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sábado, 7 de enero de 2012

Contemplando la luna, Murasaki Shikibu (978-1014)


En el lejano Japón del siglo X, una mujer de noble familia pero triste vida llegó a brillar con luz propia en el mundo de la literatura. Murasaki Shikibu supo aprovechar la cultura que le brindó su padre y en medio de una existencia de constantes pérdidas consiguió introducirse en la corte imperial y escribir una de las obras cumbre de las letras japonesas.

La cultura de una nobleza en decadencia
Murasaki Shikibu era el pseudónimo de una mujer que nació alrededor del año 978 en Kyoto, Japón. Perteneciente a una familia de funcionarios de la nobleza media, descendía del poderoso clan de los Fujiwara, una familia de aristócratas que durante los últimos tiempos de esplendor de la era Heian había sostenido un importante poder en la corte imperial.

Cuando nació Murasaki, su familia había perdido parte del poder y la influencia que ostentaran en el pasado, aunque su reputación se mantuvo gracias al éxito como poetas y literatos de algunos de sus miembros, como el propio padre y el abuelo de Murasaki.

Murasaki supo aprovechar la oportunidad que le brindó su padre de aprender el chino, lengua oficial del poder que estaba vetada a las mujeres. Pronto Murasaki empezó a destacar como alumna aventajada de su padre.

La felicidad de la cultura se vio ensombrecida durante su infancia por la pérdida de sus seres más queridos. Primero su madre, quien había muerto siendo un bebé y después su hermana mayor, quien se había hecho cargo de la pequeña.

Después de 2 escasos años de matrimonio con un noble llamado Fujiwara no Nobutaka, Murasaki quedaba viuda con una hija pequeña a su cargo.

El relato de Genji
Es probable que fuera en sus primeros años de viudedad cuando Murasaki empezara a escribir la obra que la haría inmortal: El relato de Genji. La historia de un príncipe irreal, Hikary Genji, fue el camino para mostrar un realista retrato de su época. Según la tradición, el relato de Genji habría sido inspirado por sus largas veladas contemplando la luna; y aunque esto fuera una imagen idealizada de la escritora, lo cierto es que muchos artistas la inmortalizaron contemplando la luna mientras escribía. La obra pronto se convirtió en un clásico de la literatura japonesa y en una de las primeras novelas psicológicas. Murasaki supo plasmar en su obra una sociedad en decadencia que había relegado a la mujer a un oscuro segundo plano y la había hecho más que dependiente de un mundo machista.

La escritora en la corte
La fama de Murasaki y su obra la llevaron a convertirse en dama de compañía en la corte de la emperatriz Akiko en el año 1013. Si se acepta como válida la fecha de su muerte el año 1014 ciertamente disfrutó muy poco tiempo de aquella nueva vida. Aunque hay autores que alargan su existencia hasta el 1025.

Antes de morir, Murasaki dejó para las letras universales otra gran obra, el Diario de Lady Murasaki, una obra autobiográfica y una colección de 128 poemas.

Por Sandra Ferrer

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