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domingo, 9 de junio de 2013

Reivindicando a las madres, Julia Ward Howe (1819-1910)


A mediados del siglo XIX, cuando en todo el mundo se empezaban a oír cada vez con más fuerza voces a favor de la igualdad entre sexos y razas, fueron muchas las mujeres que destacaron como grandes luchadoras de dichas causas. Una de ellas fue Julia Ward Howe. De ideas liberales, abolicionista y posteriormente sufragista, pasó a la historia por sus reivindicaciones sociales. Una de ellas fue la creación del día de la madre como momento en el que se ensalzara el importante papel que ejercían las mujeres en esta faceta de sus vidas. Luchadora incansable, su vida personal no fue en absoluto un camino de rosas. 

La niña que aprendió de su hermano
Julia Ward nació el 27 de mayo de 1819 en Nueva York. Hija de Samuel Ward, un banquero de éxito de Wall Street, apenas conoció a su madre, Julia de Rush Cutler. Poeta y madre de siete hijos, murió en 1824 al dar a luz al último de ellos. 

Samuel se hizo cargo de sus hijos, algo que no siempre fue fácil. Julia, una niña inteligente y ávida de conocimientos, buscó allí donde pudo la manera de ampliar su saber. Los libros que su hermano Sam trajo de Europa sirvieron para formar a Julia en unas ideas liberales que contrastaban con el puritanismo calvinista de su padre al que siempre quiso y respetó. 

Tras la muerte de su padre en 1839, ella y dos de sus hermanas se fueron a vivir con Sam y su esposa Emily Astor quien las introdujo en la sociedad neoyorkina. Pero la felicidad de la familia terminó drásticamente dos años después con la muerte de su cuñada y el bebé que había acabado de tener. 

Un matrimonio incongruente
En abril de 1843 Julia conoció a Samuel Gridley Howe, un médico con ideas liberales como ella, defensor del abolicionismo y del derecho a la educación de personas desfavorecidas. Pero si Julia creía que las ideas igualitarias de su marido iban a reflejarse también en su matrimonio se equivocó de lleno. Aplicando una doble moral, Samuel obligó a su esposa a recluirse en su casa y ejercer el papel de esposa y madre sumida y callada, sin ideas ni opiniones ni actividad pública de ningún tipo. Veinte años mayor que ella, Samuel llegó incluso a controlar todo el capital que había heredado Julia, a pesar de las protestas de la familia de su esposa. 

Recluida en Boston, alejada de sus hermanos, los sentimientos de Julia se sumieron entonces en una lucha interna entre el amor a su marido y sus cinco hijos y la sensación de injusticia que se cernía sobre ella y muchas otras mujeres en su misma situación. Y como ya hiciera estando en casa de su padre, Julia no se resignó y continuó con su formación autodidacta y la escritura en secreto de un libro de poesía.  

Flores de pasión (marchitas)
El libro fue publicado de forma anónima bajo el título Flores de pasión. Pero para desgracia de Julia, su esposo pronto supo que había sido su propia mujer quien había escrito esa colección de poemas desafiando las órdenes estrictas que había dejado bien claras desde el primer momento. 

A punto estuvo de perderlo todo pero Sam consiguió superar lo que consideraba una traición de su esposa y el matrimonio no se rompió. Después de aquel episodio, Julia no se resignó a volver a la reclusión del hogar y continuó estudiando y escribiendo. 

Un himno liberador
En 1869 Sam y Julia Howe fueron invitados por el presidente Abraham Lincoln a visitar un campamento del ejército de la Unión en Virgina. Durante la visita cerca del río Potomac, escucharon una triste canción compuesta para los oficios religiosos que hablaba del cuerpo sin vida de un soldado llamado John Brown. 

James Freeman Clarke, un clérigo conocedor del talento para la poesía de Julia, la animó a rehacer la letra de aquel himno triste y convertirlo en el famoso himno de la batalla de la república. 

A partir de ese momento consiguió cierta libertad y empezó a implicarse en distintas actividades relacionadas con el activismo femenino. Entre las iniciativa que emprendió destaca el encuentro anual de mujeres de Ministros, la fundación de la Asociación para el avance de la mujer en la sociedad y su nombramiento como Presidenta del Club de Mujeres de Nueva Inglaterra.

Viuda empobrecida (pero liberada)
Cuando Julia Ward enviudó, en enero de 1876, el dinero que creía iba a recibir y que su marido había estado reteniendo durante su vida en común, resultó ser mucho menos de lo que ella creía, pues Samuel se había gastado parte de su herencia familiar. Aun así, a pesar de ser una mujer viuda sin pocos recursos, la liberación que sintió compensó con creces su situación económica. "Inicio hoy mi nueva vida", escribía en su diario tras la muerte de Samuel.

Desde entonces, y hasta su muerte en 1910, Julia Ward trabajó de manera incansable en favor de los derechos de las mujeres. Escribió una biografía sobre la periodista feminista Margaret Fuller, informes y ensayos sobre las injusticias sociales e incluso libros de viaje. Su obra escrita le valió llegar a ser la primera mujer elegida para formar parte de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras.

Entre sus múltiples reivindicaciones, Julia defendió siempre la importancia de las mujeres en su papel de madres, como garantes de los valores humanos y transmisoras de las virtudes fundamentales de los hombres. Su defensa de las madres se vio materializada años después de su muerte. El 9 de mayo de 1914 el presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson firmó una resolución del Congreso en la que se establecía el segundo domingo de mayo como día de la madre. 

Cuando Julia Ward falleció el 17 de octubre de 1910, fueron muchos miles de personas las que asistieron a su funeral, rindiendo homenaje a una de las mujeres que más luchó en favor de los derechos femeninos en los últimos años del siglo XIX.



 Si quieres leer sobre ella 

http://www.juliawardhowe.org/





Por Sandra Ferrer

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