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martes, 10 de marzo de 2015

“El feminismo no muerde”, afirma Marcela Lagarde, antropóloga y feminista mexicana

La investigadora participó en Nicaragua en una jornada por el día internacional de las mujeres. “El único antídoto contra la violencia de género es la igualdad”, dice.
Fuente: Confidencial
Por Dánae Vílchez (@DanaeVilchez)
Marcela Lagarde, antropóloga y feminista mexicana, en una biblioteca de Managua. Foto: Carlos Herrera
Marcela Lagarde y de los Ríos es una investigadora y antropóloga mexicana que se ha consolidado como una de las referentes del movimiento feminista en América Latina. Ha sido activista política de izquierda y diputada en el senado mexicano por el Partido de la revolución democrática (PRD), durante el período 2003-2006, en el que impulsó legislaciones en contra de la violencia hacia las mujeres, una de las problemáticas más complejas en el país azteca. En su papel como académica, ha introducido el estudio de la perspectiva de género en las Ciencias Sociales, y su libro “Los Cautiverios de las Mujeres”, que surgió como su tesis doctoral de antropología, es retomado como una obra clave para el feminismo contemporáneo.
Lagarde visitó Nicaragua esta semana como parte de una jornada de conferencias a propósito del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. En entrevista con Confidencial la mexicana analiza el contexto del feminismo latinoamericano, la participación de los hombres y el papel de la igualdad de género en la democracia.
En sus conferencias dice que los modelos tradicionales de familia atentan contra la igualdad y propician escenarios de violencia. ¿Por qué?
La familia tradicional, hegemónica es patriarcal, no es un cuento. Vivimos en el patriarcado y la familia es uno de los ejes del funcionamiento del patriarcado en la vida de las personas y también es un engranaje de la reproducción de todo lo que ocurre en ese patriarcado, porque en la familia se forman los actores de ese mundo. Las mujeres y hombres conviven y coexisten bajo las normas del orden patriarcal, que son normas de poder. Ahí se legitima el poder, se aprende a obedecer y también hay quien aprende a mandar por la gran influencia de la Iglesia Católica y otras iglesias en América Latina, que pautan moralmente la vida familiar. La iglesia elabora y mandata la moral de la familia patriarcal y el Estado reproduce las instituciones que a su vez se reproducen a la familia. Un ejemplo son las escuelas y todas las instituciones, que convierten en mandato divino una construcción social. En la familia ‘tipo’ se produce mucha insatisfacción, mucho sufrimiento, mucho dolor y mucha violencia porque se usa la violencia para quien desacata la norma. La violencia se utiliza para castigar, pero lo peor es que en muchos países de utiliza pedagógicamente y sobre todo se usa sobre las mujeres, porque las mujeres son el oscuro objeto del deseo, ni siquiera un sujeto; pues son el objeto que debe ser mantenido sin derechos, sin autonomía, sin capacidad propia para discernir y con una moral sexual obligatoria y que si se rompe o no se cumple, están los castigos. El tema es complicadísimo, pero las familias viven esa violencia porque la violencia es parte del control.
En una de sus charlas decía, que no se debería buscar sólo la equidad, si no la igualdad. ¿Por qué?
Porque puede haber equidad en la desigualdad y yo analizo, que lo primero para que haya opresión es la desigualdad, no tanto la inequidad, por lo tanto lo prioritario es eliminar la desigualdad. ¿Y cómo se elimina la desigualdad? Con igualdad, esa es la única manera de erradicarla. En cambio la equidad, no necesariamente contribuye a eliminar la desigualdad. La equidad permite que aún manteniendo, desigualdades, brechas y supremacías, se hagan cosas incorrectas bajo el título de la equidad, y la gente se queda muy contenta y encantada, entre otras cosas, porque hay mucha gente en nuestros países que no está de acuerdo con la igualdad. No están de acuerdo con la igualdad entre mujeres y hombres, entre indígenas y no indígenas, entre personas afrodescendientes y otros. Tenemos complejos sistemas de desigualdad, todos legitimados y cuesta mucho dejar de pensar así y empezar a aceptar mecanismos de igualdad racial, mecanismos de igualdad, como por ejemplo con la diversidad sexual. Todo eso es lo que nosotras tratamos de construir, por eso, es que el feminismo le ha dado, desde sus orígenes, tanta importancia a la igualdad y también con equidad, pero que no nos den gato por liebre. ¡Equidad por igualdad no!.
Hay una discusión bastante grande sobre la participación de los hombres en los movimientos feministas. ¿Cómo pueden y deben insertarse los hombres en estos espacios?
Los que yo veo e históricamente lo que he estudiado, es que efectivamente en los orígenes del feminismo en Europa, por ejemplo, participaron hombres e incluso algunos fueron precursores importantísimos como Poullain de la Barre (François), quien escribió sobre la igualdad entre los sexos. Fue un intelectual que lo hizo en un proceso histórico específico que tenía mucho que ver con el pensamiento de vanguardia y hasta ahí. A lo largo de la historia ha habido políticos, diputados, que en congresos han apoyado legislaciones muy importantes, que han favorecido a las mujeres, como el divorcio. Cuando este fue incorporado como una innovación, fue obstaculizado por muchísima gente, pero ahí estuvo como defensor Stuart Mill que fue un gran socialista, feminista y era esposo de Harriet Mill, una gran feminista, y desde luego -yo estoy segura- que lo influyó mucho. Son ejemplos puntuales.
Y luego, ya si buscas una participación de movimientos de hombres en movimientos feministas, hay muy pocos, y se han ido agrupando en los últimos 25 años, sobre todo por exigencias de las mujeres que les dijimos: ¡sabén qué! dejen de apoyarnos y digan a lo que ustedes se comprometen. Los hombres tienen que decir cuál es su perspectiva feminista, cómo se desmonta eso que ellos son y no sólo decir a qué privilegios renuncian, si no también a qué poderes y violencias se oponen. Que no nos vengan a decir cosas lindas y tengan comportamientos privados tradicionales y violentos, y en esa contradicción están los activistas latinoamericanos, que en gran medida asumieron un discurso de las nuevas masculinidades, tocaron el tema de la violencia como pequeños ejercicios y nada más. Me parece, que como no han surgido más grupos eso se estancó y hay que analizarlo, pues no convocan, no han construido una pedagogía como hemos hecho nosotras, que con todo y que no tenemos espacios, hemos acudido y hemos convocado. A mí me encanta ver la cantidad de gente joven que está viniendo a nuestras pláticas, hacemos el esfuerzo y la convocatoria y les decimos: este es tu espacio, ahora te toca a tí y cómo te vas a incorporar. Yo no veo eso de parte de grupos de hombres.
Pero a nivel más personal, ¿cómo un joven o un hombre adulto puede participar en un movimiento feminista?
El feminismo no es una cualidad biológica, ni para las mujeres ni para los hombres, no viene en los genes, no está en las hormonas, no está ahí. Es una concepción del mundo y de la vida, es un paradigma, ha sido una utopía, ha planteado transformaciones muy importantes en el mundo. Humanamente cualquiera puede ser feminista, es cuestión de saber feminismo, de estudiar feminismo, porque el feminismo no se contagia, es una cultura ilustrada, es una cultura filosófica, científica y política. Tiene una tradición, una historia y ahí se inserta uno. Cualquier chavalo y chavala puede hacerlo. Es cuestión de humildad y paciencia, de ir como hemos hecho todas y decir: ahora voy aprender de esto. Insertarse respetuosamente en lo que le toca a cada quien y luego también no poner un feministómetro, porque todo es muy relativo y depende de cuando empezastes, que recursos tenías y de tu historia personal. Es necesario quitar el feministómetro, eso sí, no hay que permitir que cualquier charlatán o charlatana hable a nombre de nosotras.
Hay quienes reivindican el humanismo y no el feminismo porque dicen que es excluyente. ¿Usted qué piensa?
El humanismo es androcéntrico ‘per se’, porque es una filosofía, tiene autores, tiene temas, agenda política. Todos los humanistas han sido androcéntricos. Simone de Beauvoir analizó para hacer notar su androcentrismo a Marx, Engels, Freud, Nietzsche, Kant, todos ellos humanistas, misóginos, machistas, androcentristas en sus teorías. Que no me cuenten que esos humanistas trataron directamente a las mujeres como sujetos del relato histórico o sujetos del deseo. De esta manera el feminismo surge históricamente, haciendo la crítica del humanismo, la critica deconstructiva del humanismo que hizo Simone de Beauvoir. El humanismo excluyó a las mujeres, por eso inventamos el feminismo, pero el feminismo no excluye a los hombres, es una visión del mundo incluyente, que propone lo más radical de los más radical, que es la igualdad entre mujeres y hombres para cooperar y avanzar, en la vida y el mundo.
Entonces a los que prefieran ser humanistas, les da mucha fobia el feminismo, porque hay mucha estigmatización del feminismo de parte de muchos grupos. Nosotras tenemos que explicar qué cosa es el feminismo y qué cosa no es, y además quitar el miedo hacia el feminismo. El feminismo no muerde y los libros tampoco. Que nos vean actuar y vean cómo somos las feministas, qué planteamos, qué hacemos en nuestra vida privada, nuestra vida pública, y que aprendan a respetarnos, porque nos merecemos respeto, porque somos unas magníficas personas. Nosotras tenemos que ir a hacer feminismo con autoestima feminista, porque el feminismo no es solamente una visión del mundo que ya expliqué, si no que es un modo de vida. Todos los días, inventándonos, a veces resistiendo, a veces subversivas, a veces siendo rebeldes, transgresoras, propositivas y alternativas. Creo que a los humanistas hay que explicarles de qué va el feminismo.
Sobre la democracia, ¿cómo debería entrar en juego el tema de la perspectiva de género y el feminismo? ¿Cómo se interrelacionan?
Hemos hecho la crítica de la democracia, exigiendo una democracia igualitaria. En la revolución francesa, la igualdad fue el eje central de la construcción de la democracia moderna, el otro fue la libertad y el otro fue la fraternidad, pero se plantea abiertamente la exclusión de las mujeres. Entonces las mujeres no se sintieron incluidas obviamente en ese enunciado de la democracia y en todo el proceso histórico de la revolución francesa quedaron excluidas, por lo que tuvieron que vindicar la igualdad, la libertad y la fraternidad desde la perspectiva de género; como por ejemplo, la libertad sexual que fue vindicada desde entonces por las revolucionarias francesas, la libertad para estudiar, etc. Todas las libertades las fueron planteando y luego nosotras les hemos añadido alguna que otra, pero ya estaban ahí. Y sobre el tercer eje, que es la fraternidad, está todo dicho porque la fratría es una alianza entre hombres. Después de la revolución francesa, cuando las feministas querían hablar de esa fraternidad, no usaban esa palabra y entonces crearon la palabra solidaridad para ser incluidas y que de esta manera no hubiera género implícito en la alianza, si no que fuera una cooperación entre mujeres y hombres. Todo eso hemos dicho sobre la democracia, pero más todavía, queremos una democracia transparente , representativa y al mismo tiempo participativa. Democracia en la convivencia, democracia en la familia. El tema de la democracia es un pilar de feminismo.
Una de sus conferencias fue sobre las identidades de género. ¿Qué aspectos deberían ser trabajados por los gobiernos en este tema?
Lo primero sería incluirlos. Muchos gobiernos no incluyen la diversidad sexual como algo positivo, al contrario son gobiernos fundamentalistas. Es necesario que en los gobiernos haya gente progresista, porque la gente fundamentalista se va a resistir. A nosotros nos conviene la democracia y que en ella incursionen fuerzas de izquierda, y -aún así- tampoco se garantiza nada, porque hay izquierdas que no asumen la causa de la diversidad sexual. Un ejemplo positivo es Cuba -con todo y que se critican tantísimas cosas- donde se ha aprobado el tema como parte del derecho a la salud, las intervenciones médicas para cambios sexo-género, tratamientos hormonales, etc. En Cuba hay un movimiento trans muy fuerte que ha logrado avanzar enormemente.
El tema de la violencia hacia las mujeres es un tema creciente en Nicaragua… en México ni se diga, ¿qué acciones deberían ser implementadas para frenar esto?
Las acciones no se sacan de la manga, cuando hablamos de un problema estructural grave como es la violencia de género contra las mujeres y las niñas y que además se articula con otras violencias, como la racista, la de edad y la étnica, necesitas tener una política de Estado. En mi país y en América Latina lo que hemos hecho, ha sido tratar de elaborar esa política de Estado, ya que el Estado tiene la obligación de garantizar una vida libre de violencia. Si no contamos con el Estado estamos perdidas, aunque en el momento gobierne alguien que no nos interesa. El tema de la violencia no puede ser una política solo de gobierno, debe ser de Estado y para ello hemos dado los pasos para conciliar el derecho internacional, las convenciones con el derecho local. Hemos hecho leyes que son tan importantes por que contienen esas políticas que buscamos y que incluyen la formación de funcionarios que tengan conocimiento y capacidad de aplicación de las leyes. Es necesaria una gobernanza democrática, porque si no, no avanzamos y todo ello es parte de una constante lucha política. El feminicido es un control brutal sobre todas nosotras y necesitamos democratizar desde la perspectiva de género, el pensamiento, la cultura, las costumbres, los usos y todas las otras normas.
En Nicaragua hace poco se aprobó una ley contra la violencia hacia las mujeres, sin embargo, el número de mujeres asesinadas ha aumentado…
Eso es debido a que la ley no tiene incidencia y no toca las causas que provocan la violencia, que fundamentalmente es la desigualdad. Mientras no vayamos hacia la igualdad de género seguirá aumentando la violencia. El único antídoto es la igualdad, pero hay otro que es la justicia. Yo no uso ‘femicidio’, uso la palabra feminicidio, no por chistosa, si no porque yo no lo traduje del concepto de las autoras gringas Diana Russell y Jill Radford. Yo hice una teoría del feminicidio que incluye el papel del Estado en la violencia, el papel activo del Estado como parte del problema y lo enuncié en mi definición. Dije que el feminicidio se compone de una enorme tolerancia social a la violencia contra las mujeres y las niñas y una enorme tolerancia de un Estado que produce impunidad. En mi definición está el papel que juega el Estado en esa violencia y en esa impunidad, ya que no se hace justicia y de todo ello lo que nos queda es una terrible desolación. Tenemos que entrarle a cambiar el sistema de justicia y tenemos que hacer justicia con perspectiva de género. La clave hoy es la perspectiva género.

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