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jueves, 28 de abril de 2011

Una mujercita, Louise May Alcott (1832-1888)


Louise May Alcott fue una de les escritoras más brillantes del siglo XIX americano. Sin embargo, de sus más de 300 obras, sobresale una por encima de todas: Mujercitas. No sólo por su calidad, frescura y perfecta escritura, sino porque supone una suerte de autobiografía de Louise. Hay quienes ven en Jo, con ciertos matices, un retrato de ella misma.

Una familia trascendentalista
Louise May Alcott nació en Germantown, Pensilvania el 29 de noviembre de 1832. Sus padres, Amos Bronson Alcott y Abigail May pertenecían a la congregación de la Nueva Inglaterra Trascendentalista y defendían la desvinculación de los bienes materiales como forma de vida. En Concord, Massachusetts, vivieron la pareja y sus cuatro hijas, de las cuales Louise era la segunda.

Louise fue educada por su propio padre, filósofo y profesor y por algunos intelectuales destacados como Henry David Thoreau. Sin embargo, Louise tuvo que compatibilizar su faceta de estudiante con otras tareas para poder ayudar económicamente a su familia. Institutriz, profesora o enfermera fueron algunos de sus trabajos que le dieron, además de un sueldo, un sinfín de experiencias e ideas para sus futuros escritos.

Cuentos y novelas
A los 22 años Louise publicó su primera obra, Flower Fables, una recopilación de cuentos dedicados a Elle, la hija de Ralph Waldo Emerson, escritor, filósofo y uno de los líderes del movimiento trascendentalista. 

A partir de entonces empezó a colaborar en varias publicaciones y a escribir novelas. En aquel tiempo, durante la guerra de Secesión, Louise trabajó en un hospital como enfermera. Sus experiencias las plasmó en una serie de cartas a su familia que posteriormente se publicarían todas juntas bajo el título Hospital Sketches (Escenas de la vida de un hospital) recibiendo una muy buena acogida por parte de la crítica.

La fama de Mujercitas
Pero el verdadero éxito llegó con la publicación de Mujercitas en 1868. Es esta obra inmortal, Louise reflejó parte de su vida relatando la de una familia trascendentalista con cuatro hijas. La frescura, el sentido del humor con el que explicó las experiencias de las jóvenes mujercitas, convirtieron la obra en un best seller de la época. Fue tal el éxito que tuvo que Louise escribió varias secuelas en las que continuó explicando la historia de la familia March.

La otra Louise
Pero junto a sus obras de tono más moralizante y políticamente correctas, Louise también escribió historias más apasionadas de amores prohibidos que terminaban en venganzas o tragedias. Estas obras fueron publicadas bajo el pseudónimo de A. M. Barnard.

Una vida de renuncia
Puede que esta otra faceta literaria de Louise fuera una válvula de escape a sus anhelos y deseos más profundos. Porque la joven escritora dedicó su vida a su familia, siendo siempre una hija ejemplar. Louise nunca se casó. Desaparecida su madre, se hizo cargo de su hogar, cuidando de su padre y sus hermanas. La desaparición de su hermana May la dejó al cargo también de su sobrina.

Con una frágil salud que había empeorado durante la Guerra Civil americana, Louise moría el 6 de marzo de 1888. Su gran obra Mujercitas, la hizo inmortal.



 Su gran obra 

Mujercitas, Louise May Alcott










Por Sandra Ferrer

lunes, 25 de abril de 2011

La santa doncella, Juana de Arco (1412-1431)


Faltaban aun más de veinte años para que terminara la larga y cruenta guerra entre Inglaterra y Francia que ha pasado a la historia como la Guerra de los Cien Años (1337–1453). En un conflicto que diezmó y empobreció a los pueblos en conflicto, una joven inculta pero piadosa y profundamente religiosa guió a los ejércitos franceses hacia la victoria en Orleans. Abandonada por todos, desde el rey hungido gracias a su valor hasta la iglesia que un día creyó en sus voces divinas, Juana de Arco fue entregada a los enemigos ingleses y quemada en la hoguera. La Doncella de Orleans tendría que esperar muchos siglos para ver recompensada su valentía.

De campesina a guerrera

Jeanne d'Arc nació en un pueblecito de la región de Lorena, Domremý el 6 de enero de 1412. A pesar de la guerra, Juana vivió una infancia feliz al lado de sus padres Jacques Darc e Isabelle Romée y sus cuatro hermanos. A la corta edad de 14 años la joven empezó a tener visiones y a oir voces extrañas, experiencias místicas que en un principio ocultó a sus padres. Juana identificó esas voces con dos santas, Santa Catalina de Alejandría y Santa Margarita de Antioquía, y con el Arcángel San Gabriel. De recibir mensajes confusos Juana pasó a oir con claridad una orden: debía partir con un ejército a Francia para levantar el sitio de Orleans, uno de los últimos reductos de la resistencia francesa frente a los ingleses.

La joven campesina se dirigió a Vaucouleurs, una población cercana a Domremý, donde se encontraba Roberto de Baudricourt, comandante de las fuerzas reales. Tras varios intentos fallidos en los que Baudricourt se mofó de la pequeña, una predicción acertada de una derrota hizo cambiar de opinión al escéptico comandante quien la llevó a la corte de Chinon.

En 1429 Juana consiguió por fin una entrevista con el delfín, el futuro Carlos VII. Parece ser que el delfín puso a prueba a la joven escondiéndose entre la multitud y colocando a un miembro de la corte en su lugar. Fuera por las descripciones previas del futuro monarca o porque Juana tenía dotes extraordinarias, lo cierto fue que la doncella consiguió reconocer al verdadero delfín. Este hecho y las palabras que tuvieron en una entrevista privada convencieron a Carlos de que Juana no era una farsante.

Juana partía hacia Orleans abanderando un ejército francés que saldría victorioso. La joven doncella se había convertido en una guerrera a las órdenes de Dios y de Francia.

El abandono del rey ungido

El 17 de julio de 1429 el delfín era coronado en la catedral de Reims como Carlos VII. Juana había conseguido vencer a los ingleses y dar a Carlos la corona de Francia.

Pero a partir de aquel momento los intereses de ambos empezaron a diverger. A una posición pactista del rey, quien pretendía terminar con el conflicto llegando a acuerdos de paz aún a expensas de perder derechos o territorios se oponía Juana, quien, según sus voces, debía seguir luchando para expulsar a los ejércitos enemigos y sus aliados los borgoñones del territorio francés.

A pesar de que el rey continuó enviando contingentes a Juana, estos eran escasos y las victorias fueron dejando paso a las derrotas. La captura de Juana fue el fin de su vida como guerrera. Una vez en manos inglesas, Carlos VII no pudo o no quiso hacer nada por rescatar a quien le había ayudado a subir al trono de Francia. El rey ungido gracias a Juana desoyó las voces de la corte, entre ellas la de su amante Agnes Sorel, que le pedían que mediara en la liberación de la joven doncella.

La condena de la traición
Juana había sido capturada en 1430 en Compiègne, ciudad que las tropas francesas intentaban mantener en su poder. A pesar de los esfuerzos de sus compañeros, nada de supo hacer por ella. Tras permanecer en varios castillos en cautividad, Juana fue entregada por los borgoñoses a los ingleses, quienes deseaban condenar a la doncella que un día derrotó a sus ejércitos.

El juicio fue largo. A Juana se la acusaba de heregía y de vestir como un hombre, algo totalmente prohibido para una mujer. Tras un cansado y extenso proceso, los defensores de Juana consiguieron que se retractara de todas las acusaciones y que volviera a vestir como mujer. Pero parece ser que estando recluida le quitaron la ropa cambiándola de nuevo por vestidos masculinos. Juana volvió entonces a reafirmarse en sus creencias firmando así su sentencia de muerte.

El 30 de mayo de 1431, con tan sólo 19 años, Juana de Arco era quemada en la hoguera acusada de hereje.

De hereje a santa
23 años después de la muerte de Juana, su familia pidió una revisión del caso. El papa Calixto III creó una comisión que rehabilitó plenamente a la joven doncella. Más de cuatro siglos después, otro papa, Benedicto XV elevaba a Juana a los altares siendo canonizada. El 30 de mayo, fecha de su muerte, se celebra su festividad.


 Si quieres leer sobre ella 
Juana de Arco, Pamela Marcantel
Género: Novela histórica
Una preciosa recreación de la vida de Juana.




16 mujeres muy, muy importantes
Jordi Sierra y Violeta Monreal





 Películas que hablan de ella 


Juana de Arco







Juana de Arco

lunes, 18 de abril de 2011

La última reina de Egipto, Cleopatra VII (69 - 30 a.C.)


Cleopatra VII fue la última soberana del Egipto de los Ptolomeos, la dinastía helenística heredera de Alejandro Magno. Durante tres siglos los Ptolomeos intentaron mantener el antiguo esplendor del imperio griego. Pero cuando Cleopatra VII subió al poder, recibió un reino en crisis económica y política y asediado por la política imperialista romana. La derrota de la última reina ante los ejércitos del futuro Octavio Augusto la colocaron en el bando de los perdedores construyéndose a su alrededor una leyenda negra de la que nunca se desligó.

El Egipto helenístico
Cleopatra VII Tea Filopator pertenecía a la dinastía ptolemaica, fundada por Ptolomeo I Sóter. Este general de Alejandro Magno, heredó a la muerte del gran conquistador heleno una tercera parte de su territorio, iniciando la fase conocida como Egipto helenístico. Cleopatra era hija de Cleopatra V y Ptolomeo XII.

Conflictos en el Egipto ptolemaico
Cuando Cleopatra heredó el trono de su padre recibía un Egipto inmerso en una situación económica y política complicada. El reinado de su padre había terminado con su expulsión de Alejandría y la posterior petición de protección al Senado romano. Este había devuelto el poder a Ptolomeo XII pero a cambio de convertir Egipto en un protectorado romano. Así que fue Roma quien legitimó la corona de Cleopatra, una joven de 18 años, y su hermano pequeño, Ptolomeo XIII, con quien se había casado, algo habitual en la dinastía para mantener su carácter sagrado.

Se conocen algunas anécdotas pero pocos datos fehacientes de los primeros años de Cleopatra como reina. Lo que está claro es que tuvo fuertes enfrentamientos con su joven hermano-esposo al que consiguió alejar del poder gracias a la colaboración de Julio César. Consciente de la necesidad de reinar con un rey al lado, primero formó una nueva pareja con su otro hermano Ptolomeo XIV y más adelante con su hijo Ptolomeo XV César (Cesarión). Este era fruto de su relación con Julio César quien había viajado a Egipto para resolver los conflicos dinásticos de Cleopatra.

Conflictos en la Roma republicana
El año 44 a.C. Roma vivía uno de sus acontecimientos más dramáticos, el asesinato de Julio César. En su testamento, César legaba todo su poder a Octavio, quien había sido nombrado su hijo adoptivo un año antes. Empezaba un periodo inestable para el poder de Roma. Marco Antonio, uno de los generales más influyentes en aquel momento, recibió con frialdad a Octavio y puso todas las trabas posibles para retrasar el cumplimiento del testamento de César. La tensión derivó en una terrible guerra civil centrada en Módena. Una guerra que derivó en el segundo Triunvirato: Octavio, Marco Antonio y Emilio Lépido asumieron el poder y se dividieron el gobierno de los territorios romanos. Marco Antonio recibió las provincias orientales, entre las que se encontraba el Egipto de Cleopatra.

Encuentro con Marco Antonio
En el verano del año 41 a.C. Marco Antonio se encontraba con Cleopatra en la ciudad de Tarso. La intención del general y triunviro era recibir ayuda militar contra los partos. La reina egipcia vio también la oportunidad de recuperar el antiguo esplendor del imperio de Alejandro Magno. Los intereses comunes en oriente no fueron los únicos puntos en común. Cleopatra mantuvo una relación amorosa con Marco Antonio fruto de la cual fueron unos gemelos llamados Cleopatra Selene II y Alejandro Helios.

Los triunfos de Marco Antonio en Oriente hicieron crecer las aspiraciones imperiales de Cleopatra. De hecho, Marco Antonio, tras su victoria en Armenia, no sólo entró en Alejandría recuperando las famosasPtolemaia mezcladas con los ritos romanos, sino que repartió los territorios conquistados entre los gemelos y el tercer hijo que había tenido con Cleopatra, Ptolomeo Filadelfo.

Derrota en Actium y leyenda negra
Las difíciles relaciones entre Octavio y Marco Antonio empeoraban por momentos. Mientras Octavio no había escuchado las peticiones de ayuda para sus conquistas en Oriente, Marco Antonio era acusado desde Roma de haber repudiado a su verdadera esposa y hermana de Octavio. Este inició una inteligente campaña de propaganda utilizando el idilio con la reina egipcia y su amenaza imperialista.

El año 33 a.C. expiraba el segundo mandato de los triunviros. Dos años después, Octavio había conseguido poner a Occidente en contra de Marco Antonio, acusado de traidor y desleal a los valores de Roma, y Cleopatra. El senado romano despojaba al general de su derecho de ciudadanía romana y declaraba la guerra a Cleopatra.

La batalla de Actium terminaba con los sueños de los amantes que tuvieron que huir a Egipto. Terminaba el poder de Cleopatra y empezaba su leyenda negra. Octavio Augusto se encargó de propagar una imagen de lo más negativa de la última reina del Egipto de los Ptolomeos. Los escritores que inmortalizaron los episodios de la vida de Cleopatra lo hicieron siempre pensando en la buena imagen de Roma, una Roma que había salido de nuevo victoriosa.

Misterioso fin para la última reina de los ptolomeos
El hecho de que la tumba de Cleopatra aun no se haya localizado aumenta las dudas sobre las posibles causas de su muerte. Está claro que consiguio huir de Octavio y es más que probable que se suicidara. El modo de hacerlo llevó a múltiples versiones por parte de los literatos, entre ellas la ingesta de veneno o la mordedura de serpiente.

Lo cierto es que a la muerte de Cleopatra Egipto quedó como propiedad privada de Octavio. Cesarión, quien había conseguido huir de Egipto, fue finalmente asesinado por Octavio. Los otros dos hijos varones debieron morir muy jóvenes. Quien tuvo más suerte fue Cleopatra Selene a quien Octavio casó con el rey de Numidia Juba II. El asesinato de su hijo a manos de Calígula terminaría con una larga dinastía de la cual Cleopatra VII fue sin duda una de sus más destacadas monarcas.

 Si quieres leer sobre ella 
Cleopatra. La última reina de Egipto, Joyce Tyldesley
Género: Biografías







Por Sandra Ferrer

viernes, 15 de abril de 2011

Escritora cercana, Isabel de Villena (1430-1490)


Sor Isabel de Villena, monja clarisa del siglo XV, está considerada una de las primeras escritoras en lengua valenciana. Hija bastarda emparentada con las altas cunas de los reinos de Castilla y Aragón, sor Isabel supo escribir una vida de Cristo cercana, humana y alejada de las convenciones ortodoxas.

Orígenes bastardos
Elionor Manuel de Villena era su nombre real. Había nacido en Valencia el año 1430 de los amoríos del marqués Enrique de Villena y Vega (1384-1434) con una mujer de la que no conocemos su nombre. Su padre era un poeta perteneciente a la alta nobleza y estaba emparentado con las casas reales de Castilla y Aragón. Era nieto de Enrique de Castilla, hijo de la princesa bastarda Juana, tío de la reina María de Castilla, quien posteriormente acogería en su corte a su hija. Enrique de Villena era también descendiente de Jaime II y Pedro de Aragón.

Con tan sólo cuatro años, Elionor quedó huérfana de padre y posiblemente también de madre y fue acogida en la corte de la reina María, su prima y esposa de Alfonso el Magnánimo de Aragón en su palacio de Valencia. Su condición de bastarda de la casa real de los Trastámara no fue problema para que la reina, quien no tuvo descendencia, cuidara de la pequeña y la instruyera como si fuera una verdadera princesa. Así, la niña creció recibiendo una buena educación intelectual y religiosa.

De Leonor a Isabel
Cuando tenía 15 años, en 1445, entró voluntariamente en el convento de la Santísima Trinidad de las Clarisas de Valencia, fundado por la reina María poco tiempo antes. Cambió entonces su nombre por el de Isabel. Sor Isabel de Villena vivió una vida de profunda piedad tras los muros del convento. Recluida como monja clarisa, sor Isabel continuó su estrecha relación con la reina María, quien, en la construcción del cenobio había previsto un espacio privado dentro del convento para pasar sus horas de retiro como una religiosa más.

En 1463 fue nombrada abadesa, cargo que ejercería durante el resto de su vida con gran eficacia y responsabilidad. No sólo se preocupó de terminar las obras de aquel convento hecho construir por su prima la reina María, sino que luchó por la vuelta a la piedad y riqueza espiritual de las religiosas según las normas marcadas por Santa Clara.

Una vida de Cristo diferente
Además de su ferviente religiosidad y su vida como abadesa perpetua del convento, Isabel fue una mujer culta e inteligente que dedicó parte de su tiempo a la lectura y la escritura. Se sabe que escribió varias obras pero solamente ha llegado hasta nosotros una Vita Christi un tanto especial. Además de ser reconocida como la primera escritora de las letras valencianas por esta obra, Isabel recibió el reconocimiento de algunos escritores del momento.

La Vida de Cristo de Isabel de Villena no es sólo excepcional por estar escrita por una mujer, sino también por estar pensada para las monjas y mujeres iletradas que acudían al convento de la Santísima Trinidad. Consciente de la falta de cultura de muchas de aquellas devotas mujeres, su obra da una visión más humana y cercana de la historia sagrada. Además se centra en las mujeres que rodearon la vida de Cristo. Santa Ana, la virgen María y María Magdalena se presentan como mujeres, abuelas, madres, que viven la vida de Cristo como mujeres normales, con sentimientos humanos. Esta obra excepcional, además de poner el énfasis en estos personajes femeninos, se basó en textos apócrifos y otros alejados de la ortodoxia de los textos sagrados.

Su obra no sólo tuvo éxito entre las fieles y las hermanas del convento, sino que tuvo la aceptación de muchos hombres literatos e intelectuales. No en vano está considerada una obra indispensable del Siglo de Oro Valenciano. La Vida de Cristo de Isabel de Villena fue publicada en 1497 gracias a su sucesora, la abadesa sor Aldonça de Montsoriu.

La madre clarisa sor Isabel de Villena había muerto siete años antes víctima de una terrible epidemia de peste, a los 60 años de edad. 

 Si quieres leer sobre ella 

Las olvidadas, una historia de mujeres creadoras, Ángeles Caso
Género: Ensayo
Un maravilloso recorrido por la vida de mujeres excepcionales







Por Sandra Ferrer

Humanista difamada, Isotta Nogarola (1418-1466)


Isotta Nogarola representa el prototipo de mujer inteligente que lejos de ser aplaudida por el mundo, fue rechazada por los círculos intelectuales masculinos y por los celos y envidias femeninas. En la Italia humanista no hubo mucho espacio para el pensamiento femenino.

Círculo de humanistas
Huérfana de padre, Isotta Nogarola se crió junto a su hermana Ginevra en el hogar protector de su madre, Bianca Borromeo. Conocedora de las nuevas corrientes intelectuales que despertaban en la italia renacentista, Bianca no dudó en contratar a sabios preceptores que enseñaran a sus hijas las nuevas ideas humanistas.

El celibato y el saber
Al contrario que su hermana Ginevra, quien abandonó sus estudios para contraer matrimonio, Isotta decidió vivir una existencia célibe para poderse dedicar plenamente al estudio y la euridición. Su profunda e inteligente labor intelectual empezó pronto a ser conocida, que no reconocida, gracias a la relación epistolar que mantuvo con otros eruditos.

Rechazada por su saber
Pero el prestigio y la fama que empezaba a ganar la inteligencia de Isotta parece que no gustó a los sabios italianos quienes no dudaron en rechazar a la joven. En su afán por apartar a Isotta de los círculos del saber, no tuvieron inconveniente en criticar e incluso difamar su persona llegando incluso a ser acusada de incesto con su propio hermano.

Muchas damas veronesas, seguramente llevadas por los celos, la envidia y el rechazo ante una mujer tan sabia, se unieron a las voces contrarias a Isotta.

Recluida en defensa del saber
Humillada, Isotta aceptó el desprecio del mundo pero no renunció a su vida intelectual. A partir de ese momento y hasta el fin de sus días, viviría recluida en su palacio en el que se volcó de lleno en el estudio de las Sagradas Escrituras. Su obra De pari aut impari Evae atque Adae peccato supone uno de los textos más importantes y originales del humanismo italiano. Isotta reflexionó sobre la culpabilidad de Adán y Eva en el pecado original, dando a Adán parte de la responsabilidad que siempre se había adjudicado a Eva, a quien, sin embargo, culpaba de una fuerte debilidad femenina.

En su último periplo de reclusión, Isotta no estuvo sola. El noble veneciano Ludovico Foscarini fue un gran apoyo para ella. Ludovico ayudó a la joven en su camino de piedad y devoción cristiana.

Isotta Nogarola moría en su palacio de Verona en 1466.

 Si quieres leer sobre ella 

Las olvidadas, una historia de mujeres creadoras, Ángeles Caso
Género: Ensayo
Un maravilloso recorrido por la vida de mujeres excepcionales








Por Sandra Ferrer

jueves, 14 de abril de 2011

Las últimas duquesas, Olga, Tatiana, María y Anastasia (Siglos XIX-XX)


La madrugada del 17 de julio de 1918, la familia imperial rusa, el depuesto zar Nicolás II, su esposa,Alejandra, y sus cinco hijos, Olga, Tatiana, María, Anastasia y el zarevic Alexis bajaban a un sótano oscuro de la casa donde estaban recluidos en Ekaterimburgo. A sangre fría fueron fusilados por los bolcheviques junto a algunos fieles servidores. Terminaban 300 años de dominio Romanov. Unos meses antes el zar Nicolás II se había visto obligado a abdicar. Durante un tiempo estuvieron recluidos en su palacio de Tsárskoye Seló, en San Petesburgo, para ser trasladados posteriormente a la gélida ciudad de Tobolsk, en Siberia. Su destino final sería la ciudad de Ekaterimburgo, donde permanecieron en la casa Ipátiev hasta su muerte.
El brutal asesinato fue uno de los episodios más dramáticos de la Revolución Rusa iniciada en 1917 con el levantamiento de un pueblo ahogado por el hambre, las enfermedades y la explotación en las fábricas. En un primer momento, tras la abdicación del zar, la familia imperial solamente fue recluida pero la amenaza de que los llamados Blancos , fieles al antiguo régimen caido, liberaran a Nicolás II o una supuesta fuga de toda la familia, aceleraron el terrible desenlace.



Entre 1991 y 2007 fueron encontrados los restos de la familia imperial en unos bosques cerca de Ekaterimburgo. Las pruebas de ADN consiguieron identificarlos a todos.

Tras la caída de la URSS, parte de estos restos eran sepultados en la Catedral de San Pedro y San Pablo en San Petesburgo. La iglesia ortodoxa los canonizaba en el año 2000.

Olga Nikoláyevna Románova (1895-1918)



La Gran duquesa Olga era la primogénita de la familia. Nació en San Petesburgo el 15 de noviembre de 1895 y su corta vida transcurrió tranquila, recibiendo una buena educación y preparándola para un buen enlace matrimonial. Fueron varios los candidatos, entre ellos el futuro rey de Rumania. Pero el estallido de la Revolución anularon cualquier posibilidad.

Olga, como sus otras tres hermanas, vivían de un modo poco afín a su rango de grandes duquesas. Su madre les impuso una vida austera obligándolas a dormir en duras camas y a recoger ellas mismas sus pertenencias.

Ólishka, como era conocida cariñoramente en su entorno familiar, murió minutos después de los demás miembros de su familia, abrazada a Tatiana. La primera tanda de disparos no terminó con sus vidas pero los pistoleros a las órdenes de las fuerzas de la policía secreta bolchevique dirigida por Yákov Yurovski se encargaron de que no sobrevivieran.

Tatiana Nikoláyevna Románova (1897-1918)



Tatiana era la segunda hija de los zares. Nació en Peterhof el 10 de junio de 1897. Considerada la más elegante de todas las hermanas, Tania era la que más se parecía físicamente a su madre. Amante de las fiestas y alejada de grandes preocupaciones, Tatiana era elegante y destacaba en todos los bailes a los que acudía.

Como su hermana Olga, Tatiana colaboró como enfermera en los hospitales de San Petesburgo durante la Primera Guerra Mundial.

Murió abrazada a su hermana mayor Olga a la que estuvo muy unida durante toda su corta vida. Tenía 21 años.



María Nikoláyevna Románova (1899-1918)



La tercera hija de los zares nació en San Petesburgo el 26 de junio de 1899. La pequeña de ojos azules tuvo siempre un cariño especial hacia su padre de quien intentaba no separarse nunca. Excluida de la estrecha unión de sus hermanas mayores, María encontraría en su hermana pequeña Anastasia una buena compañera de juegos. En la corte recibieron el apodo de “La pequeña pareja” en contraposión a “La pareja mayor” formada por Olga y Tatiana.

María no fue una niña a la que le gustara el estudio pero destacó en la pintura.

Al estallar la Primera Guerra Mundial María tenía 15 años por lo que no pudo incorporarse a la Cruz Roja como enfermera como sus hermanas mayores. Pero sus deseos de ayudar la llevaron a visitar y consolar a los heridos de la mano de su hermana Anastasia.

La joven duquesa vivió su juventud enamorada de un oficial del ejército de su padre, llamado Nikolai Dmitrievich Demenkov que conoció en un viaje a Rumanía y al que no volvió a ver nunca más.

Alegre y confiada, María mantuvo la esperanza hasta el último día de su vida de poder huir con su familia de Rusia y empezar una nueva vida, poder casarse y tener hijos. Esperanzas que nunca se cumplieron.

Anastasia Nikoláyevna Románova (1901-1918)



Anastasia fue la última de las hijas de Nicolás y Alexandra. Tras haber tenido cuatro niñas, pronto nacería el ansiado heredero, Alexis, quien, por desgracia nació con la terrible enfermedad de la hemofilia.

La última Gran Duquesa nació el 18 de junio de 1901 en Peterhof sin demasiada alegría a su alrededor. Era la cuarta hija del zar y truncaba de nuevo sus deseos de un heredero varón.

A pesar de una débil complexión física y una mala salud, Anastasia fue una niña feliz, inteligente, que disfrutaba sobretodo de sus horas de estudio.

El nombre de Anastasia permaneció por encima del de los demás miembros de su familia a lo largo de todo el siglo XX. Una Anastasia supuesta superviviente del magnicidio que había tomado el nombre de Anna Anderson conmocionó al mundo al asegurar que era la mismísima hija del zar Nicolás II. Según su versión, se había hecho pasar por muerta para poder escapar de sus captores.

Como Anna Anderson, muchas supuestas duquesas pretendieron recuperar la vieja gloria de los zares rusos pero el hallazgo de sus cuerpos y las posteriores pruebas de ADN destruyeron toda esperanza de resucitar aquel imperio desaparecido.


 Si quieres leer sobre ellas 
La hija del zar, Carolly Erikson
Género: Novela histórica
La autora del libro cambia el trágico final de Tatiana para que sea ella en primera persona quien nos explique su vida en San Petesburgo. Una preciosa recreación de los últimos días del Imperio Ruso

La profecía Románov, Steve Berry
Género: Novela histórica
En este caso son Anastasia y Alexis los que sobreviven al magnicidio. 






El testigo invisible, Carmen Posadas
Género: Novela histórica







Las hermanas Romanov, Helen Rappaport
Género: Bio








Por Sandra Ferrer