RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

jueves, 26 de septiembre de 2013

La hija creada, la hija destruida, Hildegart Rodríguez (1914-1933)


La historia de Hildegart Rodríguez es la historia de una niña víctima de las locuras y paranoias de su madre, una mujer demente que le dio la vida y luego se la quitó. Aurora Rodríguez hizo de Hildegart una niña prodigio a la búsqueda de una raza de seres humanos puros y perfectos. Cuando Hildegart quiso volar del nido, su madre no lo consintió y no dudó con terminar con su vida. Con la vida de su propia hija.

El capricho de la heredera
Hildegart Rodríguez nació el 9 de diciembre de 1914 en Madrid. Su madre, Aurora Rodríguez, es una mujer que pertenecía a una rica familia de Galicia. Cuando Aurora quedó huérfana de padre heredó una importante fortuna familiar. Tenía 35 años y la cabeza repleta de mensajes recibidos de las múltiples lecturas a las que dedicó todo el tiempo que no fue educada de manera convencional. Marx, Nietzsche y, sobretodo, las nuevas ideas sobre la raza y la eugenesia que defendían la creación de seres puros y superiores al resto de la humanidad, calaron hondo en Aurora. 

Su misión en la vida fue entonces engendrar uno de esos seres perfectos. Buscó a un hombre para que la dejara embarazada y se marchó a Madrid donde Hildegart nacería en el invierno de 1914. A pesar de que durante un tiempo el padre pudo visitarla, cuando Aurora vio una posible influencia paterna en la pequeña le prohibió que volviera a verla.

La niña prodigio
Aurora empezó entonces su proyecto de crear una niña perfecta. Aislada del mundo infantil, su madre sometió a Hildegart a una más que estricta educación y vigilancia constante. La primera fase de su aberrante proyecto dio sus frutos. Con tan solo tres años, Hildegart hablaba, sabía leer y escribir y con ocho conocía otras lenguas como el inglés, el francés y el alemán. Con trece años terminó el bachillerato y empezó derecho, carrera de la que se licenció con diecisiete años. Filosofía y letras y medicina fueron otras carreras que también estudió.

En todo este tiempo de estricta educación, Hildegart empezó a ser conocida por su excepcional currículum académico y fue invitada a dar conferencias y a participar activamente en la vida política en las filas del PSOE y del sindicato UGT. 

Implicada en distintos temas sociales, Hildegart ayudó con sus conocimientos y su fama a la iniciativa del doctor Gregorio Marañón de crear la Liga para la Reforma Sexual Española en defensa de la emancipación de la mujer tanto en la educación, la libertad sexual como en la igualdad de derechos. Su monografía sobre la Revolución Sexual llegó a vender ocho mil ejemplares en la capital española en sólo una semana. 

La niña rebelde
Mientras Hildegart crecía, estudiaba y participaba en distintas campañas políticas, la sombra de su madre prevalecía siempre a su lado. Aurora revisaba y controlaba todos los movimientos de su hija a la que dirigía en silencio desde su nacimiento.

Pero era inevitable que tarde o temprano Hildegart quisiera volar libre y cortar de una vez por todas el rígido cordón umbilical que aún le unía involuntariamente a su madre. Su capacidad de trabajo y su fama que ya era internacional la hicieron entrar en contacto con grandes intelectuales del momento. Uno de ellos, el famoso escritor inglés, H.G. Wells, la visitó en Madrid y le propuso que viajara con él a Londres donde le ofrecía un trabajo como su secretaria. 

Ya en distintas ocasiones Hildegart había intentado alejarse de su madre o había empezado a arreglarse e incluso a flirtear con algún chico. Como toda respuesta de su madre, recibía una amenaza de suicidio.

La niña destruida
La proposición de Wells fue posiblemente la que desató la última paranoia de aquella mujer demente. Empezó a creer que una conspiración secreta quería arrebatarle su gran obra, creyendo que todo el tiempo y el esfuerzo invertido en Hildegart iría a parar a otros. 

Ante la disyuntiva de dejar marchar a su hija o continuar agarrándola con fuerza, Aurora no pensó otra cosa que una solución drástica: deshacerse de ella. Ella la había creado, ella la destruiría. Así, el 9 de junio de 1933, cuando Hildegart dormía, Aurora la mató disparándole cuatro tiros a bocajarro.

Terminaba así una truculenta, triste y desdichada historia. 

Aurora Rodríguez fue condenada a veintiséis años de prisión. Durante la Guerra Civil su rastro desaparece en el manicomio de Ciempozuelos.


La historia de Hildegart, una niña del bando perdedor, fue sepultada durante los años de la dictadura. Su triste y dramático final ensombreció la vida prodigiosa de esta mujer.

 Si quieres leer sobre ella 
Mi querida hija Hildegart: Una historia que conmocionó a la España de la Segunda República, Carmen Domingo






La virgen roja, Fernando Arrabal








 Películas que hablan de ella 

Mi hija Hildegart








Por Sandra Ferrer



martes, 24 de septiembre de 2013

Hablemos del tabú de la menstruación



La menstruación es un tabú. Aceptémoslo. No es algo de lo que se hable públicamente y, sobre todo, es algo que hay que ocultar. Estoy menstruando, pero por favor, que nadie se dé cuenta. Todo esto empieza en casa, continúa en la escuela, en los medios de comunicación y en la sociedad en general. Para empezar, tu madre nunca te habló abiertamente de su menstruación. Sabes algo de tampones y compresas, pero poco más. Luego un día, de repente, tienes las bragas manchadas de sangre. Se lo dices a tu madre entre asustada y avergonzada, sin saber muy bien cómo va a reaccionar. Ella te dice: “Ya eres una mujer”. Y te da una compresa.
Tú, por supuesto, no le dices nada a nadie. Hay que ocultarlo, así que mejor no ponerse faldas ni pantalones cortos, no ponerse ropa blanca y nada de ir a la piscina o a la playa. Si te encuentras más cansada o falta de energía, lo ocultas, que nadie se entere. ¿La mujer débil? ¡No! Yo soy una mujer fuerte, tengo que levantarme y demostrárselo al mundo. Ningún niño ni hombre cercano puede enterarse de que estoy menstruando. Puede que hasta crean que la menstruación es un líquido azul, tal y como muestran alegremente en los anuncios de televisión.
{Imagen de Güatafoc}
La actitud que tomamos las mujeres ante la menstruación nos está haciendo mucho daño, porque no estamos permitiendo a nuestro cuerpo descansar, no estamos respetando las necesidades cíclicas, sino que las intentamos ocultar y tapar para, una vez más, encajar en esta sociedad lineal donde hay que mostrarse “perfecta”. La ginecóloga Miriam Al Adib Mendiri lo explica muy bien en un artículo que ha publicado en su blog “Mujer al día en ginecología”. Aquí abajo pego un extracto del artículo que me ha parecido muy interesante por ser muy realista y que habla de la actitud que mostramos las mujeres ante la menstruación:


-El modelo de mujer “en-mi-cuerpo-todo-sigue-igual-nadie-me-nota-nada“: se centra en no aceptar los cambios normales y que, además, nadie me note nada (o sea, empezamos mal: se centra más en “el otro” que en una misma).
Así por ejemplo, para vendernos esas compresas súpermegachulis esos tampones megaideales nos imponen esa imagen de mujer que está superguay con esa ocultación casi obsesiva de su menstruación, y no me refiero tanto a ocultar el sangrado en sí, sino que consiguen ocultar que probablemente puedan necesitar otras cosas, como por ejemplo un poco de más descanso o de calma durante la regla, estas mujeres cara a la galería conservan las mismas ganas de hacer las mismas cosas que seguramente a la mayoría les apetecería hacer en otro momento. Algunas de ellas, en esos anuncios, hasta llegan a tener unas ganas locas de bailar toda la noche embutida en un minitrapo blanco (=vestido?) en plan restriegue con el musculitos de turno, y ya sabéis como acaba el anuncio, no? “conseguido! el chico está coladito por mis huesos y además ni ha notado mi menstruación” (o sea: mujer objeto, y encima negando sus no-ganas para tanto “bailoteo”. Aunque para gustos los colores, a la mayoría de las mujeres no les apetece bailar toda una noche el día que le baja la regla y menos embutida en un minitrapo. A esta mujer falta decirle: “guau! apúntate un pin, nadie ha notado que tienes la regla!”. Son miles de anuncios publicitarios que transmiten este tipo de mensajes, por no hablar de la cantidad de anuncios que nos dan a entender que la menstruación es algo tan desagradable y maloliente que hay que “camuflar” con esos superolores de las compresas o toallitas perfumadas.
-El modelo de mujer “superwoman-yo-puedo-igual-que-ellos” que entra en la rueda de la competitividad, que literalmente llega a igualarse a los hombres a costa de renunciar a su particular fisiología femenina también ha hecho mucho daño. Insisto, las mujeres tenemos que contar con nuestra particularidad cíclica (y sobra añadir que aquellas que nos convertimos en madres además pasamos por muchos otros cambios en el embarazo, parto y puerperio). Deberíamos vivir más conectadas con nuestros procesos naturales aceptando la normalidad de los mismos, pero claro, la sociedad de la competitividad nos lo pone muy complicado. He frecuentado conversaciones entre mujeres en plan “concurso”: a ver quien ha conseguido aguantar más tiempo trabajando estando embarazada o a ver quien se ha incorporado antes al trabajo, como si fuera un logro haber pasado un embarazo haciendo todo lo mismo que fuera del mismo, como si no hubiera pasado nada. En nuestro país hemos llegado a ver a una ministra haciendo gala de ir “embarazadísima” a ver a las tropas españolas donde ya sabéis y otra (del partido contrario) apenas terminado de parir se reincorporaba a su trabajo, ohh!! qué responsables con su “misión”, y lo peor, es que estas acciones se entienden como buen ejemplo a seguir, la cultura del deber y el trabajo (en términos de producción y competitividad) tal y como la concebimos en nuestra sociedad no acompaña para nada a las mujeres. Hace que existan dos bandos: las “flojas” (que no logran poner a raya sus procesos naturales) y las “superwoman” (que consiguen poner a raya su condición femenina y disimularlo todo). Y qué me decís de algunas mujeres del mundo de la moda rápidamente vuelven a las pasarelas para “demostrar” que sus cuerpos siguen igual de perfectos. Evidentemente el embarazo si va bien es un proceso natural, no estamos enfermas, se puede hacer más o menos lo que sueles hacer antes, pero de ahí a pasar al otro extremo de “a ver cuanto que aguanto haciendo ciertas cosas que no cumplen con los cuidados básicos de una embarazada” hay un largo trecho. En mi caso, confieso, lo he vivido en mi trabajo (solamente en mi primer embarazo, aprendí la lección para el resto) esa presión (de la que ni yo misma era consciente) de tener que aguantar haciendo guardias de 24 horas, todas las demás lo hacían, yo no podía ser menos, claro (ahora me parece absurdo)… Ciertos trabajos como por ejemplo trasnochar haciendo guardias de 24 horas no son los ideales, y no hace falta ser ginecóloga para entenderlo así, basta con un poco de sentido común. Sin embargo parece que en ciertos contextos está bien valorado y bien visto este tipo de acciones que no nos ayudan nada a las mujeres.
No se trata ni de considerarnos enfermas y que no nos pueda ni rozar el aire, pero tampoco irnos al otro extremo de “luchar” contra lo que nos pide nuestro cuerpo. Es más sencillo: comprender y aceptar que en cada momento necesitamos cosas distintas, esto no es bueno ni malo, hay que entenderlo como normal y ya está, y no sentirnos mal por tener menos ganas de trabajar el día que baja la regla, ni sentirnos melindrosas por estar con nauseas en el embarazo ni considerarnos enfermas por ello ni mucho menos.
El lenguaje: el lenguaje coloquial está cargado de frases hechas que no nos deja muy bien paradas. Por todos es conocido las formas a las que denominamos a la menstruación: con eufemismos “esos días”, o directamente con menciones patologizantes “ponerse mala”. Me impresiona como las mujeres histerectomizadas explican la cirugía que les han hecho así: “me vaciaron todo” (una frase muy mutilante, no?). Cuando una mujer está pasando una etapa en la que se siente más irritable si tiene más de 45 enseguida se le dice con su toque despectivo: “es que estás menopausica”. Y ya si nos metemos en la esfera sexual son alucinantes los términos despectivos del lenguaje para referirse a la sexualidad femenina, de eso se puede hacer una larga lista…
{Imagen de www.menstrupedia.com}

lunes, 23 de septiembre de 2013

La última reina, Mariana de Neoburgo (1667-1740)


Mariana de Neoburgo supuso el epílogo de uno de los capítulos más largos de la historia de España. Dos siglos después de la llegada al poder del emperador Carlos V y de la instauración de la dinastía de los Habsburgo en tierras españolas, la Casa de Austria, en su rama ibérica, desaparecía del mapa con el fallecimiento sin descendencia del desdichado monarca Carlos II. Su viuda, la reina Mariana, fue el último recuerdo de un tiempo glorioso que terminó convirtiéndose en decadente. Como su antecesora, María Luisa de Orleans, no pudo darle un heredero a la corona, no porque no pudiera, sino porque su cónyuge, al que todos llamaban "El Hechizado" fue víctima de las múltiples y aberrantes mezclas consanguíneas. Que Mariana no diera descendencia a la corona no fue óbice para que no ansiara gobernar en su nueva casa. No en vano fue conocida como "El primer ministro del rey".

Hija de una fecunda familia
María Ana del Palatinado-Neoburgo nació el 28 de octubre de 1667 en el Palacio de Benrath, en la ciudad alemana de Düsseldorf. Fue la duodécima hija del elector del Palatinado Felipe Guillermo de Neoburgo y de su esposa, Isabel Amalia de Hesse-Darmstadt.

Mariana pasó su infancia rodeada de sus múltiples hermanos (su madre llegó a dar a luz hasta veintitrés vástagos).

La esperanza del último Austria
Esa amplia fertilidad de su madre fue probablemente una de las razones por las cuales su nombre fue planteado para sustituir aMaría Luisa de Orleans en el lecho conyugal del rey de España Carlos II. La primera esposa del monarca había muerto en 1689 sin conseguir engendrar un hijo de Carlos, un heredero que urgía para estabilizar la línea sucesoria española. El hecho de ser cuñada del emperador Leopoldo I fue también una importante razón para escoger a una princesa emparentada con la poderosa rama austriaca de los Habsburgo.

Así, el 28 de agosto de 1689 tenía lugar en la ciudad alemana de Ingolstadt, la boda por poderes de Mariana y Carlos. Aunque no fue hasta el 14 de mayo de 1690 cuando ambos contrayentes se encontraron cara a cara por primera vez en el Convento vallisoletano de San Diego.

La esposa gobernanta
Mariana, como ya sufriera su antecesora, no consiguió ser fecundada por el rey. Y como María Luisa, fingió en repetidas ocasiones no sólo un embarazo sino el consecuente aborto de un supuesto heredero. 

Incapaz de conseguir su principal cometido como esposa del rey, Mariana no se quedó relegada en sus aposentos. No sólo intercedió por la elección de su sobrino, el Archiduque Carlos, como posible heredero de "El Hechizado", sino que manejó a su antojo muchos asuntos de gobierno hasta el punto de autonombrarse "primer ministro del rey".

La viuda relegada
Cuando el triste año de 1700 avanzaba inexorablemente y el final de Carlos II se veía cada vez más cercano, éste decretó en su testamento una pensión para su esposa y la elección de un señorío de por vida en el lugar del territorio español que ella deseara. 

Pero desaparecido el último Austria, y con la llegada al trono del primer Borbón, Mariana fue expulsada de la corte de Madrid por Felipe V y relegada a vivir en el sombrío alcázar de Toledo en el que tuvo que pasar muchas privaciones económicas. 

Las constantes cartas que dirigió a algunos miembros de su familia no sirvieron para nada. Tuvo que esperar seis años para que su destino cambiara. Cuando el archiduque Carlos de Austria ocupó Toledo en 1706 y su tía Mariana celebró públicamente su llegada, el rey ultrajado no se olvidó de tal afrenta. Felipe V la desterró tiempo después a Bayona. Algunas voces aseguraron que en el tiempo que estuvo desterrada se casó en secreto y consiguió tener descendencia, demostrando así que el problema de fertilidad no fue suyo, sino del rey. Fuera verdad o no su supuesta maternidad, nunca fue de dominio público.

La reina consiguió volver a España en 1739 gracias a su sobrina Isabel de Farnesio, que se había convertido en la segunda esposa de Felipe V. Mariana se instaló en el Palacio del Infantado de Guadalajara donde falleció poco tiempo después, el 16 de julio de 1740.


Su cuerpo descansa en el Panteón de Infantes de San Lorenzo de El Escorial.

jueves, 19 de septiembre de 2013

La reina virgen, Isabel I de Inglaterra (1533-1603)


El reinado de la reina Isabel I de Inglaterra fue uno de los más largos y determinantes de la historia de su país. Llegó al poder después de ver cómo su madre era decapitada por orden de su propio padre y vivir unos años recluida y alejada del orden sucesorio. Pero el destino quiso que Isabel subiera al trono en 1558 y reinara sobre Inglaterra e Irlanda hasta su muerte, en 1603. La reina estrechó lazos con Francia, se enfrentó a su rival María de Escocia y plantó cara al imperio de Felipe II. Su reinado sentó las bases de un largo tiempo de hegemonía inglesa sobre los mares y amplios territorios de ultramar. También fueron años de gran esplendor en el mundo del arte y de la literatura, con Marlowe y Shakespeare como adalides de las letras inglesas. Solamente su extraña aversión al matrimonio y su empeño por ser recordada como la reina virgen exaltando su relación con su pueblo por encima de un solo hombre, hicieron de ella un personaje un tanto excéntrico y misterioso.

Un nacimiento, una frustración
Isabel Tudor nacía el 7 de septiembre de 1533 en el palacio de Placentia, en Greenwich. Su llegada al mundo venía precedida de una auténtica revolución en la corte y el gobierno de su padre, Enrique VIII, quien se separó de su primera mujer, Catalina de Aragón, quien sólo le había dado una hija, la futura María I. Para conseguir el divorcio y poderse casar con su amante, Ana Bolena, Enrique rompió con el papado y se autoproclamó cabeza de la iglesia de Inglaterra. 

Pero cuando el bebé de Ana resultó ser otra niña, la decepción del regio padre fue importante. Poco tiempo después, la desdichada esposa daba a luz un bebé muerto, terminando con la paciencia de su esposo quien empezó a acusarla de adulterio y no dudó en condenarla a muerte. Ana Bolena moría decapitada el 19 de mayo de 1536. 

Isabel no encajaba entonces, como su media hermana María, en la nueva vida de su padre. Casado por tercera vez con Jane Seymour, con la que, al fin tuvo el ansiado heredero, deslegitimó a sus dos hijas mayores. Isabel vivió mucho tiempo alejada de la corte.

El ascenso al poder
Isabel recobró su estatus de princesa gracias a Catalina Parr, última esposa del entonces ya decrépito Enrique VIII. Catalina consiguió que el rey firmara en 1544 el Acta de Sucesión según la cual tanto Isabel como María recobraban sus derechos al trono por detrás de su hermano Eduardo. Durante aquellos años Isabel vivió bajo la protección de Catalina, quien le ofreció además una amplia educación humanista y la acercó a la fe protestante.

El 28 de enero de 1547 fallecía el viejo rey Enrique VIII y subía al trono su único hijo varón como Eduardo VI. Durante los años de reinado de su hermano, Isabel continuó bajo la protección de Catalina aunque su situación estuvo en varias ocasiones comprometida al verse envuelta en alguna supuesta conjura para ascender al poder. 

Eduardo, un niño enfermizo desde su nacimiento, moría con tan sólo quince años, en 1553. A pesar de tener dos hermanas que debían sucederle en el trono, tal y como había dejado estipulado su padre, Eduardo, influido por el duque de Northumberland, nombró a su prima segunda lady Jane Grey su legítima heredera. Aquel episodio turbulento de la historia de Inglaterra terminó en pocos días  con la condena a muerte de la desdichada reina. 

María Tudor se convertía en María I el 1 de octubre de 1553. Durante su reinado, Inglaterra volvió al catolicismo y se vivieron tiempos convulsos en los que la nueva reina se ganó el triste apodo de María la Sanguinaria. Su matrimonio con su primo, Felipe II, tampoco fue del agrado de los ingleses quienes intentaron colocar a Isabel en el trono. La princesa terminó recluida en la Torre de Londres pero su hermana no consiguió que fuera alejada de la sucesión ni tampoco su conversión al catolicismo. 

Cuando María fallecía el 17 de noviembre de 1558 sin haber dejado descendencia, Isabel conseguía, al fin, subir al trono de Irlanda e Inglaterra. Isabel I era coronada el 15 de enero de 1559.

Luces y sombras en su reinado
Con la coronación de Isabel, Inglaterra iniciaba un periodo de profundas y complicadas relaciones con el resto de potencias europeas. Con la vecina Escocia, donde reinaba su pariente María Estuardo, nieta de la hermana de Enrique VIII, se enfrentó en varias ocasiones por cuestiones religiosas y políticas y terminó con la trágica detención y muerte de la reina escocesa. Francia, emparentada por matrimonio con Escocia y protagonista de un profundo conflicto con los hugonotes estuvo también en el punto de mira de la política exterior de Isabel. 

Pero con quien tuvo un conflicto abierto más duro fue con su antiguo cuñado, el rey Felipe II de España. Los conflictos contra los protestantes en Flandes que el imperio español llevaba lidiando desde hacía años o las constantes incursiones de los piratas Francis Drake y John Hawkin en el mar poniendon en jaque a la flota española en más de una ocasión terminarían con la paciencia del rey prudente.

Felipe II decidió atacar Inglaterra con su tristemente famosa Armada Invencible pero no lo consiguió. La derrota de España frente a las tropas inglesas en el mar fue un gran éxito político para Isabel pero sumió a su pueblo en un largo tiempo de crisis económica. 

La fobia de la reina al matrimonio
Los problemas internos y externos se mezclaban con la constante preocupación del reino por la futura sucesión de la reina. Isabel, quien gobernó siempre asesorada por su fiel William Cecil y su hijo Robert, no consintió nunca en aceptar marido. La duda acerca de su sexualidad, de posibles malformaciones, de algún tipo de aversión psicológica al sexo opuesto sobrevoló toda su vida y después de su muerte, sobre la vida de una reina que aseguraba que su verdadero esposo era el pueblo de Inglaterra. Palabras hermosas pero que no solventaban el problema sucesorio. 

Robert Cecil, quien sustituyó a su padre en el papel de asesor de la reina tras su muerte, decidió que Jacobo, el hijo de la desaparecida María Estuardo, podría ser la solución al problema dinástico. Su elección fue del agrado de la reina quien, en su lecho de muerte, aceptó la elección de Cecil y el hijo de su antigua rival reinaría los años siguientes como Jacobo VI y abriría el camino hacia la unión de Inglaterra con Escocia. 

Isabel I de Inglaterra fallecía el 24 de marzo de 1603 en el palacio de Richmond. Su reinado, convulso, espléndido y controvertido, fue un tiempo de renacimiento cultural y puso las bases del futuro imperio inglés que alcanzaría su hegemonía internacional hasta bien entrado el siglo XIX.

 Si quieres leer sobre ella 

Isabel I, Margaret George
Género: Novela histórica








 Películas que hablan de ella 


Elizabeth









Por Sandra Ferrer

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La hija del filósofo, Marie le Jars de Gournay (1565-1645)


Adoptiva y espiritual, pero así, como hija del filósofo Michel de Montaigne fue considerada una de las primeras feministas de la historia, la escritora Marie de Gournay. En un tiempo en el que el humanismo había puesto al hombre en el centro de todo y el individualismo pasó a ser el centro de la reflexión filosófica, las mujeres también empezaron a reclamar para sí ese mismo derecho al individualismo. Sin decirlo muy alto, claro está, pues en aquella época las mujeres aun eran quemadas en la hoguera acusadas de ser brujas. Marie de Gournay fue uno de los primeros eslabones de la cadena que culminaría en los logros feministas de los siglos XIX y XX. Una mujer valiente, por tanto, por haber sido pionera en un mundo plagado aún de supersticiones y misoginia. Su relación profesional con Montaigne fue clave para su carrera como escritora y pensadora. 

La filósofa autodidacta
Marie Le Jars de Gournay nació en París el 6 de octubre de 1565. A pesar de pertenecer a una familia noble, las guerras de religión que asolaron el país en aquellos años los habían sumido en la miseria. La falta de dinero no fue un obstáculo para que la niña inquieta y ávida de saber que a buen seguro era la pequeña Marie aprendiera latín, física, geometría o historia. Lo hizo de manera autodidacta, como, por otro lado, hicieron muchas mujeres de su tiempo. 

La hija adoptiva espiritual
En 1588, cuando Marie tenía veintitrés años, conoció al filósofo Michel de Montaigne. Ella conocía su obra desde hacía tiempo y quedó impresionada ante aquel humanista. Un sentimiento que resultó ser mutuo. Montaigne se convirtió no sólo en admirador de las ideas de Marie sino que la alentó a escribirlas y publicarlas, algo totalmente revolucionario para su tiempo. 

Convertida en su hija adoptiva espiritual, y a pesar de las críticas recibidas por sus ideas acerca de la igualdad de sexos, Marie le Jars escribió, en 1622, Sobre la igualdad de hombres y mujeres. En sus páginas, la escritora defendía algo que se repetiría de manera reiterada en los siglos posteriores, que las mujeres y los hombres sólo se diferencian físicamente y que si las mujeres no estaban capacitadas para abordar cuestiones como la ciencia o la filosofía o la política era simplemente porque se les había vetado el acceso al conocimiento. Tras su primer libro, Marie le Jars escribió un ensayo corto que tampoco estuvo exento de polémica titulado Quejas de las mujeres. Novela y poesía completaron su obra literaria.

Además de su propia obra intelectual, tres años después del fallecimiento de su protector, Marie le Jars publicó en 1595 la tercera edición de los Ensayos de Montaigne.

Marie le Jars nunca se casó. Rompiendo con la tradición, se mantuvo soltera toda su vida y se ganó el sustento gracias a sus escritos y a la ayuda de intelectuales de su tiempo que encontraron en el salón de su casa un lugar de encuentro en el que hablar de filosofía, política o literatura.

En 1626 se publicó su obra completa. Tras su muerte, acaecida el 13 de julio de 1645, fue olvidada. Tendrían que pasar algunos siglos para que las pensadoras feministas, herederas de aquellas pioneras del pensamiento igualitario, despertaran del olvido su vida y su obra. 


 Si quieres leer sobre ella


Mujeres filósofas en la historia
Ingeborg Gleichauf







Por Sandra Ferrer

domingo, 8 de septiembre de 2013

Marxismo y feminismo



Parecerá extraña la contraposición que parece definir este título. ¿Es que el marxismo es contrario al ideal feminista, concebido como la legítima aspiración de la mujer trabajadora ( y también de otras capas sociales) a alcanzar su igualdad completa con respecto al hombre y a su total emancipación? Hay que ser un ignorante completo o un anticomunista redomado para no ver en el marxismo la única doctrina capaz de explicar la situación de la mujer en la sociedad burguesa y de ofrecerle la verdadera solución a todos sus problemas.El marxismo ha establecido la completa igualdad entre los dos sexos y ha hecho más por la liberación y la igualdad efectiva de la mujer con respecto al hombre ( en aquellas sociedades que ya se han liberado de la explotación capitalista) que el más democrático de los sistemas burgueses.

Pero en este terreno, al igual que en otros muchos, el marxismo viene librando una reñida y prolongada batalla contra la ideología  reaccionaria y burguesa. En una época anterior del desarrollo de la sociedad se trataba, principalmente, de combatir al sistema económico y social de la servidumbre, de la economía doméstica, y los prejuicios religiosos que ataban a la mujer con una doble cadena. Hoy día la clase dominante ya no apela tanto a la religión, entre otras razones porque el desarrollo de la gran industria le ha obligado a emplear a la mujer, a sacarla del hogar, haciéndola participar en el trabajo productivo y en la lucha de clases de una manera directa. La incorporación de la mujer a la gran industria ha roto muchos de los viejos prejuicios y de los lazos que la ataban al pasado, haciéndola consciente de su condición de doblemente explotada y oprimida.

La mujer es explotada y oprimida por la sociedad capitalista, en primer lugar, con salarios y condiciones de trabajo muy inferiores a los del varón, y carece de muchos de los derechos que le han sido conferidos al hombre, pero también la mujer sufre la explotación y la opresión por parte de su compañero. Esto último es el resultado de lo anterior, es decir, es consecuencia del tipo de sociedad basada en la propiedad privada y la explotación de la clase obrera, y en modo alguno puede ser atribuido al hombre en abstracto, puesto que, de muchas maneras, el hombre mismo ( y la clase obrera en particular) es también víctima de este sistema y de los efectos que produce en la vida de la mujer y en las relaciones de pareja.

El caso es que la burguesía, los curas, los revisionistas y otros muchos mojigatos y mojigatas ( no siempre desinteresados) vienen explotando a fondo esas segunda contradicción y desviando la atención de las masas femeninas de la primera y principal con el claro objeto de separar al movimiento de la mujer trabajadora de la lucha contra el sistema que origina todos los males, buscando enfrentarla al hombre. Así se ha dado nacimiento en todos los países capitalistas desarrollados al Movimiento Feminista. Este movimiento, que se pretende progresista y libertador es, en realidad, profundamente  reaccionario y se halla en abierta contradicción con el marxismo y las leyes del desarrollo social.

Las feministas, o mejor dicho, las ideólogas del feminismo, expresan en cierto modo la situación de la mujer en la sociedad capitalista, pero esto lo hacen de una manera harto incompleta, unilateral y no exenta de  prejuicios. De ahí que no acierten en encontrar, ni pueden hacerlo, la verdadera raíz de los problemas ni señalen la solución de los mismos, llegando incluso a agravarlos. Solo el marxismo ha encontrado las causas de la opresión de la mujer, ha explicado científicamente su verdadera situación en la sociedad y sus relaciones de inferioridad con respecto al hombre, y ha marcado también la forma en que únicamente podrá romper esas dobles cadenas. El marxismo hace tiempo que ha señalado que el origen de la esclavitud doméstica y de otras servidumbres que afectan directamente a la mujer, "reside en el capitalismo y no en la falta de derechos", y que, por consiguiente, la verdadera emancipación de la mujer, comienza con la destrucción del sistema de explotación capitalista y con la transformación en masa de la pequeña economía doméstica en una gran economía socialista; cuando la mujer, una vez integrada en la producción y gozando de todos sus derechos en pie de igualdad con el hombre, vaya relegando a la esfera social la mayor parte de las ocupaciones domésticas que hoy la atan y la someten al hombre. Esto sólo puede ser logrado en el socialismo y de ninguna otra manera.

Queda claro que esta solución no puede hallarse en la sociedad capitalista y presupone la verdadera igualdad económica y política de todos los miembros de la sociedad. Por este mismo motivo esta no es ni puede ser la solución del movimiento feminista burgués, que al igual que todos los movimientos de esta clase tiende a conservar el viejo estado de las cosas: la propiedad privada y la explotación de la clase trabajadora sobre la que se erige toda la sociedad capitalista. El Movimiento Feminista no atenta contra esas bases, porque no se propone cambiar radicalmente la situación de la mujer; solo pretende "mejorarla un poco", y por eso carga sobre los individuos, y no sobre el tipo de sociedad, la responsabilidad del estado en que se encuentra la mujer.

Las feministas piden igualdad de sexo en la sociedad burguesa, pero esta es un una mentira, porque dicha igualdad no existe tampoco entre los hombres, entre las clases, ni entre las naciones. Lenin dice "No libertad para todos, no igualdad para todos, sino lucha contra los opresores y los explotadores, eliminación de la posibilidad de oprimir y de explotar. ¡Esa es nuestra consigna!"

Por otra parte, las feminista intentan nublar la conciencia de clase de las obreras difundiendo profusamente ideas acerca de los problemas sexuales y del matrimonio. Estos problemas, no cabe la menor duda que existe y juegan un importante papel en la vida de las parejas y de los individuos, afectando principalmente a la mujer. Pero si de lo que se trata es de darles un justo tratamiento, de manera que la mujer no tenga que sufrir la mayor parte de las consecuencias ( tal como viene sucediendo) habrá que situarlos en su justo lugar; es decir, habrá que situarlos como parte del problema social y no a la inversa, o sea, presentando el problema social como una parte del problema sexual, que es lo que vienen haciendo las feminista relegando la cuestión social a un segundo plano, como algo "accesorio".

Esa forma de enfocar este problema es propia de la ideología burguesa que inspira a las feministas; de ahí que, al fin y al cabo, en lugar de esclarecer a la mujer trabajadora y ayudarla a participar en la lucha junto a sus hermanos de clase, se dedican a nublar la conciencia de la mujer y a tratar de enfrentarla a su compañero. De esa manera, en lugar de ayudarlas se agravan más sus problemas y les impiden marchar por el único camino que conduce a su total emancipación.

El movimiento feminista burgués, tal y como lo hemos descrito, es una enfermedad de la sociedad capitalista y no un miembro sano, por lo que a fin de cuentas las feministas no tienen más que estas dos salidas:  o se integran de una manera consciente, como parte de la lucha general de las masas obreras y populares para la destrucción del sistema de explotación capitalista, o, por el contrario, están condenadas a caer en las prácticas políticas y sociales y en las formas de vida más degeneradas y aberrantes de la podrida sociedad de donde proceden.

El feminismo es contrario al marxismo; tan contrario o más, si cabe, como pueda serlo el anarquismo, al que se asemeja en sus planteamientos idealistas y absurdos. No hay que dejar de reconocer los buenos sentimientos y las legítimas aspiraciones de mueven a no pocas mujeres que militan en el movimiento feminista. Estas pueden seguir pensando que nuestra posición no es sino la reacción lógica del "machista" adocenado ante las justas demandas ¡ pero qué le vamos a hacer!; más tarde o más temprano la mayor parte de ellas se convencerán de su error.

En cuanto a las mujeres conscientes, las comunistas, las auténticas feministas, deben manifestarse en todo momento contrarias al feminismo burgués y hacer una defensa resuelta al marxismo, tanto en esta como en las demás cuestiones. En este terreno no estaría de más que el Partido dedicara a las camaradas más firmes y esclarecidas para comenzar a realizar un trabajo amplio entre las mujeres trabajadoras. Ha llegado el momento de comenzar este trabajo, y para ello ya contamos con algunas experiencias. 

A la hora de emprender de firme esta labor, no hay que olvidar las reivindicaciones propias de la mujer, porque aunque en su mayor parte esa reivindicaciones son irrealizables en el sistema capitalista, eso ayudará a establecer extensos lazos con la mujer trabajadora y va a permitirles abrir aún más rápidamente los ojos, a comprender la necesidad de la lucha más resuelta, hasta la destrucción, desde la raíz, de este sistema. Tenemos que prestar más atención al movimiento de la mujer trabajadora y ayudar en su organización sobre bases claras y de principios, en contra del movimiento feminista burgués, del Estado y de toda la sociedad capitalista.

En nuestras filas, en el Partido de la clase obrera, no se hace diferencia alguna entre el hombre y la mujer. En el Partido todos somos iguales, tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones; esto ha de servir de ejemplo y de estímulo para todos los trabajadores y trabajadoras. Pero el que eso sea así no significa que entre las parejas o matrimonios comunistas las cosas marchen en todos los casos a las mil maravillas. Desgraciadamente los hombres tenemos muy arraigada la tendencia de no respetar los derechos de igualdad en nuestras relaciones con la mujer... aunque reconozcamos esos derechos y nos esforcemos algunas veces ( sobre todo cuando se nos recuerdan) por respetarlos. Esto origina algunos problemas ¿ Qué hacer en estos casos? Particularmente los camaradas, por ser los más favorecidos, los que sufren en menor medida las consecuencias del sistema que nos explota y nos oprime a todos, debemos esforzarnos por ayudar a la mujer y entenderla en sus justas demandas con el fin de que se incorpore plenamente a la producción y a la lucha de clases. Tenemos el deber de restituirles aquella parte de sus derechos que una larga tradición social y familiar injusta les a sido arrebatado. La mujer, por su lado, al mismo tiempo que hace valer sus derechos debe comprender que la igualdad efectiva no podrá ser una realidad mientras no cambien la sociedad, y que aún así, antes de alcanzar dicha igualdad, habrá que transcurrir algún tiempo, puesto que eso no depende sólo del cambio de las relaciones económicas y sociales y de la buena voluntad que pueden poner los hombres, sino también de la formación cultural y del cambio de psicología que determinan los comportamientos humanos. 

Sólo teniendo en cuenta todos estos aspectos, es como verdaderamente iremos avanzando hacia las metas que nos hemos propuesto.


Manuel Pérez Martínez ( Camarada Arenas )
Publicado en BANDERA ROJA
2ª época-año IV - nº 38, agosto de 1978