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martes, 6 de marzo de 2012

Las armas de la santa incorrupta, Santa Catalina de Bolonia (1413-1463)


En una pequeña capilla del convento de clarisas Corpus Domini de Bolonia, permanece el cuerpo incorrupto de Santa Catalina de Bolonia sentado en una silla. La imagen impactante sorprende por ser uno de los pocos santos y santas de los que se conserva y venera todo su cuerpo impasible al paso del tiempo. Los devotos de la santa han otorgado a su cuerpo poderes sanadores desde el mismo momento de su muerte. Pero al margen de su papel como santa de la iglesia católica, Catalina de Bolonia fue una miniaturista, calígrafa, escritora y pintora, una extraordinaria mujer en cuya personalidad confluyeron el humanismo y una vibrante identidad religiosa1.


La santa en la corte

Catalina Vigri nació el 8 de septiembre de 1413 en Bolonia. Su padre era Juan de Vigri, un noble rico de Ferrara emparentado con la familia de la casa d’Este. Su madre, Benvenuta de Mamollini era también una dama noble a la que Juan había conocido en Bolonia mientras estudiaba en su universidad.

Cuando nació Catalina, su padre había marchado de Bolonia para establecerse en Padua donde ejerció de embajador de Nicolás III d’Este de Ferrara en Venecia. Cuando Catalina tenía unos 10 años, se trasladó con su padre a vivir a Ferrara donde la pequeña pasó a formar parte de la corte de Margarita d’Este como una de sus damas de honor.


Catalina aprovechó su estancia en la corte de Ferrara para cultivarse y formarse en distintas áreas como la música, la literatura o el arte de la miniatura. Pero Catalina no se sintió nunca atraída por los lujos y excesos de la vida en la corte.

Años después, la princesa Margarita d’Este se casó con Roberto Malatesta, príncipe de Rímini. La joven esposa quiso que Catalina la acompañara a su nueva residencia en Rímini pero Catalina se negó a ir y decidió volver con su madre a Bolonia. Fue entonces cuando murió su padre y su madre volvió a casarse. Catalina se convirtió en una joven de 14 años, bella y culta y heredera de un importante patrimonio. Fueron muchos los pretendientes que tuvo y que ella evitó. Catalina hacía tiempo que tenía muy claro que su vida no iba a ser la de una mujer casada.

El ejemplo de Lucía

Fue entonces cuando Catalina supo de la existencia de Lucía Mascheroni y sus monjas congregadas bajo el hábito negro de la Tercera Orden de San Agustín. Su vida de santidad atrajo a la joven quien no dudó en seguir a aquellas religiosas que con el tiempo se convertirían en un monasterio de monjas clarisas.

Así, en 1432, Catalina Vigri pronunciaba sus votos y se retiraba del mundo.

Las siete armas espirituales

Convertida en monja clarisa, Catalina hizo uso de sus conocimientos humanísticos, filosóficos y literarios para escribir su obra Tratado de las siete armas espirituales. Escrita en 1438, es una mezcla de autobiografía y tratado de espiritualidad.

En su Tratado, Catalina definió siete armas para luchar contra el pecado: la diligencia, la desconfianza de uno mismo, la confianza en Dios, la meditación, el pensar en la muerte personal, pensar en el cielo y la Sagrada Escritura como referente constante de vida.

Los milagros de la santa

Catalina de Bolonia pasó el resto de su vida en oración y meditación tras los muros del convento de Ferrara primero y del monasterio del Corpus Domini en su ciudad natal después donde se trasladó en 1456 y terminó convirtiéndose en su madre abadesa. Fue aquí donde murió, el 9 de marzo de 1463.

Una de sus compañeras, Illuminata Bembo, escribió seis años después de su muerte una biografía de Catalina en la que relató los primeros milagros que se sucedieron alrededor de la tumba de la santa. Las monjas del convento decidieron desenterrar el cuerpo que encontraron incorrupto. Dado la gran cantidad de personas que querían ver los restos de la santa, se decidió colocar su cuerpo sentado en una silla en una capilla de su iglesia en la que continuó dando gran consuelo espiritual a muchos fieles hasta el día de hoy.

Siglos después, el 22 de mayo de 1712, el papa Clemente IX la elevaba a los altares iniciando su proceso de canonización.
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1. Sanadoras, matronas y médicas en Europa, Montserrat Cabré y Teresa Ortiz. Pág. 129

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