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sábado, 31 de marzo de 2012

La divorciada que cambió la historia, Wallis Simpson (1895-1986)


A menudo pequeños hechos sin aparente importancia modifican sustancialmente el curso de la historia. Otras veces son personas que nacen sin estar destinadas a nada importante y terminan cambiando el destino de todo un país. Ese es el caso de la extravagante y distinguida Wallis Simpson. Su vida es una vida de novela, o digna del papel couché, del que protagonizó alguna que otra portada. Wallis Simpson fue la razón de un cambio importantísimo en la monarquía inglesa, pues fue la causa de la abdicación del rey Eduardo VIII. El amor ciego e incondicional hacia aquella rica americana le llevó a abandonar la corona, su familia y su país. 

La niña pobre de una familia rica

Bessie Wallis Warfield nacía el 19 de junio de 1895 en Blue Ridge Summit, una estación de montaña de Pensilvania. Allí se habían instalado sus padres, Teackle Wallis Warfield y Alice Montague. A pesar de pertenecer a sendas familias patricias ricas de Baltimore, los padres de Wallis habían terminado en aquel lejano refugio huyendo del rechazo de sus seres queridos. Teackle era un hombre de constitución débil que sufría de tuberculosis. Su madre, Alice, enamorada de Teackle no dudó en iniciar con él una peligrosa relación en la que la bella dama podría haberse contagiado. La pareja provocó un escándalo sonado cuando ella se quedó embarazada. Es por esto por lo que Teackle y Alice se habían refugiado en las montañas. Así, la mujer que decidiría el futuro de la corona inglesa del siglo XX, había nacido de una relación pecaminosa, sola y sin el recibimiento oportuno por parte de su familia. 

A pesar de que los padres de Wallis se casaron tiempo después, el matrimonio no llegó a los seis meses. Teackle moría dejando a su mujer y a su hija en una complicada situación económica que las llevó a vivir de la ayuda de familia y amigos.

El primer sitio en el que se instalaron fue en la lujosa mansión de la madre de Teackle, una rica dama de la alta sociedad quien, a pesar de haberse opuesto a la relación de su hijo con Alice, la acogió en su casa. Wallis tenía entonces cinco meses. 


Su estancia con la señora Warfield duró poco porque Alice se vio acosada por su cuñado, quien también vivía en la mansión. La madre de Wallis decidió entonces mudarse con su hija a un hotel. Allí también estuvieron poco tiempo. La hermana de Alice, Bessie, quien también se había quedado viuda, la acogió a ella y a su sobrina, una niña de 7 años que empezaba a destacar por su fuerte carácter.


De la casa de su tía, Wallis pasó a vivir a un apartamento con su madre, quien se ganaba la vida realquilando sus habitaciones. A pesar de ser algo vergonzoso para su familia, Wallis recordaría aquel tiempo al lado de su madre como uno de los más felices de su vida. Un tiempo que, sin embargo, duraría poco. Aquel mismo año, 1908, Alice se volvía a casar, algo que a su hija le costó de aceptar. El matrimonio de su madre duró poco más de 5 años. En 1913 moría su esposo por culpa del alcohol. 

Aquellos años, Wallis se había alejado de su madre y había ingresado en el Oldfields School, uno de los centros más exclusivos en el que su carácter obstinado y un tanto rebelde no encajaría demasiado. 


La esposa del aviador

En 1915, aquella joven de 20 años, esbelta, con una belleza peculiar, se trasladó a pasar unas fabulosas vacaciones con sus primas en Florida. Un apuesto y cautivador aviador, Earl Winfield Spencer, invitado de estas, encandilaría rápidamente a Wallis. A pesar de la oposición de su recta familia, Wallis se casó poco después.

La rapidez de aquella relación no permitió a Wallis descubrir antes de casarse que Earl era un alcohólico, algo que sí conocían sus superiores, por lo que, ante el peligro de volar en estado en embriaguez, lo destinaron a San Diego para organizar una escuela de pilotos y alejarlo así del aire. 


Fue precisamente en su nueva residencia forzada donde la señora Spencer vería por primera vez al Príncipe de Gales. Eduardo estaba de paso en un viaje oficial a Australia. Wallis y su esposo no fueron invitados a los actos oficiales, solamente estuvieron presentes en un baile en el que Wallis vio al joven príncipe de lejos. 


El matrimonio con Earl duró escasos 4 años. Wallis no pudo divorciarse pero sí se separó de él en 1921. Durante 3 años, la bella joven de 25 años vivió la vida entre Washington y París y tuvo algún que otro romance. Sin embargo, Earl no se olvidó de ella y le pidió insistentemente que reanudaran su relación, algo que Wallis aceptó tras sufrir una fuerte decepción amorosa. 


En 1924 la esposa de Earl Spencer viajó hasta China, donde había sido destinado su marido. A pesar del largo viaje, Wallis no consiguió salvar el matrimonio. Durante un tiempo estuvo viviendo en Shanghái donde al parecer tuvo relaciones que varios hombres. Uno de ellos fue Galeazzo Ciano, quien con el tiempo se convertiría en el yerno de Mussolini. De esta relación sin futuro Wallis solamente sacó un embarazo que la llevó a abortar en tan malas condiciones que dejaron en ellas secuelas que no le permitirían tener hijos nunca más. De vuelta a los Estados Unidos se recuperó físicamente y consiguió el divorcio.


La señora Simpson

Durante las navidades de 1926 Wallis conoció en una cena con unos amigos al que sería su segundo marido, Ernest Simpson, un millonario hombre de negocios del que se enamoró desde el primer momento. Dos años después se casaban y se trasladaban a vivir a Londres. 
Wallis se había convertido al fin en una dama de la alta sociedad, con dinero y sin más ocupación que decorar su casa y organizar exquisitas fiestas y veladas con las personas más distinguidas de Londres. 

En 1930, en una cacería del zorro a la que los Simpson fueron invitados, Wallis volvió a coincidir con el Príncipe de Gales. Habían pasado 10 años desde que aquella jovencita recién casada observara con curiosidad a un príncipe llegado de la vieja Europa. Ahora era una dama distinguida que había sido invitada con todos los honores. Eduardo y Wallis coincidieron en muchas ocasiones más en encuentros y eventos de la vida social londinense pero no vivieron lo que se conoce como un amor a primera vista.


Poco a poco, después de muchas veladas, cenas y fiestas, el Príncipe de Gales empezó a incrementar el número de salidas con los Simpson hasta que durante la primavera de 1934 su relación con Wallis empezó. Eduardo y Wallis empezaron a mostrarse en público mientras la familia real presenciaba un idilio que era algo más que un capricho del príncipe. La primera ofensa pública de los Windsor hacia la señora Simpson fue negarle la invitación a un baile de gala que se celebró antes de la boda del hermano pequeño de Eduardo, Jorge. 


La amante del rey

El 19 de enero de 1936 moría el rey Jorge V. Eduardo no tuvo tiempo de llevar a términos sus planes pues pensaba casarse con Wallis antes de convertirse en rey. A pesar de ello, el nuevo rey estaba dispuesto a llegar hasta donde fuera para seguir viviendo al lado de Wallis quien conseguiría el divorcio de su esposo ese mismo año. 

A pesar de que se intentó que su relación no traspasara los muros de palacio, Eduardo y Wallis cometieron el imprudente error de iniciar unas vacaciones por el Mediterráneo y aceptar ser recibidos, como pareja, por algunos reyes y jefes de estado. 


Mientras tanto, el rey continuó buscado una salida a aquella situación cada vez más insostenible. Las posibilidades que se barajaban eran, por un lado, que Wallis continuara ejerciendo de amante en un discreto segundo plano, algo que sus consejeros y allegados creían que era lo más inteligente; por otro, estaba la opción de un matrimonio morganático, es decir, casarse con Wallis y aceptar que ni ella ni su descendencia fueran considerados de la familia real. 


A todo esto, la bella amante nunca se planteó ni casarse con el rey ni convertirse en reina. Con vivir aquella vida de lujo al lado de Eduardo, aunque fuera en un relativo anonimato, ya le satisfacía. 


Al final, en un callejón sin salida, el rey Eduardo VIII escogió la opción que agradó a bien pocos. El 11 de diciembre de 1936 hacía oficial su deseo de abdicar de la corona inglesa, una de las más poderosas del planeta. 


Wallis recibió la noticia con desesperación y enfado. Ahora no sólo dejaría de vivir aquella vida que tanto había disfrutado, sino que tendría que convertirse en una exiliada y sufrir el reproche y las críticas de toda una nación. De hecho, durante toda su vida recibió amenazas de muerte.


La duquesa de Windsor

El 3 de junio de 1937 Eduardo y Wallis se casaban en Francia en una ceremonia sencilla y sin la presencia de ningún miembro de la familia real británica. Wallis se convertía entonces en duquesa de Windsor pero perdía, igual que su marido, el derecho a ser llamada Alteza Real. 

Eduardo y Wallis vivieron desde entonces una vida ociosa viajando por Europa buscando un verdadero hogar en el que instalarse y volver a vivir la época dorada de su idilio londinense.

Durante la Segunda Guerra Mundial, después de un vergonzoso acercamiento a la Alemania nazi, Eduardo fue destinado por su hermano, entonces rey Jorge VI, a las Bahamas, donde asumió el cargo de gobernador general. Su aventura transatlántica duró poco más de 5 años pues el duque dimitió de su cargo para consuelo de su esposa a quien la vida en las islas no satisfizo en absoluto pues no estaba a la altura de sus altos niveles de exigencia, lujo y glamour. 


Continuaron entonces viviendo una vida lujosa y vacía formando parte de la jet set internacional. En 1952 la pareja se instaló definitivamente en París donde vivieron 20 años. El 29 de mayo de 1972 el duque de Windsor fallecía al lado de su esposa. La entonces reina, su sobrina Isabel II, aceptó su última voluntad de ser enterrado en el cementerio familiar en Frogmore. Isabel II permitió que Wallis fuera alojada en el palacio de Buckingham durante los funerales. 


De vuelta a París, Wallis viviría 14 años más sola y alejada cada vez más de la vida social. Rodeada del constante miedo a ser atacada, convirtió su casa en una auténtica cárcel de oro. Tenía 90 años cuando Wallis Simpson moría en su casa de París el 24 de abril de 1986. Fue enterrada al lado de su esposo en Frogmore. Solo en la muerte pasó a formar parte de la familia real británica.

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