RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

sábado, 4 de mayo de 2013

Los pilares del neo-patriarcado


En "Vodevil zaragozano" Félix Rodrigo señala 6 pilares del neopatriarcado, el ministerio de Igualdad, las cátedras de género, la secta feminista, las fundaciones de la gran empresa, la izquierda pro-capitalista, PSOE-IU e izquierda nacionalista y el gobierno del PP.

Aunque estoy de acuerdo en todos quiero señalar otros que se le han olvidado y abrir con ello un proceso para añadir colectivamente todas aquellas estructuras que sostienen la novísima y amplificada opresión femenina de nuestros días para desentrañar la realidad material del patriarcalismo moderno.

En el plano supranacional hay que incorporar como séptimo pilar del neopatriarcado a la ONU, y, más concretamente la Conferencia de Beijing  en la que se diseñaron las líneas maestras de las políticas de género a escala planetaria. Esta Conferencia fue celebrada en septiembre de 1995 con la participación de 189 países.

Desde su creación por las potencias ganadoras de la II Guerra Mundial, en octubre de1945, la ONU había dedicado una parte importante de su actividad a delinear las nuevas políticas para las mujeres, el año 1975 fue declarado Año de la Mujer, y en 1976 se celebró la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer en México, le siguieron las de Copenhague en 1980, Nairobi en 1985, la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la Mujer en 1993 y, por fin, Beijing en 1995, ésta última es un punto de inflexión definitivo en la condición femenina a escala mundial.

Bajo una retórica blanda y aparentemente inofensiva, Beijing declara cuatro  ideas esenciales que serán los ejes de una transformación radical en la condición de las mujeres:

1) Que las mujeres constituyen un grupo social único con intereses compartidos y necesidades propias cuyos derechos han sido conculcados por los hombres que son, igualmente, un grupo social homogéneo que actúa como opresor y dominante. Se crea así una fractura total entre los sexos, que son definidos únicamente por su conflicto, borrando la división entre las clases sociales, entre los que tienen el poder y quienes lo sufren.

2) Que los Estados son los encargados de enmendar este agravio histórico a las mujeres, son por lo tanto las leyes, las instituciones, la burocracia estatal y el funcionariado quienes deben salvar a las mujeres de su entorno natural que es definido como hostil y violento siempre, sin diferencias especiales por razón de clase, cultura, tradición, historia, régimen político o religión. Los Estados y las instituciones supranacionales dirigidas por las potencias militares y económicas mundiales deben “promover el avance y empoderamiento de las mujeres en todo el mundo”.

3) Que las mujeres, por tanto, son objeto de la tutela de los Estados, seres indefensos y desamparados. En varios lugares del documento final aparecen sumadas a los niños y niñas con la misma categoría de necesitadas de custodia  y protección. Las mujeres son víctimas de la violencia de los hombres y de la violencia de las guerras y han de ser defendidas y protegidas  de forma especial de ello.

4) Las mujeres deben incorporarse al desarrollo político y económico para ganar su libertad. A la gestión política y toma de decisiones y a la independencia económica a través trabajo (no se hacen diferencias, por supuesto, entre aquellas que se incorporan a la política como mandantes y quienes lo hacen como dominadas ni entre quienes colaboran en lo económico como propietarias o dirigentes y quienes lo hacen como laborantes o mano de obra). También incluye la incorporación a la gestión de la “Paz” mundial, es decir, a los proyectos de guerra y reordenación del poder imperial a escala mundial.

Beijing inaugura una nueva etapa en la que los Estados y las empresas capitalistas acaparan todas las funciones que se desarrollaban en el pasado en la horizontalidad, las biopolíticas dictadas por los centros de poder dirigen la totalidad de las acciones vitales y ordenan la sociedad de forma absoluta, la demografía es gobernada con mano de hierro (haciendo el aborto forzoso en muchos lugares, por ley como en China, o por mecanismos extralegislativos como en la mayoría del planeta). Asciende una nueva casta de poderosas que son obedecidas de forma más sumisa por el hecho de representar al grupo de las históricamente “oprimidas”. Se culmina la salarización general de las sociedades con la incorporación masiva de las mujeres a un capitalismo que se desliza hacia la esclavitud. Se institucionaliza a las criaturas y se burocratiza la vida desde su inicio. Asciende el militarismo con la incorporación general de la mujer a la preparación de la guerra. Desaparece la feminidad natural auto-construida para emerger unos nuevos seres neutros e indefinidos que son, propiamente, ganado de labor. El Estado y el capitalismo son el todo y las mujeres y los hombres del pueblo, segregados, divididos, son nada, seres subyugados hasta lo impensable.

Todo este proyecto fue, paradójicamente, pensado y dirigido por instituciones que eran mayoritariamente masculinas.

No es trivial que la LOVG cite en su preámbulo la Conferencia de Beijing como referencia, ni que los años 90 fueran en nuestro entorno los de la aparición de un nuevo feminismo de corte fascista,  policíaco y pendenciero que no casualmente coincide con la instauración del ejército profesional  que encontró un reservorio excepcionalmente motivado entre un grupo de las mujeres.

Durante ese decenio pequeños grupos –apoyados por las instituciones- preparan el terreno a la promulgación de la LOVG creando un estado de alarma y pavor permanente con el argumento de la violencia de género y promocionando dos nuevas ediciones del Manifiesto SCUM de Valerie Solanas (que había sido olvidado desde que en el año 77 lo editara el Partido Feminista).

También es un sobrevenido de Beijing la legislación favorable a las mujeres  y la burocracia que la aplica que tienen que ser distinguidos como el octavo pilar del neopatriarcado, la legislación actual de protección y privilegio de las mujeres  ha constituido un nuevo modelo de dependencia femenina. Si en el pasado el legislador ordenó que el esposo estuviera obligado a proteger a la mujer y ella, a cambio, a obedecerle, hoy se consuma el matrimonio entre la mujer y el Estado con los mismos fundamentos del antiguo orden patriarcal, protección a cambio de obediencia. La mujer media del pueblo en el presente se ha constituido no como sometida, es decir, doblegada por la fuerza,  sino como ser dócil y dependiente de las dádivas institucionales, menor de edad eterna que reclama sus derechos, es decir, la caridad  del poder. Como pasa siempre en estos casos se ha constituido una pequeña tropa de colaboradoras activas que son sumisas y serviles con los poderosos y violentas y canallas con los iguales y ejercen de fuerza policíaca con un poder otorgado por sus amos que les sitúa ilegítimamente por encima de sus iguales.

La política de derechos de la mujer ha conseguido convertirlas en el “sexo débil”  no de forma literaria o retórica sino de manera real y manifiesta. Al olvidar sus deberes las mujeres se han derrumbado en un letargo embrutecedor, han perdido las habilidades que se cultivan en la acción, han liquidado su creatividad, se han hecho torpes e incompetentes , incapaces para el esfuerzo, aterradas frente al dolor y ajenas al bien moral.

Como consecuencia de ello la inferioridad femenina está dejando de ser una teoría misógina para comenzar a ser un hecho real pues la desaparición del principio del mérito y el reconocimiento a través de la obra propia ha producido una debacle de la aportación singular de las mujeres a la vida intelectual, social, material, convivencial y moral de la sociedad.

Paralelamente no asciende la felicidad de las mujeres sino que por el contrario reaparece un estado de angustia que se manifiesta como un “problema sin nombre” (un término acuñado por Betty Friedan para definir la desestructuración psíquica del ama de casa de los años 50 en EEUU), un problema que se inscribe en la insatisfacción vital profunda y la incertidumbre respecto al significado de ser mujer que se traduce materialmente en el consumo masivo de psicofármacos, el uso intensivo de servicios profesionales destinados a la búsqueda del bienestar, el ascenso del suicidio (sobre todo en el tramo de edad más potentemente femenino, entre los 30-34 años, es hoy la primera causa de muerte), el crecimiento de las enfermedades mentales, el sentimiento de carencia y de falta, el miedo y la parálisis.

El noveno pilar del neopatriarcado es el Ejército que constituye el corazón del Estado. Las políticas de género están íntimamente unidas a las necesidades militares, la Resolución 1325 de la ONU del año 2000, insta a los gobiernos mundiales a incorporar a las mujeres a las labores de la “paz” mundial integrándolas en  mayor medida en las unidades que actúan “sobre el terreno”, es decir, en las operaciones militares abiertas. Se argumenta que, como las féminas son “artífices de la paz”, su sola presencia  será positiva para limitar los conflictos bélicos. Lo cierto es que las mujeres se han incorporado a lo militar en la práctica totalidad de los ejércitos del planeta  pero eso, como era lógico, no ha abierto una era de paz.

El ejército español es especialmente abundante en personal femenino y fue uno de los primeros en derribar las limitaciones a que las mujeres participasen en combate en primera línea. Como garante último de la razón del Estado lo es también del mantenimiento del orden neopatriarcal, por ello celebra cada año el 8 de marzo, establece premios destinados específicamente a mujeres y ha incorporado cátedras de género a los estudios de la carrera militar en la Academia General de Zaragoza.

Por el  momento dejo en estos 9 los fundamentos materiales del neopatriarcado. Tal vez podamos añadir otros hasta construir el diagrama de un proyecto monstruoso de destrucción de las mujeres como mujeres y de los hombres en tanto que otredad sexuada.

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