RADIO "PONCHOSVERDES.FM"

jueves, 31 de marzo de 2011

De amante a religiosa, Louise de La Vallière (1644-1710)


Por dos veces fue usada de tapadera Louise de La Vallière, una jove bella y elegante de ojos azules que se enamoró sinceramente de un rey que la utilizó para legitimar sus múltiples amorios. Cansada de ser vilipendiada por el Rey Sol, terminó dedicando sus días a la oración.

La dama paravent
Louise Françoise de La Baume Le Blanc había nacido en Tours en 1644 en el seno de una familia perteneciente a la pequeña nobleza. Su padre, Lorenzo de la Baume Le Blanc de La Vallière, era barón de Maisonfort. Viuda de su primer marido, la madre de Louise, Françoise Le Provost se casó en segundas nupcias con el marqués de Saint-Rémy.

Debido al cargo que éste tenía de mayordomo de Gastón de Orleans, hermano del rey Luis XIII, toda la familia se trasladó al castillo de Blois donde Louise vivió buena parte de su infancia junto a sus tres hermanastras. En aquel ambiente refinado, las niñas fueron educadas como auténticas princesas, aprendiendo a bailar, cantar y moverse con elegancia.

Cuando Louise cumplió los 17 años fue nombrada dama de compañía de Enriqueta de Inglaterra, esposa de Felipe de Orleans, hermano de Luis XIV. El interés que Enriqueta despertó en su cuñado no gustó en absoluto ni a su hermano ni a su madre, la reina Ana de Austria, ni por supuesto a su esposa, María Teresa. Para desviar la atención de toda la corte de una relación prohibida a los ojos de todos, Louise fue elegida para fingir un idilio con el rey. Ella estaba soltera, mientras que Enriqueta estaba casada y con su propio hermano. Así que la relación entre el rey y la joven empezó de manera obligada aunque parece ser que Louise ya amaba en secreto a su impuesto amante.

Amante en la intimidad
La relación de Louise y el rey se fue haciendo cada día más real hasta el punto de convertirse en auténticos amantes. Llegaron incluso a tener descendencia, cuatro hijos de los que solamente sobrevivieron un niño y una niña.

A pesar de querer al hombre más poderoso y público de Francia, Louise gustaba de la intimidad y detestaba mostrar su amor en público. Algo que Luis desoyó en múltiples ocasiones. Tras la muerte de la reina madre, en la misa celebrada en su memoria, Luis colocó a su amante en la tribuna de honor, a la derecha de una humillada reina María Teresa.

De nuevo una tapadera
Tras cuatro años de relación, el rey se fue distanciando de su favorita. La llegada a palacio de una hermosa joven llamada Françoise Athénaïs de Rochechouart de Mortemart centró toda la atención de Luis. Pero de nuevo, el monarca había puesto sus miras en una mujer casada. La marquesa de Montespan estaba casada, así que Luis decidió continuar con su relación con su antigua amante pero sólo para que ejerciera otra vez de tapadera. Las habitaciones de las dos damas estaban situadas una al lado de la otra para que el rey entrara en la de Louise para, pasados unos momentos, pasar a la de su verdadera amada.

Un regalo envenenado
Louise se resistía a alejarse del rey a quien amaba profundamente. Pero cuando en 1667 recibió el título de duquesa de las tierras de Vaujours, toda la corte lo entendió como una invitación a alejarse de Versalles.

Expiando sus pecados
Una grave enfermedad sufrida en 1670 dio a Louise un sentido distinto a su vida. Sintiendo que sus días podían terminar, asumió los pecados cometidos durante su tiempo de favorita y se cerró en una vida de profunda oración. En tres días escribió treinta conmovedoras páginas que se publicarían diez años después bajo el título Reflexiones sobre la misericordia de Dios.

Tras un primer intento de entrar en religión, algo que el rey intentó impedir, el mariscal Bellefons ayudó a Louise a ingresar en el convento de las Grandes Carmelitas de Saint-Jacques. La nueva religiosa, antigua amante del rey, no había cumplido aún los 30 años. 36 años más viviría recluida tras los muros del convento lejos del lujo y la ostentación de la corte de su amado el Rey Sol. 

 Si quieres leer sobre ella 


Amantes y reinas, Benedetta Craveri
Género: Ensayo
Recopilación de la vida de varias reinas y amantes relacionadas con la corona francesa

miércoles, 30 de marzo de 2011

La madre de sus pueblos, María Teresa de Habsburgo (1717-1780)


María Teresa de Austria fue uno de los más destacados miembros de la Casa Real de Habsburgo. Se enfrentó a media Europa para defender sus derechos al trono del debilitado conjunto de estados que formaba el “imperio” austriaco; afianzada en el poder, realizó importantes reformas en sus territorios; defendió el catolicismo, siendo una auténtica reina de la Contrarreforma; y tuvo doce hijos muchos de los cuales sirvieron para mejorar las relaciones políticas y diplomáticas de la Casa de Austria. Al final de sus días, una reina entrada en carnes por causa de la edad y de sus múltiples embarazos, era querida por sus súbditos, quien siempre la recordó como la “matrona” de sus pueblos.

Heredera de un imperio inexistente


A principio del siglo XVIII, la monarquía austriaca, con la Casa de Habsburgo al frente, aglutinaba un gran número de territorios en el centro y este del continente, abarcando cerca de 600.000 kilómetros cuadrados entre los que se encontraban los países hereditarios alemanes, Bohemia, Moravia, Silesia y Hungría. Esta amalgama de estados, a pesar de tener al frente un Emperador nominal, no era un imperio real.

En 1711 moría el emperador José I. Según la llamada disposición leopoldina, dictada en 1703 por el anterior emperador Leopoldo I, el sucesor debía ser el hermano del difunto José I, Carlos VI. Así, el antiguo enemigo de Felipe V en la guerra de sucesión española, subía al trono de la casa de Austria.

Una vez nombrado emperador, Carlos VI decidió abolir la ley de su padre y luchó por la aprobación de la Pragmática Sanción conseguida en 1713. Según esta nueva ley sucesoria, además de declarar indivisibles los territorios de la Casa de Austria, defendía el derecho al trono de cualquiera de sus herederos aunque fueran mujeres. Como si hubiera sido una decisión premonitoria, Leopoldo, su único hijo, moría en 1716 y Carlos VI sólo tendría dos hijas más, María Teresa y María Ana.

Carlos VI dedicó toda su vida a recibir la garantía, por parte de las grandes potencias, de que aceptarían a su hija como heredera legítima. Maríá Teresa había nacido el 13 de mayo de 1717 en el Palacio Imperial de Hofburg.

Un marido poco poderoso
Mientras el emperador estaba en esta tarea de garantizar su decisión dinástica, también se dedicó a buscar un marido adecuado para María Teresa. El elegido fue Francisco Esteban de Lorena, primo segundo de María Teresa. El elegido no tenía demasiado poder dentro del imperio y tampoco una gran personalidad política, así que era el adecuado para su hija, considerada por él la futura emperatriz.

El matrimonio tuvo lugar en 1736. María Teresa tenía entonces 19 años, Francisco 28. Durante 29 años, fueron una pareja feliz, que se entendió a la perfección en lo político y en lo personal. María Teresa lloraría sinceramente la muerte de su esposo acaecida en 1765. Hasta su muerte llevaría un riguroso y sentido luto.

Francisco de Lorena no destacó nunca como gran estadista ni como hombre de Estado. Pero María Teresa supo sacar partido de la mejor virtud de su marido: las finanzas. Francisco consiguió sanear las cuentas de la dinastía consiguiendo por primera vez en mucho tiempo que la Casa de Habsburgo fuera rica a nivel monetario.

Largo camino hacia el trono
El 26 de octubre de 1740 moría Carlos VI convencido de que toda Europa iba a aceptar a su hija como su legítima heredera. No fue así. Rápidamente se creó una poderosa y amenazante coalición formada por Prusia, España y Francia que defendían los derechos dinásticos de los electores de Sajonia y Baviera quienes estaban casados respectivamente con María Josefa y María Amalia, ambas, hijas del emperador José I y relegadas de la línea sucesoría por su tío Carlos VI.

La guerra de sucesión había empezado. María Teresa perdió el preciado territorio de Silesia a manos de Federico II de Prusia pero tras la paz de Aquisgrán en 1748 conseguía afianzarse en el poder y ratificar el nombramiento de su esposo tres años antes como emperador.

Las reformas de la emperatriz consorte
A pesar de que exteriormente, María Teresa era emperatriz consorte y sólo reina de derecho de Bohemia, Hungría y archiduquesa de Austria, en el interior de sus dominios fue una emperatriz de facto.

En cuanto terminó la guerra, María Teresa inició una serie de reformas tendentes a la centralización de sus estados, a las mejoras de las finanzas y a un incremento notable de su poder frente a las otras potencias europeas. La reorganización del ejército fue una de sus principales preocupaciones.

En el ámbito religioso, la soberana, fervientemente católica y defensora de la Contrarreforma,  defendió a ultranza su fe en detrimento de otras creencias. Aun así, no tuvo reparos en limitar el poder eclesiástico en el ámbito del estado.

Soberana y madre
Entre 1738 y 1756, María Teresa dio a luz a cinco varones y siete mujeres. Una extensa prole que llenó de alegría las estancias del palacio de Schönbrunn. La reina compaginó a la perfección sus tareas políticas con su papel de madre, en el que gustaba ser retratada. Y también gustaba de ver a sus súbditos quienes veían en María Teresa una “matrona” de todos sus pueblos.

María Teresa aprovechó su extensa descendencia para afianzar su linaje y establecer importantes alianzas políticas con otras potencias europeas. Así, María Antonieta, sería la última reina de Francia; María Carolina casaría con el rey de Nápoles; María Amelia se convertiría en duquesa de Parma, y así con la mayoría de sus hijos.

Corregente de José II
En 1765, tras la muerte de Francisco de Lorena, su hijo José era elevado al trono imperial como José II. Desde entonces hasta su muerte ejercería una importante corregencia en el gobierno de su hijo.

Descanso eterno en la Cripta Imperial
En 29 de noviembre de 1780 moría María Teresa, una mujer inteligente, culta, decidida y alegre; una mujer que luchó con valentía por lo que creía suyo por legítimo derecho y que trabajó durante toda su vida por el amor a su patria y a su pueblo.

Desde entonces descansa en la magnífica Cripta Imperial de los Capuchinos de Viena en un fastuoso sarcófago junto a su esposo. A sus pies, la tumba de su hijo José II. A su alrededor, un gran número de miembros de la familia imperial de los Habsburgo.

 Si quieres leer sobre ella 
El imperio de los Habsburgo, Jean Bérenger
Género: Ensayo
Un indispensable recorrido por siete siglos de dominio de la Casa de H







por Sandra Ferrer

domingo, 27 de marzo de 2011

Diaconisa mártir, Santa Tatiana de Roma (Siglo III)


En los primeros siglos del cristianismo y los últimos del Imperio Romano, muchos fueron los y las mártires de la nueva iglesia naciente. Tatiana, hija de un romano convertido en secreto al cristianismo, fue una de ellas. 
Diaconisa en Roma
En tiempos del emperador Alejandro Severo vivían en roma muchos ciudadanos que practicaban en secreto los ritos cristianos. Tatiana, hija de un romano bienestante que le había educado en la fe cristiana, fue una mujer devota que llegó a ejercer de diaconisa.

Las diaconisas eran mujeres que, en la primitiva iglesia cristiana, ejercían un papel similar al de los diáconos en aquellos lugares y actividades en que los hombres no debían acceder: bautismo por inmersión de mujeres, vigilancia y organización de los lugares de culto reservados a las cristianas.

Leyenda de una mártir
El papel de diaconisa no estaba exento de peligros pues se exponían a la ira del poder establecido. Así sucedió con Tatiana quien fue detenida y obligada a rendir culto al dios romano Apolo. Según la leyenda, Tatiana sí oró, pero a su Dios. Un terremoto destruyó la estatua de Apolo y parte del templo en el que se encontraba.

El martirio de Tatiana empezó con la aplicación de varias torturas. Para ejecutarla fue llevada al circo romano ante un león quien, a pesar de estar hambriento, lo único que hizo fue echarse a los pies de la santa. Ante el intento fallido, los romanos decidieron decapitarla. Una espada terminaba con su vida el 12 de enero del 225 según el calendario Juliano, el 25 de enero según el gregoriano.

Patrona de los estudiantes rusos
El mismo día de su muerte, muchos años después, en 1755, la emperatriz rusa Elisabeta inauguró la primera universidad de Moscú, convirtiendo desde entonces a Santa Tatiana en la patrona de los estudiantes de Rusia.

viernes, 25 de marzo de 2011

La reina póstuma, Inés de Castro (1320-1355)



Realidad y leyenda se entremezclan en la vida de Inés de Castro, una joven que nació de los amores ilegítimos de su padre y se convirtió en reina de Portugal después de su muerte.

En la corte de Don Juan Manuel
Inés de Castro nació probablemente en 1320 en la comarca gallega de A Limia. Era hija natural de don Pedro Fernández de Castro, primer Señor jurisdiccional de Monforte de Lemos y nieto del rey Sancho IV el Bravo, y Aldonza Soares de Valladares, dama de origen portugués.

Inés vivió su infancia en la palacio del duque de Peñafiel y marqués de Villena, don Juan Manuel. En la corte del infante poeta, la joven estuvo en contacto con poetas y artistas que facilitaron a lnés una formación intelectual.

Prontó trabó una estrecha amistad con la hija del duque y prima suya, Constanza Manuel, por lo que fue elegida por ésta como dama de compañía en su viaje a Portugal donde debería casarse con el infante Pedro, hijo del rey portugués Alfonso IV el Bravo.

Pasión inmediata
En cuanto Pedro estuvo delante de la comitiva castellana, el heredero no se fijó en su prometida sino en Inés. El amor y la pasión entre los dos jóvenes fue inmediata. Así, los primeros años de matrimonio, Pedro mantuvo su relación con Inés mientras su legítima esposa asumía la situación con poca resignación.

Pedro tuvo cuatro hijos de Inés, quien se había instalado en Coimbra. Sólo uno de Constanza, Fernando, en cuyo parto se dejó la vida en 1345.

Esposa secreta
Mientras el rey portugués Alfonso IV aunaba esfuerzos para afianzar el futuro de su linaje en la figura de su nieto, el enfermizo Fernando, Pedro se casó en secreto ante el obispo de Guarda. Habían pasado nueve años desde la muerte de Constanza.

Enterado el rey de la boda secreta, entró en cólera pues veía peligrar los derechos de su nieto y veía ante sí la amenaza de la familia de los Fernández de Castro que podían hacer peligrar la independencia del reino portugués. Alfonso IV no lo pensó y tomó una drástica solución.

Fin de la dama, larga vida a la reina muerta
Asesinar a Inés era la solución. Tres caballeros leales al rey ejecutaron su voluntad en 1355. Pedro no soportó la situación y emprendió una lucha abierta contra su padre provocando duros enfrentamientos que durarían dos años, hasta la muerte del rey.

Una vez proclamado rey, Pedro hizo público su matrimonio con Inés y la proclamó reina de Portugal. Existe una leyenda que cuenta un truculento episodio según el cual, el rey Pedro hizo desenterrar a la recién nombrada reina para obligar a sus súbditos a rendirle pleitesía.

Este hecho no está probado. Lo que sí es cierto es, que a pesar de nombrar a Inés reina a título póstumo, mantuvo la legitimidad de su hijo Fernando quien a su muerte regiría el reino de Portugal. Asímismo, reconoció como infantes a los hijos de Inés.

El rey hizo esculpir un precioso sepulcro para su amada en el Monasterio de Santa María de Alcobaça. Hizo también colocar su futura tumba enfrente y no al lado de la de Inés como sería habitual. Quería que, tras el Juicio Final, al despertar, lo primero que viera fuera el rostro de su amada.

 Si quieres leer sobre ella 

Inés de Castro, María Pilar Queralt
Género: Novela histórica







Por Sandra Ferrer

miércoles, 23 de marzo de 2011

Escritora de la virtud, Hroswitha de Gandersheim (935-1002)


Poco se conoce de la vida de esta dramaturga medieval. Pero su abundante obra nos pone ante una mujer excepcional que renunció a la vida de su siglo y aceptó la libertad intelectual de un convento.

Canonesa rica e intelectual
Se desconocen las fechas exactas del nacimiento y muerte de Hroswitha, una mujer perteneciente a la aristocracia sajona que optó desde muy joven por la vida intelectual. Hroswitha eligió el convento benedictino de Gandersheim, en la Baja Sajonia, famoso por su labor educativa. La joven entró en el cenobio como canonesa, de modo que sólo hizo los votos de castidad y obediencia, siendo eximida del voto de pobreza. Al contrario, las canonesas que entraban en Gandersheim eran todas pertenecientes a la alta aristocracia, por lo que podían llevar consigo riquezas y sirvientes.

La Abadía femenina de Gandersheim se encontraba bajo la protección del emperador Otón I y contaba con gran poder político (la abadesa podía participar en la Dieta imperial), económico (acuñaban moneda) e intelectual, pues contaba con una extensa biblioteca de autores clásicos y medievales.

Hroswitha consiguió en Gandersheim lo que fuera de sus muros no habría podido conseguir nunca, una libertad intelectual y un acceso al conocimiento totalmente vetado a las mujeres que optaban por la vida matrimonial.

En defensa de la castidad
Buena parte de su producción liberaria, a pesar de beber de fuentes paganas latinas y griegas, tenía un tema en común, la fuerza de voluntad, perseverancia y tenacidad de las mujeres cristianas, devotas y orgullosas de su pureza y castidad.

Así, Hroswitha copió el estilo de autores como Terencio, pero cambió la temática profana por la cristiana.

Escritora, dramaturga, poeta
La producción literaria de Hroswitha es muy extensa concentrada en cuatro libros. El primero recoge la vida de santos y mártires en ocho leyendas ejemplificantes; el segundo son seis obras dramáticas; el tercero recoge la vida del emperador Otón el Grande y el cuarto es un poema que rememora el origen de Gandersheim.

Hroswitha representa a muchas mujeres de su época que optaron por la vida religiosa para poder desarrollar con éxito todas sus capacidades intelectuales. 
 Si quieres leer sobre ella 

Roswitha von Gandersheim, Eva Parra
Género: Biografía









Por Sandra Ferrer

martes, 22 de marzo de 2011

Asesina y asesinada, Agripina la Menor (15-59)


Mujer de fuerte carácter y decisión, Agripina la Menor manchó sus manos de sangre para conseguir que su familia subiera al trono del imperio romano. Costara lo que costara, incluso su propia vida. Ante la afirmación que unos astrólogos le hicieron de que su hijo Nerón, efectivamente llegaría a ser emperador pero también que mataría a su propia madre, respondió con estas duras palabras: Que me mate, con tal de que reine.

Una familia marcada
Agripina la Menor, o Agripinila, había vivido la extraña muerte de su padre el general Germánico y el destierro de su madre, Agripina la Mayor. Convencida desde pequeña de que fue el emperador Tiberio quien mandó envenenar a su padre y forzó la muerte de su madre, Agripina creyó que su familia debería ser restituida en su legítimo poder.

Nacimiento de un monstruo
Así calificó Cneo Domicio Enobardo a su futuro hijo. Agripinila se había casado en el año 28 con el cónsul romano Enobardo, con el que no tuvo una buena relación. La infertilidad de la pareja durante los primeros años de matrimonio no ayudaron. Casi diez años transcurrieron hasta que nació el que sería el odiado emperador Nerón.

Poco tiempo después, cuando Agripinila tenía sólo 25 años, enviudó por primera vez.

Su hermano emperador
Un año después, el año 41, moría Tiberio. Para mayor alegría de Agripina, al morir sin descendencia masculina, nombró emperador a su hermano Calígula. Tras restituir el honor de su familia, trasladando los restos de su madre y sus hermanos al mausoleo de Augusto, dio a Agripina y otras dos hermanas un trato preferente en la corte imperial.

Sin embargo, el carácter inconstante de Calígula, que desembocaría en una peligrosa locura, cambió con la muerte de una de sus hermanas, Drusila. Una enfermedad mental se despertó en el emperador y relegó a Agripina y Livila. Acusadas de conspirar contra él, fueron condenadas al destierro en la isla de Poncia. Mientras Agripina marchaba a cumplir su condena, su hijo quedaba al cargo de su cuñada.

Su tío emperador
Agripina aguantó paciente su destierro. Tras el asesinato de Calígula, el nuevo emperador, su tío Claudio, hizo volver a Agripina y su hermana a Roma. Convencida de que debía continuar luchando por su hijo, lo primero que hizo fue volverse a casar. Necesitaba dinero para mantenerse en la corte imperial, así que no dudó en unirse a un millonario llamado Pasieno Crispo. Poco tiempo después moría, según los rumores, envenenado por su propia esposa.

Viuda de nuevo, Agripina se fue acercando a su tío, mientras los pasos imprudentes de su hermana la llevaban de nuevo al exilio final y la tercera esposa del emperador, Mesalina, cavaba su propia tumba al casarse en público con uno de sus amantes. Agripina vio el camino despejado hasta el trono. Tras la ejecución de Mesalina, Claudio se casó con su sobrina.

Emperatriz y Augusta
Agripina había dado un paso de gigante en su carrera hacia el afianzamiento de su estirpe. Ahora le quedaba un último paso. Desbancar a Británico, hijo de Claudio, en favor de Nerón, en el puesto de heredero imperial. Primero consiguió que Claudio aceptara la unión entre su hija Octavia y Nerón; después lo adoptó. Mientras Nerón ganaba peldaños, Británico los bajaba gracias a que su prima empezó una campaña de desprestigio contra él. La epilepsia de Británico, un defecto que lo hacía poco apto para gobernar, se lo puso en bandeja.

El golpe final llegó el año 54 cuando Agripina envenenó a Claudio durante la cena. Nerón lo tenía todo dispuesto para ser nombrado emperador.

El desprecio de un hijo
Agripina había conseguido su objetivo. Pero pagaría un alto precio por ello. A la enemistad y animadversión que Nerón sentía por su madre se unió el odio de la esposa del emperador, Popea Sabina.

La pareja imperial decidió terminar con Agripina. Tarea que, sin embargo, no resultó fácil. Agripina, quien sospechaba de los planes de su hijo y su nuera, tomaba a diario pequeñas dosis de veneno para conseguir inmunizarse. Descartado el envenenamiento como forma de asesinar a su madre, Nerón intentó hundir el barco en el que viajaba. Agripina escapó a nado. Finalmente, la madre del emperador encontró la muerte en su villa de Antium, el mismo sitio donde había dado a luz al que ahora se iba a convertir en su asesino. Una espada terminó con su vida.

 Si quieres leer sobre ella 

Mujeres de la antigüedad, Jesús de la Villa
Género: Ensayo









Autoria de Sandra Ferrer  

sábado, 19 de marzo de 2011

La dama del Renacimieno, Isabella d'Este (1474-1539)


Marquesa de Mantua, Isabella d'Este convirtió su corte en la más refinada de la Italia del Renacimieno. Mujer culta, inteligente, elegante y apasionada por el arte, se convirtió en una importante mecenas y dirigió su marquesado con gran rigor político. Amiga de grandes pintores, murió con la espina clavada de no ver terminado su retrato de la mano del gran Leonardo da Vinci.

En la corte de Ferrara
Isabella era la hija mayor del duque de Ferrara, Ercole I d'Este y Leonora de Nápoles. Tras ella nacerían cinco hijos más de los duques, pero Isabela fue siempre considerada como la favorita.

A su inteligencia natural se sumó una excelente educación. Desde pequeña traducía del griego y el latín, conocía la historia de Roma, los textos clásicos, era virtuosa del canto y deleitaba a su familia con el laúd.

Isabella estuvo desde siempre rodeada de eruditos, escritores, músicos, pintores, que llegaban a la corte de Ferrara. La joven no tenía reparos en mantener conversaciones con todos ellos deleitando con su inteligencia y su diplomacia.

En la corte de Mantua
Además de ser inteligente, Isabella era una joven bella. Con 16 años se casaba con Francesco II Gonzaga, marqués de Mantua, conocido por su fealdad. Pero eso a Isabella no le importó. Su inteligencia, caballerosidad y valentía compensaban su aspecto físico. Así, durante los primeros años de su matrimonio, los marqueses de Mantua fueron una pareja feliz y convirtieron su corte en la más refinada de toda Italia.

En ella se dieron cita pintores de la talla de Tiziano o Rafael, hombres de letras, cabelleros destacados. En su papel de mecenas, Isabella trabajó para consagrar a los artistas que en aquel momento destacaban en su arte. Fue varias veces retratada por grandes pintores. Uno de ellos, Leonardo da Vinci, empezó un retrato suyo que no llegó a terminar, pese a la insistencia de la marquesa.

Además de su papel de mecenas y anfitriona de la corte, Isabella tomó las riendas del marquesado en varias ocasiones. Su marido se ausentaba a menudo para cubrir los numerosos frentes que se abrían en la Italia de los estados. En 1509, estando a la cabeza de la liga de Cambrai contra los invasores franceses, Francesco fue capturado. Cuando tres años después pudo volver a su tierra, comprovó con celoso desagrado, que su esposa había dirigido sus dominios con gran efectividad.

Dolida por la actitud de su esposo, la pareja se empezó a distanciar hasta el punto de que Isabella marchó en varias ocasiones a Roma para volver definitivamente a Mantua tras la muerte de su marido y la subida al poder del marquesado de su hijo Federico II.

Hasta su muerte en 1539, Isabella asumió un importante papel político en el marquesado al lado de su hijo.

 Si quieres leer sobre ella 
Los cisnes de Leonardo, Karen Essex
Género: Novela histórica
Una preciosa novela sobre la vida de Isabella y su hermana Beatrice






Por Sandra Ferrer

viernes, 18 de marzo de 2011

La diablesa encarnada, Caterina Sforza (1463-1509)


Con este explícito mote fue conocida la condesa Caterina Sforza, junto con el de vampiresa de la Romaña o Virago (mujer que actúa como un hombre) cruelísima. Hija ilegítima, Caterina llegaría a ser condesa de Imola y Forlí y lucharía con valentía por los derechos de sus hijos llegando a enfrentarse al papa, al que intentó envenenar.
Ilegítima Sforza
Caterina Sforza era hija ilegítima del duque de Milán, Galeazzo Maria Sforza y de Lucrecia Landriani, esposa del cortesano y fiel amigo de Galeazzo, Gian Piero Landriani. Caterina no fue la única hija del duque y su amante, tuvo tres hijos más.

A pesar de su condición de hija ilegítima, Caterina fue educada como una hija más de la familia Sforza.

Luchando por sus derechos territoriales
Caterina era todavía una niña cuando la casaron con un sobrino del Papa Sixto IV, Jerónimo Riario. Al título de condes de Forlí se unía el de Imola, territorio que el Papa concedió a Jerómino. El matrimonio concertado no fue un matrimonio feliz. A pesar de haber tenido cuatro hijos, Caterina tuvo que soportar las constantes infidelidades de Jerónimo.

El odio hacia su marido no impidió que Caterina luchara por sus territorios que repercutirían en un futuro en sus hijos. Muerto Sixto IV en 1484, la subida al solio pontificio del nuevo Papa Inocencio VIII amenazaba con recuperar los dominios de Imola. Aun estando embarazada, Caterina no dudó en llegar hasta el Castillo de Sant'Angelo en Roma para defender sus derechos y los de su marido sobre el territorio cedido por el anterior Papa. La condesa no sólo consiguió mantener Imola, sino que ganó la plaza de Forlí.

La mala relación entre la pareja la puso directamente en el punto de mira cuando su marido fue brutalmente asesinado. En 1488, desafectos del conde lo mataban a cuchilladas. Caterina fue hecha prisionera acusada de haber colaborado en el asesinato de su propio marido.

Viuda contra todos
Caterina consiguió escapar de su cautiverio. Lo primero que hizo fue conseguir que se reconociese a su hijo mayor Octavio Riario como el legítimo heredero de las tierras y títulos de su padre enfrentándose a los conjurados que la amenazaron con asesinar a todos sus hijos.

Suprimidos los enemigos internos, Caterina tendría que enfrentarse también con una peligrosa invasión francesa que amenazaba sus ciudades. En este caso también salió victoriosa contra las tropas de Carlos VIII.

De nuevo el papado, con Alejandro VI a la cabeza, se erigía como su principal enemigo. El pontífice y toda su poderosa familia, los Borgia, declararon ilegítimos a todos sus herederos.

Guerra contra el Papa
La única salida era la guerra abierta contra un poderoso ejército papal dirigido por el hijo de Alejandro VI, el militar César Borgia. Los dominios de Caterina calleron como naipes ante el genio militar de los Borgia. En su desesperación, la condesa llegó incluso a hacer uso de sus conocimientos alquímicos para envenenar al mismísimo Papa. El atentado fue descubierto y Caterina nombrada enemiga eterna del Vaticano, donde se la conoció desde entonces como La diablesa de Imola.

En 1500 la derrota era un hecho y Caterina era capturada.

Fin conventual
A pesar de la mediación francesa para conseguir su liberación, que se produjo poco tiempo después, Caterina no tenía dónde ir. Sus dominios habían sido tomados por la familia Orsini.

Mujer exhuberante que no dudó en tener varios amantes a lo largo de su viudedad, entre ellos un joven de 19 años o un miembro de la familia Médici, Caterina terminó sus días en un convento de Florencia al lado de su hijo pequeño.

Caterina Sforza, condesa de Imola y Forli, moría el 28 de mayo de 1509. Por expresa volundad de la dama, en su lápida no se escribió nada.

 Si quieres leer sobre ella 

La dama del dragón, José Calvo Poyato
Género: Novela histórica







Por Sandra Ferrer