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martes, 10 de mayo de 2011

La escultora, Luisa Roldán (1652-1706)


Si el mundo de la pintura dejó escasos nombres de mujeres artistas, el ámbito de la escultura fue relamente pobre en nombres femeninos. Por eso Luisa Roldán, conocida como La Roldana, fue realmente una artista excepcional. Contribuyó a la imaginería religiosa de más alta calidad desde el taller de su padre hasta llegar a la corte española. Luisa Roldán llegó a ocupar el puesto de escultora de Cámara de Carlos II y Felipe V, un título realmente extraordinario para una mujer.

Familia de escultores
Luisa Ignacia Roldán Villavicencio nació en Sevilla el 8 de septiembre de 1652 en el seno de una familia de artistas escultores. Su padre, Pedro Roldán, había emigrado desde Granada en 1647 y tenía un próspero negocio de tallas religiosas. En el taller familiar aprendieron y trabajaron todos los hijos de Pedro y su esposa, Teresa de Jesús Mena Ortega y Villavicencio.

Pero mientras los hermanos de Luisa seguían los pasos de su padre, las tres hijas del artista se dedicaban a la parte más delicada de las obras: dorar, estofar y todas aquellas tareas consideradas “femeninas”.

La alumna supera al maestro
María y Francisca, hermanas de Luisa, se conformaron con el papel que su padre les había encomendado en el taller. Pero ella pronto se decantó por imitar a su padre y sus hermanos diseñando y tallando sus propias esculturas. La maestría de Luisa fue de gran ayuda en el próspero taller de su padre que en poco tiempo había crecido y necesitaba de más aprendices y operarios. Además, Pedro no sólo trabajaba en su negocio sino que también dedicaba parte de su tiempo a ejercer de profesor en la Academia de Sevilla.

Así, Luisa empezó a tomar las riendas de muchos de los proyectos que llegaban al taller y su fama empezó a crecer.

De hija a competidora
Tanto Luisa como sus dos hermanas se casaron con ayudantes del negocio familiar, algo que era completamente normal. Pero por razones que desconocemos, Pedro desaprovó rotundamente la elección de Luisa.

La joven escultora había escogido como marido a Luis Antonio de los Arcos, un trabajador más del negocio de Pedro. Recibida la negativa de su padre, Luisa no dudó en llevar el asunto a los tribunales de justicia. Era el año 1671. Luisa tenía 19 años. Tras un periodo de lucha judicial, Luisa consiguió casarse con Luis Antonio. Con su matrimonio conseguía también independencia profesional quizás la razón por la cual su padre nunca quiso dejarla marchar. Sea como fuere, Luisa Roldán se convertía en una competidora de su propio padre.

Artista singular
Sin embargo, los primeros años de vida independiente Luisa no consiguió grandes encargos. Fue entonces cuando decidió desarrollar una técnica personal trabajando el barro. Este material era considerado entre el mundo artístico escultórico de baja categoría. Pero Luisa consiguió moldear figuras de alta calidad con este material y empezó a recibir encargos.

Su fama llegó hasta Cádiz, donde en 1686 el cabildo de su catedral la mandó llamar para que realizara diversas tallas. Allí permaneció dos cortos años. Pronto viajarían a Madrid en busca de más éxitos.

Títulos poco rentables
En 1688, Luisa, su marido y sus dos hijos (otros cuatro vástagos no habían sobrevivido) se trasladaron a la capital para buscar nuevas oportunidades. Durante sus primeros años en Madrid se fue haciendo un nombre entre la nobleza y abriéndose camino hasta la corte. Su mayor éxito llegó en 1692 cuando el rey Carlos II la nombró escultora de cámara, un privilegio nunca antes concedido a una mujer.

Desde entonces y hasta su muerte, Luisa trabajó al servicio de dos reyes, el último Austria y el primer Borbón en el trono español. Pero su gran título no le daba de comer. La difícil coyuntura económica por la que pasaba España en el cambio de siglo y de dinastía había convertido la corte en un lugar oscuro en el que ya pocos aparentaban vivir en una espléndida y rica opulencia. Luisa Roldán llegó a pedir a los reyes y reinas comida, ropa e incluso una habitación en la que vivir ya que no recibía dinero por su trabajo.

Mientras tanto, en Sevilla, su padre continuaba trabajando y ganando dinero. Pero Luisa, quizás dolida con su padre por su trato cuando quiso casarse, nunca se rebajó a volver a su ciudad natal. La escultora real decidió aguantar en Madrid y vivir en situación de auténtica miseria.

El 10 de enero de 1706 moría Luisa Roldán. Tenía sólo 52 años pero había envejecido por la dureza de su situación personal. La gran escultora moría pobre pero orgullosa de su gran obra. 

 Si quieres leer sobre ella 

Las olvidadas, una historia de mujeres creadoras, Ángeles Caso
Género: Ensayo
Un maravilloso recorrido por la vida de mujeres excepcionales






Ellas mismas, María Teresa Álvarez







La Roldana, Pilar de Arístegui

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