas dotes para el gobierno durante su estancia en Barcelona. Pero al convertirse en emperatriz pasó a ser un mero objeto en los palacios vieneses donde solamente se esperaba de ella que engendrara al futuro emperador. 

Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel, nació el 28 de agosto de 1691 en Brunswick. Isabel Cristina era la mayor de las tres hijas del duque Luis Rodolfo de Brunswick-Luneburgo y su esposa Cristina Luisa de Oettingen-Oettingen. Con tan sólo trece años, fue una de las candidatas que el emperador Leopoldo I buscaba para su hijo el archiduque Carlos. Escogida la joven Isabel Cristina como futura archiduquesa, la familia real se encontró con la desagradable sorpresa de su negativa a convertirse al catolicismo. Con una profunda fe protestante, estaba dispuesta a no casarse si eso suponía renegar de sus creencias, algo que exasperó a sus familiares quienes veían en este enlace un acercamiento importante a la familia imperial. Al final consiguieron doblegar su voluntad y en mayo de 1707 se convertía oficialmente al catolicismo en una ceremonia celebrada en Bamberg. 



Superado el escollo principal, la joven casadera se dispuso a viajar a España donde su futuro marido se encontraba en plena guerra de sucesión al trono español. Isabel Cristina llegaba al puerto de Barcelona en julio de 1708 y se casaba con el archiduque Carlos en la Iglesia de Santa María del Mar pocos días después. 

La guerra continuaba cuando en 1711 la muerte del emperador José I, que había sucedido a su padre Leopoldo I en 1705, provocó un cambio drástico en las estrategias políticas y dinásticas de Europa. Carlos se convertía entonces en el siguiente en la línea sucesoria a la corona imperial por lo que se hizo necesaria su presencia en Viena. Isabel Cristina se quedó en Barcelona como gobernadora dirigiendo los movimientos austríacos en España durante dos años. Y parece ser que no lo hizo mal, ejerciendo con responsabilidad y prudencia su papel. Pero en 1713 dejaba para siempre España y el sueño español para convertirse en emperatriz del Imperio Romano Germánico.



En su nuevo papel y en su nuevo hogar, Isabel Cristina se vio relegada por el poder que ejercían tanto su suegra como su cuñada en los pasillos y salones de palacio. Su excelente gestión política en España no fue tomada en consideración y nunca más se le permitió inmiscuirse en asuntos de gobierno. Lo único de lo que se tenía que preocupar era de engendrar herederos sanos. Algo que costó conseguir pues no fue hasta 1716 que dio a luz a un hijo al que se le llamó Leopoldo pero que no logró sobrevivir muchos meses. La emperatriz solamente consiguió traer al mundo a tres princesas, de las cuales dos llegarían a la edad adulta. En su largo calvario por engendrar un heredero, se sometió a remedios médicos más cercanos a la magia que a la ciencia y se vio obligada a ingerir grandes cantidades de vino tinto diario, pues entonces creían que aquello le ayudaría. Lo único que consiguieron fue hacer de la emperatriz una mujer deprimida, obesa y alcohólica. 




Incluso cuando su hija María Teresa llegó al poder en la década de 1740, no dejó que su madre participara en el poder. Los últimos diez años de su vida vivió arrinconada en palacio viendo la ascensión política de la que se convertiría en una de las emperatrices más poderosas de la historia de la dinastía de los Habsburgo. Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel murió en Viena 21 de diciembre de 1750.


por Sandra Ferrer

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