RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

domingo, 30 de diciembre de 2012

El decálogo del decrecimiento

  • Las corrientes de pensamiento que cuestionan la idea del crecimiento ganan terreno y afianzan los valores no materiales para reinterpretar el bienestar



Muchos españoles escuchan el pronóstico de un aumento del PIB como quien pone el termómetro para saber la temperatura de su felicidad. Pero diversas corrientes del pensamiento cuestionan que el tan traído y llevado crecimiento vaya a traer el bienestar prometido. Las voces que así lo defienden han sido reunidas en el libro El decrecimiento, un vocabulario para una nueva era, editado por investigadores del Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals (ICTA-UAB). Medio centenar de textos hilvanan las ideas de quienes confían más en una disminución regular y controlada de la producción para asentar un nuevo paradigma de la prosperidad.

Los investigadores (economistas, sociólogos...) cuestionan el mantra de que el hombre sólo se mueve por el egoísmo y su interés, y que para canalizar la felicidad no hay alternativas a los cimientos éticos actuales. "Ha habido culturas antiguas basadas en las ideas de regalo, el donativo y intercambio", dice Federico Demaria, uno de los coordinadores.

La conclusión es que las limitaciones que impone un mundo con recursos naturales finitos deben ser asumidas aplicando criterios de equidad y de reducción de la huella ecológica. 

El diagnóstico es que se vive un estancamiento sistémico. "Nos habíamos endeudado para crecer y ahora hay que crecer para pagar la deuda. Hay que salir de esta lógica perversa", dice David Llistar, experto en ecología política. "Todo el país se verá obligado a trabajar mucho más para pagar esa deuda, y en el intento de acelerar la economía se eliminarán estándares ambientales", alerta Llistar para pedir que se reexamine esta deuda. 

Demaria dice que el crecimiento "es insostenible, indeseable y quizás imposible", por lo que la solución es repartir la riqueza y centrar las políticas públicas de bienestar, justicia social y sostenibilidad ecológica. El libro -que será traducido del inglés al castellano en abril por Icària- alienta un cambio de valores que puede resumirse en este decálogo.
Indicadores de progreso 

Medir la riqueza de un país mediante de la contabilidad del Producto Interior Bruto presenta muchas carencias. El PIB no distingue entre buenas y malas prácticas o actividades. Si se compra una bicicleta, contribuye al PIB; y si hay un vertido de petróleo que los contribuyentes tienen que pagar para limpiarlo, también contribuye al PIB. La guerra, el crimen o la destrucción del medio ambiente engordan también el principal indicador de progreso. Ni provee información sobre la distribución de los ingresos. Tampoco tiene en cuenta los beneficios de la actividad benéfica, el trabajo doméstico o las prestaciones sociales que efectúan los voluntarios, porque no hay intercambio de dinero por medio. El senador Robert F. Kennedy fue particularmente crítico con esta contabilidad, y alertó en 1968 de que el PIB “no mide ni nuestra virtud, ni nuestro coraje, ni nuestra inteligencia ni nuestro aprendizaje, ni nuestra misericordia ni nuestra devoción a nuestro país. Mide todo al detalle, excepto lo que da verdadero sentido a nuestra vida”.
Corrientes ecologistas 
Tres corrientes ecologistas se entrecruzan en el camino del decrecimiento. Los partidarios del culto a la conservación prístina de la Naturaleza valoran la protección de las especies, los servicios ambientales y la de la biodiversidad sobre la que se asienta la vida. Otros ven el santo grial en el manoseado concepto de sostenibilidad que busca un desarrollo sin dañar el medio ambiente, pero avala la optimización del capital natural (con tasas, cuotas, permisos para emitir gases) y ha llevado al altar la cultura de la suficiencia (producir más con menos recursos o energía). Pero los decrecentistas lo cuestionan. Dicen que no hay crecimiento sostenible. Que eso es un oxímoron. El tercer mantra sería la justicia ambiental, que recuerda el conflicto entre quienes obtienen ganancias y los que sufren sus daños ecológicos, los pobres de los países en desarrollo: indígenas contaminados por la extracción de crudo, residentes junto a fábricas químicas o la población vulnerable al cambio climático. Lo dice el economista Joan Martínez Alier.
Límites al crecimiento 
Admitir los límites del crecimiento (no puede haber crecimiento infinito en un mundo con recursos finitos) es más que un corsé ecológico. Es un imperativo moral. “Lo que sostiene el deseo de crecimiento en naciones ricas es el sueño de un acceso a bienes exclusivos que marcan estatus”, dice Giorgos Kallis. Desde este universo de valores, todo el mundo querría tener en teoría un Ferrari; pero en el caso de que fuera posible sortear la limitación de reservas de petróleo o del cambio climático, si todo el mundo tuviera un Ferrari socialmente tendría el valor de un coche de masas, y ya no haría feliz a nadie, dice Kallis señalando el camino equivocado. El hombre siempre ha buscado acceder a los bienes exclusivos (una casa junto al mar, una joya cara...), pero sólo ahora el capitalismo ha liberado plenamente esta pulsión, que antes estaba confinada por las ataduras de costumbres o la religión.“La insatisfacción puede tener raíces psicológicas, pero ha sido el capitalismo el que la ha colocado en base psicológica de una civilización”, dice Kallis.
Cuidados 
Giacomo d’Alisa comparte el cuidado de los hijos en horario extraescolar con otros padres, de manera que a él le toca un turno cada mes. Este es un ejemplo de la ingente cantidad de horas y dedicación que la sociedad destina a las tareas de sustento, reproducción o relaciones sociales que no encajan con la idea de productividad. Sólo se valora lo que tiene una remuneración. El ecofeminismo calcula el tiempo que la mujer dedica a que el marido esté en perfecto estado de revista para ser productivo cada día (tareas de hogar, planchado...), cuestiona así un patrón laboral que hace invisible costos de producción que son transferidos a la mujer o a la naturaleza. Amor, amistad o compromiso requiere reciprocidad, y eso los hace frágiles, y escapan a la lógica del mercado. “Una sociedad centrada en los cuidados allana el camino al decrecimiento. Ayuda a la equidad entre géneros al repartir el trabajo, valora el cuidado en el bienestar personal y de la familia; permite repartir el trabajo”, dice Giacomo d’Alisa un día que no le toca turno con niños.
Prosperidad sin crecimiento 
Hay que dejar de vincular el desarrollo con el derroche de materiales: dar un respiro al planeta, optar por servicios que dejen poca huella ecológica. Es la receta para poner a la economía y tener un planeta en forma: consumo light de materiales, empleos bajos en CO2 y servicios sociales y de salud. Tim Jackson (Prosperidad sin crecimiento) desentraña las ineficiencias de un sistema económico cuya búsqueda de competencia genera paro a granel y en donde la eficiencia energética (lograr más riqueza con menos energía) se dilapida en un planeta más poblado, pautado con modelos opulentos y oscurecido con vuelos baratos a todas partes. El motor de la reactivación no tiene que ser el consumo ni el endeudamiento. El gen del florecimiento humano está en las actividades locales (los servicios sociales sanitarios, educativos, personales): “Proyectos energéticos comunitarios, mercados de agricultores locales, cooperativas slow food, clubs deportivos, bibliotecas, centros comunitarios de salud y fitness, servicios locales de reparación y mantenimiento, talleres artesanales, música y teatro, habilidades diversas, y, quizá, yoga, peluquería u horticultura”. Es la economía Cenicienta (o Nueva Economía), hasta ahora relegada, pero con la que “la gente alcanza mayor bienestar y plenitud”.
Aparatos para convivir 
Federico Demaria pasa las fiestas navideñas con su familia en un pueblo cerca de Turín. Se han reunido para preparar la pasta rellena de verduras (ravioli) con una pequeña máquina que hace las delicias de tres generaciones. Todos cuentan sencillas experiencias en torno a este artilugio convivencial compartido con los vecinos. “Las máquinas sencillas permiten una relación a escala humana y fomentan las relaciones. Si se rompen o se estropean, se pueden arreglar. Nos ayudan a ser autónomos. La escala pequeña las hace más democráticas”, dice Demaria. En cambio, la producción industrial ha arrebatado al ciudadano la libertad de producir sus bienes o de compartirlos al margen del mercado. Y ha creado máquinas que se anteponen a sus necesidades, programadas para quedar obsoletos en tiempo récord. La bici, la lavadora, el móvil o la radio son máquinas convivenciales, pero no las autopistas, los aviones o las nucleares. Megaproyectos como el almacén de gas Castor, tecnificados y vinculados a monopolios, se escapan al control ciudadano.
Felicidad 
El crecimiento económico “no sólo es insostenible, sino que no trae más felicidad”, dice Demaria. Cubiertas las necesidades básicas, los asuntos no monetarios (salud, relaciones, familia...) tienen más peso en la felicidad que los valores pecuniarios. Por eso, un declive del consumo no tiene necesariamente que tener efectos negativos en el bienestar, dice la investigadora Filka Sekulova (Icta, UAB). Reducir la jornada laboral y el trabajo compartido genera una vida más satisfactoria (tiempo para actividades asociativas, recreativas....). Pasar muchas horas en un vehículo motorizado causa un efecto añadido de infelicidad mientras que la degradación ambiental y las desigualdaes alteran el bienestar. Viajar en transporte público o trabajar cerca de casa reduce la insatisfacción. Prohibir la publicidad en los espacios públicos tiene sus defensores, y se ha hecho en São Paulo o Grenoble. Las personas con mayores niveles de materialismo y que ponen más énfasis en su seguridad financiera están menos satisfechas con su vida.
Descolonizar el imaginario 
“Pensar que el único objetivo de la vida es producir y consumir más es un absurdo; una humillante idea que debe ser abandonada”, dice Cornélius Castoriadis. Por eso, el pensador francés Serge Latouche aboga por descolonizar el imaginario colectivo, que ha puesto la expansión de la producción y el consumo en el centro de la vida humana. El anhelo de ambos es una sociedad en la que los valores económicos no sean el pivote central (o único), sino que un simple medio para la vida humana, y no un fin último al que todo se sacrifica en un alocada carrera hacia un consumo mayor. “Todos queremos tener un poco más el año próximo. Pero nadie se cree que la felicidad resida en que el consumo crezca el 3% anual”, añade Castoriadis. Los decrecentistas denuncian también la agresión de cierta publicidad como vía de esa ideología que Castoriadis llama “consumerismo y onanismo televisivo”. Latouche usa el concepto descolonizar sabedor de que para el hombre occidental sugiere una invasión mental. En la que todos somos víctimas y agentes.
Simplicidad 
Vivir bajo criterios de simplicidad no sólo es minimizar la generación de residuos y el agotamiento de recursos. También alude a una buena vida: aquella que procura unos estándares de vida suficientes a cambio de destinar más tiempo a satisfacer las necesidades no materiales: la familia, proyectos artísticos o intelectuales, autoproducción, compromisos sociales, participación política, relajación, exploración espiritual, búsqueda de placeres y otras actividades que se relacionan poco o nada con el dinero. Se puede ser libre, feliz y tener vidas diversas sin consumir más que una parte equitativa de la naturaleza, dice Samuel Alexander. “Endeudarse por cosas superfluas es una locura. Cuando te endeudas le das a otro el poder sobre tu libertad. Preserva tu libertad y mantén tu independencia. Sé frugal”, aconsejó el político e inventor Benjamin Franklin. Modernos movimientos (ciudades en transición, ecocomunidades, permacultura...) también defienden un modo de vida menos consumista y con un uso menos intensivo en energía.
Compartir, renta mínima 
Compartir es el verbo clave. Compartir trabajo es una respuesta a la mayor productividad de la tecnología digital y, además, permite que haya más población empleada. Reducir la jornada laboral es otra idea puesta sobre la mesa. Jornadas laborales demasiado prolongadas están asociadas a un mayor crecimiento de la producción y consumo, lo que significa más agotamiento de recursos, más contaminación y más huella ecológica. En cambio, más tiempo libre favorece modos de vida con menos impacto ambiental, según la socióloga norteamericana Juliet B. Schor. Los partidarios del decrecimiento defienden una renta básica mínima para garantizar que todo el mundo tenga lo suficiente para vivir dignamente o para cuando los ingresos están por debajo del nivel de subsistencia. En el otro extremo, se aboga por fijar un techo máximo legal para los ingresos. Compartir la vivienda con cooperativas de usufructo es también la solución defendida, para superar la dicotomía vivienda pública/privada, y sus carencias.

FUENTE ORIGINAL  http://www.lavanguardia.com/vida/20141230/54422253703/decalogo-decrecimiento.html?utm_content=bufferc4fd7&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer
El decrecimiento, una corriente de pensamiento que cuestiona el sistema de crecimiento actual
El decrecimiento, una corriente de pensamiento que cuestiona el sistema de crecimiento actual (Propias)

La flor del desierto, Georgia O'Keeffe (1887-1986)


Georgia O’Keeffe está considerada como una de las primeras grandes pintoras estadounidenses. Con una larga y extensa carrera como pintora, O’Keeffe destacó por sus lienzos llenos de grandes flores del desierto aunque con el tiempo su arte evolucionó y se centró también en paisajes aéreos e imágenes de Nuevo México donde fijó su residencia durante muchos años. 

La ceguera fue su enemiga y la obligó a abandonar su arte poco antes de su muerte. 

La hija de los granjeros
Georgia O’Keeffe nació el 15 de noviembre de 1887 en la granja familiar cerca de Sun Prairie en Wisconsin. Sus padres, Francis Calyxtus O'Keeffe y Ida Totto eran granjeros. Georgia era la segunda de siete hermanos. 

Después de recibir su primera educación en la escuela local de Town Hall, Georgia decidió que quería ser artista y con tan sólo diez años ella y una de sus hermanas empezaron a recibir clases de pintura de Sara Mann. En 1905 se graduó en el Instituto Episcopal de Virginia, donde sus padres se habían trasladado anteriormente y ese mismo año ingresó en la Escuela de Arte de Chicago. 



Altos y bajos en el camino
Cuando dos años después, en 1907, se trasladó a estudiar a Nueva York, Georgia empezó a profundizar en sus estudios de pintura. A menudo visitaba la Galería 291 para sumergirse en el arte europeo. Aquella galería de arte pertenecía al que se iba a convertir en su marido.

En aquellos primeros años, Georgia dudó a menudo de su capacidad artística e incluso llegó a abandonar la pintura durante un tiempo. Fue cuando ingresó en la Universidad de Virginia en el verano de 1912 cuando recuperó la confianza en sí misma y volvió a ponerse delante de un lienzo. Poco tiempo después empezó a ganarse la vida como profesora de arte. 

En 1916, la fotógrafa Anita Pollitzer enseñó alguna de sus obras realizadas con carbón al artista Alfred Stieglitz, propietario de la galería 291 de Nueva York que Georgia había visitado en sus años de estudio. Stieglitz quedó impresionado por aquellos dibujos y decidió exponer parte de la obra de Georgia en su famosa galería neoyorquina.



El amor del galerista
Al principio la relación de Stieglitz y O’Keeffe fue puramente profesional aunque con el tiempo su amor creció y decidieron vivir juntos. La pareja tuvo que esperar a que en 1924 Stieglitz viera concedido su divorcio de un anterior matrimonio para poder casarse con Georgia. 

La relación con Alfred fue personal y profesional. Gracias a él pudo introducirse en un importante círculo artístico y aprender de pintores, fotógrafos y artistas destacados del momento.

El paisaje de Nuevo México
En 1929 Georgia visitaba por primera vez Nuevo México, paisaje que le atraería y plasmaría en alguna de sus obras y donde volvería a vivir sus últimos años después de la muerte de su marido en 1946.

En 1972 Georgia O’Keeffe empezó a ver deteriorados sus ojos y tuvo que dejar de pintar al óleo aunque continuó con sus carbones y lápices hasta 1984. Dos años después, el 6 de marzo de 1986, fallecía en su residencia de Santa Fe en Nuevo México. 

Atrás dejaba una intensa carrera como profesora de arte y un amplio número de lienzos y pinturas que la convirtieron en una de las pintoras más destacadas de los Estados Unidos en los últimos tiempos. 

 Su obra 





 Películas que hablan de ella 


Georgia O'Keeffe, her life was a work of art









Por Sandra Ferrer

El retrato de Anamar: amada por el pueblo y temida por los políticos

La periodista, Defensora del Pueblo y política luchó toda su vida por la defensa de los derechos humanos y de los grupos más vulnerables de la sociedad. Su esfuerzo incansable por los demás fue admirado por la población y por todas las personas que la rodeaban. Trabajó por la construcción de la Defensoría del Pueblo y accedió al cargo político de senadora para seguir sirviendo al país, pero un cáncer intestinal le quitó la vida cuando apenas comenzaba sus funciones como presidenta del Senado en 2010. 

La mujer, madre, periodista, escritora, defensora de los derechos humanos y política Ana María Romero de Campero dejó una profunda huella en la historia de Bolivia a lo largo de sus 70 años de vida.

En un reportaje realizado por el suplemento Informe Especial se reflejó el retrato de la mujer que fue amada por el pueblo y temida por los políticos.

Anamar como la conocían sus amigos y la población en general, nació en La Paz el 29 de junio de 1941, hija de Gonzalo Romero Álvarez y Tina Pringle.

El carácter firme, disciplinado y tesonero lo heredó de su abuela paterna con la que vivió junto a tres de sus cinco hermanos en los años 50, cuando su padre sufrió una persecución política y tuvo que ser exiliado. Obtuvo una licenciatura en Periodismo en la Universidad Católica Boliviana, al mismo tiempo que cumplía sus roles como esposa, dirigente del Centro de Estudiantes de su carrera y, además, se convertía en madre. Sus hijos Fernando, Marcia y Natalia destacan la dedicación que tenía tanto a su trabajo como a su familia.

Ella creyó que podía ser un puente entre los sectores polarizados, pero el cáncer terminó devorando sus sueños el 25 de octubre de 2010.

LA PERIODISTA

Pero, ¿cómo era Anamar en su profesión? La respuesta se resume en que fue una de las mejores periodistas de la historia nacional.

Romero no iba en busca de primicias sino de información bien respaldada, lo cual le permitió alcanzar el patrimonio más valioso de un periodista: la credibilidad.

Ella fue la primera periodista en dar la noticia al mundo del asesinato de Marcelo Quiroga Santa Cruz, el 17 de julio de 1980, durante el golpe de Estado del dictador Luis García Meza, a través de la Agencia Alemana de Prensa (DPA, Deutsche Presse Agentur) para la que trabajaba como corresponsal.

En una época en la que las mujeres periodistas eran pocas, Anamar se destacó como cronista en la revista semanal de El Diario (1968) y como la primera reportera mujer de la agencia de noticias y la radio Fides.

Por 31 años, ejerció el periodismo como corresponsal de Nueva Época y de las agencias internacionales de noticias DPA, Inter Press Service (Italia), United Press International (UPI), diario ABC (España), Hoy (Ecuador), La República (Uruguay), revista Time (Estados Unidos), Proceso (México) y como columnista en La Razón (Bolivia). También fue jefa de prensa, subdirectora y directora del diario Presencia.

Uno de los hechos que recuerda su secretaria Lucy Gutiérrez fue que entre 1992 y 1993 cuando Anamar fue directora de Presencia, el periodista José Luis Exeni escribió una nota sobre la Embajada de Estados Unidos y su relación con la política nacional. El embajador de ese entonces, Robert Gelbard, la llamó para pedirle cuentas sobre esa nota y le alzó la voz. “Doña Anita lo mandó al cuerno luego de advertirle que él no le iba a decir qué escribir ni le iba a enseñar cómo hacerlo. Luego le colgó el teléfono”, cuenta.

Tuvo varios roces con ministros, autoridades y presidentes, pero no aceptaba telefonazos para cuestionar la información.

Anamar consideraba que recibir regalos de sus fuentes era deshonesto, Una anécdota que quedó en la memoria de sus colegas fue el incidente que surgió con el expropietario de la Cervecería Boliviana Nacional (CBN) Max Fernández que, además era candidato a la presidencia de la República. Él le envió un enorme canastón y ella lo devolvió. Sin embargo, Fernández no se dio por vencido y le reenvió el presente hasta que la periodista le explicó porqué no podía aceptarlo. En represalia, el empresario le quitó la publicidad que tenía en la tapa de Presencia.

DEFENSORA DEL PUEBLO

La designación de Anamar como la Defensora del Pueblo en 1998 fue un reto que tuvo que enfrentar no solamente para desempeñar el cargo en el que se mantuvo hasta el 2003, sino también para conseguir el financiamiento y la infraestructura de esta institución que en un principio funcionó en su propia casa y ad honorem.

Como Defensora apoyó a los grupos más vulnerables como los niños y adolescentes trabajadores y actuó de mediadora en los conflictos que se presentaban en el país.

Su destacado trabajo, su intachable conducta ética y el clamor popular para su continuidad en el cargo de Defensora posibilitaron que no haya ningún argumento suficiente para que la coalición política que encabezaba el expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada reeligiera en 2003 a Ana María Romero de Campero en su cargo. Y es que los méritos de la funcionaria eran vistos como una temible amenaza para los partidos encumbrados en el poder.

“La nueva postulación de Romero -afirma el expresidente de la Asamblea de Derechos Humanos, Waldo Albarracín- fue boicoteada por Goni, fundamentalmente porque, si bien a ella en su primera gestión la eligieron los partidos tradicionales y conservadores del Parlamento, éstos pensaban que su trabajo como Defensora iba a ser tibio y no un problema para el Gobierno. Pero fue al revés, porque ella cumplió a cabalidad su mandato de defender al pueblo, y estaba permanentemente en choque con las autoridades gubernamentales de Banzer y luego del MNR”.

En 2003 su reelección fue cuestionada por el MNR y luego de más de media docena de reuniones Goni pidió a su partido votar en contra de la reelección. Pero antes de la votación y tras conocer que su nombre estaba siendo manoseado, Anamar renunció a la postulación.

Semanas después y pese a no estar de acuerdo con la medida de la huelga de hambre, porque atentaba contra la vida de las personas, Romero de Campero lideró esta medida de presión para pedir la renuncia de Goni, tras la represión de su Gobierno a las protestas del pueblo por el intento de vender el gas boliviano por puerto chileno.

En el 2009 recibió la invitación del presidente Evo Morales para ser la primera senadora por La Paz. Ella aceptó y realizó una intensa campaña pese al cáncer intestinal que padecía. En enero de 2010 fue posesionada como presidenta de la Cámara de Senadores, pero en menos de un mes tuvo que pedir licencia a causa de su enfermedad con la que batalló hasta el 25 de octubre de ese año, fecha en la que murió.



http://www.opinion.com.bo/opinion/informe_especial/2012/1230/suplementos.php?id=4333

lunes, 24 de diciembre de 2012

La monja de Carrión, Luisa Colmenares (1565-1636)


La historia de la conocida popularmente como Monja de Carrión es la historia de una de las muchas mujeres condenadas por la Inquisición por suponer una amenaza al orden dogmático establecido. En un tiempo en el que la Inmaculada Concepción de María no estaba aun considerada como dogma de fe, el hecho de que una mujer defendiera tamaña superioridad en otra de su género y la elevara a escalones sobrenaturales, cuando ellas, entonces, estaban consideradas seres inferiores al hombre, era toda una osadía. 

El proceso contra Luisa Colmenares empezó por una acusación de algunas de las monjas de su convento que quisieron ver en la piedad y profunda fe de la monja un fraude. Lo que en verdad había sucedido era que Sor Luisa había querido igualar a todas las monjas de su convento y eliminar los privilegios de los que gozaban aquellas religiosas de alta alcurnia. Alabada y respetada por nobles y reyes, la monja de Carrión tuvo que sufrir la humillante acusación y sentencia del Santo Oficio. La muerte le llegó antes de poder escuchar la restitución de su honor, su fe y su persona.

Una virtud excepcional

Luisa Colmenares Cabezón nació en Madrid a mediados de mayo de 1565. Aquella no era la residencia habitual de sus padres. Juan Ruiz de Colmenares y Gerónima de Solís vivían en Carrión pero se habían trasladado a Madrid para visitar a un familiar que estaba enfermo y se habían instalado en la villa temporalmente.

Luisa procedía de una ilustre familia noble. Entre sus familiares se encontraba el famoso músico Antonio Cabezón. Su padre era criado del rey y su madre, antigua camarera de la emperatriz Isabel, ya tenía tres hijas de un anterior matrimonio. Viuda de su primer marido, Cristóbal de Urbina, Gerónima se casó con Juan con quien tuvo tres hijas más, entre ellas Luisa, además de un hijo varón. Tras pasar sus primeros años en Madrid, en 1581 ella y su familia se trasladaron de nuevo a Carrión de los Condes. Tres años después, el 10 de mayo de 1584, Luisa emitía sus votos en el Convento de Santa Clara de Carrión.


Convento de Santa Clara | Carrión de los Condes

Desde entonces Sor Luisa de la Ascensión fue una monja de profunda fe y virtud. Su piedad traspasó los muros del convento de clarisas y llegó a oídos de reyes y papas. Luisa pasaba largas jornadas a pan y agua y castigaba su cuerpo con mortificaciones y penitencias constantes. Su fama la llevó a mantener correspondencia con nobles, los papas Gregorio XV y Urbano VIII y el rey Felipe III quien la convirtió en algo así como su consejera espiritual a la que consultaba cuestiones de fe y de gobierno. Otros grandes nombres a destacar entre sus seguidores fue el príncipe de Gales que terminaría reinando en Inglaterra como Carlos IX quien la llegó a visitar en su convento de Carrión.

Una igualdad mal aceptada

En 1609 Sor Luisa era elegida abadesa del convento. Fue entonces cuando decidió poner orden y volver a las ideas originales de Santa Clara según las cuales todas las hermanas clarisas debían ser iguales dentro de sus cenobios. Esto significaba que las religiosas que provenían de la alta nobleza perdían sus privilegios y prebendas dentro del convento. Aquello, por supuesto, no sentó demasiado bien a aquellas que habían vivido como princesas terrenales aun habiendo dedicado su vida a Dios. 

La reacción no tardó en llegar. Las afectadas por la decisión de la nueva abadesa, encabezadas por doña Inés Manrique de Lara y doña Jerónima de Osorio, pusieron en duda que Sor Luisa fuera capaz de sobrevivir a pan y agua tantas jornadas seguidas y que su supervivencia fuera por intercesión divina. Así, la abadesa fue acusada de comer a escondidas mientras engañaba a los demás con su supuesta penitencia. 

El caso llegó a oídos de Felipe III quien no dudó en acusar a las monjas instigadoras de levantar falso testimonio y aplicarles un castigo ejemplar. La reacción de Sor Luisa fue inmediata pidiendo el perdón de sus acusadoras a quienes solamente se les mantuvo la condena de privarlas de sus velos durante dos años y prohibirles toda comunicación con nadie del exterior sin petición previa. 

Las monjas implicadas en el caso no quedaron satisfechas con el veredicto de perdón de su madre superiora y tanto ellas como sus familiares no cesaron hasta conseguir llevar el caso al mismísimo Santo Oficio.

La abadesa ante la Inquisición

A pesar de los esfuerzos de los superiores de la orden franciscana por intentar dejar al margen a la Inquisición, nada se pudo hacer para que se decretase una inquisitio y Sor Luisa fuera sometida a un interrogatorio. 

La monja de Carrión tenía entonces casi sesenta años y tras un humillante proceso para ella nada se encontró que se alejara de la ortodoxia. Aun así, antes de cerrar completamente el caso, se decidió su traslado temporal al convento de las Agustinas Recoletas de Valladolid, donde llegó el 29 de marzo de 1635. No había pasado un año cuando Sor Luisa fallecía el 28 de octubre de 1636 a causa de unas fiebres cuartanas. 

El inmaculismo peligroso

El caso de Sor Luisa Colmenares no terminó con su muerte. Durante años se continuó investigando sobre el supuesto fraude de su fe hasta que en 1640 se declaró su absolución, restituyéndose su fama y su memoria. Aun así, quedó prohibida toda veneración de la difunta abadesa. 

La Inquisición no quiso dar la absolución total a la memoria de Sor Luisa debido muy probablemente a su implicación en la promoción de la Hermandad defensora del Dogma de la Purísima Concepción. Dicha hermandad defendía que María había nacido libre de pecado. Esto venía a situar a una mujer, aunque fuera la madre de Jesús, como modelo de perfección humana, algo que, en aquella sociedad tradicionalmente misógina, no era aceptado con agrado por todos. Poner a una mujer como ejemplo de virtud y excelencia por encima de los hombres podía ser una provocación. Los franciscanos habían sido una de las órdenes que desde su creación en el siglo XIII habían defendido la Purísima Concepción de la Virgen.

Sor Luisa había fundado una hermandad conocida como los Defensores de la Purísima Concepción de la Virgen que había llegado a agrupar a más de 80.000 cofrades. Esto y no las acusaciones de algunas monjas ofendidas por su abadesa, podría haber sido el verdadero motivo del proceso con Sor Luisa, el hecho de haber sido mujer, inculta, y haberse inmiscuido en cuestiones teológicas que además ponían sobre la mesa la virtud y poder de otra mujer.

El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío Nono, declaraba como dogma de fe la Inmaculada Concepción de la Virgen.

 Si quieres leer sobre ella

Mujeres pensadoras. Místicas, científicas y heterodoxas, Vicenta Mª Márquez

viernes, 21 de diciembre de 2012

La verdadera Blancanieves, María Sophia von Erthal (1729-¿?)


En 1812 los hermanos Grimm publicaban otro de sus exitosos cuentos, Blancanieves y los siete enanitos. En muchas ocasiones los escritores alemanes habían recogido tradiciones orales o escritas antiguas y habían versionado cuentos ya existentes. Pero en esta ocasión parece ser que se inspiraron en una niña que había vivido en un castillo muy cercano, una niña muy querida por todos y que tuvo una vida de cuento. El historiador Karlheinz Bartels realizó una exhaustiva investigación en la que intentó demostrar que Maria Sophia Margaretha Catharina von Erthal fue la verdadera Blancanieves del cuento.

Los señores de Lohr
María Sophia Margeretha Catharina von Erthal nació en Lohr, Alemania, en 1729. Era hija de Philipp Christoph von Erthal, condestable de Kurmainz, territorio de Lohr y era tratado como un auténtico rey en la región. 

María Sophia, ciega parcialmente a causa de una varicela, se quedó huérfana de madre en 1741 y dos años más tarde, el 15 de mayo de 1743, su padre se casó con Claudia Elisabeth Maria von Venningen, condesa imperial de Reichenstein, quien ya tenía hijos de un anterior matrimonio. 

Castillo de Lohr
La relación entre María Sophia y su madrasta nunca fue fácil debido al carácter de la nueva esposa de su marido, que contrastaba con la fama de bondadosa y generosa que tenía la pequeña entre las gentes de Lohr a los que ayudaba siempre que podía. María Sophía tuvo que convivir sola con su nueva familia debido a que su padre se ausentaba mucho del castillo familiar. 

Una niña de cuento
Poco después de morir María Sophia, su fama de bondad llegó a oídos de Jacob y Wilhelm Grimm quienes imaginaron a Blancanieves. En el cuento, no sólo María Sophia estaba sacada de la realidad, también el famoso espejo mágico, propiedad de la familia y que, por su forma producía un efecto de reverberación de la voz cuando se hablada delante de él. 

Respecto a los enanos, podrían haber sido inspirados por los mineros que trabajaron en las minas de Bieber y que podrían haber sido niños.


Aunque otros historiadores ven a Blancanieves en otros personajes históricos, es probable que María Sophia inspirara a los hermanos Grimm y aunque no fuera así, lo cierto es que la pequeña existió y vivió de verdad en el precioso castillo alemán de Lohr.


Por Sandra Ferrer

domingo, 9 de diciembre de 2012

Un matrimonio de iguales, Harriet Taylor Mill (1807-1858)


En el siglo XIX muchas mujeres ya habían sentado las bases de los derechos de su género, pero aun quedaba mucho camino por recorrer. No podían votar, estaban subyugadas legalmente a sus maridos y su educación seguía siendo una larga y extensa fuente de debate. En aquellos tiempos, junto a muchas feministas, hubo también algunos hombres que se atrevieron a defender los derechos de ellas. Uno de esos nombres destacados fue John Stuart Mill, un filósofo defensor de los derechos de todos los individuos. Parte de su obra estuvo claramente influenciada por el pensamiento de su amada y admirada esposa, Harriet Taylor Mill, pensadora y feminista. El matrimonio de John y Harriet fue un matrimonio de iguales, contra las normas legales de su tiempo. Un matrimonio de respeto mutuo y de lucha conjunta por la defensa de los derechos de hombres y mujeres por igual. 

Una infancia conservadora
Harriet Hardy nació en Londres el 8 de octubre de 1807. El hogar de Thomas Hardy y Harriet Hurst era profundamente conservador por lo que la infancia de Harriet se centró en prepararla para ser una buena madre y esposa. Tenía 18 años cuando se casó con John Taylor el 14 de marzo de 1826. Era, por supuesto, una elección de su familia, no de ella misma. Taylor, diez años mayor que ella, era un industrial bien posicionado económicamente, por lo que fue del agrado de los Hardy desde el primer momento para ser el esposo de su querida Harriet.

El matrimonio tuvo tres hijos, Herbert, Algernon y Helen. Sus distintas maternidades no impidieron a Harriet formarse y cultivarse por su cuenta. En aquel tiempo, la señora Taylor ya había escrito ensayos y poemas. 

El joven que admiraba a la señora Taylor
Aun no había nacido su tercera hija cuando conoció a John Stuart Mill. John era un joven filósofo de 24 años que había recibido una exquisita educación. El joven, nada más conocer las ideas progresistas de Harriet quedó prendado de ella. 

Pronto nació entre ellos una profunda y respetuosa amistad que John Taylor aceptó pues su matrimonio con Harriet no era precisamente un matrimonio de amor. Durante aquellos años intercambiaron ideas y pensamientos sobre los derechos del hombre y la mujer, sobre el feminismo y otros temas de carácter social. 

Los derechos de la esposa
John Suart Mill y Helen Taylor
En 1849 John Taylor fallecía y convertía a Harriet en una viuda rica e independiente. Dicha independencia, al menos legal, se mantuvo cuando se casó con John Stuart Mill y este renunció a sus derechos sobre su esposa como mandaba la ley. 

Desde 1851 hasta la muerte de Harriet acaecida siete años después, la pareja vivió una existencia erudita de lucha constante por los derechos de las mujeres. Ambos coincidían en la necesidad de regular la educación de las niñas, en permitir el voto a las mujeres y en conseguir una igualdad de sexos real. 

Harriet moría de manera repentina en Aviñón a causa de una congestión pulmonar el 3 de noviembre de 1858. Desolado por la muerte de su esposa, John siguió trabajando por sus ideales acompañado de su hijastra Helen. Juntos publicarían en 1869 La sumisión de las mujeres, una obra inspirada sin duda por el pensamiento de Harriet. 




 Si quieres leer sobre ella 


Historia de las mujeres. Una historia propia
Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser






La mujer en la historia de Europa
Gisela Bock





Mujeres filósofas en la historia
Ingeborg Gleichauf








Por Sandra Ferrer