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sábado, 22 de octubre de 2011

La emperatriz filósofa, Julia Domna (170-217)


Cuando Roma estaba a punto de sumergirse en una profunda y larga crisis política y económica, una serie de mujeres provenientes del lado oriental del imperio ascendieron a lo más alto del poder. En su papel de emperatrices, dieron un carácter y estilo diferentes a la familia imperial. La primera de ellas, Julia Domna, no sólo asesoró políticamente a su marido y después a su hijo, sino que dotó a la corte de una atmósfera filosófica e intelectual totalmente distinta a la vivida hasta el momento. Fue tal su esplendor que aquel período de la historia de Roma sería conocido como la edad de los Severos y de las mujeres sirias1.

La primera emperatriz siria

Julia Domna, cuyo nombre original era Martha (Domna era la transcripción latina de su significado, “señora”) nació en Emesa, la actual Homs, en Siria, el año 170. Hacía pocos años que su ciudad natal pertenecía al imperio en calidad de capital autónoma de una dinastía hereditaria. Su padre, Julio Bassiano, era el sumo sacerdote de la divinidad solar siria Baal. 

Cuando Julia tenía 15 años, se fijó en ella Septimio Severo. El que sería el primer emperador de la dinastía severa era entonces gobernador de la Galia Lugdunensis. En aquel momento se encontraba en la provincia siria comandando una legión. Septimio tenía entonces unos 40 años, estaba viudo y tenía dos hijas. El año 187 se casó con ella.

Cuando Julia marchó de sus lejanas tierras orientales para instalarse en la capital del imperio, no lo hizo sola. Su hermana, Julia Mesa, la acompañaba. 

La madre del imperio

Julia y Septimio tuvieron dos hijos, en 186 o 188, Lucio Septimo Bassiano (conocido como Marco Aurelio Antonino Caracalla) y Publio Septimio Geta en 189.

Cuando en el año 193 Septimio Severo fue proclamado emperador, Julia Domna recibió el título de Augusta. Tras este título, siguieron otros como el de Madre de los Augustos, Madre de la Patria y Madre del Senado2 convirtiéndose así en la emperatriz romana con más poder de la historia3

El año 196 recibiría también el título de Mater Castrorum por su presencia en los campamentos de las legiones que comandaba el emperador. Y es que Julia estuvo siempre al lado de Septimio asesorando y ayudando al emperador en las tareas del gobierno. 

Pero como ya sucediera con Aspasia más de seis siglos atrás, la emperatriz se ganó la antipatía de muchos hombres de gobierno, entre ellos su principal enemigo, el prefecto del pretorio, Cayo Fulvio Plauciano. Plauciano no dudó en llegar a acusar a Julia ante su marido de adulterio y, aunque Septimio hizo oídos sordos a las acusaciones, el poder de su esposa se vivió mermado sustancialmente. 

La filósofa
Fue ese el momento en el que la emperatriz se refugió en sus estudios espirituales y filosóficos. Julia hizo gala de sus grandes conocimientos de los sofistas y se rodeó de hombres cultos, eruditos, matemáticos, poéticas y médicos, destacando entre ellos nombres propios como el de Filóstrato o Galeno. 

Julia fue conocida como la emperatriz filósofa y, de nuevo se le llegaron a encontrar grandes similitudes con la erudita Aspasia

La triste descendencia
Su exilio filosófico terminó el año 205 cuando murió Plauciano. Desde entonces hasta la desaparición de Septimio en 211 en Britania, Julia volvió a colaborar en los asuntos del estado. 

Muerto el emperador, fue sustituido por su hijo Caracalla. Empezó entonces un terrible enfrentamiento entre este y su hermano Geta quien terminó sus días asesinado por el mismo Caracalla y en el regazo de su angustiada madre. 

Pero a diferencia de otras emperatrices madre como Agripina la Menor, enfrentada abiertamente con su hijo Nerón, Julia se tragó sus lágrimas y permaneció al lado de su hijo con el que volvió a gobernar el imperio ganándose la estima y aprobación de muchos.

El fin de la gloria
Cuando en 217 murió Caracalla, Julia Domna murió también como emperatriz. La madre del imperio decidió entonces que no tenía fuerzas físicas ni morales para seguir luchando contra todos los detractores que habían surgido alrededor del gobierno de su hijo. Un tumor en el pecho ayudó a reducir el tiempo de espera de la muerte. Aunque puede que se intentara suicidar, lo cierto es que murió de inanición por propia voluntad. 

Su cuerpo regresaría a Roma para descansar eternamente al lado de Septimio Severo en el Mausoleo de los Antoninos.



 Si quieres leer sobre ella 

Julia Domna, la emperatriz romana. Paloma Aguado García
Género: Biografía







Mujeres de la antigüedad, Jesús de la Villa (ed.). 
Género: Ensayo






Emperatrices y princesas de Roma, Juan Luis Posadas.
Género: Ensayo







______
1. Mujeres de la antigüedad, Jesús de la Villa (ed.). Pág. 225
2 y 3. Emperatrices y princesas de Roma, Juan Luis Posadas. Pág. 197


POR SANDRA FERRER

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