RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

lunes, 24 de febrero de 2014

La última superviviente, Alice Herz-Sommer (1903-2014)


Alice Herz-Sommer fue una de las miles de personas que sufrió el holocausto en un campo de concentración nazi. Su talento para la música la salvó de una muerte segura. Las notas que salían de su piano amenizaban los ratos de ocio de los verdugos de Theresienstadt donde ella y los suyos fueron trasladados por sus orígenes judíos. A pesar de haber vivido y sufrido buena parte del odio que arrasó Europa a lo largo del siglo XX, Alice fue una mujer positiva que intentó siempre ver el lado bueno de la vida. Una vida que para ella fue larga, pues vivió hasta los 110 años de edad, convirtiéndose en la superviviente más longeva de los campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial.

Una infancia en Praga
Alice Herz-Sommer nacía el 26 de noviembre de 1903 en Praga, entonces territorio del Imperio Austro-Húngaro. Alice pertenecía a una familia de origen judío. Su padre, Friedrich, era comerciante, y su madre, Sofie, era una mujer culta que organizaba a menudo reuniones culturales en su casa donde se reunían escritores, pensadores y artistas de la talla de Kafka o Mahler.

Alice, que tenía una hermana gemela y dos hermanos, creció en ese ambiente en el que la cultura y el arte se respiraba como algo natural en su propio hogar. 

La pequeña Alice empezó a acercarse al mundo de la música de la mano de una de sus hermanas y del pianista Artur Schnabel. Su temprana pasión por el piano la llevaron a cursar estudios oficiales en el Conservatorio Alemán de Música de Praga. 



La felicidad truncada
En 1931 Alice Herz se casó con Leopold Sommer, un músico con el que compartió la pasión por este arte hasta el fin de sus días juntos. La pareja, que tendrían solamente un hijo en común, Raphael, se ganaba la vida dando conciertos por toda Europa. 

Pero la felicidad de Alice y Leopold se vio tristemente truncada con la llegada de los nazis al poder y sus leyes opresoras contras los judíos a los que se les prohibió dar conciertos en público o enseñar a estudiantes que no fueran judíos.

Muchos miembros de su familia decidieron emigrar a Palestina tras la invasión nazi de Checoslovaquia. Pero en aquel tiempo Sofía, la madre de Alice, estaba enferma y no quiso dejarla sola. Así, los Sommer sufrieron la ira de las tropas alemanas y en 1943 fueron trasladados como muchos otros judíos al campo de concentración de Theresienstadt. Alice, como muchos otros prisioneros que sabían tocar algún instrumento, fueron obligados a tocar para los nazis y para los miembros de la Cruz Roja que visitaban los campos para cerciorarse de que allí no sucedía nada malo. 



Su marido fallecía de tifus en Dachau en 1944 poco tiempo antes de la liberación del campo. Alice y su hijo, pudieron sobrevivir y ver la liberación de Theresienstadt por los rusos en 1945.

El mundo después de la barbarie
Alice y su hijo intentaron volver a empezar después de su vida en un campo de concentración, primero en Praga y después en Israel, donde pudieron reencontrarse con parte de su familia.

Durante unos cuarenta años, Alice tuvo una vida tranquila en Israel como profesora de música y concertista.



Alice terminaría su vida en Londres, donde emigró en 1986 siguiendo los pasos de su hijo Raphael, al que sobrevivió. 

Hasta el final de sus días, Alice no dejó nunca de tocar el piano, pues para ella la música fue una poderosa manera de sobrevivir y llegar a ser feliz a pesar de haber vivido experiencias tan terribles como el holocausto judío.


Alice Herz-Sommer falleció ayer, 23 de febrero, en Londres a los 110 años de edad. 


Por Sandra Ferrer

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