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jueves, 16 de diciembre de 2004

El ecofeminismo: una opción real de transformación social


Por Teresa Mª. Gómez-Pastrana Jimeno
Artículo publicado en El Ecologista, diciembre 2004
Las movilizaciones de mujeres ante diferentes conflictos ecológicos son una realidad evidente. Cada vez existe una mejor organización y resultados concretos alrededor de dichas actuaciones, al mismo tiempo que un marco teórico que las sustenta, el ecofeminismo.
Con la sociedad industrial ha aumentado la complejidad, la frecuencia y la magnitud de los impactos ambientales. Los numerosos síntomas de la degradación y desequilibrios del medio ambiente natural -alteración del sistema climático, agotamiento de la capa de ozono, contaminación de la atmósfera, pérdida de biodiversidad, deforestación, erosión, desertificación…- no pueden ser tenidos en cuenta olvidando su relación con otros aspectos como el aumento de la población y la pobreza asociada a ello, su relación con la tensión Norte-Sur o su impacto sobre la salud de los seres humanos, entre otros efectos sociales.
La degradación ecológica contribuye a ensanchar la brecha entre los diferentes grupos sociales actuando sobre sus condiciones iniciales y creando otras nuevas que amplían las bolsas de pobreza y hacen a los pobres aún más pobres. Los efectos de la degradación ecológica inciden directamente sobre las desigualdades, haciendo más evidentes los desequilibrios socio/económicos entre estados, entre regiones y entre los grupos sociales, instigando conflictos latentes.
Todo ello ha sido ya denunciado desde los años 60 por el movimiento ecologista. La eclosión de la conciencia ecológica se ha ido perfilando en numerosos informes (Club de Roma, Brundtland) y conferencias (Estocolmo, Río de Janeiro, Johanesburgo) con diferentes resultados reales.
Al mismo tiempo, las desigualdades sociales de género también han sido reivindicadas por los grupos feministas que han conseguido grandes avances para una población que ha sido marginada desde siempre. Sin embargo, a pesar de los numerosos avances recientes, aún se habla de datos recogidos por Naciones Unidas donde las mujeres sólo poseen el 1% de la propiedad mundial y realizan las dos terceras partes del trabajo mundial por un 5% de los salarios que se pagan.
Nos movemos en una asimetría de poder y reconocimiento de las mujeres donde existe una distinción entre el ámbito público y doméstico que revela una realidad social: no es lo mismo trabajar en un espacio socialmente reconocido (ámbito público) que en espacios donde ese reconocimiento no está manifiesto (ámbito doméstico). El movimiento feminista ha ido incorporando este planteamiento a una realidad donde los análisis sociales van cada vez más orientados a dar respuestas concretas a problemáticas que se entrecruzan y que necesitan resultados desde numerosos puntos de vista. La complejidad de los problemas ambientales, unida a la complejidad social, busca respuestas intentando unir planteamientos.
El ecofeminismo es una respuesta más que intenta aunar esta nueva visión a la que nos enfrentamos. Ante la situación concreta del aumento de los impactos ambientales y su relación con la desigualdad social y de género, la corriente ecofeminista está intentando dar voz a estas nuevas posibilidades de ver el mundo, al mismo tiempo que es un nuevo intento de diálogo de dos posicionamientos críticos de gran relevancia para el nuevo siglo, el ecologista y el feminista.
La diversidad de ecofeminismos está ahí. Es una corriente que ha sido criticada y juzgada por esencialista, pero que no siempre ha sido vista en toda su amplitud. No pretendemos aquí enumerar autoras/es (Mary Daly, Vandana Shiva, Evelyn Fox Séller, Carolyn Merchant, Bina Arwal…) y corrientes que están perfilando diferentes respuestas (ecofeminismos constructivistas de Val Pumwood); tampoco pretendemos ahondar en esa rica diversidad -ya existen otros artículos que lo realizan con gran profundidad en esta misma revista [1]-, sino que presentaremos varias experiencias concretas en situaciones de conflictos ecológicos bajo los rasgos comunes de la línea ecofeminista. Esa práctica en ámbitos sociales concretos del ecofeminismo aparece como una opción más de intento de cambio social y de denuncia que debe ser tenida muy en cuenta en el siglo XXI.
El ecofeminismo como opción real de movilización social
¿Por qué me interesa presentar en este primer momento sólo los conflictos ecológicos? Porque es en estas circunstancias cuando los grupos sociales han reaccionado más ante esta realidad evidente de grandes impactos ambientales en el ámbito planetario. Es decir, en conflictos ecológicos concretos el impacto ambiental ha sido percibido conscientemente como un impacto social por una comunidad o unos agentes sociales (ambientales o no). Más concretamente, veremos cómo grupos de mujeres en diferentes lugares del mundo se han movilizado en situaciones de amenaza social y ecológica debido a esa conciencia por parte de la comunidad; y, aunque no entremos a analizar con profundidad la concepción teórica ecofeminista que las mueve, sí podemos, al menos, distinguir cómo su contexto social de desigualdad inicial ante un problema concreto las ha unido en una lucha común por la defensa del entorno.
Vamos a ir distinguiendo cinco figuras de diferentes conflictos ambientales -dentro de lo que podríamos denominar una tipología del conflicto ambiental, tipología diseñada por Francisco Garrido Peña- y a la que hemos añadido las aportaciones de distintos movimientos sociales de mujeres en diferentes partes del mundo.
1. Primeramente hablamos de riesgo cuando está en juego, como factor de movilización social, un riesgo inminente o diferido sobre la seguridad o salud de las personas. Así ocurre en la oposición ciudadana a la instalación de vertederos, incineradoras, centrales nucleares, o emisiones contaminantes a la atmósfera.
En Santo André, Brasil, en el extrarradio de Sao Paulo, una agrupación de mujeres creó el grupo de ecología Conciencia para luchar contra la contaminación atmosférica causada por 11 fábricas de los alrededores, pertenecientes a multinacionales. Tras un largo proceso de sensibilización lograron influir en la opinión pública mediante emisiones de radio e incluso de televisión. Esto presionó a las autoridades locales y a las industriales para que invirtieran en la lucha contra la contaminación y para que ésta fuera controlada. Seguidamente, junto con otras asociaciones ecologistas de la zona, emprendieron una iniciativa más amplia, que obligaba a otras multinacionales -que estaban contaminando el agua de los ríos- a respetar el medio ambiente. A la vez, han seguido informando a la población sobre los riegos de la contaminación y sobre la necesidad de establecer una conexión ética entre la población y las industrias, con una amplia visión, no sólo regional, sino mundial.
2. Aparece también la opción de la conservación. El conflicto se prefija en torno a la conservación de algún bien ambiental en peligro: un espacio natural, una especie, un edificio emblemático, una calle peatonal, etc. Dentro de esta línea el movimiento Chipko (abrazo a los árboles) es una de las actuaciones más emblemáticas de defensa del medio ambiente, protagonizada por mujeres y desde la perspectiva de países del Sur. Nació de forma espontánea en 1973, cuando un grupo de mujeres analfabetas de una aldea del Himalaya se abrazó a los árboles para evitar que fueran talados por una empresa de artículos de deporte; persistieron en su actitud durante varios días, hasta que la empresa desistió de su intento.
Esta reacción de resistencia pasiva se ha convertido en todo un símbolo universal de defensa del bosque, en cuanto fuente de vida y de supervivencia. El movimiento Chipko fue combatido por el gobierno de la India, pero, finalmente, el Congreso de Ciencias reconoció en 1981 su valiosa aportación para la protección del bosque y el propio gobierno empezó a prohibir la tala masiva de árboles. El profundo simbolismo del movimiento Chipko explica su popularidad y el desarrollo de grupo similares en muchos otros países (Malasia, Austria, Suiza, EE UU, Alemania, etc.)
3. La distribución de un bien ambiental escaso puede ser también el germen del surgimiento de acciones sociales reivindicativas. El agua brinda unos buenos ejemplos. Brinda Rao nos habla de las luchas de las mujeres en la India rural en el distrito de Pune, en Maharashtra, y su falta de acceso al agua. Caminar varios kilómetros al día para recoger agua y volver a casa con dos o tres cántaros grandes, ocupa de tres a cinco horas, según el terreno y la proximidad de la fuente. Es más, el agua disponible para las mujeres pobres es de mala calidad. Por ejemplo, en el pueblo de Kutasa en la región Vidarbha de Maharashtra, el agua contaminada ha provocado el aumento de la mortalidad infantil en los últimos años.
Además, cada vez es más difícil conseguir leña para cocinar, y por lo tanto las mujeres han tenido que utilizar excrementos de vaca, restos de cosechas y malas hierbas como combustibles. Estas fuentes de energía no sólo son ineficientes sino que son malsanas: el humo tóxico que emiten cuando se cocina se identificó en el estado de Gujarat como la causa principal de numerosas enfermedades respiratorias, un problema importante para las mujeres y las niñas de la India.
Las protestas estuvieron estrechamente relacionadas con los desastres ecológicos. Entre 1970 y 1973, años de sequías fuertes y hambre, los hombres y mujeres rurales se organizaron, y su fuerza numérica era evidente. La escasez de agua potable sigue siendo grave para una tercera parte del estado de Maharashtra, pero la cuestión aún no ha podido llamar la atención que merece.
4. El tipo de conflicto donde se trata de recuperar prácticas y hábitos sociales y culturales ecológicamente sostenibles, y que están anclados en alguna tradición vernácula, es el denominado recuperación. Gran parte de los conflictos de recuperación de modos de vida tradicionales suponen una forma de manejo sostenible de los recursos frente a la agresión de la explotación intensiva moderna. Vandana Shiva nos habla del movimiento Navdanya y nos comenta que es un movimiento cultural a la vez que agrícola y medioambiental, que intenta la integración de la mujer en las tareas colectivas que otros tipos de agricultura le niegan para condenarla a un papel subordinado y secundario. Pretenden, a su vez, devolver a la mujer sus atributos físicos y espirituales para que desempeñen un papel crucial en el sostenimiento de la comunidad y en la vertebración del grupo. Antes el saber recaía en la responsabilidad de las mujeres y ellas conocían la agricultura tradicional y sostenible. Este movimiento acusa al GATT, FMI y al Banco Mundial de estar en contra de los intereses de los más pobres, ya que ahora el Norte pretende obtener los derechos de propiedad intelectual sobre la sabiduría local en semillas y otros recursos para la agricultura. Estos derechos de propiedad suponen un expolio flagrante que se apoya en las lagunas y ambigüedades del Tratado de Biodiversidad Internacional.
5. Quizá los que más se dirijan hacia nuevos cambios sociales estructurales son los conflictos alternativos, que tienen como objetivo la consecución de avances en políticas ambientales desde propuestas alternativas de los agentes sociales: lucha por la instalación de un plan de energía renovable, de un plan forestal, de un sistema de depuración de las aguas residuales, etc. En Alemania, durante el congreso La Mujer en la Ciencia y en la Tecnología, en 1990, un grupo de mujeres inició un proyecto de energía alternativa. Primero crearon una red abierta de información, después visitaron diversos proyectos en Europa (viajes abiertos a estudiantes) y, finalmente, se decidieron por la realización de una central eólica. Así es como se creó la Cooperativa Energía y Mujeres en 1992, en Hamburgo. Estas mujeres acometieron la búsqueda de financiación, diseñaron y construyeron una central eólica ejemplar técnica y estéticamente y respetuosa con el medio ambiente, que ha estado funcionando en Heme desde 1994 y que produce 450 kW. Pero lo más positivo es que han introducido una nueva dinámica, han mostrado la competencia profesional de las mujeres y han dado ejemplo.
Enfrentándose al riesgo para avanzar hacia la superación
En todos estos ejemplos se produce un enfrentamiento entre el riesgo, la conservación o la distribución, la recuperación y la demanda de crecimiento económico. Por ello es necesario entender el concepto de desarrollo no como crecimiento económico sino como crecimiento sostenido.
La acción colectiva ante algún conflicto ecológico, por el mero hecho de existir, representa en su forma y modelos de organización un mensaje lanzado al resto de la sociedad. Demuestra la existencia de un conflicto en sus orientaciones básicas: sirve para revelar y advertir a la sociedad de los problemas cruciales a los que se enfrenta, para anunciar las fisuras críticas que se han abierto dentro de ella.
Las mujeres se han afirmado progresivamente como socios para decidir sobre el funcionamiento del mundo. Fortalecidas gracias a sus nuevas experiencias, las mujeres desean ahora hacerse oír, que se valore su enfoque y la experiencia que han adquirido a partir de las situaciones que han vivido; desean desarrollar y promover otra filosofía a favor de otro tipo de organización del mundo. El desarrollo sostenible no puede ser ignorado y algunas mujeres ya le han dado el lugar que le corresponde, convirtiéndolo en trampolín para sus reflexiones y para sus acciones.
Dentro de esta línea, la Agenda 21 de las Mujeres es el resultado de dos años de trabajo minucioso realizado por un colectivo internacional, la WEDO, que organizó en 1991 la Conferencia de Miami y el Congreso de las Mujeres por un Planeta Sano con vistas a la preparación de la Cumbre de la Tierra en Río (1992). Unas 1.500 mujeres de 83 países de todos los continentes acudieron a esta conferencia. Venían de las agencias de Naciones Unidas, de organizaciones defensoras del medio ambiente o de los derechos de las mujeres; pero también había grupos de base, universitarias, periodistas, miembros de fundaciones, etc. En resumen, un amplio abanico de mujeres conscientes de los problemas y muy motivadas.
En el transcurso de la Conferencia de Miami, estas mujeres de todas partes del mundo hicieron un balance y un diagnóstico preciso y detallado del deterioro actual del planeta, del que es víctima la población, apoyándose en los propios testimonios de casos concretos en sus vidas diarias, a la luz de estudios interrelacionados. Denunciaron las consecuencias de la radioactividad en el cuerpo de las mujeres que, en las Islas Marshall, dan a luz a niños con terribles deformidades. Mostraron, con numerosos ejemplos, la irresponsabilidad de los grupos industriales que no se preocupan de sus derechos tóxicos y que contaminan la tierra o el agua, incapacitándolas así para producir comida sana. Enumeraron una gran cantidad de casos en los que las empresas de países industrializados actuaban de una forma criminal y consciente por mero afán de lucro y vendían productos tóxicos sin ninguna precaución ni advertencia de uso. Las mujeres mostraron que los niños son los primeros afectados e intoxicados por la mala comida y el aire contaminado y que ello los exponía a numerosas enfermedades y discapacidades debidas a la malnutrición, a la falta de higiene básica o a la insalubridad de las viviendas. Denunciaron los muchos productos cancerígenos resultantes del sistema de producción actual. Destacaron, también, el hecho de que podría rescatarse a diez millones de niños del hambre con tan sólo el coste de cinco bombarderos modernos.
El documento insiste de forma especial en la necesidad de igualdad en el reparto de poder entre mujeres y hombres, en todas las etapas y formas de la toma de decisiones y, particularmente, en el capítulo referido a las recomendaciones de la ONU, en su mismo organigrama. Las mujeres insisten en una nueva orientación de los objetivos prioritarios de la financiación y de los programas de la ONU, para que las mujeres puedan, por fin, beneficiarse de ellos en el ámbito más próximo posible a la vida cotidiana -especialmente las más pobres- y el UNIFEM, cuyo presupuesto debería, con toda legitimidad, aumentarse considerablemente, ya que es el órgano de la ONU responsable de la recolección y distribución.
El texto, además, exhorta “a todas las agencias de la ONU a que se comprometan a integrar los puntos de vista de las mujeres a todos los niveles y en todos los programas y estrategias”. Por último, la Agenda 21 de las Mujeres propone una reconversión de los presupuestos militares en proyectos civiles y, especialmente, en programas de desarrollo y protección del medio ambiente.
Las mujeres ya habían llevado a cabo importantes acciones para el desarrollo sostenible bastante antes de que una conferencia internacional se preocupara del tema e incluso antes de que se creara este término. Se han anticipado e implicado en este terreno en todos los continentes, a menudo en los lugares más pobres y aislados del planeta; al mismo tiempo que han sido capaces de adaptarse y dar opciones nuevas y organizadas a los nuevos planteamientos.
Es obvio que las mujeres son el 50% de la población mundial, con una infinidad de capacidades y de proyectos. Simplemente, ha llegado el momento de escucharlas y de tenerlas en cuenta. A nivel teórico el ecofeminismo está fortaleciendo sus planteamientos aunando opciones críticas del ecologismo y el feminismo; y a nivel práctico, los movimientos concretos de mujeres se están levantando y manteniendo su posición en todo el mundo.
Si actuamos de forma inteligente y dada la grave situación en que se encuentra el mundo, ¿cómo podríamos ignorar la mitad del potencial de creatividad humana?; ¿cómo no nos unimos ya entre hombres y mujeres trabajando por un verdadero progreso social, económico y ambiental?
Notas
[1] Ver: ALICIA PULEO, 2002: “Feminismo y ecología”, El Ecologista 31 y JUSTA MONTERO, 2001: “Mujeres, población y desarrollo”, El Ecologista 25.
Bibliografía
AGRA ROMERO, María Xosé (comp.) Ecología y feminismo. Granada: Editorial Ecorama, 1997.
BRINDA RAO. “La lucha por las condiciones de producción y la producción de las condiciones para la emancipación: las mujeres y el agua en Maharashtra, India”, Ecología Política n° 1, (1990), Icaria, Madrid, pp. 32- 42.
GARRIDO PEÑA, Francisco, “Ecopolíticas”, en BALLESTEROS, J./ PÉREZ ADÁN, J. (eds.). Sociedad y medio ambiente. Madrid: Editorial Trotta, Serie Medio Ambiente, 1997.
MIES, M. / SHIVA, V. Ecofeminismo. Barcelona: Icaria Editorial, 1997.
MIES, M. / SHIVA, V. La praxis del ecofeminismo: biotecnología, consumo, reproducción. Barcelona: Icaria Editorial, 1998.
SHIVA, V. Abrazar la vida. Mujer, ecología y desarrollo. Madrid: Ed. Horas y Horas, 1995.
- VV.AA., “Las mujeres y el desarrollo sostenible… factores que determinan nuestra calidad de vida”, Cuadernos de las mujeres en Europa n° 46, 1998.


https://ecopolitica.org/el-ecofeminismo-una-opcieal-de-transformaciocial/

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